El espíritu de Truffaut y la “Nouvelle Vague”, en briosa asociación con Joyce y su “Ulises”

Desplechin AVENTAJADO DISCÍPULO

Por A. Sanjurjo Toucon

Tres recuerdos de mi juventud (Trois souvenirs de ma jeunesse) . Francia 2015. Dir.: Arnaud Desplechin. Con: Mathieu Amalric, Quentin Dolmaire, Lou Roy-Lecollinet, André Dusolier.

En 1996, el realizador francés Arnaud Desplechin (Roubaix 1960), dirigió “¡Qué lío! con mi vida sexual”, de fugaz presencia en carteleras locales. Su protagonista era Paul Dedalus (Mathieu Amalric), cuyas andanzas amorosas y las de varios otros personajes, eran una especie de secuela del film que ahora nos llega.

Dedalus, cuya infancia transcurrió en Roubaix (la ciudad donde naciera Desplechin) ha sido considerado un alter ego del director, comparándolo a su vez con François Truffaut y su Antoine Doinel. El paralelismo entre Desplechin y Truffaut, no se restringe a lo anecdótico sino que comprende los aspectos formales abordados en su momento por una de las más destacadas figuras de la “Nouvelle Vague”.

El amor hacia la figura protagónica (o sea hacia sí mismo), y el romanticismo idealista que este posee, están adosados a un relato suelto, desenfadado, que no vacila en la utilización caprichosa, a la vez que justificada, de elementos formales recogidos de la historia del cine: iris enmarcando las imágenes, evocando al cine mudo; la pantalla fragmentada en recuadros (característica del cine norteamericano de los ’50 y ’60). Todo ello inserto en un mundo que aparece con luces y sombras, hurgando en personajes que luchan por conocerse a sí mismos.        La indefinición por un género (drama, comedia, thriller) y la inclusión de varios de ellos, fue rasgo sobresaliente en Truffaut (“Jules et Jim”, “Disparen sobre el pianista”, el episodio de “El amor a los veinte años”, etc.). Más “Nouvelle Vague”, reciclada pero no imitada, no puede pedirse.

“Tres recuerdos de mi juventud” se apoya en un prólogo, al que no se confiere esa condición,  tres capítulos (Infancia, Rusia, y Esther) y un  epílogo. Sin fronteras definidas, estos están consagrados a la dura infancia de Dedalus, a su aventura adolescente en la Unión Soviética -introduciendo implícitamente condenas al régimen- , y a la relación torturada entre Dedalus y su amiga/amante Esther, en la adolescencia de ambos. La pasión casi enfermiza que se  prodiga la pareja, acaso “el tema” del film, llega como parte de un pasado que un Dedalus ya adulto recrea con su relato en “off” (no es el único personaje resuelto a través de este recurso) reafirmando cuanto expresan las imágenes.

El relato en “off” es parte del monólogo interior de los personajes, permitiendo a Desplechin incorporar un personal juego literario, que de ser percibido enriquece a la realización, y en caso contrario no le priva de sus logros.

El nombre del protagonista es Paul Dedalus, mientras que otro Dedalus, Stephen,  es quien protagoniza una de las novelas más controversiales del siglo pasado: “Ulysses” (1922), de James Joyce (llevada al cine en 1967, en film homónimo dirigido por Joseph Strick).

“Ulises” es el personaje central de “la Odisea”, de Homero y expertos en literatura han señalado el “paralelismo lingüístico, retórico y simbólico entre las dos obras” (la de Homero y la de Joyce). Si Joyce toma a Homero y hace de su Stephen Dedalus un Odiseo (Ulises), las referencias de Desplechin a Joyce son extrapolables a Homero.

No es necesario forzar las cosas para comprobar esa doble intencionalidad del realizador francés. Cuando Paul Dedalus llega de uno de sus viajes (extensos y sin culminación visible, como los de Ulises), alguien comenta que “Ulises regresó a Ítaca”.

Se ha señalado que los protagonistas del “Ulises” de Joyce: Leopold Bloom y Stephen Dedalus, corresponden a un alter ego de Joyce en dos etapas de su vida (juventud y vejez). Del mismo modo que Paul Dedalus es una referencia autobiográfica de Desplechin. El juego múltiple se ha puesto en marcha.

Molly Bloom, personaje de la obra de Joyce, ha sido descripta “como una Penélope infiel”, en “Tres recuerdos de mi juventud” corresponde a Esther el rol de moderna Penélope infiel, aguardando, mientras le engaña, el retorno de Paul Dedalus. Los pensamientos de Molly Bloom, aparecen en su célebre monólogo interior, literariamente convertido en extenso texto sin  puntos ni comas ni pausas. Los monólogos interiores presentes en el film francés, son utilizados por varios  personajes, que de ese modo crean una elipsis perfecta asociada al registro de las imágenes.

En el cine de Truffaut, las referencias suelen ser cinematográficas, subrayando la pasión de este por las imágenes animadas. Desplechin acude a idéntico resorte ofreciendo referencias literarias concretas.

Sin Joyce, sin alter egos, sin Truffaut, solamente como una historia contada a través del cine, “Tres recuerdos de mi juventud” es fascinante.  Su relato es fragmentado, confiriendo al film un ritmo ágil, alternando  presente y pasado, avanzando y explicándose uno en función del otro, armando ese “puzzle” signado por un amor juvenil al que no hacen mella los años. El elenco, de actores extremadamente jóvenes, no deja de sorprender por su “veteranía” en estas lides.

