“Uruguay es de los pocos países de su nivel que no tiene un Ministerio de Comercio”

EN CALA DI VOLPE

Nicolás Albertoni, analista internacional


Tiene bien claro que en los próximos años, cuando termine su doctorado en Los Ángeles, California, volverá a Uruguay para continuar su carrera profesional. Nicolás Albertoni, con 29 años se ha convertido en un analista internacional consultado por medios internacionales en temas relacionados, más que nada, a América Latina. Es colorado, cercano a Amorín Batlle y está dispuesto a trabajar por la política exterior de Uruguay. Su principal propuesta se basa en que Uruguay debe contar con un Ministerio de Comercio para trabajar su inserción comercial. En el restaurante del Hotel Cala di Volpe, chivito al plato y panqueques con dulce de leche mediante, Albertoni se sentó a la mesa con CRÓNICAS para hablar acerca de las cosas que pasan en Uruguay, la región y el mundo.

Por Adolfo Umpiérrez | @AdolfoUmpierrez

-Estás en Estados Unidos (EE.UU.) desde el 2014. Cuando te presentás como uruguayo ¿qué reacciones observás?

-A veces, es verdad, me presento más como latinoamericano por un tema geográfico y allá el americano en general te identifica como latino, pero siempre orgullosamente uruguayo. Cuando tengo unos minutos más para conversar en el ascensor termino diciendo que soy uruguayo y ahí surgen cosas que ya no son solo el fútbol. [José] Mujica sin dudas sigue siendo una figura reconocida, y me duele un poco cuando uno ve las realidades que vive el país, y a veces resaltan más las famas políticas. Sería bueno que nos conozcan por buenas gestiones y no por marketing personales. Pero, al margen de eso, se tiene una buena visión de Uruguay. Los que lo conocen y no lo confunden con Paraguay, saben que en la región estamos muy bien, y ese en realidad es un problema: que nos comparamos con la región. Porque solemos estar en el top tres de cada ranking que uno ve en la región, pero ¿en qué región nos estamos comparando? En la región más desigual del mundo, en la más conflictiva civilmente, entonces ¿quién no va a triunfar acá?

-Si es la más conflictiva ¿qué dejamos para Asia?

-Cuando hablo de conflicto hablo de lo que sucede en las favelas, de delitos contra la persona, de muertes a mano armada en las calles. Sin dudas que, en conflictos, con Medio Oriente no se puede comparar. Hablo de inseguridad ciudadana, [en América Latina] estamos liderando en varios de estos puntos. A veces [Eduardo] Bonomi lo divide en diferentes rangos de delitos, pero en general es una sociedad insegura y sin dudas la más desigual del mundo. Entonces estamos comparando en un ambiente que no sirve para comparar, porque nos hace enamorarnos mucho de un país que tiene todo para crecer, pero el comparativo no nos ayuda.

-En un momento América Latina fue crucial para la política exterior de EE.UU., hoy ¿qué lugar ocupa?

-Hoy muy poco, de hecho, con herramientas más estadísticas se puede hacer análisis de texto y observar cómo Donald Trump, en sus discursos y sus tuits, -que es gran parte de sus discursos- son ínfimas las menciones a América Latina. Para Trump, América Latina hoy es: en parte Cuba, sin dudas eso está latente, y México. Eso quiere decir que podría ser una amenaza que no vamos a estar en la agenda de EE.UU., pero creo que en verdad es una oportunidad. (…) Tocar la puerta hoy de EE.UU., siendo un país moderado como Argentina o Uruguay es de una oportunidad inmensa, porque Trump lo que busca en este tipo de países es un formato de acuerdo, comercial o no, que no afecte de forma directa su mercado laboral. Nosotros somos el caramelo para eso. Somos un país con una institución fuerte, que no le movemos la aguja ni siquiera a un barrio de EE.UU., sobre todo en términos laborales, y a nosotros se nos va la vida. Él muestra cercanía, porque está revirtiendo muy rápido el discurso de aislacionismo, porque no puede decir que todo el mundo está mal y EE.UU. está bien. Por eso con Angela Merkel tuvo el cruce al saludarla. Sin embargo, con otros presidentes estuvo bien: recibió a Mauricio Macri, a Pedro Pablo Kuczynski, ahora está en su primera gira internacional y con esto está revirtiendo un poco ese aislacionismo. (…) Después tiene dos frentes grandes afuera: Corea del Norte con una lógica de hegemonía que no termina de moderar con Rusia, y con la Unión Europea que es todo un misterio, porque él esperaba que saliera presidente Marine Le Pen en Francia para mostrar que el mundo iba hacia una “lógica Trump”, y no salió, así que va a tener que acercarse a Emmanuel Macron, que ya dijo que, en muchas cosas es contrario a Trump, entonces eso va a ser un poco incógnita, porque además no hay buena relación con la canciller alemana. Entre medio de todo este debate está América Latina.

