Entre el permanente humor de entrelíneas, el cine mexicano ofrece dramático y humano retrato

De hombres y distancias > LOS SUEÑOS DE LA VIDA

Por A. Sanjurjo Toucon

La delgada línea amarilla. México 2015. Dir. y guión: Celso R. García. Con: Damián Alcazar, Joaquín Cosio, Silverio Palacios, Gustavo Sánchez Parra, Américo  Hollander, Fernando Becerril, Tara Parra, Sara Juárez. Estreno en Netflix.

Unas pocas escenas iniciales bastan para intuir -más allá de lo expresado por un hombre que ha perdido su empleo de sereno en  el desguazadero de automóviles de un pequeño pueblo mexicano-, un pasado de desgracias reservadas a sus recuerdos.

El azar, o acaso una confusión de identidades, le coloca al frente de una cuadrilla cuya labor será pintar una intermitente línea amarilla, señalizando una carretera, a lo largo de más de doscientos kilómetros. Esa franja, determinando las sendas de diferente sentido, adquiere un significado metafórico múltiple respecto a cada uno de los hombres que,  al tiempo que avanzan señalizando la carretera, muestran las reservadas facetas de su existencia. De futuro incierto e  imprevisible, al igual que cuanto simbólica y físicamente representan las curvas del camino.

Lo visible –solidaridad, traiciones, amores- se superpone a proyectos de futuro o a su ausencia. Los “cuentos morales” de Eric Rohmer, asoman sin  la complejidad intelectual que frena su comunicación con los grandes públicos. Acaso el  realizador y guionista Celso R. García (México, 1976), pueda parafrasear a Rohmer cuando señalara: «Yo no digo cosas en mis películas, muestra gente que habla y se mueve como los paisajes, las caras, los gestos y sus comportamientos».

“La delgada línea amarilla” es una comedia dramática, inteligente, divertida y, como aconteciera con ese género en el cine italiano de los ’50 y ’60, un testimonio social. Sin forzar el  relato, no olvida la necesaria (aunque breve) historia de amor, parte de un juego de aparentes intrascendencias, articuladoras de un film mayor, fácilmente detectable debajo de su aparente superficialidad.

El desempeño actoral es sorprendente y homogéneo, todo un disfrute parte de un aceitado engranaje. La fotografía (con algunos instantes cuyas nubes remiten al maestro Gabriel  Figueroa), extrae la majestuosidad de un impresionante escenario, ocasional detonante de sentimientos ocultos.

Una pequeña joya; ineludible.


De líneas y rayas

La anécdota del film mexicano “La delgada línea amarilla”, puede sintetizarse como la  peripecia de un grupo de hombres a los que se ha encomendado pintar la línea determinante de la circulación en  uno y otro sentido en extensa carretera. Al avanzar para cumplir su tarea, esa línea se convierte en el bisturí encargado de viviseccionar a estos hombres, permanentemente inmersos en imponentes escenarios naturales, acogedores o agresivos, cual si se tratase de otro partícipe del deambular que hace del film una “road movie”.

En 1962, “La raya amarilla”, un corto uruguayo de promoción turística, registra la labor de  un solitario pintor que  ha de ingeniárselas para pintar la raya amarilla que determina la circulación en uno y otro sentido de varias e importantes arterias de la ciudad.

En ambas realizaciones, la señal pintada cumple una similar función: subrayar y/o revelar, atractivos y diferentes perfiles. Humanos y paisajísticos  en imbricada relación en “La delgada línea amarilla”, y paisajísticos y humorísticos en “La raya amarilla”.

Primer largometraje de su realizador, la producción mexicana sorprende por su soterrado humor (a veces negro), su diseño de psicologías, y la aparente simplicidad con que recubre cada rubro de esta virtuosa creación fílmica.

La realización uruguaya, reunió a destacadas y experimentadas figuras del cine de nuestro país. Todas ellas con antecedentes propios de reconocida valía en su desempeño individual,  cuyo trabajo conjunto no  rindió cuanto se esperaba de esa “summa”. “La raya amarilla” puede verse en “YouTube”. Su pérdida de los colores primigenios malogra una de las facetas más destacables.