La refinada fotografía (de Irina Lubtchansy) y una banda  sonora con una veintena de temas, se repliegan discretamente, no asumen  protagonismo y aunque allí están, su  presencia individual se diluye al servicio del conjunto.

Por si quedan dudas respecto al vínculo entre Desplechin, Truffaut  y la nouvelle vague, conviene señalar que uno de los temas de la banda sonora es “Tirez sur le pianiste”, de Georges Delerue.

La fiesta de las salchichas (Sausage Party). EE.UU. 2016. Dir.:  Greg Tiernan y Conrad Vernon.

Procaz, soez, grosero, escatológico, son algunos de los adjetivos que pueden adjudicarse a “La fiesta de las salchichas”, film de animación a su vez creativo, ingenioso, inteligente, desafiante, provocador y sumamente divertido.

La fiesta en cuestión se desarrolla en un supermercado, cuando ya el público se ha retirado, y los alimentos (y algunos otros artículos) cobran vida. La preocupación principal que les mueve es el conocimiento (racional) de los Dioses (los clientes) que les trasladan a lo que suponen una especie de paraíso situado en ese misterioso lugar (el mundo cotidiano) ubicado fuera del universo de las góndolas, pasillos y anaqueles de su diaria existencias. De esa manera se introduce la faceta teológica que constantemente flotará en esta historia de subversión moral y material, de denuncia del engaño que puede adormecer a una variopinta sociedad: salchichas, panes, salsas etc. paráfrasis del mundo nuestro de cada día.

Esa cotidianeidad (para alegría de Freud) está fuertemente impregnada de apetitos sexuales. Eros y Thanatos ocupan su sitio y a su vez condicionan el comportamiento de los diversos estratos sociales.

La realización procura, y consigue, aproximarse externamente a los edulcorados productos (generalmente de disimulada morbosidad) surgidos de la factoría Disney/Pixar. Siguiendo el tradicional desarrollo de una historia contada por Hollywood, el relato se vertebra en torno a la  pareja de enamorados (ansiosa de sexo), acompañada de un coro integrado por quienes les rodean. Cuanto en el bastión “disneyano” es una  peripecia lustrosa, inocente e idílica –en realidad ocultamente morbosa- aquí estalla un caricatural despliegue erótico.

Las salchichas (similares a nuestros “frankfurters” devenidos en “panchos”) ansían penetrar a su complemento: el pan de Viena con tajo al medio,  aquí engalanado con una boca de rojos labios, colocada verticalmente. La simbología se ha desprendido de sutilezas. Los representantes de  penes y accesos vaginales, eliminarán radicalmente cualquier vestigio de pasteurización “disneyana”. El film procura y consigue parecer, un producto salido de la factoría Disney/Pixar, asumiendo frontalmente (y con gran humor) el contrapunto entre la peripecia de  lustrosa e  idílica envoltura, de falsa inocencia, con estas andanzas decididas a mostrar una sexualidad en definitiva normal.

Los diálogos de estos comestibles vivientes están cargados de terminología dura, presente en toda situación. “Coño”, “culo”, “puñetera”, “joder”, “hijo de puta” (que un  personaje mexicano convierte en “hijo de la chingada”) son el “leit motiv” presente de un extremo al otro del film. La subversión se expande a partir del habla.

Curiosamente el “taco mexicano” y el pan (para frankfurter) representantes de lo femenino, son convertidos por el idioma en términos masculinos. En tanto “la” salchicha, trasponiendo el género adjudicado por el lenguaje, mantiene su emblemática identidad fálica.

Sobre el idioma (o los idiomas) conviene aclarar que las versiones en inglés, con subtítulos en español, mantienen los “términos gruesos y vulgares” del original. En tanto las copias dobladas, atemperan esos rasgos fundamentales y “fuck you” puede convertirse en “maldito” y “ass” en “trasero”.

Lo prístino y, generalmente casto del cine de animación, se eclipsa para exponer, a modo de tajante respuesta de signo contrario, su sexualidad. De descacharrante presencia es el preservativo describiendo “su trabajo” y cuanto le han dejado dentro.

“La fiesta de las salchichas” es también burla. Basta con mirar sus afiches y hallar (que los hay) niñitos solicitando a sus padres “ver la película de las salchichas”.

Plásticamente, la realización puede confundirse con otros títulos de sus directores. Haberse distanciado sería conferirle la condición de “diferente”, apartándola de su propósito de “dinamitero” de lo existente. Greg Tiernan (Irlanda 1965) está ligado a “Thomas y sus amigos” y Conrad Vernon  (EE.UU. 1968) a “Madagascar 3” y “Shrek 2”, entre otros.

Alguien pretendió ver aquí rasgos de conservadurismo machista, porque, argumentaba, si  las salchichas son los machos y los pancitos las hembras´, el título del film hace de los primeros  los dueños de la fiesta.

La caricatura sexual, tan magra en el cine de animación, tiene dos memorables antecedentes en films de Ralph Bakshi (Palestina 1938): “Fritz, el gato” (EE.UU: 1972) y “Tráfico pesado” (EE.UU. 1975),   posteriormente dirigió “El señor de los anillos” (EE.UU. 1978).