Estremecedora Sonia Braga; drama personal convertido en paráfrasis del Brasil contemporáneo

Corrupción > ORDEM E PROGRESSO

Por A. Sanjurjo Toucon

Aquarius. Brasil 2016. Dir. y guión: Kleber Mendonça Filho. Con: Sonia Braga, Jeff Rosick, Irandhir Santos, Maeve Jingkings, Julia Bernat.

Doña Clara tiene 65 años, ex crítica musical, rechaza las grabaciones digitales y disfruta de su discoteca de vinilo. Se resiste al cambio, colocándose como irreductible defensora de los derechos individuales, tolerando los juicios de los demás y reclamando para sí aquello que le corresponde. Ha perdido a su compañero unos pocos años atrás, su vida ha estado reservadamente condicionada, a causa de la extirpación de un seno provocada por  un cáncer cuyo retorno no deja de ser una angustiante interrogante. Ante los atropellamientos de que es víctima, no modifica la condición de defensora de cuanto ella cree.

Doña Clara ama desprejuiciadamente y a su vez es amada. Es la amante  apasionada, es la abuela tierna, refunfuñando cuando se le impone cuidar a su  pequeño nieto.  Vive en  un viejo edificio de pocos  pisos: es la única habitante. Los demás vecinos cedieron ante  la empresa inmobiliaria, que una vez que posea todo el edificio,  lo demolerá dejando paso a una moderna  torre residencial.

Doña Clara, mujer de clase media, no vacilará al enfrentar  a  poderosos y corruptos empresarios inmobiliarios; su antigua enfermedad le ha hecho una luchadora indoblegable. Ese marco anecdótico, línea argumental central, a su vez deja espacio incorporando amigos, familia, empleadas domésticas. Un entramado a escala, de una sociedad mayor.

Doña Clara deviene en el eje a cuyo alrededor,  como fuegos artificiales, se despliega un muy vasto friso de hombres y mujeres. Retrato de un conglomerado humano de diversas clases sociales que, sin perder su condición de relato de ficción, se transforma en  paráfrasis del Brasil actual y sus habitantes

Doña Clara, una de las  pocas criaturas  que ofrece resistencia a la maldad y corrupción imperantes, lanza su desesperado pedido de auxilio ante una nación  totalmente corrupta e indiferente.

Doña Clara, de 65 años, está interpretada por  una descomunal Sonia Braga (1950, Marungá, Paraná, Brazil), que despojada de su radiante juventud y  sensualidad, ratifica innegables condiciones de actriz dramática. Kleber Mendonça Filho, prácticamente desconocido en nuestro país, aparece como dramaturgo de primera  línea, ofreciendo un film múltiple, absorbente, narrado con vertiginosa dinámica, acompasada a la personalidad de Doña Clara; extrovertida, autoritaria, tierna, como  la impactante Fernanda Montenegro de “Estación Central”, y aferrada al edificio que  lucha por  rescatar, con la misma fuerza y determinación del recordado “Chanquete” (Antonio Ferrandís) de  la serie hispana “Verano azul”.

El sereno. Uruguay / Argentina 2017. Dir. y guión: Oscar Estévez  y Joaquín Mauad. Con: Gastón Pauls, César Troncoso, Álvaro Armand Ugon, Cecilia Caballero, Valentina Barrios, Lalo Labat.

Un gigantesco depósito, edificio con escaleras y recovecos infinitos, es el lugar donde un hombre trabajará como sereno. El sitio, los efectistas ángulos de cámara, una fotografía  oscura con predominio de azules y un montaje con algún sobresalto incorporado, conforman un ámbito lúgubre, adecuado para este relato surrealista.

Sueños, recuerdos, amenazas, irrumpiendo sin una lógica que los ubique e identifique, van  pautando diversos aspectos de la vida y relaciones de toda especie de este hombre con seres surgidos de manera casi fantástica o directamente fantástica. El (des)amor de una joven, los brazos y piernas asomando por las puertas de un largo corredor, el desplazamiento hacia un moderno sanatorio (se cita la mutualista que lo atiende) y los diálogos sin sentido, colocan a “El sereno” en línea afín a los primeros films de Luis Buñuel, a la vez que recoge elementos de “Repulsión” de Roman Polanski.

