Una incompleta mirada fílmica acerca de un torturado que burló a sus asesinos

Muerto en la Cruz > RESUCITADO EN LA PANTALLA

Siendo el cine producto de la cultura cristiana, no es de extrañar que la figura de Jesucristo apareciera ya en los primeros años del invento.

Por A. Sanjurjo Toucon

La que quizás sea su primera biografía fílmica pertenece a  un realizador que no incursionó mayormente en el cine argumental: Louis Loumiere, coinventor del cine con su hermano Auguste,  quien en l898 dirige “Vida y pasión de Jesucristo”, obviamente un film de corta duración.

Pocos años después, en los albores del siglo XX, y también en el cine francés, aparecen “La vida y pasión de Cristo”  de Ferdinand Zecca y Lucien Nonguent, film del que se sabe que sus intérpretes fueron un Sr. y Sra. Moreau a los que correspondió interpretar a José y a María. Esto ocurría en 1905, pero al año siguiente irrumpe “La pasión”, otra realización francesa, codirigida por Victorin-Hyppolyte Jasset y Alice Guy considerada la primera mujer directora de cine; este film con mayores ambiciones para lo que solía ofrecerse en la época, duraba 20 minutos.

Hollywood no fue ajeno a la vida de Cristo y en el período mudo se destaca el “Rey de Reyes” que Cecil B. De Mille rodara en 1927, con la escena de la resurrección en color, mediante el primitivo sistema de bicromía.

Pero otra vida de Cristo había formado parte de un clásico del cine norteamericano nueve años antes, en 1916, cuando el maestro David D. Griffith da a conocer su monumental película “Intolerancia”.  “Intolerancia” es  un clásico cuyo tema es desde luego la intolerancia, pero la gran particularidad del film es su estructura. En él existen cuatro historias ambientadas en épocas diferentes: en tiempo  contemporáneo a su realización; en tiempos del Imperio Babilonio; durante la noche de San Bartolomé en Francia, y en el inicio de nuestra era con  historia de Cristo que “Intolerancia” era identificada como “La vida de Jesús de Nazareth”.   Pero “Intolerancia” no era una sucesión de episodios con  un tema común, sino que los cuatro relatos eran fragmentados, entremezclándose entre sí y avanzando al unísono desde el punto de vista dramático.  Allí estaba la genialidad de Griffith y su obra donde la crucifixión y muerte de Jesús se yergue como una de las formas de Intolerancia que conoció la humanidad.

Este film, aunque de 1916, ya utilizaba dramáticamente el color, tiñendo las escenas con diversos colores según un criterio, donde predominaba ocasionalmente lo psicológico y también lo ambiental.

Hoy, “Intolerancia” es un clásico puntillosamente estudiado en virtud de su vigencia creativa y conceptual.

El “Rey de Reyes” que Cecil B. De Mille ofreciera en 1927 tenía al actor H.B. Warner como Jesucristo. Con más de 130 films en su carrera, el intérprete retornó a las superproducciones religiosas en la que fuera su última actuación, personificando al bíblico Amminadab, en “Los diez mandamientos” nuevamente bajo la dirección de De Mille. Con firme vocación hollywoodiano bíblica, De Mille había rodado ya “Los diez mandamientos” en 1923. Amparado por el Technicolor y las dimensiones de la gran pantalla,  en 1961,  Nicholas Ray rueda una “remake” de la vieja “Rey de Reyes”. Orson Welles se encargará del relato en “off” y Jeffrey Hunter convierte a Jesucristo en un galán rubio y de ojos azules.

Estas aproximaciones a Cristo no ofrecieron posiciones discrepantes con las tradicionalmente aceptadas, y lo mismo podría decirse del “Jesús de Nazareth” que el español José Díaz Morales dirige en México en 1942, con participación del actor José Cibrián en el papel central. Como dato curioso consignamos que por estas latitudes, este film se estrenó en el cine “Azul”, hoy desaparecido, aunque su edificio subsiste, en 18 de Julio frente a la Intendencia.

También dentro del tradicionalismo se ubica el “Jesús de Nazareth” que Franco Zeffirelli ofreciera en 1977 o el más olvidable “Jesús” de 1979, dirigido por Peter Sykes y protagonizado por Brian Decon, película que incluso no fue estrenada en una sala céntrica en nuestro país, sino en el también desaparecido cine “princesa” de la calle Rivera.

Por cierto, hubo aproximaciones fílmicas a Cristo  que fueron  objeto de sonadas controversias. Y allí aparecen “El Evangelio según San Mateo”, de 1964, donde el marxista Pasolini daba paso a  una cuestionada aproximación a la figura de Jesús. Ocurre que el cine, aunque tome al pasado, tamiza a este de acuerdo a la época en que se produce el film y según la óptica de su autor.

