Vieja Farmacia Solís: una creación del tiempo y las casualidades

Por la Avenida Agraciada, a la altura de la calle Santa Fe, más precisamente en el número 2623, se encuentra un sitio cargado de historia. Tal vez, si el transeúnte, chofer o pasajero pasa distraído un día cualquiera, no percibirá que está cruzándose con un sitio tan peculiar, con un trozo de pasado parisino en este presente de redes sociales, tecnologías de avanzada, minimalismo, grandes teatros y cervecerías artesanales colmadas.

La Vieja Farmacia Solís es un sitio que, como su nombre lo dice, supo ser de esas farmacias antiguas, amplias, oscuras, de madera noble, colmadas de libros de química en los cuales los farmacéuticos se basaban para crear los medicamentos. Este tipo de comercios existieron hasta la primera mitad del Siglo XX, pero el avance del mundo moderno implicó cambios edilicios, por lo que las farmacias comenzaron a verse como en la actualidad: lugares claros, hechos en cristal, con una estética diferente. Sin embargo, el dueño de la Farmacia Solís se negó a cambiar, hecho que lo llevó al cierre de su negocio.

Debajo de lo que fue el comercio había un gran sótano, el cual pertenecía al escenógrafo uruguayo Osvaldo Reyno. Un día como cualquiera, cuando Reyno se dirigía a su espacio con el fin de guardar algunos materiales de trabajo, al llegar se encontró con un cartel en la puerta de la farmacia de que ese mismo día, en pocas horas, se haría un remate judicial del espacio. Sin dudarlo, y con muy poco dinero, decidió acudir a la subasta e intentar adquirir la edificación.

Llegó al remate y el precio base arrancó con una cifra que él podía pagar. Pero había un interesado más que comenzó la puja con Reyno. En un momento, esta persona se le acercó y le consultó hasta cuánto pensaba llegar con su oferta, a lo que el escenógrafo le respondió: “Hasta la muerte” -por más que no tenía dinero para llegar muy lejos-. El entrevistado reconoce que la respuesta fue “una viveza”, pero fue esa acción que lo llevó a quedarse con lo que hoy es su espacio cultural: la Vieja Farmacia Solís.

Durante dos años Reyno se dedicó a la transformación escenográfica del lugar, pero sin dejar de lado las estructuras como estanterías, escaleras, pisos, entre otras cosas. Tomó el espacio como una obra teatral, usando el sentido y el alma de lo que era la farmacia tal cual la conocía. Le agregó lámparas, libros, decorados varios, llenó los viejos estantes. Recorrió remates y compró todo tipo de elementos que se alinearan al estilo que quería aplicar.

Reyno relató a Empresas & Negocios que enseguida vislumbró que lo que había adentro era bueno, entonces si lo cambiaba, quería que se vinculara con su oficio en el espectáculo. Fue entonces que instaló una escenografía muy atractiva, que se fue forjando con el tiempo y marcando un estilo similar al de un cabaret parisino del año 1900, modificándose entonces la vieja farmacia en un espacio teatral de características atípicas.

En 2006 la Vieja Farmacia Solís abrió sus puertas al público. La escenografía empieza desde el momento en que se ingresa al lugar, no únicamente en lo que es el escenario. Las sillas de Viena con esterillas originales, las mesas con el desgaste clásico del uso, el piso, los elementos que evocan aquella vieja época farmacéutica con medidores de presión antiguos, teléfonos, enciclopedias de más de un siglo, todo mezclado con “pantallas” artesanales que tienen en su centro imágenes de prostitutas de un París de antaño. Botellas de vino entre pipetas, jeringas entre copas. Así de particular es la creación de Reyno.

El decorado de las prostitutas quedó luego de que se hiciera un espectáculo llamado Las Nenas de Pepe, que lo dirigió Gabriel Calderón. “Me gusta que quede registro, que las cosas perduren. Por eso se colocan chapitas en las mesas con los nombres de las personalidades que nos visitan”, aseguró el entrevistado. En el lugar hay  parte de la vida de Reyno. “No hay nada pensado, todo se va dando, no soy un calculador, las cosas surgen y quedan”, explicó.

El dueño del espacio es un plástico emocional y no tan pensador. Admite que no calculó nada, todo pasó y se transformó en lo que es hoy. Da a entender que todo está hecho de tiempo y casualidades. “Lo que sé es que me gusta el tiempo pasado, no reniego del presente, pero me gusta lo antiguo”, explicó.

El desgaste del tiempo se ve en las ondas naturales de las escaleras del lugar. Las botellas son de vinos que se abrieron hace años. Las panas son de teatros que las han tirado y Reyno las recupera. El piano es de una actriz que falleció, ya que hay artistas que le obsequian elementos. Además, asisten espectadores farmacéuticos o médicos que le dan artefactos antiguos.

En la Vieja Farmacia no se presentan grandes espectáculos teatrales de amplia formulación técnica, sino que todo es de a una o dos personas. No es una estructura de grandes servicios tampoco. Abre los viernes y sábados por la noche, se presentan obras o shows de no más de dos horas y mientras se está allí es posible tomar algo o comer. Es teatro y no un bar, por más que su estructura pueda asimilarse.

Reyno es socio de Gerardo Tulipano, quien se encarga de la gestión de espectáculos. Manejan en dúo la estructura de entretenimiento de la Vieja Farmacia; y si bien no viven de ello, asegura Reyno que es un hobby que se toma con mucha responsabilidad, y que es la unión que tiene con su vocación artística.


Reyno es escenógrafo de la vieja época. Trabajó en teatros de Europa, en Buenos Aires, en Uruguay y tiene una trayectoria de más de 50 años. Instaló la Vieja Farmacia Solís para no perder el contacto con la gente, siguiendo con la línea de entretenimiento en la que se empleó.