Seguramente, los realizadores y guionistas, los uruguayos Oscar Estévez y Joaquín Mauad, debutantes en el largometraje, se apoyaron en esos antecedentes manipulándolos hasta convertirlos en legítima presencia en su onírico relato.

Una escenografía real (existente en la zona del Cordón), dramáticamente fotografiada, crea el necesario clima, donde rige una indefinida frontera entre lo real y los sueños, desplazándose en un universo de temor, sordidez y mugre. Pudo ser una gran película.

Debió utilizarse mucha tijera en esta realización con reiteraciones innecesarias. Ello puede atribuirse a que los autores, debutantes, se “enamoraran” de muchas tomas que sobran, o bien, se estiró un buen mediometraje hasta alcanzar la duración requerida para que el film ingrese a las pantallas de los cines.

Los realizadores uruguayos primerizos, especialmente los de algunas décadas atrás, no medían sus propósitos (y posibilidades) e  incluían, en su film iniciático, algo así como su concepción del universo o cosa parecida. Ese propósito trascendentalista y el “bajón” del relato, dieron lugar a que la expresión “cine uruguayo” fuese peyorativa. Algo de esto se percibe en “El sereno”, donde fotógrafo y escenógrafo consiguen rescatar al film de los excesos del guión.

Gastón Pauls, exhibe constantemente el mismo gesto de pesadumbre, en lo que puede ser ausencia de una firme dirección cinematográfica de actores.

Un título meritorio, aún así. Genera curiosidad respecto al próximo trabajo de Estévez y Mauad.

Los ausentes. Argentina 2014. Dir. y guión: Luciana  Piantanida. Con: Jimena Anganuzzi, Agustín Rittano, Jorge  Prado, Alberto Suárez, Claudia Cantero.

La cinematografía argentina actual, atraviesa uno de los  períodos más  fructíferos de su historia. Ha surgido un importante grupo de nuevos creadores que se nos hace difícil definir por características similares, probablemente no las haya. A riesgo de generalizar, podemos señalar que, al margen de su género o estilo, es un cine empeñado en alguna forma de aproximación a esa Argentina que, como buena parte del planeta, sustituyó los viejos ídolos por otros nuevos igualmente inconsistentes.

Las ininterrumpidas transformaciones, han tornado  posible una importante presencia femenina en la dirección.  Una lista incompleta de las partícipes de esa “nueva correntada” del cine argentino se integra con mujeres nacidas en los años 60 y 70, en  un  país convulsionado, con falta de libertades, acaso incidiendo en la absoluta soltura e independencia temática y formal de la producción, de buena parte de esta “nueva correntada”.

Una muy  incompleta lista de esas realizadoras se integra con Gabriela David (1960), Lucrecia Martel (1966), Lucía Cedrón (1974), Lucía Puenzo (1976), Victoria Galardi (1977), Ana Katz (1975), Luciana Piantanida (1977).

En “Los ausentes” –no confundir con el film mexicano homónimo producido en el mismo año- un pueblito miserable, es el entorno en el cual se mueven unos  personajes de los  que  poco o nada se sabe, ni tampoco llegará a saberse. El hombre que regresa, la esposa muerta, una joven pareja enfrentando su propia disolución, y demás habitantes del lugar, inmersos en un clima sórdido, claustrofóbico aún en los espacios libres, son los  protagonistas de esta no-historia. Luciana Piantanida provoca el deseo de conocer detalladamente  a estos seres, de los que pocas referencias ofrece; haciéndonos penetrar en ese juego en que convierte las interrelaciones de los variopintos personajes.

Casi carente de anécdota, con abundancia de tomas en que la cámara sigue largamente a una persona, las extensas escenas, sin mayor contenido, determinan el estilo del film.  Podría existir un nexo entre la forma elegida por Piantanida, y el cine de Lisandro Alonso (La libertad, Los muertos, etc.); en cierto modo también con el actual cine iraní, aunque sin la monotonía generalizada de este.

De limitarse la realización a esa lograda creación de climas, estaríamos ante un frio “Déjà vu” de sus  planteos. Sin embargo la autora no vacila en envolver esos fragmentos con cierto hálito mágico, sostenido por un bienvenido clima del mejor suspenso,  alimentado por un trabajo actoral convincente, registrado con una cámara que sabe dónde colocarse.

Esa propuesta pudo dar paso a un film tedioso, sumamente aburrido; las interrogantes que deja  por el camino lo tornan enigmático y atractivo.