Astori: “Si le estamos pidiendo al sector privado mayor inversión, no cometamos la contradicción de ponerle más impuestos”

EDICIÓN ESPECIAL 2018

Danilo Astori, ministro de Economía y Finanzas


Uruguay tendrá, otro año más, números positivos en su economía, aunque sin llegar a niveles de otrora. En una extensa charla con Empresas & Negocios, el Cr. Danilo Astori, quien comanda la economía del país desde 2005, hace su diagnóstico y pasa raya sobre algunos aspectos de la gestión. Dice que hay que esperar a marzo para establecer las cifras concretas de crecimiento, pero sigue sosteniendo que seguramente se estará cerca de la meta establecida en la Rendición de Cuentas, es decir, 2.5% para todo el año en su conjunto. Ve indicios de recuperación de la inversión privada, tras los estímulos impulsados por su cartera para el sector, hace alusión al déficit fiscal y expone las razones por las cuales en ese tópico se avanza lentamente en su reducción. El Mercosur, y los cambios que deberían darse en el bloque, fueron temas también de análisis. A su vez, en un capítulo de la entrevista, el jerarca de Economía, expone su visión sobre los motivos por los cuales algunos sectores de la sociedad manifiestan cierta molestia con el gobierno.

Por Oscar Cestau | @OCestau

Estamos en un momento complicado de la economía. Hay un aumento del desempleo, los precios de lo que exporta Uruguay han caído, la región muestra ciertas inestabilidades macroeconómicas, y si bien el país crecerá una vez más, ese crecimiento es menor a lo que estábamos acostumbrados. Algunos economistas dicen que es el momento más complicado de la economía. ¿Cuál es su visión?

Desde el punto de vista económico creo que se viene confirmando algo que Uruguay logró en los últimos años de dificultades, que es seguir navegando con crecimiento en las aguas un tanto turbulentas, sobre todo del vecindario.

Se conocieron hace poco las cifras del tercer trimestre, el más difícil del año en la región… Lo que golpeó a Argentina pasó su momento más grave en ese lapso, y eso, obviamente, alguna repercusión tiene que tener. Sin embargo, Uruguay siguió creciendo. Tuvimos un tercer trimestre de 2.1% de crecimiento; no es un mal número en las circunstancias actuales. Esperamos estar muy cerca de la meta que tenemos en la Rendición de Cuentas, que es de 2.5% para todo el año en su conjunto, pero eso recién lo vamos a saber en marzo, cuando se publiquen las cifras.

La inversión privada está en los menores niveles de los últimos años. Eso repercute en el empleo. ¿Son estos dos factores los principales problemas que tiene la economía uruguaya hoy?

En materia de inversión privada, los indicios en este tramo final del año son buenos, estamos empezando a recuperar un poco de terreno. De hecho, esta venía decayendo y en el tercer trimestre eso se vio claramente; incluso los problemas de empleo están asociados un poco a eso. Es más, la inversión privada es uno de los motores que más tiene que ver con el crecimiento; los otros son el consumo y la exportación. Todos tienen vinculaciones directas e indirectas con el empleo.

¿A qué se refiere cuando habla de “indicios” de recuperación de la inversión privada?

Nosotros establecimos, sobre todo, un conjunto de importantes estímulos a la inversión privada, y las primeras reacciones fueron buenas. Aumentó un 50% el número de proyectos presentados respecto a igual periodo del año anterior, y 238% el monto de la inversión comprometida en estos proyectos.

Por otro lado, viene pujando bien la inversión pública en infraestructura vial, educativa –sobre todo de locales de enseñanza- y el comienzo del ferrocarril, que es una inversión muy importante, con gran repercusión en puestos de trabajo. Esos son los indicios que considero positivos; ojalá se concreten.

La oposición dice que el gobierno está jugado a la construcción de la segunda planta de UPM. Usted ha defendido esa inversión, lanzando una voz de alerta de la importancia que la misma tiene para el país, entre otros aspectos. A su vez, los inversores locales se quejan de que no reciben igual trato en materia de beneficios fiscales a la hora de invertir. ¿Es tan así?

