El Mercosur en su laberinto

Existen buenas razones para suponer que el Mercosur está ingresando en uno de sus peores momentos, por la manifiesta inestabilidad de las relaciones políticas entre sus Miembros.  Pero sería un error presumir que dicha discordia se origina en las –confesas– diferencias políticas e ideológicas existentes entre los líderes de los dos países más grandes del bloque (Bolsonaro y Fernández). La raíz del problema es comercial y no política. Y el temor, se llama “Cristina Fernández”. Basta remontarse pocos años hacia atrás, durante la última gestión peronista para confirmar esto. Los operadores de comercio exterior brasileños sufrieron durante esos años, un verdadero vía crucis para poder comerciar con los operadores argentinos. Dos ejemplos bastan para evidenciar lo dicho.

Por: Dr. Pablo Labandera (*)

El primero: Brasil, tradicionalmente, ha sido “trigo dependiente” de Argentina. Pero durante la presidencia de CFK Brasil no pudo –por diferentes trabas administrativas y comerciales– importar trigo de Argentina, y por ello tuvo que negociar en pésimas condiciones sendos acuerdos con EEUU y Canadá, a los efectos de asegurarse la provisión necesaria de dicho producto.

El segundo: durante la época del “cepo del dólar”, implantado por el Banco Central argentino, los exportadores brasileños tuvieron innúmeras dificultades para poder cobrar sus productos, ya colocados en el mercado argentino.

En síntesis, el temor –fundado– de los operadores brasileños, es que el Mercosur siga siendo más de lo mismo, o incluso peor. Y en ambos países, no se trata de un lobby menor. Si bien es cierto que el determinismo geográfico es un factor determinante, y que el mercado argentino resulta ser el principal destino de las exportaciones brasileñas para una cantidad importante de productos (automóviles, etc.), no es menos cierto que la pésima relación política trabada entre Bolsonaro y “los” Fernández, condiciona el futuro del bloque. Si bien cabe esperar que se imponga el pragmatismo y la razón, por sobre la ideología y el corazón, la situación no resulta sencilla.

Por su parte, nuestro país ha tenido hasta el momento una actitud “de expectativa” y errática en relación a los problemas del bloque. Políticamente la actitud del gobierno y del partido de gobierno, ha sido explícita. Algunos ministros –dejando de lado el decoro diplomático– se han “lamentado” del triunfo de Bolsonaro y han “festejado” el triunfo del “binomio K”. La primera página del “manual de lo que no se debe hacer en materia de relaciones internacionales”. Y esos exabruptos siempre tienen consecuencias, políticas y comerciales. Al final del camino, es jugar con el trabajo de los uruguayos. Ponerlo en peligro por falta de experiencia o imprudencia. El bienestar de la población de un país no depende únicamente de lo que hagan sus agentes económicos, sus empresas o sus familias. Depende también, en gran medida, de lo que hagan sus representantes políticos y de lo que sus acciones provoquen en relación al entorno en el que el país se desenvuelve. Por eso, la prudencia es la principal virtud de un buen gobernante, y la imprudencia – hija de la soberbia – su peor pecado.

¿Y ahora qué…?

En la última reunión de presidentes, celebrada en Argentina el 17 de julio de este año en la ciudad de Santa Fe, donde Argentina le traspasó la presidencia pro-témpore del bloque a Brasil, los gobiernos del mismo centraron su discusión en los detalles del Acuerdo con la Unión Europea. Pero también fue planteada por Brasil, la necesidad de analizar la eventual reducción del Arancel Externo Común (AEC), que hoy promedia el 14 %, pero tiene picos arancelarios para algunos productos importantes –como los automóviles– del orden del 35 %.

La próxima cumbre presidencial se celebrará el 5 de diciembre en la ciudad de Bento Gonçalvez en Brasil, y tendrá como principal tema de discusión –ahora sí– la posible reducción del AEC para un universo muy importante de productos del 14% al 6%, y en especial, los automóviles que podrían reducir su arancel extra zona al 12%.

