Álvaro Galiana: “En este país se actuó con altura, no se tomaron las medidas desde un punto de vista político”

Álvaro Galiana, médico pediatra, microbiólogo e infectólogo. Jefe del Servicio de Infecto-contagiosos del Pereira Rossell

Una de las estrategias del gobierno para combatir el Covid-19 fue la conformación de un grupo de expertos en el que se apoya a la hora de tomar definiciones referidas al retorno a la actividad. De acuerdo con el Dr. Galiana, integrante de ese equipo, esto diferencia a Uruguay de importantes países y ya se pueden apreciar los resultados. De todas maneras, advirtió que “la gravedad potencial de la pandemia en Uruguay es realmente muy preocupante” dado que todavía existe riesgo de tener una mala evolución.

Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo

-A menos de dos semanas de la asunción presidencial, el gobierno declaró la emergencia sanitaria. ¿Faltaron medidas preventivas por parte del gobierno anterior, dado que la pandemia ya era una realidad?

-Con el diario del lunes siempre es más fácil encontrar los errores anteriores. No parecía tan claro, hasta que aparecieron los casos en Uruguay, que esto se diseminaría. Es cierto que ya había indicios de aparición de estos casos y lo que sucedía en Europa empezaba a asustarnos. Es posible que haya habido un retraso o falta de atención, pero sucedió en el mundo entero.

Hubo falta de prevención desde la aparición del SARS (síndrome respiratorio agudo grave) y luego del MERS (síndrome respiratorio de Oriente Medio). Las autoridades mundiales de la salud dejaron pasar esas dos epidemias de infecciones graves por mutaciones del coronavirus, no se les asignó una trascendencia importante y la pandemia se desarrolló.

-Hoy en Uruguay hay una baja circulación del virus y el país es mirado como un caso ejemplar a nivel mundial. ¿A qué se adjudica?

-Tenemos realmente muy baja circulación viral, ese es un dato positivo que separa a Uruguay del resto de Latinoamérica. No tenemos la certeza de que esto se vaya a mantener en el tiempo.

Los cuatro casos que aparecieron precozmente y que fueron los que nos levantaron de la siesta –dos en Montevideo y dos en Salto- tuvieron una gran notoriedad pública. Fue muy importante la acción del periodismo, que generó un rápido ingreso en la zona mediática, y las autoridades tomaron medidas inmediatamente. Allí la diseminación fue relativamente frenada.

Después se produjo la disyuntiva sobre la cuarentena obligatoria y eso hizo que la gente respondiera con mayor énfasis en la cuarentena sin requerir que fuera obligatoria. Ahí se ensució un poco la cancha porque se puso en duda el nivel de las medidas que habían tomado las autoridades, y la ciudadanía hizo propio el problema y asumió la responsabilidad que de otra manera no sé si se hubiera tenido.

Nuestro país tiene una densidad poblacional baja y eso influye mucho. Uno aprende lo que son aglomeraciones de gente cuando va a Buenos Aires, a San Pablo. En nuestro país por supuesto que también puede haber una aglomeración, pero es diferente a las que puede haber en esas ciudades con una población mucho mayor.

-¿Cuál fue la importancia de que el gobierno recurriera a la comunidad científica para tomar medidas?

-En este país se actuó con altura, no se tomaron las medidas desde un punto de vista político partidario; se creó un grupo científico que es el que está apoyando y haciendo recomendaciones. La gente que ha participado desde un inicio es profundamente formada y capacitada, las medidas son totalmente racionales y los resultados están a la vista.

Es diferente de lo que han hecho otros países, como Estados Unidos, cuyo presidente decide tomar cloroquina porque dice que con eso se va a resolver y se ríe en las cámaras. Y afirma que ya dio la plata para que salga la vacuna, como si la vacuna fuera un tema de poner más o menos plata. En Brasil hay un presidente que hace exactamente lo mismo, al que le renuncian los ministros de Salud porque toma decisiones médicas en la profunda ignorancia que tiene de la materia.

