Por Luis Porto (*) | @Luis_A_Porto
El mundo se encuentra en varias transiciones, y una de las que a nivel global, regional y nacional (de cada país) afecta a nuestro hemisferio se relaciona con el desarrollo tecnológico, con la llamada cuarta revolución industrial.
La aparición de la impresión 3D, la automatización y la robótica, la biotecnología, la nanotecnología, la digitalización, la inteligencia artificial y la posibilidad de la fertilización cruzada de las nuevas tecnologías, marcan una época revolucionaria en materia tecnológica, pero no solamente.
Esto está cambiando sustancialmente al menos tres esferas:
- La geopolítica mundial a través del cambio en las fuentes de poder (ya analizada en una nota anterior)[1]
- La localización de las empresas multinacionales (esta nota)
- La esfera productivo-laboral (en una próxima nota)
Hace ya varios años la Unctad estimó que el 80% del comercio mundial se concentra en las llamadas cadenas globales de valor, es decir, por firmas que se especializan en componentes, en cada uno de los países del mundo y luego intercambian para ensamblar en otros países y, por último, generar un producto en otro país diferente.
Este patrón de producción global está cambiando por diversos motivos, dos de ellos relacionados a las incertidumbres y el otro relacionado a las nuevas tecnologías.
En su informe de 2023 la OMC[2] presenta las tendencias en la participación de los países en dichas cadenas y se visualiza que esta participación era creciente hasta la crisis financiera de 2009, rebotó y se mantuvo estable hasta la pandemia que cayó, y luego tuvo un rebote pospandemia.
Las cadenas globales de valor sufrieron los problemas de la pandemia, y pusieron sobre la mesa la importancia de la resiliencia.
Así también, las incertidumbres propias de la coyuntura geopolítica global han llevado a analizar la necesidad de relocalizar actividades y diversificar proveedores, modificando de alguna forma la morfología geográfica de las cadenas de valor para desarrollar resiliencia. Esto es particularmente importante cuando aparecen conflictos como el del Mar Rojo o la invasión de Rusia a Ucrania.
Las incertidumbres generan necesidad de resiliencia, de diversificar la cadena de suministros y de eventualmente transformar la “topografía” de las cadenas productivas. En particular, la relocalización cercana puede ser una forma de desarrollar capacidad de resiliencia frente a los shocks.
Al mismo tiempo, con la introducción de la impresión 3D, la digitalización y la robótica: lo que hasta hace una década se producía en 20 o 30 países, desde hace unos pocos años se puede producir en solo 3-4 países, o incluso en uno[3]–[4]. Esto se explica por varios motivos entre los cuales se destaca que las tecnologías avanzadas de producción digital[5] permiten aumentar la productividad y la utilización de la capacidad a nivel local o nacional, reduciendo de esta forma las ventajas de la producción a gran escala anteriormente asociada con las cadenas globales de valor dispersas en multiplicidad de países.
Esto significa que las cadenas globales se pueden transformar en cadenas regionales de valor, modificando sustancialmente los desafíos para los países de América Latina en ese sentido.
A diferencia del offshoring, estamos frente al “reshoring” (relocalización) en los sectores de vanguardia tecnológica. También se han hecho comunes las expresiones “nearshoring” (relocalización cercana) y “friendshoring” (relocalización relacionada a las alianzas geopolíticas).
Salvo alguna excepción, los países de América Latina están perdiendo esta oportunidad.
El bajo costo comparativo de la fuerza de trabajo en la región impedirá que muchos empleos sean sustituidos en el corto plazo, pero esto se puede revertir en el mediano plazo. Se pronostica que para el año 2025 los países industrializados más avanzados tendrán una ventaja comparativa sobre el costo de producción manufacturera con base en el ritmo de automatización tecnológica.
Sin embargo, en el mediano plazo existe también la posibilidad de atraer inversiones para la producción de bienes y servicios con mayor contenido de conocimiento, pero esto dependerá del desarrollo de políticas productivas. Los países desarrollados ya están desarrollando políticas industriales para atraerlas, los países de América Latina deben también hacerlo.
Para que la reconfiguración de las cadenas globales de valor tome en cuenta a nuestra región como una posibilidad es necesario desarrollar actividades más sofisticadas en las cuales la importancia del conocimiento y la tecnología son importantes.
Y para esto es necesario tener en cuenta que esta relocalización también depende de la existencia y fortaleza de los ecosistemas locales de innovación[6].
Las nuevas tecnologías que reconfiguran las cadenas productivas globales de valor generan una gran oportunidad para la introducción de políticas productivas a nivel nacional o binacional enfocadas al desarrollo de capacidades e infraestructura tecnológica de forma de incrementar el grado de sofisticación de la producción y la calificación de los trabajadores.
La globalización se está redefiniendo y se corre el riesgo de que apenas unos pocos países de América Latina se aprovechen de esa redefinición.
