Sobre el papel de algún integrante de la coalición: “Lo que me preocupa es cuando se llega a un acuerdo y después no se cumple”

Julio María Sanguinetti, expresidente de la República y secretario general del Partido Colorado

El Partido Colorado (PC) lograba en 2020 volver a ocupar puestos en el gobierno, algo que se había hecho esquivo desde el duro momento atravesado en 2002. Formando parte de la coalición multicolor, en estos tres años este sector político ha visto como algunas de sus principales figuras cayeron del cuadro ejecutivo bajo distintas circunstancias. Hoy sin Talvi, con la incógnita de lo que sucederá con Bordaberry y la ausencia de nombres que se impongan por peso propio, la experiencia y el respeto ganado por Julio María Sanguinetti se hacen norte de un futuro, por ahora, sin mucha claridad. En esta ocasión, en diálogo con CRÓNICAS, el expresidente de la República analiza la marcha del gobierno y de la coalición, el papel de la oposición, así como el presente y futuro de su partido.  

Por Oscar Cestau | @OCestau

-¿Qué evaluación hace del desempeño del gobierno hasta el momento?                                                                          

 -Todo gobierno debe ser examinado en su contexto. Este gobierno asumió en el momento en que se desencadenó la pandemia y el mundo entró en una situación de retroceso de la globalización. La pandemia se manejó bien, la economía logró crecer, estamos ya prácticamente en el nivel del 2019. El empleo ha empezado un proceso de recuperación, el salario real aún no logró recuperarse para todos, pero sí para la mayoría de los trabajadores. El impulso económico viene de una exportación que ha llegado a su récord de US$ 13 mil millones; incluidos US$ 1.000 millones de las nuevas tecnologías digitales, lo cual habla de un país que está en una evolución hacia la modernidad actualizada. En lo social, por ejemplo, podemos señalar que la mortalidad infantil está en su guarismo más bajo a nivel histórico. Por otra parte, se pueden destacar los sistemas de atención y alimentación que ha tenido el Mides. En definitiva, el gobierno ha tenido equilibrio entre la economía y la sociedad, complementándolo con estabilidad institucional.

– ¿Prevé alguna dificultad en el horizonte?                                                                          

– Cuando uno mira hacia adelante se advierte que hay un desfasaje cambiario que en algún momento se empezará a regular. Ese es un punto crítico, que empieza a desatar cuestionamientos del sector exportador. Por otra parte, uno advierte que así como no estamos demasiado lejos con la moneda brasileña, estamos a una distancia enorme con Argentina en ese sentido. Tenemos un desfasaje de los promedios internacionales que los economistas ven en un orden de 10 o 15%.  

-¿Cómo ve las políticas estructurales que ha introducido el gobierno?                                   

-El gobierno, felizmente, no se ha resignado a manejar solo la coyuntura, sino también a mirar hacia adelante. Es por eso se ha introducido dos de las reformas más importantes que el país tiene por delante. Todo el mundo decía que había que encarar el problema de la seguridad social; lo dijo Astori hasta aburrirse y el propio doctor (Tabaré) Vázquez. Por otro lado, el fenómeno educativo es algo imprescindible cuando estamos en un cambio de civilización. Ambos temas pueden generar malestares, pero son los que generan prestigio a mediano plazo en lo interno y a corto plazo en lo externo. En definitiva, son los que muestran un país serio, haciendo lo que hay que hacer.  

-¿Estas reformas pueden traer consecuencias electorales?                                                                                 

 -Son las cosas ingratas para los gobiernos: barrer para abajo de la alfombra, esconderse ante el tema jubilatorio, esconderse ante el tema educativo, políticamente quizás sea lo más redituable. Es lo que le reprochábamos a Astori… Reiteradamente hablaba de la necesidad de reequilibrar el sistema jubilatorio, y nosotros le decíamos ‘empecemos ya, cuenta con nosotros’. Finalmente, la cosa vino hasta acá, y nosotros estamos planteando una reforma en la que al primer uruguayo que le van a pedir 65 años va a ser cuando ya hayan pasado cuatro gobiernos y cinco mundiales; más gradual no se puede.

-El senador Guido Manini Ríos dijo esta semana que Cabildo Abierto (CA) es el socio más responsable de la coalición. Y que esta es una coalición atípica, porque no funciona como tal y que los temas no se discuten previamente.  Incluso habló de otras coaliciones, donde Jorge Batlle consultaba con usted, o con Luis Alberto Lacalle las grandes decisiones, o usted en su momento con Alberto Volonté. ¿Qué interpretación hace de estas apreciaciones? 

-El planteo de la coalición se inició en una entrevista que tuvimos con el doctor (Jorge) Larrañaga y el doctor Lacalle Pou. Ahora se ha vuelto a hablar de la idea de tener un programa mínimo común, pero el senador Manini lo ha descartado de un modo, a mi juicio, demasiado terminante; son temas a analizar y ver. La coalición, si la miramos por los resultados, ha funcionado. Hemos tenido algunas diferencias, pero todos las tenemos en cuanto a nuestras ideas.

