En Tricotti la diferencia la hace el detalle

Una antigua escena de Montevideo de principios del siglo XX ilustra la esquina de lo que es hoy la Peatonal Sarandí y la calle Juncal. Los transeúntes caminan refugiándose del sol; es enero y la vestimenta de moda no ayuda: ellos llevan elegantes trajes y camisas, ellas pomposos vestidos con, seguramente, gruesos corsé. El tránsito del día parece ser copioso, y el tranvía adelanta a un vehículo de época. Sin embargo, hay en este escenario un detalle que no se deja pasar ante el ojo de un observador detallista: todos visten sombreros. Y es que, por esos años, era un elemento casi obligado en el atuendo, además de, claro, su gran utilidad.

En este Montevideo del siglo pasado, donde el puerto contaba de gran actividad por los enormes barcos que traían a estas tierras inmigrantes europeos, llegó un italiano que instaló una sombrerería y sastrería. Don Tricotti –como fue conocido por todos- abrió un comercio de similares características para cada uno de sus tres hijos, con el fin de que pudiesen valerse por sus propios medios con las mismas oportunidades. Uno de ellos fue Augusto Tricotti, denominado Pacha o Pachaqueta, un deportista destacado en el fútbol y el ciclismo, quien se asoció con Adolfo Aquistapacie. Este último había ingresado a la sombrerería como cadete y allí aprendió el oficio. Incluso allí conoció a quién sería su esposa, quien se ocupaba de la parte de sastrería.

Alrededor de este emprendimiento, Aquistepacie formó su vida, hasta que a principios de los años 90, falleció de forma impredecible. Los Tricotti se habían separado del comercio hacía un tiempo, y sus hijos se vieron frente a la responsabilidad de continuar con el legado familiar, sobre todo Mariela, quien desde el año 1991 está al frente del negocio y es ella misma quien elabora los sombreros a medida, a la vieja usanza y con antiguos instrumentos, así como también quien atiende al público y se ocupa de cada detalle.

Cuando ingresó a la sombrerería, Mariela era una joven estudiante que poco y nada sabía del oficio, pero las circunstancias del momento la obligaron a formarse de forma rápida. Para ello colaboró una tía y un viejo empleado del local. La ayudaron a aprender a tomar las medidas y la forma de la cabeza con instrumentos especiales que hacen que el sombrero quede, de forma exacta, para la persona que lo solicita. También a darle forma a la copa y el ala, a plancharlos y diseñarlos, a dejarlos secar el tiempo justo y, por supuesto, a venderlos.

Casa Tricotti se ubica en Mercedes 1321 y está abierta de lunes a viernes de 10 a 19 horas.

Actualmente, siguen entrando por la puerta respetuosos caballeros y coquetas damas, indicó a Empresas & Negocios, preocupados por el buen vestir. Pero también concurren vestuaristas de obras de teatro que buscan algún sombrero bombín o andaluz, cuatro bollos o texano. Es que a la oferta también se le suman, asimismo, los sombreros gachos, tirolés, camperos, panza de burro, capataz, galera, galerina, boinas, marinera, panamá, porteñas y rolando. Pero esto no termina aquí, porque Mariela es capaz de diseñar el tipo de sombrero que el cliente necesite o desee.

De todas formas, es cierto que los sombreros importados de China compiten en el mercado, mas no en la calidad. Adquirir un sombrero Tricotti vale la pena en su inversión, dado que es para toda la vida. Si se estropea, la casa cuenta con un equipo para recuperarlos y dejarlos como nuevos.

Los materiales que utiliza llegan de otros países. Al ser un trabajo artesanal, en Uruguay no se consiguen las cintas, el tafilete, los hilos, el fieltro, el panamá o el cuero necesario. El tiempo que demanda realizar una pieza ronda aproximadamente los tres días, aunque en el comercio hay sombreros de exhibición que, si el cliente así lo desea, se lo puede llevar en el acto.

Pero, el futuro, es un tanto incierto. Mariela confesó que difícilmente la sombrerería continúe como un negocio familiar, aunque también apuntó que por las puertas la clientela no ha dejado de pasar.

Los utensilios y herramientas dedicados a la fabricación de esta pieza de vestir tan única, heredadas de un viejo italiano, están a la vista en el comercio. La plancha, el escritorio, las cajas antiguas de sombreros y el conformador continúan siendo testigos de un oficio que, a pesar de todos los pronósticos, le ha ganado la carrera al tiempo.


Web

casatricotti.com