Son necesarias nuevas políticas industriales, pero no solo, los acuerdos binacionales o regionales pueden ser también una forma de posicionarse frente a la relocalización de las empresas en la medida que dichos acuerdos reduzcan las barreras no arancelarias y fomenten la cooperación y complementación interempresarial.
Todavía se puede actuar.
Permítaseme una digresión conceptual previa.
Hay trabajos[7] que asumen que los productos son el resultado de la combinación de muchos inputs no comercializables, llamados capacidades, y que los países producen a partir de esas capacidades.
Los productos difieren en la variedad de capacidades requeridas para su desarrollo y los países difieren en la variedad de capacidades que tienen.
Por otra parte, el concepto de especificidad se ha desarrollado convencionalmente relacionado a los activos a nivel de firma. La especificidad de los activos refiere al mayor valor de los activos relacionados a una inversión concreta respecto a usos alternativos de dichos activos[8], pero podría extenderse perfectamente a las instituciones formales e informales y a los factores de producción de un país que generan un mayor retorno social cuando se relaciona con un determinado tipo de productos que con otros[9], se podría extender al concepto mismo de capacidades.
El punto entonces es tratar de identificar las capacidades específicas que en cada país se relacionan con el desarrollo de los productos. De esa forma, para atraer inversiones en esos productos, se pueden desarrollar políticas que desarrollen las capacidades específicas relacionadas.
En lo que respecta a nuevas políticas industriales, relacionado al desarrollo de capacidades específicas relacionadas a cada producto en la OEA hemos desarrollado estudios[10] que muestran que existe una alta relación entre la complejidad de los productos (aquellos que tienen más conocimiento incorporado) y el desarrollo de capacidades en un país.
Esas son las tres variables (capacidades específicas) que se relacionan con la competitividad en productos complejos: infraestructura, preparación tecnológica y protección al inversor.
El desarrollo de infraestructuras no solo permite una mayor interconexión, sino que además genera externalidades.
La cooperación entre universidades y empresas permite desarrollar la preparación tecnológica de las mismas y estas retroalimentan el trabajo científico técnico en las universidades.
Finalmente, en lo que refiere a las instituciones, la transparencia gubernamental y la fortaleza en las normas de auditoría del sector privado (la lucha contra la corrupción) pueden ser políticas para la protección de las inversiones y la garantía de certeza para los inversores, según los trabajos realizados en la OEA.
Las políticas productivas para la atracción de inversiones en productos de mayor complejidad en América Latina deberían partir de estos hallazgos, tomando en cuenta las especificidades de cada país.
En resumen, a las incertidumbres propias de un mundo altamente interconectado, de la geopolítica global se suman las incertidumbres relacionadas a la cuarta revolución industrial que facilita y de alguna forma dispara la relocalización de las actividades de las firmas y la morfología espacial de las cadenas (ya no tan globales) de valor.
Un primer desafío para América Latina es identificar políticas productivas para el desarrollo de capacidades, infraestructuras y normas para atraer nuevas inversiones en productos con mayor contenido de conocimiento.
Un segundo desafío refiere a la necesidad de repensar la inserción internacional, mediante la búsqueda de acuerdos binacionales, trinacionales o regionales con especial énfasis en la complementación productiva entre empresas para el desarrollo de cadenas binacionales o regionales de valor.
(*) Consejero estratégico de la OEA. Las opiniones son personales y no comprometen a la Organización.
[1] Ver La transición en la gobernanza global – Crónicas (cronicas.com.uy)
[2] Global Value Chain Development Report 2023: Resilient and sustainable GVCs in turbulent times (wto.org)
[3] What is the Fourth Industrial Revolution? | Industrial Analytics Platform (unido.org)
[4] Dachs, Bernhard and Seric, Adnan. (2019) Industry 4.0 and the changing topography of global value chains. Inclusive and Sustainable Industrial Development Working Paper Series 10/2019. Vienna: UNIDO.
[5]“Las tecnologías avanzadas de producción digital se definen como una combinación de hardware (robots avanzados e impresoras 3D), software (análisis de big data, computación en la nube e inteligencia artificial) y conectividad (Internet de las cosas)”. Capturing the ‘digital dividend’ in developing economies | Industrial Analytics Platform (unido.org)
[6] ¿Está la Industria 4.0 impulsando la relocalización de la actividad manufacturera? | Industrial Analytics Platform (unido.org)
[7] Hausmann, R. & C. Hidalgo (2011): “The Network Structure of Economic Output”, Journal of Economic Growth 16(4), January 2011
[8] Williamson (1975)(1985)
[9] Los tiempos de los procesos y procedimientos, tiempos y costos de los permisos de construcción por ejemplo generan diferentes retornos sociales en los productos intensivos en el uso de infraestructura que en otros.
[10] Luis Alberto Porto Rizzo, Gerzaín Avilés-Polanco, Marco Antonio Almendarez Hernández, Ignacio Munyo, Luis Felipe Beltrán-Morales: «Structural Change, Capabilities, Institutions and Beliefs for Inclusive Growth: a multidimensional indicator and the contribution of Canonical Correspondence Analysis» OAS, mimeo.