Jorge Chediak: “Deberíamos poder volver a vivir sin miedo”

EN PANINI’S

Jorge Chediak, ministro de la Suprema Corte de Justicia


Hubo un tiempo en Uruguay en el que “si alguien demoraba en llegar a su casa, la primera reacción no era pensar que lo habían matado”. A esa realidad aspira a volver el Dr. Chediak, aunque entiende que hoy “la tasa delictiva es muchísimo más alta que hace 10, 15 o 20 años”. El ministro de la Suprema Corte explicó a CRÓNICAS por qué el nuevo Código del Proceso Penal (CPP) camina lento, y criticó que el sistema político haya decidido implementarlo “de un día para otro”, lo que dio lugar a que se cometieran errores importantes.


 El menú  El magistrado degustó sopa de camarones, coco y cilantro, y de segundo plato optó por canelones de espinaca y hongos con salsa de tomates asados y bechamel, que acompañó con agua mineral y una copa de champagne. A la hora del postre, prefirió helado artesanal de crema.


Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo

-Se cumplieron seis meses desde la implementación del nuevo CPP, y todavía no se ha podido recuperar el nivel de eficacia –delitos resueltos/delitos denunciados- que tenía el sistema anterior. ¿Es esperable?

-Está dentro de las previsiones. En todos los países que hicieron la reforma, los primeros números [de eficacia] del nuevo proceso acusatorio, con los fiscales a cargo de la investigación, son más bajos que los del modelo anterior.

-Pero, ¿después se recupera ese nivel?

-Con el tiempo se recupera. El sistema nunca se vuelve mucho más eficiente que el anterior, porque es muy difícil mejorar la eficacia. Por eso pasamos años desde el Poder Judicial tratando de bajar las expectativas sobre las bondades y, sobre todo, la eficacia del nuevo proceso, aunque este sin duda es más transparente, les da más participación a las víctimas, la prensa tiene acceso, los juicios son públicos.

-Si en otros países bajó el nivel de eficacia y estaba previsto que pasaría acá, ¿no se podrían haber tomado medidas para atacar ese enlentecimiento?

-Es muy difícil hacer esta transición porque es muy compleja –por eso pedimos disculpas por anticipado por los errores que podíamos cometer-. Cambiaron los roles. Los jueces llevaban adelante la supervisión de la investigación policial y la actividad presumarial, donde se reunían y se diligenciaban en los juzgados los elementos de convicción suficientes. Eran 62 jueces con competencia penal que se habían ido formando desde cargos inferiores, aprendiendo los códigos, el relacionamiento con la Policía, las técnicas de interrogatorio. Se cambió ese colectivo de abogados por otro que no tiene experiencia porque no coparticipaba en esto, que son los fiscales.

-Pero usted está de acuerdo con ese cambio de roles.

-Yo estoy de acuerdo con el cambio. Lo que pasa es que se cambiaron abogados con muchísima experiencia práctica, como eran los jueces, por abogados con muy poca experiencia práctica en esta actividad de la supervisión.

-¿Esa poca experiencia de los fiscales tiene que ver con que hoy se sientan saturados en su trabajo?

-Yo creo que sí, porque de la misma manera que uno iba adquiriendo experiencia, también iba aprendiendo la organización del trabajo que permitía que 62 jueces penales en todo el país metabolizaran las tareas, y eso no ha variado, es decir, no es que la tasa delictiva aumentó después de la implementación del nuevo CPP.

-¿Entonces no es cierto que se necesiten más fiscales?

-No lo sé. La organización interna de la Fiscalía es resorte del señor fiscal de Corte. Nosotros nos preparamos para las nuevas tareas; ingresaron cerca de 30 magistrados más, y hoy debe haber unos 100 jueces con competencia penal. Pero como los números [de eficacia] no están ni cerca de los que teníamos en octubre, el turno de la mañana de los jueces penales en Montevideo está con una carga de trabajo muy aliviada, dado que no hemos recuperado, como usted señaló, los índices de eficacia. Pero era esperable que la recuperación fuera lenta, lo que no deja de preocupar; yo tenía la esperanza de que fuera un poco más rápida.

-Aparte de la saturación que manifiestan los fiscales, se dio otro problema con el nuevo Código: que la Policía perdió autonomía. ¿Por qué sucedió si no estaba previsto?