La voz de alerta fue por la defensa del interés nacional en la definición de los efectos directos e indirectos que tendría el proyecto. Por ejemplo, cómo trataríamos el proyecto del ferrocarril, el precio de venta de la energía; pero no apuntando a los regímenes de estímulo tributarios que le estamos concediendo.

“La Rendición de Cuentas que presentamos es la más austera de la historia democrática del país, exceptuando la de 2002, que fue la de un país en crisis total”.

Ahora quiero aclarar enfáticamente el otro punto: ¡No hay un solo beneficio concedido a UPM que no esté al alcance de los empresarios uruguayos! Lo que sucede es que hay un tema de escala, que hace que la diferencia en la dimensión de los proyectos posibilite que unos puedan presentarse a solicitar tal beneficio y otros no; pero todos pueden hacerlo, desde una zona franca o un aeropuerto libre, entre otros. Todos los estímulos de la Comap (Comisión de Aplicación de la Ley de Inversiones) están al servicio de los uruguayos, del primero hasta el último; pero tiene que haber proyectos.

Un problema importante que tiene el país es el de la competitividad. Y en ese sentido, generalmente estamos en desventaja con nuestros vecinos. ¿Cómo se revierte esto? ¿Alcanza solamente con diversificar mercados?

No, no alcanza solo con eso. La diversificación es fundamental para tener más opciones y alternativas, y para desacoplarse del ciclo económico de la región, pero no alcanza. Uruguay tiene que hacer un enorme esfuerzo en materia de innovación, incorporación de conocimiento a la producción, aumento de niveles de eficiencia, de productividad y, por lo tanto, de competitividad. Ese es el camino virtuoso, profundo, estructural y verdadero. No creo que la competitividad se construya con tipo de cambio y salarios -me refiero a un tipo de cambio alto y a un salario bajo-, sino que pienso que el asunto viene por el lado de la creatividad en materia de conocimiento e incorporación de estos a la producción.

El mayor aumento porcentual, entre los principales 20 destinos de exportación, en noviembre, fue el de Rusia. Sin embargo, ocupó el lugar 10. Pero en materia de bienes es Estados Unidos el país que se coló y se puso en el podio como tercer destino de nuestra oferta. ¿Estados Unidos se volvió un socio importante para Uruguay?

Sin duda, y no solo en bienes. Hay otro rubro fundamental para Uruguay, donde Estados Unidos está en el primer lugar, que son los servicios globales y, particularmente, las tecnologías de la información. El principal comprador de software uruguayo y de productos de la tecnología de la información de nuestro país es Estados Unidos, hace años ya. Uruguay es el mayor exportador de estos servicios por habitantes de América Latina. El segundo es Costa Rica, y viene despegado debajo de nosotros. Nuestro país tiene un potencial enorme que hay que saber aprovechar. Pero junto a ese potencial, hay que desarrollar otros, como productos bioinformáticos, biotecnológicos, del área audiovisual, de la producción, que son las nuevas incorporaciones a la estrategia productiva de Uruguay. Hay que combinar las cosas porque siempre tendemos a hablar solo de bienes y nos olvidamos de los servicios, que vienen creciendo más que los bienes en las exportaciones de Uruguay, e impactan con un volumen positivo en el total.

El manejo de la deuda pública uruguaya es ampliamente elogiado por organismos internacionales y agencias calificadoras. Sin embargo, el déficit fiscal se ha convertido en un problema al que no se le ha encontrado una solución pese al programa de adecuación fiscal. ¿Se pudo, o se debió, haber hecho mejor las cosas en el pasado para evitar llegar a la situación actual?

Yo creo que Uruguay hizo lo que tenía que hacer. Tal vez en el periodo anterior pudimos haber coordinado mejor las inversiones de las empresas públicas, cosa que luego se resolvió, a mi modo, de una manera adecuada al comienzo de este periodo, pero, evidentemente, esa falta de coordinación que existió durante unos años jugó un papel importante desde el punto de vista fiscal.