En 1973, cuando en la Iglesia Católica los aires aperturistas de Juan XXIII ya llevaban diez años de retorno a sus carriles tradicionales, el cine recoge la ópera rock “Jesucristo Superstar”, de Tim Rice y Andrew Lloyd Weber, cuya combinación física y conceptual de elementos históricos con otros del presente, dividió a la grey católica: tanto a sus fieles como a sus autoridades. La dirección corrió por cuenta de Norman Jewison;  judío como Jesús.

En el Uruguay de la dictadura, el film fue prohibido por el dictador Juan María Bordaberry. Según narrara privadamente quien fuera operador de la cabina cinematográfica de la Casa presidencial, tras la proyección privada del film, el gobernante de facto habría señalado: “Yo no le veo nada”. A lo que su esposa, Josefina Herrán, respondió firmemente: “Es blasfema. No se puede exhibir”. El film fue prohibido hasta que en 1976, las autoridades militares, que seguramente no comprendieron el mensaje revolucionario y anticapitalista del film, lo autorizaron. Fue un éxito de público y crítica.

Quizás sin proponérselo, “El evangelio según San Mateo” y “Jesucristo Superstar”, indicaron que el público deseaba algo más que las reiteradas y pasteurizadas historias de Cristo que desde fines del siglo XIX llegaban periódicamente a la pantalla. Las realizaciones posteriores lo demostraron con creces.

El escritor y filósofo griego Nikos Kazantzakis, publicó en 1951 la novela “La última tentación de Cristo”, habiéndose señalado que allí “Jesús es una figura trágica”, alejada de la infalibilidad, no exenta de pasiones, sujeta a dudas, miedos y culpas. Ese material, convertido en guión por Paul Schrader, un especialista en bucear en lo más oscuro del alma humana, según lo acreditara en varios films (“Taxi Driver” y  “Mishima” especialmente), dio lugar a “La última tentación de Cristo” (1988), con dirección de Martin Scorsese, un estadounidense católico, de ascendencia italiana, al que no son ajenos los conceptos de culpa y redención según la percepción de la Iglesia Católica. La polémica no se hizo esperar. Willem Dafoe fue Jesús.

El actor y realizador Mel Gibson, a quien no caracterizan precisamente las posturas liberales, dirigió en 2004 otro título polémico en torno al hombre que dividió en dos la historia, o por lo menos al almanaque. “La pasión de Cristo”, con Jim Caviezel en el papel protagónico. El film recrea las últimas doce horas de Jesús de Nazaret, que incluyen su enfrentamiento con tentaciones satánicas y por supuesto la última cena en que es traicionado. Como todo depende de interpretaciones, hubo quienes vieron en el film actitudes antisemitas.

La figura de Cristo, sin ser necesariamente protagonista, se ha hecho presente en infinidad de realizaciones. Entre ellas unas cuantas de Luis Buñuel, en las que el personaje no era particularmente endiosado.

La participación no visible de Cristo en el cine es apabullante. Son miles las películas que en algún instante plantean su presencia invisible, y unas cuantas más las que le muestran y han quedado fuera de esta nota. Con ligeras variantes, el cine ha contado la vida de Cristo. Personaje histórico para algunos, producto de la leyenda para otros, son escasísimos los films que se plantean una oposición frontal.

Ni “Jesucristo Super Star”, ni “El evangelio según San Mateo” ni ´(casi) ningún film con Cristo como presencia física o inmaterial gravitante, ha denostado tan venerada figura. A excepción de una chirriante, original y divertida comedia británica de 1979: “La vida de Brian”, con dirección de Terry Jones e interpretación del descacharrante grupo humorístico Monty Python.

Es esta una sátira acerca del judío Brian Cohen el que según Filmaffinity  “nace en un pesebre de Belén el mismo día que Jesucristo. Un cúmulo de desgraciados y tronchantes equívocos le harán llevar una vida paralela a la del verdadero Hijo de Dios. Sus pocas luces y el ambiente de decadencia y caos absoluto en que se haya sumergida la Galilea de aquellos días, le harán vivir en manos de su madre, de una feminista revolucionaria y del mismísimo Poncio Pilatos, su propia versión del calvario”.

Seguramente el tiempo traerá al cine nuevas historias de Cristo, una historia dramática que los británicos, cristianos aunque anglicanos, fueron capaces de convertir en brillante humor negro.

(Este artículo fue redactado a partir de un capítulo del libro “La vida proyectada” cuyo contenido fuera ampliado para la presente edición)