-Los primeros 100 días de gobierno es el período de gracia para los presidentes, pero no lo fueron para Donald Trump ¿Cómo se ha vivido el inicio de la administración en EE.UU.?

-Fueron duros, hay mucha incertidumbre. Cada día cambia algo. Hoy se levanta diciendo que al final en la reunión que tuvo con el canciller ruso le dio información clasificada de EE.UU. Parece que conversando le dio información que no podía darle y esto se conoce porque el New York Time o el Washington Post con la red de lobbys que hay adentro lo dan a conocer y ya es público que Trump dio información clasificada a Rusia. Puede ser el alcance de los misiles, por ejemplo, o cosas más diarias como cuál sería la estrategia para aplicar en Corea del Norte si en agosto no cambia la situación. Cada día es una situación nueva. Él salió a defenderse por Twitter diciendo que tenía derecho a hacerlo porque es el presidente de EE.UU., y recibió la respuesta de Tim Kaine (último candidato a la Vicepresidencia por el Partido Demócrata) diciendo “presidente, usted no puede hacerlo, justamente por ser el presidente”. Hay dinámicas muy complicadas que no fueron fáciles y parece que a veces se normaliza. Hace dos semanas veíamos un Trump radical, pero que el sistema lo venía llevando, pero después tiene estos picos y se radicaliza. Entonces resulta muy incierto, y hasta te diría que no se descarta en muchas cabezas del Senado norteamericano que después de las elecciones de medio término a finales de 2018, si Trump y los republicanos pierden la Cámara, la noción de impeachment no es lejana. O sea que, hace dos semanas capaz que la descartábamos, pero después vienen incoherencias como echar al director de la CIA y que el hombre se entere por televisión. Si pasa eso con un Parlamento minoritario después de noviembre de 2018, la amenaza de juicio político va a ser diaria. Y eso generará efectos en el dólar, en las tasas de interés. Esas dinámicas geopolíticas hoy impactan cada vez más. Por eso, estos 100 días fueron convulsionados para el mundo entero.

-Vivís en el estado de California, donde Trump perdió por amplio margen.

-Viví los últimos años de la era Obama en Washington y era otra lógica, y me fui a Los Ángeles convencido de que ganaba Hillary Clinton. Ahora agradezco porque vivo en una burbuja latina y demócrata muy grande, de hecho, a veces poco representativa en el resto del país. De hecho California es demócrata por demasía y es divertido ver cómo se manejan las masas cuando no están de acuerdo con el gobierno y dentro de cierta estructura, porque no hay la radicalidad que se vive en otros países, aunque tampoco hay santos. En un momento tan extremo y un Estado tan alejado ideológicamente del presidente, uno convive en un espacio que no es un caos social todos los días.

-Decías que Uruguay tiene la oportunidad de acercase a golpear la puerta ¿Lo ves a Tabaré Vázquez llamando a Donald Trump para reunirse?

-Creo que Macri rompió el hielo. Creo que Vázquez resaltó que a Trump le gusta mucho el trato personal, y quedó clarísimo con el presidente argentino, que en minutos solucionó la traba del ingreso de limones a EE.UU. Entonces hay que perderle el miedo a eso: es un presidente que está ahí. Uruguay no es que no sea prioritario para EE.UU., somos muy complementarios a la política de Trump, en el sentido que necesita que algunos países le sonrían y que no le afecten los mercados. Uruguay tiene eso.

-Pero no debemos olvidarnos que el presidente tiene al Frente Amplio atrás

-Todo lo complementario que somos como país con Trump, no lo somos con el Frente Amplio. Es un desafío que tiene que enfrentar el presidente. Sería una lástima. Porque las oportunidades son bien claras de acercarse a EE.UU. y esto, que quede claro, no es acercarse a la política de Trump, es asumir que él es el presidente, nos guste o no. Si me preguntas a mí, no comparto el 90% de las cosas que hace. De su estilo, mucho más que de su política. Pero está ahí y hay que acercarse. Es una lástima que por el PIT-CNT o la estructura del Frente Amplio no podamos acercarnos hoy a uno de los dos mercados más grandes del mundo.

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-Tampoco pudimos acercarnos con Obama en la Presidencia.