-Dentro de estas diferencias, ¿hay algo que le preocupe?                                                                        

-Lo que me preocupa es cuando se llega a un acuerdo y después no se cumple. En materia de seguridad social, nosotros hace dos años y medio que estamos hablando; hemos tenido récord de análisis y de información. Dentro de la coalición discutimos mucho, y el 17 de octubre llegamos a un acuerdo. Hablamos con el presidente y acordamos cómo sería el texto final, y todos estuvimos de acuerdo. El propio general Manini dijo que las propuestas de CA habían sido contempladas. Desgraciadamente, después resultó que era así pero los diputados de CA habían estado cuestionando el proyecto; y hasta hoy estamos todavía en vilo sobre lo que va a pasar. Personalmente, creo que el proyecto se va a votar, no imaginaria que se incumple un compromiso solidario expuesto tan claro y públicamente como hicimos en su momento. 

-Va a llegar un momento en que cada uno tendrá que hacer campaña y se distanciará de sus socios porque se expondrán diferencias…                                                                                

-Hay matices, siempre los ha habido, todos lo sabemos. En el Partido Nacional (PN) hay corrientes más liberales económicamente si lo comparamos con el PC, el cual construyó la actual socialdemocracia uruguaya. CA es un partido nuevo que no responde todavía a tradiciones doctrinarias, aunque va mostrando un cierto rumbo en medidas concretas o en visiones específicas. Eso, necesariamente, va a ocurrir, como también va a ocurrir, y ya está pasando, de que el ciudadano va a priorizar el destino de la coalición por sí misma. Va a poner la mirada en el éxito electoral, en la permanencia, y no por el sentido de aferrarse al poder, sino porque se ha iniciado una actitud de cambio modernizadora que tenemos que seguir manteniendo.

-En este contexto, ¿cómo analiza la actitud que ha tenido el Frente Amplio (FA) como oposición? ¿El momento más duro en ese sentido fue el de la LUC?                                                                                                                                     

 -La coalición opositora ha mostrado una total desconexión con la realidad. Tuvimos el gran debate de la LUC… Las cosas que uno veía sobre la LUC eran como el apocalipsis. Con lo de la portabilidad numérica parecía que se derrumbaba Antel, y resulta que ahora está más fuerte que nunca, tiene más clientes y, lo más importante de todo, el ciudadano hoy está pagando mucho más barato los servicios telefónicos. No he oído al FA asumir que estaban totalmente equivocados. Siguen sosteniendo todavía economías monopolistas, no se actualizan. Nosotros, que fuimos los constructores del Estado de empresas públicas, seguimos creyendo en ellas, pero las queremos en competencia, las queremos en este mundo. Si miramos el sistema particular de arrendamiento, que iba a llevar a los desalojos más fantásticos, no solo no han ocurrido, sino que el sistema ha funcionado bien. El gran tema acá es que no está compitiendo una coalición de centro que apunta a la modernidad, con una de izquierda que exprese una visión moderna precisamente de la izquierda. 

-¿Ignacio Munyo es su candidato?                                                                                                                

 -Yo no tengo candidato, ni el partido lo tiene, no ha habido definiciones de nadie. Bueno, solo Guzmán Acosta y Lara es el adelantado. 

-¿Qué pasa con el resto de los nombres que se manejan?                                                                 

-Está la incógnita de Pedro, que es una figura con un enorme peso histórico, también aparece la figura de Robert Silva, ambas son dos posibilidades no definidas. Está la posibilidad de (Gabriel) Gurméndez no definida también, (Andrés) Ojeda que tiene mucha visibilidad, presencia y chispa mediática y alguna gente está hablando de Ignacio Munyo. Este último no ha definido y no lo va a hacer a corto plazo si se inclinará a ser candidato a la presidencia. Tiene una presencia académica muy importante, es uno de los grandes interlocutores del diálogo nacional, y responde a una tradición familiar batllista. Conozco a su padre, que nos ha acompañado en algunas campañas. Pero lo de la candidatura es un tema de él, que verá si hace un cambio de profesión tan fuerte como ese. Lanzarse a la política es un compromiso existencial y familiar muy fuerte. 

-¿Piensa apoyar a todos los candidatos que surjan dentro del PC?                                                                              

– Lo he hecho toda la vida y lo seguiré haciendo. No por un atavismo tradicional, sino por una muy fuerte convicción. Presenté no hace mucho un libro llamado la “Fuerza de las ideas», que es la visión doctrinaria de lo que representó y representa el PC, particularmente el Batllismo.

