Bruno Gili: “Uruguay debería tener mínimo 22% de inversión sobre el PIB para que cambie su tasa de crecimiento tendencial”

EN LA CORTE

Bruno Gili, responsable de Uruguay Innova

En la Ley de Presupuesto, el gobierno enviará una propuesta para crear Uruguay Innova, una agencia que buscará fortalecer la institucionalidad del sistema de tecnología, ciencia e innovación, creará una secretaría a nivel de Presidencia y tendrá gobernanza sobre el conjunto de agencias que hoy el ecosistema tiene. El elegido para liderar este proyecto es Bruno Gili, contador y exsocio de CPA Ferrere, que en entrevista con CRÓNICAS destacó que Uruguay tiene un camino recorrido, pero está lejos del nivel de países como Dinamarca o Finlandia. Por otro lado, Gili explicó que en una sociedad que cambia rápido y donde todo se vuelve obsoleto, definir qué es esencial y qué es transitorio, en la elaboración de políticas para este sector, es un reto.

Por Oscar Cestau y Mateo Castells


Menú: El entrevistado eligió de la carta de La Corte merluza grillé con mix de verdes, que acompañó con agua sin gas. De postre pidió ensalada de frutas y un café doble.


-Hoy en día, las innovaciones y el desarrollo avanzan a un ritmo tan vertiginoso que muchas veces es difícil adaptarse y seguirle el ritmo. ¿Cómo puede Uruguay hacerle frente a esto?

-Un primer tema es de actitud y de cómo nos paramos frente a este cambio revolucionario y radical que está ocurriendo en estos últimos años en el despliegue de la tecnología y en los nuevos descubrimientos. Un segundo tema es que los actores relevantes de la sociedad asuman e internalicen que hay una gran oportunidad, pero que exige pensar con la cabeza muy abierta y tomar ciertos riesgos en algunas decisiones, que son caminos a seguir pero que hay que cambiar en el corto plazo para adaptarse mejor. Innovar siempre es un riesgo. Tiene un riesgo asociado de incertidumbre, y eso exige poder ver los instrumentos o políticas que ayuden a mitigarlo y a que ese riesgo no se convierta en un impedimento para actuar. El tercer tema es que hay que repensar dónde asignamos los recursos. Es relevante saber dónde es que tengo que hacer las inversiones, dónde hay que formar capital humano y dónde tengo que cambiar procesos. La cuestión es que esto es más lento que la velocidad en la que cambian las cosas, y ahí está el reto. El problema es que esto no lo decide una sola persona, y la gran dificultad es lograr que todos los actores relevantes estén en la mejor sintonía posible. Porque la generación de conocimiento no es un esfuerzo individual, sino que es un esfuerzo colectivo de las sociedades. Esto supone cambiar algunas pautas de cómo se compone nuestra economía, que está armada en archivos y en silos independientes, con problemas en las relaciones entre los miembros del ecosistema, porque arrastramos, principalmente en la administración pública, una organización por silos y por áreas temáticas, y el mundo hoy es mucho más interdisciplinario. Lo mismo a nivel público, en cómo estaban armadas las agencias y cómo fueron diseñados nuestros ministerios, que es algo que no responde bien a esta transversalidad que hay en el conocimiento, para encarar la cuarta revolución industrial.

-Países como Dinamarca, Suiza y Finlandia siempre aparecen arriba en los rankings de innovación. ¿Qué tan lejos estamos de ellos?

-Creo que Uruguay tiene un camino recorrido, pero está lejos del nivel de Dinamarca o Finlandia. Tanto del punto de vista del desarrollo de la ciencia aplicada a la sociedad, de la internacionalización que tienen esos países, de cómo se sitúan en la globalización o del nivel de la productividad de la economía de esas naciones. Para llegar a eso tenemos un camino difícil y largo; y es un reto que debemos afrontar. 

-¿Es imposible?