-¿En Uruguay se generó una alarma mayor a la acorde con respecto a la gravedad de la pandemia?

-No, la gravedad potencial en Uruguay es realmente muy preocupante. No creo que se haya exagerado en la magnitud porque todavía estamos en riesgo de tener una mala evolución. Siempre las cosas pueden ir un poco peor, así que hay que estar atentos.

-El brote en Rivera desató la discusión sobre los contagios en las fronteras. ¿Cómo se debe manejar ese tema?

-En las fronteras secas hay distintos controles y diferentes evoluciones de cada lado. Del lado uruguayo las cosas parecen hacerse bien y se ven resultados. En una ciudad binacional la situación es difícil e incontrolable porque hay gente que trabaja en Brasil y vive en Uruguay y viceversa. Hoy eso es un riesgo y no lo puedo asignar a un defecto en las autoridades uruguayas, que han hecho las cosas adecuadamente. Hay que hacer los máximos esfuerzos para evitar que el virus se disemine dentro de Rivera y que traiga gente infectada y nos complique en Montevideo.

-Sin considerar el tema de Rivera, los nuevos contagios diarios en el país vienen siendo pocos. ¿Qué tan fehacientes son esos datos cuando puede haber casos asintomáticos que no se registran? ¿Puede existir un subregistro?

-Siempre en una infección con estas características hay riesgo de subregistro. Sin embargo, cuando hacemos 500 o 700 estudios y el número de casos nuevos no llega al 1%, es un buen signo de que hay una muy baja circulación viral en la población.

-Una de las primeras medidas que tomó el gobierno tras la emergencia sanitaria fue cerrar las escuelas, porque se creía que los niños eran importantes diseminadores del virus. Con el tiempo se demostró que eso no era tan así. ¿Cómo se comporta el Covid-19 en ellos?

-Es algo que hemos ido aprendiendo en estos dos meses. Toda la comunidad científica interpretó que la diseminación del coronavirus iba a ser igual que la de la influenza y en función de eso se tomaron las medidas. Con la evolución del tiempo y la evidencia de los hechos, surgió que los niños se infectan menos y contagian menos.

-¿Cuáles son las razones?

-No está claro exactamente. Según un artículo del JAMA (Journal of the American Medical Association), los niños tienen una expresión genética a nivel del aparato respiratorio de los receptores para el coronavirus con menor expresividad que la que tienen los adultos y eso podría explicar que se infecten menos. Hay otros hechos a favor, como que tosen de forma distinta, tienen un volumen espiratorio menor.

De todos modos, los niños infectados, por lo general, son asintomáticos; pueden tener virus en sus secreciones respiratorias y ser potencialmente infectantes, pero no queda claro en qué medida. Incluso en nuestro país, de los 14 niños infectados, ninguno tuvo claros síntomas de infección, sino que fueron detectados por ser contactos de adultos infectados.

-¿Por qué se determinó el retorno a clases para junio, cerca de la entrada del invierno? ¿Eso no puede causar una saturación del sistema de salud, considerando que además del Covid-19, es una época en la que confluyen otros virus?

-Claro, pero es inevitable que nuestra zona vaya hacia el invierno y ya hubo tres meses de atraso, lo que causó importantes daños. No podemos retomar el año que viene. Nadie dice que esto sea 100% exento de riesgo, pero tenemos muy baja circulación viral y esta epidemia no va a terminar, entonces debemos adecuar nuestra vida a la situación real.

-¿Cuáles fueron esos daños?

-Daños vinculados a la falta de control médico, a la falta de control de docentes, a posibles abusos, a la inequidad en cuanto a la conexión con los centros de estudio, donde las poblaciones más vulnerables pierden el contacto con el sistema educativo.

-¿Puede haber una marcha atrás en la apertura escolar si surgen complicaciones?

-Sí, de hecho, es lo que estamos viviendo en Rivera, donde no se van a reiniciar. Es una medida lógica porque la apertura escolar implica mucho mayor movimiento en la ciudad.