-Imaginate. Era una seda. Igual diría que con Obama no éramos tan complementarios, aunque sí parezca su política. Porque Obama sí era un todo terreno. Obama era todo lo contrario al aislacionismo, él no necesitaba aliados, los tenía naturales. Ningún país se iba a oponer a lo que él pensaba por un tema de imagen internacional. Pero con Trump, es tan diferente el contexto que se da que las oportunidades son otras. Es tan radical y conflictivo, que mucha gente se aleja, muchos no se acercan y donde haya una pizca donde podamos entrar, las oportunidades son más valiosas, porque no muchos pueden llegar por esa lógica. Ante tanto caos, podemos entrarle por ahí.

-Otro de los frentes abiertos para Trump es Corea del Norte, que no ha cambiado su situación en los últimos 50 años. Sin embargo, en los últimos dos o tres años, y con la asunción de Kim Yong Un volvió a estar en primera plana ¿Qué pasó?

-Acá entra un poco la teoría de las autocracias. Cómo funcionan las autocracias como la de Corea del Norte. Ese tipo de regímenes en el que se escucha música a las cinco de la mañana con el discurso de bienvenida del día del líder, que está totalmente coartada: se meten poco con la comunidad internacional en el sentido de que cuando ven que le contestan, enseguida actúan para consolidarse en el poder. No son sociedades que lleguen al conflicto fácilmente, porque es blanco o negro. Es decir, si llega a iniciarse una guerra con EE.UU. se haría pedazos Corea del Norte y Kim Yong Un perdería el poder y no es lo que quiere. Entonces son países que están, una vez que le contestaste, llevándote contra las cuerdas. Cuando ven que van a hacer algo vuelven para atrás y te llevan contra las cuerdas de nuevo. Entonces qué dice la teoría: no hay que hablarles a las autocracias como si fueran democracias. No le puedo hablar a un dictador porque su mentalidad y su sistema funcionan diferentes al de una democracia, que tendría controles de poder. El error de Trump es hablarle al líder norcoreano como si fuera un demócrata. “No haga esto porque me está amenazando” o “Si da este paso, yo voy a dar el otro”. Entonces del otro lado van jugando y es desesperante, porque termina poniendo al sistema internacional en tensión. (…) Esto sale más a la luz ahora porque Trump le contesta. Obama nunca le había respondido directamente. (…) Trump debe tener alguien que se lo diga, pero de ahí a que lo escuche es otro tema. Si llega a levantarse una zona de conflicto en Asia Pacífico, sabiendo hoy que China es destino y origen principal de muchos países del mundo, tendría un impacto imponente. Si uno ve cómo está atado el precio del petróleo en los últimos veinte años a conflictos internacionales es increíble: está correlacionado directamente a la muerte de Bin Laden, a la de Saddam Hussein en 2006, o al 11 de Setiembre… Tenemos una lógica de conflictos latente y esto puede terminar muy mal.

-Y en este caso ¿qué pasa con lo de ponerle valor a los valores democráticos? Porque atrás tenés millones de norcoreanos a los que no se le respetan los Derechos Humanos.

-Es difícil y otra lógica regional en la cual obviamente nos oponemos a lo que está pasando pero estamos hablando de historias de dictadura. No es lo mismo que un país que vive en democracia y que vemos que va tendiendo a un régimen autoritario, que un país de más dos mil años –como China– que es en esencia autocracia. Son regímenes consolidados. Que es terrible desde el punto de vista de las oportunidades que ofrecen los regímenes hoy, sí. Que hay mejor mundo, sí. No se puede poner en un pie de igualdad a Venezuela con Corea del Norte o China. O cuando a mí me dicen “te quejas porque esto es autoritario, pero China no”, pero China hace tres mil años que es una dictadura. Es verdad que me cuesta más hablar de los chinos diciéndoles “no, ustedes tienen que ser una democracia”.

-No te dieron la visa para ingresar a Cuba

-En realidad, lo que me sucedió fue que yo venía en una segunda tanda, en la primera había ido Luis Almagro y otros jóvenes más de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, y justo entré en una tanda que no llegaron a rechazarla porque me dijeron que no perdiera tiempo. Ya les habían negado el ingreso y habían dado una lista con los nombres que no ingresarían, y allí estaba el mío. Nada más contento que no me dejen entrar a una dictadura.

-¿Abiertamente colorado?

-Me considero una persona de centro, con una tradición familiar colorada. Soy parte del Partido Colorado, me siento afín a la institución, pero soy una generación que sabe que el partidismo radical no va a solucionar nada, yo participaría de un gobierno que comparte la visión de país de uno. Esto no es facilista, pero me considero una persona que quiere ver un país desarrollado, con buenos valores y si eso viene del Partido Nacional o del Frente Amplio, a pesar de que a veces no creo por dónde van las cosas, estaría feliz de contribuir.