-No. Uruguay puede, si se lo propone, estar en un promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) más razonable. Uruguay es un país de ingresos altos, pero somos el último en la escala de países con ingresos altos. Estamos lejos del nivel de PBI per cápita de Grecia o Portugal. Pero a mí me interesa mirar más a países de dimensiones menores, que han innovado, que tienen recursos naturales, pero que la esencia de lo que hacen es más que eso, que no están en guerra y no tienen estreses que no obedezcan a situaciones normales de una sociedad. Son países que están bien integrados al mundo, han sido inteligentes en cómo han construido la relación entre el Estado y el sector privado, son abiertos y libres, y están muy globalizados. En esto que digo, Uruguay tiene mucho camino por recorrer; lo importante es tenerlo en la agenda y saber qué es lo que se quiere hacer. La cuestión es que Uruguay tiene un conjunto de dificultades estructurales, que lleva a que todos los días emerjan muchos problemas, algunos muy nuestros y de distintas dimensiones. Y todos tienen en común que son problemas que hay que cambiar algo que fue creado hace 30, 40 o 50 años, que hoy no funciona, pero tiene intereses creados. Eso absorbe mucho tiempo de los dirigentes políticos del país, de las instituciones responsables de resolver esos problemas, lo que lo vuelve un tema complejo. Porque al final, cuando uno quiere cambiar el camino, hay que dedicarle esfuerzo, recursos y tiempo, y se hace difícil cuando no se logra resolver lo otro. A mí me asignaron que, a nivel de lo que son las agencias, las relaciones con la academia y los instrumentos que el país tiene para promover la innovación, funcionen mejor y tengan más potencial.

-¿Se está educando para este nuevo mundo?

-Hay distintas dimensiones. De alguna manera, Uruguay creó una estrategia y un instrumento para adaptarse a este nuevo mundo, que fue el Plan Ceibal. El problema está percibido, pero otra discusión es saber si todo nuestro sistema educativo está preparado adecuadamente para el proceso de aprendizaje necesario en la sociedad del siglo XXI. Yo tengo dudas, creo que ha habido en los diferentes gobiernos distintos esfuerzos, pero todavía no tenemos una visión integral y clara, y creo que no hay un acuerdo político imprescindible para que esto ocurra y no haya conflicto. Es un tema muy delicado, porque esto no es una fábrica. Hay personas, alumnos y docentes, y en el mismo proceso que hay que cambiar, va ocurriendo la vida de esos gurises. En una sociedad que cambia tan rápido y que todo se vuelve obsoleto, definir bien qué es esencial y qué es transitorio es un reto. Yo aspiraría a que Uruguay tenga un gran acuerdo educativo, que permita que asumamos juntos los riesgos de esos cambios.

-¿Ve voluntad para ello?

-La realidad ha mostrado que no ha sido fácil un acuerdo en educación y no sé qué ocurrirá ahora. Uruguay tiene, al final, un egreso de Secundaria que es bajo para lo que el mundo necesita hoy y lo mismo pasa con el egreso universitario; eso es la base, porque no puedo pretender tener una sociedad innovadora, con capacidad de innovación masiva, si rápidamente se agotan los recursos y el capital humano que puede trabajar en una economía más sofisticada. Los países más sofisticados y desarrollados se pueden identificar por lo que exportan y qué le venden al mundo. Cualquier país chico vive para el mundo y es imposible producir tecnología y conocimiento solo sustentado y financiado dependiendo de tres millones de habitantes. 

-Para que el país crezca necesita de la inversión. A diferencia de otros quinquenios, en el actual no se ve en el horizonte grandes inversiones que apalanquen el crecimiento, como lo fue en su momento Botnia, posteriormente UPM. ¿Qué se hace de ahora en más ante este escenario?