-Teniendo en cuenta eso, lo que representa el PC para el país, ¿por qué parece que no logra conectar con las nuevas generaciones?                                                                                        

-Porque no se perfila claramente su significación. Más aún cuando se le pretende ubicar en su versión original y mejor en otras interpretaciones que se distancian mucho. Nosotros no somos socialistas, no creemos en la lucha de clases. También hemos padecido situaciones políticas… La crisis del 2002 nos dejó muy mal parados; hicimos un enorme esfuerzo, todo el mundo lo reconoce, pero nos pasó factura. A partir de allí no pudimos lograr una recuperación plena y tampoco tuvimos la suerte de encontrar la renovación de liderazgo. Yo, por ejemplo, no tendría que estar en esto, sino escribiendo libros, dando doctrina, dando conferencias, pero no en la fragua política diaria.

-¿Qué ha sucedido con la renovación de liderazgo?                                                                     

 -La etapa de Pedro fue auspiciosa, pero él le puso un término. La etapa de Talvi fue muy prometedora, pero terminó en su abrupta renuncia. El partido no ha tenido suerte en la renovación de liderazgo, no es que no se haya intentado. A veces suelen acusarnos a los viejos de que no hemos formado gente, pero el Partido Colorado ha tenido numerosas figuras con posibilidades presidenciales y algunas en ejercicios efectivos, como las que he mencionado.

-¿Qué le deja el tema Adrián Peña, y este desenlace que hubo esta semana, donde se confirmó que no le quedaba ninguna materia para aprobar y que era licenciado?                   

-Es un tema hoy ya cerrado, y deja un sabor amargo. Primero, porque el gobierno perdió un muy buen ministro. Segundo, porque hizo pasar un trance difícil a una figura política importante, con una fuerte afectación personal y para el partido. El partido no barrió para debajo de la alfombra como han hecho otros, tampoco lo hizo Peña. El partido actuó con responsabilidad, luego felizmente se logró la aclaración de lo que ocurrió. Pero deja una cicatriz, aunque no creo que sea una cicatriz deshonrosa, sino de una buena lucha.

-¿Cuánto le puede pesar al gobierno el caso Astesiano?                                                                  

-El gobierno ha sido víctima y no victimario. El presidente ha asumido la responsabilidad personal de haber elegido equivocadamente al jefe de su custodia. Que el trabajo de investigación se haya realizado por un servicio de inteligencia subordinado al Poder Ejecutivo sin que el presidente se entere habla de lo que es la transparencia y la independencia técnica. Luego hemos vivido un culebrón tremendamente peligroso de chats que nunca debieron estar saliendo de espacios de reserva. Todo esto deja marca para las instituciones, para el gobierno y para la oposición. El modo como la misma se manejó, el tipo de acusaciones y el tono verbal que usó la oposición no creo que le haya hecho bien tampoco.

-¿Ve a Brasil con otra postura a nivel internacional? ¿Lo ve liderando posibles acuerdos comerciales?                 

-Los liderazgos no se inventan, sino que son la consecuencia natural de los hechos. Y Brasil, por su peso específico, ejerce una influencia mayor que el resto de cualquier país de Latinoamérica.  Esa influencia en algunos momentos históricos generó un liderazgo, es decir, una capacidad de consolidar, detrás suyo, posiciones de conciliación en asuntos fundamentales. Por mi parte, creo que es bueno que haya un ejercicio de esa influencia natural hacia un liderazgo de consenso que nos permita resolver las situaciones de diferencia. El líder, para serlo, tiene que sacrificar muchas posiciones personales, más cuando es el más fuerte. El menos fuerte tiene menos capacidad de sacrificio. Brasil debe entender que tiene que construir un real liderazgo, más allá de la influencia que tiene. 

-¿Qué le dejó la visita de Lula a Uruguay?                                                                                              

 -Hizo una buena visita, en un tono muy conciliador y constructivo, ahora veremos cómo eso se logra bajar la realidad.


«El que está en el gobierno pierde»

-Desde 2018, líderes ubicados a la izquierda del espectro político llegaron a la presidencia de México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile, Colombia y por último Brasil. Se parece mucho a la primera década de este siglo, cuando tres de cada cuatro sudamericanos pasaron a ser gobernados por presidentes de izquierda. Hay un movimiento pendular: de izquierda a derecha, y ahora de nuevo a la izquierda. ¿Considera que esto se genera ante un contexto de enojo con los políticos de turno, además de la desigualdad y el estancamiento económico de la región? Como que el ciudadano no espera más y quiere soluciones inmediatas.                                                                                                                                       

-Es un panorama de una enorme complejidad que alude no sólo a América Latina, sino a todas las democracias occidentales. Hay un fenómeno mundial que puede denominarse crisis de la representación. Hoy hay un ciudadano que se representa a sí mismo a través de las redes y se siente lejano a las corporaciones que los representan, a tal punto que los sindicatos y los partidos políticos están en crisis en el mundo. La democracia no podía quedar al margen de un mundo en el que la comunicación es totalmente distinta. Uruguay todavía conserva una gran fuerza porque mantiene sus partidos tradicionales; tradicionales de izquierda, de centro y aun de derecha. No creo en las oleadas, pero lo que sí ha habido es una oleada claramente opositora. El que está en el gobierno pierde, ha pasado con todos.