-Cuando redactamos, hace más de 10 años, la primera versión de este Código, no pensamos para nada afectar el margen de autonomía de la Policía, sobre todo en las primeras 24 horas [luego de cometido el delito]. Es decir, la posibilidad de detener a presuntos autores de delito, hacer interrogatorios, preservar la escena del crimen, recoger las pruebas y conservarlas, y tomar medidas de seguridad sin contar con una orden directa del juez. En aquella época no se necesitaba, y no pensamos que fuera necesario requerir ahora una orden de la Fiscalía, justamente, para no afectar la agilidad del sistema. No estaba previsto que esto pasara.

-¿Y qué fue entonces lo que falló?

-Esa experiencia de los jueces que le comentaba, determinaba un relacionamiento de larguísima data con la Policía, códigos comunes, un acostumbramiento de las dos partes a trabajar juntas. La Policía conocía a los jueces, sabía hasta dónde podía llegar, cómo eran las reglas particulares que cada uno pudiera acordar, y los jueces aprendíamos cuáles eran las órdenes que debíamos dar y los horarios que debíamos pautar para hacer determinados actos procesales, para que todo fluyera.

“El nuevo Código se implementó de un día para otro y ahora sufrimos los errores”.

-O sea, en esto pesa la experiencia, al igual que sucede con los fiscales.

-Sí. Los fiscales tienen que empezar a hacer estas actividades sin experiencia, y la Policía tampoco tiene experiencia previa en el tratamiento con ellos porque [en el sistema anterior] no recibía órdenes ni directivas de su parte, menos de la Fiscalía General. Quizás lo que faltó fue una preparación previa más importante en relación a cómo los distintos niveles debían encastrarse.

-Considerando estas dificultades y la baja en la eficacia del sistema, ¿cuándo se espera que el nuevo proceso penal se consolide?

-Según la experiencia internacional, puede llevar años recuperar los números de eficacia del sistema. De todas maneras, la filosofía tiene que ser pragmática. En Paraguay, por ejemplo, estuvieron seis años haciéndole cambios al nuevo proceso; las partes que funcionaban bien las mantuvieron, y las que presentaban problemas las modificaron.

Quienes redactamos esto entendíamos que tenía que servir para que el proceso penal fuera mejor, más transparente, más rápido y más eficaz. El efecto que se buscaba no era enlentecer el proceso, sino acelerarlo, no era bajar la eficacia del sistema, sino mantenerla y, si se podía, mejorarla.

-¿Usted es proclive a seguir reformando el Código para llegar a esa meta?

-Yo soy absolutamente proclive a obtener el mejor sistema procesal penal que se pueda. Usted me preguntaba por qué no se tomaron medidas antes. Por el tema de la contrastación de la realidad. Nosotros elaboramos alternativas de contingencia, de cómo podía funcionar el Código, e incorporamos la experiencia de países hermanos que nos contaron dónde habían fracasado.

-Corrían con ventaja en ese aspecto.

-Sí, de hecho algunos errores los pudimos prever porque ya los habían cometido otros países, y tomamos los recaudos. Ahora, la contrastación con la realidad no hay forma de simularla en laboratorios. No teníamos manera de saber cómo iba a funcionar este proceso en nuestro país, debíamos ponerlo en funcionamiento y ver dónde fallaba.

Por otro lado, desde la Comisión de Redacción del nuevo CPP sugeríamos implementar este Código en forma regional y en varios años; en etapas. Se nos dijo que se plantearían inconstitucionalidades ante eso porque habría un sistema más garantista que otro.

-¿Cuál hubiera sido la ventaja de la concreción progresiva del Código?

-Que la experiencia de la implementación iba a ser acotada, y los errores también, entonces, en el transcurso de los dos, tres, cuatro o cinco años de la puesta en marcha, íbamos a poder ir corrigiendo, con los errores aprendidos de la propia experiencia uruguaya.

-¿Significa que si se hubiera hecho de esa forma que sugerían, quizás hoy los problemas no serían tan importantes?