Nosotros estamos muy comprometidos con la mejora de ese resultado fiscal. Desde el punto de vista del orden macroeconómico es el principal problema que tenemos, y vamos lento -yo soy consciente de eso-, porque Uruguay ha llegado a una frontera tributaria que no debe trascender. La carga tributaria que existe hoy –contando todo- ha llegado a un límite. Si le estamos pidiendo al sector privado mayor inversión, no cometamos la contradicción de ponerle más impuestos o aumentar su carga tributaria. Y desde el punto de vista del gasto, su composición nos lleva, necesariamente, a avanzar lentamente, porque Uruguay tiene un gasto de tipo endógeno y de contenido social muy importante, que no es fácil reducir drástica o significativamente, y es por eso que vamos avanzando lentamente. Me refiero, puntualmente, al sistema de seguridad social, al Sistema Integrado de Salud, que son conquistas que logró la sociedad uruguaya, pero que dejan que el margen discrecional de reducción del gasto sea pequeño. De todas maneras, estamos actuando sobre el mismo, casi con un microscopio, mirando cada margen de funcionamiento permanentemente para saber dónde podemos reducir y dónde aumentar la calidad del gasto. Cuando un país tiene un problema de cantidad de gasto y tiene que resolverlo, la calidad tiene que ayudar. En eso estamos insistiendo mucho.

Desde el 28 de noviembre hasta el 12 de diciembre un equipo del Fondo Monetario Internacional (FMI) estuvo en Uruguay. Hubo elogios, pero también recomendaciones y advertencias por parte del organismo. Se habló de la necesidad de atenuar los riesgos fiscales, se hizo hincapié en el elevado gasto público corriente, se sugirió mejorar la gestión de las empresas públicas y llevar a cabo una intervención temprana para asegurar la sostenibilidad del sistema de seguridad social, entre otras recomendaciones. ¿Hay coincidencia con ese diagnóstico?

Básicamente, sí. Naturalmente tenemos algunas diferencias en cuanto a la apreciación de ciertos aspectos específicos, pero lo que más claramente se desprende del informe del FMI es algo que yo comparto totalmente, y es que hay que hacer un esfuerzo adicional y cada vez más comprometido para seguir reduciendo el déficit fiscal; esa es la principal reflexión que hacemos. El FMI no puede ponerle condiciones a Uruguay, porque si bien el país es miembro del organismo, se independizó de este hace muchos años. Tenemos estas reuniones que se enmarcan en el Artículo IV, donde ellos vienen, comparten algunos análisis con nosotros, hacen comentarios, muchas veces útiles para que nosotros pongamos atención en ciertos temas, y también hemos tenido algunas diferencias sobre cómo considerar algunas cosas. El FMI, las calificadoras de riesgo, otras calificadoras multilaterales ponen mucho el acento en la observación del gobierno central en materia fiscal, y a lo demás le dan menos importancia.

“La carga tributaria que existe hoy ha llegado a un límite”.

Es más, hay algunos países que como resultado fiscal solo ponen el gobierno central. Nosotros podríamos agregar el BPS, que también forma parte de lo que podríamos llamar el foco fiscal del gobierno. Y este, hoy en día tiene un déficit absolutamente alineado con las metas que se puso como cometido al principio del periodo. Es más, si contamos el efecto “cincuentones”, que lo contabilizamos aparte, hoy el déficit del gobierno central es 1.9%. Entonces, lo que le critico al FMI es que venga a Uruguay y ponga el acento no en el déficit del foco del gobierno, sino en todo el déficit, lo cual supone agregar el déficit del Banco Central del Uruguay (BCU), que es causado por su propia política monetaria. Es más, algunos países ni siquiera registran el déficit parafiscal que es de sus bancos centrales. Y aquí es muy grande –es un punto del PBI- por la política cambiaria del BCU, que sale a comprar dólares -hoy lo está haciendo-, para evitar que se vaya abajo y nos critiquen por la competitividad, pero después hay que sacar toda esa moneda que se volcó a la plaza, y se hace comprando pesos con deuda y pagando intereses. Y eso genera déficit. Entonces, le critico al FMI que no haga lo mismo con todos los países.

¿Por qué cree que el organismo actúa así?

Yo creo que porque entiende que hay que hacer una reducción importante del resultado fiscal y ve que todo, sumado, refuerza más el argumento y le da una especie de relevancia que, de otra manera, no tendría.

Mientras que algunos especialistas hablan de la necesidad de llevar adelante acuerdos multipartidarios por una regla fiscal, usted ha dicho que Uruguay ya la tiene. Precisamente lo hablamos hace seis meses en esta misma mesa. ¿Por dónde pasan las diferencias?