-Al ser un regreso voluntario, habrá padres que no querrán llevar a sus hijos. ¿Qué mensaje les puede dar?

-Es entendible, hay muchos padres que se asustan. Lo que nosotros podemos decir es que los niños precisan retomar las actividades y no es razonable el pánico.

-¿Por qué se decidió que fuera voluntario?

-Porque todavía estamos en una situación de emergencia nacional, entonces tampoco tenemos la totalidad de las certezas. Lo que sí nos queda claro es que hoy es más dañino quedarse que retomar las clases. Los niños y adolescentes no son la población de riesgo para enfermedad grave.

-¿No puede haber casos graves en niños?

-Puede siempre haber casos graves, pero son excepcionales.

-¿Qué se puede esperar para el invierno? ¿Se puede dar una ola de contagios en el país?

-Puede ocurrir, pero se están tomando todas las medidas de precaución y tenemos las herramientas a favor para evitar que esto se disemine, controlando y aislando a las personas infectadas.

-Decía que el Covid-19 no se va a ir. ¿En un futuro va a pasar a ser una enfermedad más, como pasó con tantas otras epidemias?

-Yo pienso que sí. Todavía tenemos muy poca población mundial infectada como para que se genere una “inmunidad de rebaño”, entonces uno tiende a pensar que se va a ir instalando como una infección viral respiratoria que podrá tener momentos de pico y de descenso y casos graves. Tendremos que estar atentos a cuidar a las poblaciones de alto riesgo, que son las personas mayores.

Por otro lado, se está evolucionando en cuanto a los tratamientos y eso nos da herramientas para manejarlo mejor desde el punto de vista de los CTI, de los pacientes graves.


“No veo un ‘después de la pandemia’; tenemos que adecuarnos a la realidad”

-¿Qué se sabe de una posible vacuna?

-La posible vacuna sigue siendo algo que nos gustaría tener, pero no está muy claro. Este es un virus con características propias que tiene un potencial de mutación fácil, y si cambia la estructura a la cual se dirige la vacuna, puede ser que no sea 100% efectiva.

Además, no me queda clara la población a la cual va a estar dirigida. ¿Vamos a vacunar a los niños sanos que no tienen la enfermedad severa para que no tengan la enfermedad los abuelos?

No sabemos lo que va a pasar de acá a seis meses o un año, pero no veo que la vacuna sea la solución. Producir una vacuna para toda la población mundial es muy difícil, porque la infraestructura que se requiere es enorme y no la tenemos.

-O sea que, si el día de mañana hay una vacuna, ¿no habrá certezas de su eficacia?

-Creo que no va a haber una vacuna el día de mañana, estamos todavía lejos de tener una que sea aplicable en el tiempo corto. Le tengo más fe a la evolución de tratamientos específicos antivirales. El remdesivir ha demostrado tener una diferencia entre los pacientes tratados y no tratados en cuanto a evolución, mortalidad y permanencia en el CTI.

-Y si hay una vacuna en un futuro, ¿la recomendaría?

-Yo no recomendaría dársela a los niños porque no podemos inmunizar con una vacuna a niños sanos. Cuando una vacuna sale muy rápido me da miedo; normalmente demoran cuatro o cinco años en producirse, y recién a partir de ahí se puede tener certeza en cuanto a su seguridad.

-Si el año que viene hay una vacuna, ¿usted se la daría?

-Yo puedo dármela porque tengo la edad y asumo el riesgo; no se la daría a mis nietos.

-¿Cómo cree que quedará el país después de la pandemia?

-No veo un “después de la pandemia”. Creo que tenemos que seguir trabajando en adecuarnos a la realidad. Quedarse quieto y no mandar a los nenes a la escuela no es una estrategia, es un problema. Tenemos que salir de ese miedo paralizante que nos generó la pandemia y pensar en los niños y en los adolescentes, en el trabajo de las personas jóvenes. No nos podemos morir de hambre por miedo a morirnos del coronavirus. No le vamos a ganar al coronavirus, pero vamos a sobrevivir a esto y a salir más fuertes que antes.