-No serían tan importantes y eso habría permitido un acostumbramiento progresivo de los nuevos operadores al funcionamiento del nuevo sistema. Lo dijimos durante años, pero se decidió hacer la implementación de un día para otro en todo el país –se planteó por el Poder Ejecutivo y por la Fiscalía, y el Parlamento lo aprobó-, y ahora tenemos que sufrir los errores de funcionamiento e ir corrigiéndolos. Hubiera sido mejor realizar una puesta en práctica acotada, diferida en el tiempo para que la corrección fuera menos traumática. Lo que hay que mantener ahora es la mente abierta para cambiar lo que no funciona.

¿Qué pasó en Chile? Empezaron [la reforma] en los lugares más alejados de la capital, con la ventaja de que aquellos jueces y fiscales que iniciaron la experiencia en esas zonas –que tienen el menor índice de criminalidad del país-, fueron quienes posteriormente llevaron adelante la implementación en la capital –donde está el núcleo urbano más importante y los problemas son más graves-. Es decir, lo hicieron con los operadores que ya tenían experiencia en el funcionamiento del sistema.

“Yo tenía la esperanza de que la recuperación de la eficacia del sistema del proceso penal fuera un poco más rápida”.

-Dijo que la experiencia internacional demostró que puede tardar varios años recuperar la eficacia del sistema. ¿En Uruguay se puede esperar lo mismo?

-Me encantaría que fuera más rápido. La situación internacional demuestra que, en general, se recuperan los números [de eficacia], pero no se superan. No hay finalmente una mejora notable del sistema, esto es, los fiscales no terminan siendo mejores supervisores de las investigaciones que los jueces. A lo que se puede aspirar es a que la eficacia del sistema se recupere.

-Pero, ¿el mejoramiento no era una de las expectativas?

-Yo soy optimista y espero que a la larga los números sean mejores.

-¿Se generaron expectativas más grandes de las que el propio sistema podía cumplir?

-Es probable, pero como decía, nosotros concentramos nuestros esfuerzos en amortiguar las expectativas.


“La lentitud del nuevo sistema nos ayudó porque teníamos pocos recursos para su implementación”

-“El gobierno nos dio lo mínimo indispensable para el nuevo CPP”, dijo usted en la última entrevista con CRÓNICAS. ¿Cómo ha repercutido la falta de recursos en su implementación?

-Ahí nos ha ayudado la lentitud con la que se está recuperando la eficacia del sistema. Nosotros hicimos las proyecciones pensando en que el nivel de trabajo que se tenía en el año 2017 se recuperaría rápidamente. Como eso está demorando, hoy –si hacemos un símil industrial- tenemos capacidad ociosa, pero no la tendremos cuando se recuperen los números.

-Si se recuperaran los niveles de eficacia, ¿harían falta más recursos para mantener cierta estabilidad del sistema?

-Nosotros habíamos previsto el trabajo para los números que había antes del nuevo CPP, o sea que no se ha evidenciado que vayamos a estar escasos de recursos.


“Hoy me da mucho más miedo manejar por Montevideo de noche”

-“Vivir sin miedo” es el eslogan bajo el cual el senador Jorge Larrañaga impulsa un plebiscito para combatir la delincuencia. ¿Considera que hoy se puede vivir sin miedo en Uruguay?

-Cuando yo era más joven, más fuerte y más sano, tenía una seguridad mucho mayor para andar de noche por Montevideo que la que tengo hoy. El garaje lo tengo a una cuadra de mi edificio, y con el paso del tiempo estoy cada vez más temeroso de guardar el auto y tener que caminar una cuadra. No tenía esa sensación antes. ¿Era porque 20 o 30 años atrás había una tasa delictiva más baja? Seguramente. ¿Era porque yo era un hombre joven, más fuerte y más sano que ahora? Puede ser.

Lo de vivir con o sin miedo tiene mucho de subjetividad. Hoy me da mucho más miedo manejar por Montevideo de noche y volver a mi casa después de guardar el auto. Eso no es bueno, porque esa sensación, que puede tener que ver con que estoy más viejo, viene acompañada por una realidad que es que la tasa delictiva es muchísimo más alta que hace 10, 15 o 20 años.

Deberíamos poder volver a vivir sin miedo. Es un ideal al que aspiramos todos volver a aquella situación donde los niños jugábamos en la calle, las puertas no se cerraban, no había rejas, y si alguien demoraba en llegar a su casa, la primera reacción no era pensar que lo habían matado. Quizás no podamos volver a eso, pero que podemos recuperar niveles mucho más altos de seguridad, sin duda.