Ahí tenemos otro ejemplo de diferencia con el FMI, porque este organismo también nos reclamó, en esta reflexión colectiva, tener una regla fiscal más dura. Esto es, digamos, tener que hacer un corte que muchas veces ignora realidades que no se pueden ignorar. Y ese corte va en el sentido de decir “cuando se pasa determinado límite, se cortó el gasto”, e incorporarlo a las normas en vigencia. Nosotros preferimos otro camino, que es el que seguimos, y es establecer un conjunto de situaciones especiales en las cuales se puede modificar el tope de deuda, que indirectamente es una regla fiscal. Uruguay no limita el gasto, sino la deuda, que es lo mismo que limitar el gasto, porque esta se produce por el gasto y por el desequilibrio fiscal.

Nosotros decimos “dejemos a salvo ciertas circunstancias o causas especiales que no aconsejan hacer una reducción o del gasto o la deuda”. Tal vez el camino del medio -o sea, ni la inflexibilidad del FMI ni nuestra amplitud-, pueda ser el de revisar por ley qué circunstancias especiales podrían ser utilizadas como argumento para levantar el tope de la deuda.

Muchos dicen que en 2019 la política económica va a ir en piloto automático, que el gobierno no se va a jugar mucho, y así no perdería votos. ¿Puede haber algún tipo de ajuste presupuestal para mejorar los números de las cuentas públicas? Esto ya sea a través de un control del gasto, o de lo que nadie quiere: una suba de impuestos.

La carga tributaria no la queremos aumentar, ya expliqué las razones. También nos comprometemos a seguir haciendo una observación minuciosa del gasto para disminuirlo. Yo quiero recordar, en este punto, que algún testimonio de compromiso hemos dado. La Rendición de Cuentas que presentamos es la más austera de la historia democrática del país, exceptuando la de 2002, que fue la de un país en crisis total. Estamos dando un testimonio del gasto y vamos a seguir haciéndolo. Eso que yo llamé antes “revisión minuciosa de cada gasto de funcionamiento”, que son los gastos discrecionales que se pueden reducir, lo vamos a seguir haciendo, sin duda, con un criterio muy restrictivo.

¿No se podría avanzar en 2019 en reformas que ya se sabe que hay que encarar? 

No la veo, porque si vamos a la reforma fundamental que tiene que hacer el Uruguay, que es la reforma de la Seguridad Social, primero creo que es un tipo de reforma en la que debería participar todo un país y no un partido, y menos un gobierno, sino que debe tratarse de un planteo de Estado, donde todo el mundo comparta información, la actualice y decida. Y no veo condiciones antes de las elecciones de hacer eso. No debería pasarnos eso, yo no estoy de acuerdo, pero nos pasa y lo comprendo. Me parece que esa debería ser la primera gran tarea del gobierno próximo. Ahora, es muy probable que el que viene -de acuerdo con la configuración del panorama político partidario actual- sea un gobierno de coalición. Pero tenga o no mayorías parlamentarias, este es un tema para que todo el sistema lo aborde.

Respecto a la reforma previsional, el economista Gabriel Oddone dijo que se debería avanzar en la línea de la reforma del 90, e incluir en el sistema a las cajas paraestatales que son potencialmente deficitarias. ¿Esa debe ser la dirección de la reforma? ¿Qué aspectos deben modificarse?

Nosotros hicimos algunas reformas parciales, sobre todo en el periodo anterior, y también hicimos una en este quinquenio. En la administración pasada  llevamos a cabo las reformas de la Caja Bancaria y la Caja Policial, fundamentalmente; y en este, la de la Caja Militar. Pero considero que hay que proyectar una mirada sobre todo el sistema, y no creer que estamos solucionando el tema solamente con una reforma de la seguridad social general. Soy partidario de ver cómo podemos articular todo el sistema de seguridad social, incluyendo las cajas que no son estatales. Así que me parece que deberíamos ser capaces de tener una mirada en conjunto porque, de lo contrario, podemos correr el riesgo de incurrir en contradicciones importantes, que son escapes de energía de la reforma que se puede hacer.

