La integración regional para impulsar la recuperación

Columna > Confederación Empresarial del Uruguay

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Desde mediados de la década de 2010, América Latina y el Caribe experimenta un proceso de desintegración comercial que se evidencia en la pronunciada caída del peso de las exportaciones intrarregionales en sus envíos totales. Si bien este fenómeno responde en gran medida al muy escaso dinamismo económico que ha exhibido la región desde 2014, el mismo también refleja la difícil coexistencia de los esfuerzos de construcción regional con las fuerzas centrífugas resultantes de la acumulación de acuerdos comerciales con socios extrarregionales.

Más allá de sus múltiples causas, el vaciamiento del comercio intrarregional en los últimos años es muy preocupante desde la óptica del desarrollo. Como se ha señalado en las secciones anteriores, para la gran mayoría de los países de la región se trata del comercio más intensivo en manufacturas, el que involucra la gama más amplia de productos y el que registra la mayor participación de empresas y, por ende, el más conducente a la diversificación productiva y exportadora. Asimismo, comparado con los envíos extrarregionales, su menor contenido de materias primas le otorga una mayor sostenibilidad ambiental, en tanto que la mayor presencia de mipymes ayuda a difundir sus beneficios de forma más equitativa. Como se mostró en las secciones precedentes, los países de la región poseen la capacidad productiva para cubrir parte de la demanda que hoy está siendo abastecida por importaciones desde otras regiones.

Por las razones ya expuestas, revertir la desintegración comercial y por ende productiva de la región es crucial para obtener una recuperación más sostenible tras la pandemia. Para ello se requiere superar la fragmentación que sigue caracterizando al espacio económico regional, acelerando los esfuerzos por avanzar hacia la convergencia entre las distintas agrupaciones. Solo así se podrán plasmar plenamente beneficios como la mayor escala del mercado ampliado y el aprovechamiento de las complementariedades nacionales. Esta tarea se vuelve aún más urgente a la luz de ciertas tendencias mundiales examinadas en el capítulo I, que apuntan a una creciente conflictividad en las relaciones comerciales, una gobernanza multilateral debilitada y una intensificación de los procesos de regionalización del comercio y la producción.

Fuera del ámbito arancelario, en donde ha habido mayores avances, la agenda de convergencia incluye temas no arancelarios de gran importancia, como la gradual armonización o reconocimiento mutuo a nivel regional de los estándares técnicos, sanitarios y fitosanitarios de cada país. Este tipo de avances beneficiaría particularmente a las pymes exportadoras, ya que ellas tienen una capacidad menor que la de las grandes empresas para lidiar con la multiplicidad de requerimientos regulatorios que enfrentan en los distintos mercados dentro de la región. Asimismo, para promover los encadenamientos productivos plurinacionales, resulta conveniente explorar opciones que permitan avanzar gradualmente hacia una plena acumulación regional de origen (idealmente basada en un conjunto único de normas de origen).

El creciente desarrollo de normativas en los distintos mecanismos de integración facilita y complejiza a la vez un eventual proceso de convergencia entre ellos, entendido como la creación de un espacio regional integrado con reglas comunes para el comercio y la inversión. Lo facilita porque, a diferencia de lo que ocurría hace pocos años, la mayoría de las agrupaciones subregionales poseen —o están en proceso de adquirir- marcos normativos sobre las distintas temáticas. Lo complejiza porque los acuerdos alcanzados en distintas agrupaciones suelen presentar diferencias importantes en términos de

amplitud y profundidad. Con todo, desde el punto de vista del acervo normativo, las condiciones para emprender un proceso de convergencia parecen hoy más idóneas que las existentes a mediados de la década pasada. No obstante, la experiencia sugiere que la convergencia deberá producirse principalmente “desde abajo hacia arriba”, es decir, mediante la acumulación en el tiempo de acuerdos sobre temas específicos alcanzados entre grupos variables de países.

Fuente: Cepal 2020