-En tu carrera como analista internacional, ¿Te ves como Canciller de la República? Primero tendría que ganar el Partido Colorado.

-O el Partido Nacional. Yo creo que en el país que se viene, la oposición va a trabajar en conjunto. Un partido en solitario no puede trabajar hoy. Se va a conformar un gobierno de coalición, veo muy buena energía de ambos partidos para trabajar muchas cosas en conjunto. Yo me imagino construyendo la política exterior, sí. Te digo la verdad, no sé si en el rol de Canciller, pero este país necesita pensar en un Ministerio de Comercio. Somos de los pocos países en el mundo que con este ratio de comercio en el producto, que no tenemos un Ministerio de Comercio. No es que me imagine como ministro de Comercio, ni que me esté creando mi empleo, pero me imagino construyendo desde ahí. Porque muchas veces en el rol de Canciller hay mucho de autoridad casi presidenciales, y no son de los más técnicos. Yo igual estudio políticas públicas, no soy economista y la política la tengo en el día a día, soy consciente de que todo lo que analizo tiene un canal político por abajo, que a veces les pasa a los economistas que se olvidan que hay gente caminando por la calle.

-¿A quién estás más cercano en el Partido Colorado hoy?

-Estoy muy cercano a Amorín. Me gusta su estilo, creo que puede contribuir mucho para el país, solo que el partido está muy debilitado. Es una persona que tiene un encanto por el país, y lo veo con una fortaleza muy grande.

-¿Fernando Amado?

-Con Fernando compartimos generacionalmente muchas cosas. Me parece buen tipo, no tenemos afinidad ideológica en muchas cosas en la visión del país. Pero creo que quiere mucho a Uruguay y haría muy buenas cosas. Hay puntos en los que no comparto, en las visiones, en otras tantas sí. Me gusta cuando veo candidatos que, después de todo, hay fibra de que quiere trabajar por este país y punto.


“Lo veo como ‘seamos leales con el gobierno de Maduro porque ellos fueron leales en los tiempos de crisis’, y eso es terrible”

-En Venezuela ¿cómo se sostiene el discurso de que todo es un embate de la derecha? ¿dónde termina eso?

-Va a terminar en la historia misma. Aquellos que nos decían que en los 70 hubo grandes dictadores, una terrible dictadura, se limitaron las libertades, que hoy no nos estén diciendo nada, y no solo se silencian, sino que defienden -que es lo más doloroso- algo que a todas luces es autoritario y de ahí para arriba. De autoritario para abajo no se puede hablar porque estaríamos mintiéndonos en la cara, eso duele y lo está cobrando la historia. Uno no puede seguir mintiendo sobre estas mentiras. (…) ¿De qué Derechos Humanos me hablaban antes? Porque acá el dolor es la defensa y me duele como ciudadano que vive en una sociedad post dictadura y nosotros nacimos en democracia, pero nos enseñaron que había que tener memoria y justicia. Muchos compramos la idea y nos convencimos que era sano mirar la historia para un mejor presente, pero ¿cómo hoy en el presente no denunciás lo que denunciabas del pasado?

-Estados Unidos siempre que hay una situación de inestabilidad como la de Venezuela, tiene sus intereses detrás.

-Obvio que sí.

-¿Cuánto hay de intervención norteamericana en Venezuela, entonces?

-Creo que todo lo que vemos allí es lo que está pasando. Si esta conversación la tuviéramos en los 70, cuando el flujo de información era mucho menor, todavía. Pero ahora no hay misterio. Ahora me está hablando por Facebook Live, la madre cuyo hijo acaba de ser asesinado ¿Esa fue la CIA? Uno puede tener teorías conspirativas de que, por ejemplo, Estados Unidos está financiando a la oposición. Pero no hay mayor grado de teoría conspirativa que lo que está pasando: una terrible crisis, el pueblo aguantó hasta donde pudo la crisis económica, pero no aguantó la crisis humanitaria.