“Uruguay tiene un gasto de contenido social muy importante, que no es fácil reducir drásticamente, y es por eso que vamos avanzando lentamente”.

Obviamente, tendrá que incorporar un análisis muy profundo de todos los principales parámetros de una reforma de la seguridad social, desde la edad de retiro hasta el haber de retiro, pasando por la tasa de remplazo, por ejemplo.

La reforma de la Caja Militar es un tema en el que usted ha insistido, aunque sin el eco esperado incluso desde dentro del mismo FA. ¿Por qué cree que no se ha avanzado en la medida de lo esperado y tampoco la oposición quiso meterle mano a la cuestión? ¿Hay una razón de costo político?

No hubo convergencia de opiniones, ni entre los partidos -porque esta reforma la votó solo el FA-, ni dentro del FA predominó una sola visión del tema. En lo personal creo que hay que hacer mucho más por esto. A nosotros nos fracasó por razones de mayorías parlamentarias un tributo que entendimos que deben pagar las pasividades más altas de los militares, y que tienen que formar parte de una reforma de la Caja Militar, pero sobre estos temas, en mi modesta opinión, hay que volver. Así como están, no son una solución para el país.

¿La negociación colectiva tal como la conocemos hoy ya cumplió su ciclo? ¿Tiene que cambiar? ¿Hacia dónde debería ir?

La negociación colectiva fue un avance fundamental. En su característica más importante, que es la flexibilidad, hizo un aporte y una gran contribución al orden macroeconómico, que se construye con la política monetaria, fiscal, pero también con la política de ingresos. Uruguay logró, además de recuperar una herramienta esencial como los Consejos de Salarios, introducir orientaciones de discusión que, a mi juicio, dieron resultado. Por ejemplo, diferenciar situaciones, establecer proyecciones de mejora de las condiciones laborales y  una especial protección o cuidado de aquellos que están en peores condiciones en materia salarial. Todo eso, más allá de que en esta última ronda hubo una relativa lentitud, creo que funcionó. Lo que es el espíritu de la negociación, hay que mantenerlo.

Brasil sigue siendo y será, un importante socio comercial para Uruguay. ¿Qué expectativas tiene con Bolsonaro?

Hay que darle un tiempo. Yo no puedo opinar sobre una persona que tiene un discurso muy duro, pero a la que no conozco, y que ha designado a un conjunto de funcionarios a quienes tampoco conozco personalmente. Me pasa algo un tanto extraño con Brasil, que tiene que ver con la situación del país. Yo conozco a todos mis colegas de la región y converso con ellos. En Brasil no conozco a nadie. Lo digo con el mayor respeto, no estoy descalificando, pero me impide tener una perspectiva. Hace unos días, en la Cumbre de Presidentes del Mercosur, las actuales autoridades de Brasil dieron una importante demostración de adhesión al bloque. Tal vez este sea un buen mensaje para las nuevas autoridades brasileras, de modo que puedan percibir que el Mercosur es una herramienta fundamental e imprescindible desde nuestros países, no para que sea una jaula, sino una plataforma de lanzamiento al mundo. Porque la otra cosa que le escuché decir a algunas futuras autoridades de Bolsonaro a la prensa es que hay que hacer acuerdos fuera del bloque. Coincido totalmente, pero entonces sepamos que eso no puede ser incompatible con el Mercosur, al contrario, debemos hacer un esfuerzo grande para que, desde el bloque, podamos hacer eso.

¿Cree que en Argentina lo peor ya pasó, o puede haber más sorpresas negativas en el futuro?

No me gusta decir “ya pasó lo peor”. Creo que el segundo y el tercer trimestre de Argentina estuvieron muy bravos; más el tercero que el segundo. Y eso se notó un poco en Uruguay; más que en los trimestres anteriores. Ojalá haya pasado lo peor, porque para nuestro país es muy importante que Argentina logre niveles de estabilidad que le permitan trabajar en economía de otra manera, entre otras cosas, porque son los principales clientes de nuestro rubro de exportación más importante, que es el servicio turístico receptivo.

En el Consejo del Mercosur, en su alocución, usted resaltó que en los últimos tres años el bloque ha logrado avanzar en la eliminación de prácticas proteccionistas arancelarias y no arancelarias. Habló también de si no sería necesario revisar el arancel externo común. ¿Qué idea tiene al respecto?