-Uruguay debería tener mínimo 22% de inversión sobre el PIB para que cambie su tasa de crecimiento tendencial y esta sea más alta. La inversión es un componente. Hay inversión pública nacional e inversión extranjera. La local es muy importante. Los tres factores que influyen en este proceso son relevantes: el poder invertir en el país más y mejor, que nuestro propio sector empresarial invierta y confíe en Uruguay, y después viene la inversión extranjera, que es la que trae más tecnología y sofisticación. Uruguay no va a competir por ser un país de mano de obra barata y tampoco es lo que se busca. Uruguay quiere empleo de calidad, sueldos bien pagados y alta productividad. Entonces, para lograr eso, depende en qué sector se desarrollen las inversiones. En los sectores de servicios y que logran más innovación se necesita mucho capital humano e infraestructura para desarrollar tecnologías. Entonces, hay que resolver muchos problemas en el sector no transable, como la educación, el transporte interno, el sistema de salud y los sistemas regulatorios, que si no son eficientes y productivos le generan una carga a cualquiera que venga al país a instalarse para exportar al mundo. Obviamente que si el Mercosur funcionara mejor, Uruguay sería mucho más potente para recibir inversiones, pero eso no ha ocurrido. Hay que seguir insistiendo en ese tema y no hay una bala de plata, porque son muchas las cosas que hay que hacer. Uruguay puede dar más de lo que da y construir una economía que crezca al 2,5% o 3% promedio y no al 1,1%.


“Se van a reforzar instrumentos y a crear otros, vinculados a lo que son estas políticas de potenciar la economía de la innovación”

-¿Qué van a enviar al Parlamento en la Ley de Presupuesto referido a Uruguay Innova?

-Estamos trabajando en tres componentes. El primero, que fue un compromiso de gobierno, pasa por fortalecer la institucionalidad del sistema de tecnología, ciencia e innovación, para lo que se va a crear una secretaría a nivel en Presidencia muy enfocada en cinco elementos clave. Por un lado, potenciar toda la formación de investigadores en Uruguay; un segundo elemento vinculado a crear plataformas más transversales e integradoras de este proceso de ciencia y la generación de valor; ver las necesidades de inversión en infraestructura tecnológica para poder desarrollar estas actividades; evaluar los mejores instrumentos de valorización y transferencia tecnológica; y por último, la diplomacia científica y la cooperación internacional. Se le va a dar potestades a esta secretaría para que potencie, desde una visión integral, a todos los actores que son relevantes. Otro tema importante es que Uruguay Innova, desde Presidencia, va a tener una gobernanza sobre el conjunto de agencias que el país tiene para potenciar el ecosistema. Se van a reforzar instrumentos y se van a crear otros, vinculados a lo que son estas políticas de potenciar la economía de la innovación. También se va a crear una unidad de evaluación y monitoreo de las políticas de ciencia e innovación, porque acá hay mucho ensayo y error; no hay un camino recto. 

-¿Qué presupuesto se estima para todo esto?

-No me animo a decirlo, porque todavía no lo hablé con Gabriel (Oddone) y no quiero que se entere por la prensa. 


“Tenemos que hacer que nuestro sistema científico esté integrado al mundo y necesitamos potenciar muchos más institutos Pasteur”.

-Siempre se tiene presente la necesidad de generar acuerdos comerciales para la producción uruguaya. ¿Qué lazos habría que generar en materia de innovación para avanzar en el tema?

-Hay varios retos. El primero, es tener inteligencia comercial y entender mejor nuestro ecosistema. Todos debemos tener presente qué está ocurriendo en cada mercado del mundo y saber dónde están los nichos a los que debemos ingresar con productos más sofisticados. Ahí hay un trabajo importante para hacer. Hay que instalarse cerca de donde está la toma de decisiones de esas cadenas. Finlandia tiene más de 40 oficinas comerciales en el mundo y más de 180 asesores comerciales. Yo tengo que estar cerca de quien quiero resolverle un problema. Después tenemos que hacer que nuestro sistema científico esté integrado al mundo y necesitamos potenciar muchos más institutos Pasteur. Al final, la inserción internacional es exportar más y recibir más inversiones, es doble el flujo. Necesitamos ser más atractivos para que venga la inversión internacional, lo que hace que nuestra exportación al mundo sea mejor.