Por ello, una vez más, la verdadera razón del problema actual del Mercosur es comercial y no política. Mientras que Brasil en los últimos meses ha aplicado una ortodoxia económica (congelamiento del gasto público, reforma laboral, reforma previsional, etc.), que le viene dando muy buenos resultados macroeconómicos, y entre cuyos pilares se encuentra la necesaria apertura comercial al mundo; las primeras noticias de lo que será la estrategia argentina en materia de inserción internacional, van a contramarcha de la apertura mencionada. Y asimismo, los antecedentes recientes –durante el gobierno de CFK, como ya anticipáramos– tampoco son auspiciosos.

¿Cuáles son los posibles escenarios futuros?

En gran parte, ello dependerá de cómo se van a alinear los actores a nivel político y comercial. Brasil, ha optado por una política de apertura comercial muy marcada (“Brasil al mundo”), mientras que Argentina, parece encaminarse a implantar una economía más “proteccionista”, sobre todo en lo que hace a sus relaciones comerciales internacionales. Los primeros mensajes de Alberto F. así lo indican. Por último, si bien Paraguay es una incógnita, desde el punto de vista comercial se encuentra más cerca de Brasil que de Argentina. Y nuestro país, que inaugurará nueva administración política en marzo del año que viene, seguramente recorra el camino de volver a prestigiar la institucionalidad del Mercosur, y bregar por la posibilidad de negociar en forma bilateral acuerdos preferenciales con otros países y bloques, sin quedar atado a la decisión de todos los Estados Miembros del Mercosur.

Pero estas diferencias, pueden ser motivo de una crisis profunda a nivel del bloque, ya que de no laudarse, las opciones con que cuentan los países, son todas “trágicas” y encierran el “virus de la fractura”. Veamos.

¿Qué opciones tiene Brasil, el principal socio del Mercosur, ante la situación actual?:

  • O el resto de los socios, Argentina incluida, aceptan sus condiciones, en cuyo caso –seguramente– el Mercosur termine sincerando su déficit institucional y comercial y se consolide como una zona de libre comercio, sin mayores aspiraciones de convertirse en unión aduanera, y menos aún, en un mercado común;
  • O el resto de los socios, o alguno de ellos, no acepta la nueva estrategia de Brasil para con el futuro del Bloque y entonces decide abandonar el Mercosur, o incluso, yendo más allá;
  • Brasil decide retirarse del bloque, y desarrollar su estrategia en forma unilateral, sin condicionamiento alguno, manteniendo –seguramente– un esquema de preferencias comerciales con sus, a esa altura, ex–socios, pero sin ataduras de ningún tipo.

Cualquiera de las opciones prenombradas, poseen ventajas y desventajas, costos y beneficios, en especial, las dos últimas.

A la consolidación de una “libertad de elección” y las posibilidades que ello apareja, surge como contrapartida inmediata el costo político de tal decisión. El “costo reputacional” es altísimo, y más aún cuando el novel “Acuerdo Mercosur–UE” todavía no se ha consolidado en forma definitiva.

También surgen complicaciones jurídicas. Si se denuncia el Tratado o se intenta modificarlo, tal como lo preceptúan el propio Tratado de Asunción (artículos 21 y 22), el Protocolo de Ouro Preto (artículo 50) y el propio Acuerdo de Alcance Parcial de Complementación Económica Nº 18 de la ALADI (artículo 18), paraguas jurídico del Mercosur, debe obtenerse el voto conforme de todos los Estados Miembros, so pena de incumplir la normativa comunitaria.

En síntesis, el Mercosur –como nunca– está ante un cruce de caminos: o logra un consenso en cuanto a su estrategia de futuro (“más y peor Mercosur”, o “menos y mejor Mercosur”), o seguramente naufrague con lo han hecho otros intentos de integración profunda a nivel del continente. Si esto último sucede, pervivirá la retórica, una institucionalidad mínima, y lo que dure el prestigio que una vez supo tener.

Si por el contrario los países logran sincerar sus inconsistencias y contradicciones, y laudarlas a nivel comunitario, el porvenir seguramente sea más promisorio. El futuro dirá.

(*) Experto en comercio internacional y derecho aduanero.