Lo primero se inscribe, básicamente, en la necesidad -sobre todo en la víspera de la asunción de las autoridades brasileñas-, de mostrar cosas buenas del Mercosur, que no son un invento, sino que existen. Yo señalé, al hacer ese razonamiento, que para mí era un mérito que, teniendo a las dos economías grandes en una situación muy difícil, igual se había avanzado en la liberación del comercio interno, y que teníamos que valorar eso.

Luego, pasé al tema de qué papel tiene el Mercosur en la competitividad, la innovación, los niveles de productividad cada vez más altos. El arancel externo común, definido hace 23 años, fue para otra realidad del bloque. Para la situación actual tenemos que ir a un arancel más bajo que el que tenemos hoy, porque eso permite también competir mejor. Uruguay, Argentina, Bolivia, Paraguay… todos son países que necesitan mejorar sus niveles de competitividad, y eso significa, por ejemplo, acceder cada vez más a la importación de ciertos bienes de capital sofisticados, que implican innovación, conocimiento, y que hoy es muy caro hacerlo por el arancel externo común.

Mercosur: “Deberíamos ir en la orientación de acercarnos al arancel externo común que hoy tienen los países avanzados”.

Deberíamos ir en la orientación de acercarnos al arancel externo común que hoy tienen los países avanzados. A eso me refería cuando, además de destacar la liberalización del comercio, proponía modificar el arancel externo común.

¿Encontró eco entre en sus colegas?

Sí, por lo menos de palabra sí.

Si echa la vista atrás, ¿cuáles son los procesos más gratificantes que ha vivido en estas tres administraciones de izquierda donde, más allá de su pasaje por la Vicepresidencia, siempre ha comandado la economía?

Ver que se podía conseguir cambiar algunas cosas que en el Uruguay parecían como partes inseparables de nuestra realidad; por ejemplo, el estancamiento, o la imposibilidad de mejorar la distribución de los frutos del crecimiento. O percibir que Uruguay es un país viable, atractivo, como se demostró desde muchos puntos de vista y no solo en lo económico. Comprobar que Uruguay es muy respetado institucionalmente, y está muy asociado a valores democráticos y republicanos muy relevantes. Ver que ha sido posible lograr todo eso -que no ha sido producto del gobierno, sino una consecuencia de toda la sociedad uruguaya, incluyendo a los demás partidos- es quizá lo que valoro como comprobación más importante en estos años de que me tocó ser parte del gobierno en el Poder Ejecutivo y en la Vicepresidencia de la República.

Ahora, piense en los momentos más difíciles que le tocó afrontar a lo largo de estos años… ¿Cuáles fueron? 

El arranque fue complicado porque, por diversas razones, teníamos un país con una crisis financiera muy importante, con una deuda elevadísima, con consecuencias sociales profundas, mucha pobreza, mucha indigencia. Había que hacer frente a todo eso y, por suerte, de a poco, pudimos ir saliendo. Sin duda, lo más complicado de los últimos 15 años fue el arranque del primer gobierno del FA.

¿En un cuarto gobierno del FA, seguiría al frente del MEF si se lo ofrecieran?

No tengo pensado hacerlo.


“La necesidad de ir a un ritmo más lento de progreso dejó frustrada a una parte de la población”

 A través de las redes sociales, día a día muchos uruguayos muestran descontento con el gobierno, y también con la política económica; y las encuestas reflejan ese malestar. El país ha mostrado crecimiento económico durante 16 años. Hay cifras que ha dado a conocer el gobierno y organismos privados, que confluyen en mejoras a nivel social, salarial, entre otros. ¿Por qué cree que la sociedad no lo percibe?

En el descontento hay componentes muy importantes. Creo que el ser humano, naturalmente, si va obteniendo algunos progresos, aspira a seguir lográndolos. En los últimos tres o cuatro años, Uruguay, por diversas razones, no pudo mantener el ritmo de avance que mantuvo en los años previos. Eso creo que a mucha gente la dejó con aspiraciones no cumplidas. Puede ser que su salario haya crecido mucho durante 12 años, pero después dejó de crecer a ese ritmo durante tres, y la gente se enojó. Es comprensible desde el punto de vista humano, porque la gente quiere mantener un ritmo de avance como el que conoció, y no le gusta que este disminuya o se entorpezca.