-Hay quienes adjudican esa crisis a una guerra económica…

-Me sorprende que se hable del poder americano en este conflicto y no se hable del poder perverso de un modelo socialista económico. Ese es el peor intervencionismo, el modelo socialista que tuvo Venezuela que dejó a un país devastado, con la misma matriz productiva que tiene hace muchos años, con un 90% del petróleo. Ningún país del mundo, racional, lo tiene ¿no pudieron diversificar nada de la economía? Ahí está el modelo socialista que tuvieron y nadie se queja de eso. Se quejan de un hipotético caso de intervencionismo americano, que capaz que existe. Pero háblame de lo otro también. Estamos hablando de uno de los cinco países con mayores reservas de petróleo en el mundo, sin dudas. Esto ni siquiera les pasaría a países más autoritarios como Arabia Saudita, que no son ningunos santos, pero tienen una lógica de diversificación. Aquí se generó una crisis económica y política, que son dos ámbitos que América Latina sabe de qué se trata, pero no siempre eso deriva en una crisis humanitaria. Pero si salen madres de la mano y le tiran gases lacrimógenos, no hay forma de entablar un diálogo. En Venezuela no están pidiendo derrocar a un presidente. Recién ahora están pidiendo bajarlo porque no deja hablar a su pueblo, porque por una crisis no se baja a un presidente, o sería irracional que se hiciera. Pero si hay una crisis política, económica, humanitaria, salgo a manifestarme y no me dejan, ¿qué plano tienen como supervivencia como sociedad? Ninguno.

-¿En qué se sustenta escuchar a Marcelo Abdala defender al gobierno de Nicolás Maduro?

-Hay que ser clarísimo. No es ni más ni menos que una inmensa hipocresía desde el punto de vista clásico de la palabra, de no actuar de la misma forma siempre. Después hay una lealtad de compra económica que sí la hubo en el pasado. Hubo un gran apoyo de Venezuela en el Bandes, en los tiempos difíciles del Uruguay. Pero ningún monto, ni el de dos toneladas de leche en polvo equivalen a los valores democráticos de un país. Yo lo veo como “seamos leales con el gobierno de Maduro porque ellos fueron leales en los tiempos de crisis”, y eso es terrible. Estás cambiando el monto económico por un monto moral. Es estar poniendo precio a los valores democráticos de un país.

-Cuando se dio la acusación de Maduro hacia Vázquez que aseguraba que Uruguay estaba ayudando a intervenir, para muchos sonó que el presidente había encontrado la razón para marcar distancia con el gobierno de Venezuela…

-No creo que lo estuviera buscando, creo que tuvo otras oportunidades para hacerlo. Eso fue a todas luces algo en lo que tenía que hablar el presidente de la República. Si de la nada un país que fue bastante pasivo con la situación, se le dice que está alineado con la CIA, el presidente tenía que hablar. No creo, lamentablemente, que Vázquez estuviera esperando una agresión. Tuvo que hablar y demostró que no le perjudicó tanto cuando él marcó una línea roja, esa línea se pasó cuando el embajador de Venezuela fue a visitar al Canciller, y ante el pedido de pruebas que no tenían, Nin habló en el Parlamento y planteó que se habían hecho las paces. Nos dijeron de todo, no presentaron pruebas, y sigue todo igual o sea que no fue una línea roja tan marcada. Vázquez estaba obligado institucionalmente a decir algo, pero no tuvo respuesta, y Uruguay quedó expuesto porque Maduro ni siquiera le contestó la mitad de lo que él quería.

-¿La OEA está tardando demasiado?

-Las instituciones que tienen la intervención de tantos países, dan pasos de elefante. Sin dudas la OEA, cuando la historia recorra lo que pasó en Venezuela, va a ser muy importante. Al mismo tiempo Luis Almagro tuvo un perfil excelente con la situación. Porque nadie podía negar que venía de la izquierda, nadie podía negar que venía del ala de un presidente muy alineado con lo bolivariano como Mujica, llegó y, según él, por tener más información, denunció. Y desde el punto de vista de la lógica del perdón, tarde o temprano la denuncia es importante. A veces lo rápido o lento es en comparación a algo, y si vemos en comparación a cómo la comunidad internacional está tomando lo de Venezuela, la OEA es la que va más rápido.

-Pero hay que ver cuánto le importa al resto de la comunidad internacional, la situación en Venezuela.

-La OEA cuenta con una serie de países que siguen limitando de alguna forma las mayorías necesarias para avanzar. Al final del día la comunidad internacional deberá hacer dos cosas: primero denunciar como lo ha hecho con el resto de los dictadores. Esto es autoritario por donde se lo mire. (…) Lo segundo, y lo más importante, que no se hizo, es demostrar que el sistema internacional no está armado para apagar incendios, sino para prevenirlo. La OEA casi intentó apaciguar un poco, pero le estamos mostrando al mundo que el sistema internacional está para apagar incendios y no es así. (…) Por eso es una lástima porque tuvimos demasiadas señales como para poder intentar apaciguar lo que es un incendio.