Hay un segundo componente de esta valoración que estamos tratando de interpretar, y es que es muy difícil reconocer ya no lo que se hace, sino lo que se evita. En un Ministerio como este, a veces es tan importante evitar cosas como mostrar acciones de construcción. A mí me parece que, sobre todo en la época más complicada, evitamos cosas importantes, pero eso es difícil que la sociedad lo reconozca.

Es muy dificultoso leer un juicio positivo diciendo tal persona evitó tal cosa y eso fue importante para el país. La verdad es que en este Ministerio siempre se fue muy cuidadoso en el orden macroeconómico, y eso nos llevó a evitar situaciones que hubieran sido malas para el país, o peores de lo que fueron.

El tercer componente del enojo, para mí, que es muy comprensible y lastima mucho, es el cuestionamiento ético que hemos tenido en los últimos tiempos. A la gente le molesta muchísimo, y yo entiendo perfectamente esa molestia y la comparto. Creo que el otro día [en el Plenario del FA del 15 de diciembre que inhabilitó a Raúl Sendic y a Leonardo De León] el FA dio un paso adelante. Antes se había equivocado con esto, porque demoró mucho en hacer lo que hizo, e incluso incurrió en ciertas contradicciones, porque pasó de un apoyo a una crítica importante con sanciones igualmente trascendentes. De todas formas, el paso fue positivo, y refirió a uno de los factores de enojo más importantes que yo he visto en los últimos tiempos.

¿Cuál de estos tres aspectos pesa más en el malestar de la sociedad?

No lo sé. No me animaría a decir eso, pero sí que el primero tiene mucha importancia. Es decir, aquel en el que la necesidad de ir a un ritmo más lento de progreso dejó frustrada a una parte de la población. Si tuviera que elegir, diría que ese es el más importante. Pero también influye la no valoración de lo que se evita, porque si bien el ritmo bajó, en nuestro país no va a pasar aquello que le sucedió a Argentina y Brasil.


“El rumbo está fijado”

¿Le preocupa el discurso que existe en la oposición contrario a la inclusión financiera? ¿Puede haber una marcha atrás en este tema?

Primero, el rumbo está fijado, y la verdad es que no recuerdo otra reforma reestructural –y esta lo es- que se haya hecho en el país y que motivó tanta flexibilidad como esta. Hay una cantidad de normas que modificaron plazos, condiciones, que respondieron al diálogo en organizaciones sociales. Se hizo un esfuerzo muy grande para tener en cuenta todas las objeciones. La formulación inicial de la Inclusión Financiera, con la que hay hoy en vigencia, tiene diferencias muy importantes.

Segundo, no solo se desconoce esta realidad, sino que muchos apelan a un argumento que yo no solo no comparto, sino que lo veo con una dosis importante de mala fe, porque hablan de obligatoriedad, y la reforma que significa la Inclusión Financiera, si hay algo que no es, precisamente es eso: no es obligatoria. Hay mucha más obligatoriedad ahora para un trabajador, por ejemplo, cuando cobra su salario, que el que propone la Ley de Inclusión Financiera, que permite acceder al sistema financiero a gente que nunca pudo tener la posibilidad, ya no solo de tener una cuenta de ahorro gratuita, sino de acceder a una pequeña línea de crédito.

Este es un avance muy importante en la sociedad, pero después que no me vengan a decir que es obligatorio para el comercio, que tienen que aceptar los medios electrónicos de pago, porque eso no es verdad. No ignoremos las facilidades para los trabajadores rurales, los pasivos, para todas aquellas personas que se involucran en este tema y viven en localidades de menos de mil personas. Todo eso son excepciones para hacer más flexible la ley.

La otra realidad son los resultados en la práctica. El número explosivo de crecimiento de medios electrónicos de pago no es por obligación, es porque la realidad va hacia ahí, además por razones colaterales que son de una importancia fundamental, entre las que menciono una preocupación central de la sociedad uruguaya: la seguridad pública. Este es un sistema que va a converger con la seguridad pública.