Pandemia remarca desafíos previos, pero que deben ser revisados ante la nueva coyuntura

Fortalezas > Permiten ser “optimistas sobre nuestra capacidad de recuperación más rápida”

La  pandemia del Covid-19 dejó en evidencia fortalezas, pero también marcó fragilidades del país, según surge del informe “Repensando Uruguay: Fortalezas, debilidades y lecciones aprendidas tras la pandemia”, elaborado por la consultora PwC. En el mismo se analizan los puntos fuertes y débiles de Uruguay para enfrentar la pandemia, los factores que moldean la nueva normalidad y los principales aspectos a considerar para repensar al país tras los impactos del virus.

El informe destaca fortalezas que tenía el país y que permiten ser “optimistas sobre nuestra capacidad de recuperación más rápida que en otros países emergentes”. 

Una es el tamaño. Ser un país pequeño “facilita y agiliza la adopción de cambios y nos hace menos propensos a los contagios”

Otra es que somos una economía con base en el sector agropecuario, que es de las actividades menos afectadas: representan el 6% del PIB (14% sumando agroindustrias) y el 85% de las exportaciones.

También menciona la “amplia cobertura de la seguridad social y sanitaria”. Uruguay tiene la mayor proporción de ocupados cubiertos por la seguridad social (75% en 2019), seguido por Chile (68%), mientras que en Paraguay, Bolivia y Perú el valor es cercano al 20%. En el plano sanitario, el Fonasa cubre a 2,5 millones de personas y Uruguay cuenta con 50,5 doctores por cada 10.000 personas, lo que nos coloca al máximo nivel en la región y el mundo (Alemania tiene 42, Corea del Sur 37). 

También destaca el seguimiento de casos positivos y sus contactos, el desarrollo de kits de detección del virus elaborado por la Universidad de la República y el Instituto Pasteur, que ampliaron el acceso al diagnóstico; y el lanzamiento de la app Coronavirus UY.

La menor dependencia regional (financiera, comercial y turística) también es un punto a favor.

Asimismo, se valora positivamente en materia tecnológica, con indicadores comparables a países avanzados, en penetración de banda ancha, acceso de los hogares a internet, cobertura móvil  3G y LTE, velocidad de conexión y el Plan Ceibal. Destacan además, la pertenencia de Uruguay al D-9 (Digital-9), que nuclea a los nueve países más avanzados del mundo en términos de desarrollo y gobierno digital.

También se resaltan los “cambios en el sistema financiero”, que implicaron una gran aceptación de medios de pago electrónico.

Por último, se hace mención a la “mirada externa muy positiva”, ya que “Uruguay es un país con estabilidad política, democrática y social, y continúa siendo uno de los cuatro países del continente con grado inversor para las tres grandes agencias calificadoras de riesgo”.

Fragilidades

Pero la pandemia también evidenció “fragilidades”. Aunque se destacan los 17 años consecutivos de crecimiento, el período más largo de la historia, se aclara que en este lapso hubo dos subperíodos. Hasta 2014 la economía crecía de forma generalizada, pero luego comenzó a hacerlo a menor ritmo, la inversión privada cambió su tendencia, y las exportaciones se desaceleraron.

En cuanto al mercado laboral, tiene una regulación “desactualizada frente a las nuevas necesidades de trabajadores y empresas” -por ejemplo, en teletrabajo-, lo que se suma a cifras preocupantes de caída del empleo, alta desocupación juvenil y elevado subempleo.

En educación, se advierte que en 2019 un 30% de la población tuvo como máximo nivel educativo alcanzado la primaria, y el 49% tiene como máximo secundaria.

En competitividad, además de los niveles mínimos del Tipo de Cambio Real (que refiere solo a un aspecto de la competitividad), hay otras dificultades vinculadas a costos logísticos, infraestructura, entre otros.

Además, la industria (sin telecomunicaciones) se encuentra estancada desde hace cinco años, con algunas ramas industriales que vienen cayendo de forma sistemática desde hace años.

Por último, en materia de cuentas públicas se detalla que desde 2012 el país dejó de tener superávit primarios, y desde hace más de un año el déficit fiscal se ubica en el entorno del 5%. Ello implicó un aumento de la deuda pública, que pasó del 53% del PIB en 2014 al 62% en la actualidad.

“Reconstruyamos Uruguay”

El informe destaca varios desafíos que tiene por delante el país, la mayoría de los cuales ya estaban presentes antes de la pandemia, pero que ante la nueva coyuntura deberían ser revisados.

En primer lugar, se interpreta que “un desafío clave para el sector educativo es alejarse de su enfoque tradicional de inversión centrado en ladrillos para enfatizar la inversión en mejores maestros”, ya que “hay evidencia abrumadora” de los mejores resultados están asociados a “la calidad del educador”. Eso, acompañado de un replanteamiento del plan de estudios, que incluya mejores habilidades lingüísticas, alfabetización digital, educación financiera, creatividad, agilidad, resiliencia y trabajo en equipo.

También se remarca la necesidad de mejorar la competitividad más allá del tipo de cambio, lo que implica optimizar la productividad, repensar la inserción internacional e invertir en infraestructura. Para esto se debe evaluar cuál será el mecanismo, ya que probablemente sea necesaria una mayor participación del sector privado (PPP, concesiones) y buscar nuevas formas de financiamiento (como el reciclaje de activos públicos).

A su vez, hay aspectos sociales y de desigualdad a considerar, ya que la afectación es asimétrica y especialmente intensa en el caso de los segmentos más vulnerables.  El deterioro en materia de pobreza, indigencia y desigualdad supondrá un desafío adicional, por lo que las medidas de respuesta deben considerar estos elementos. También se remarcan cambios necesarios en el mercado de trabajo, en aspectos regulatorios y sobre las habilidades requeridas.

Por su parte, la digitalización, avance en la tecnología y temas de sostenibilidad son todos asuntos clave de la nueva agenda, pública y privada.

El informe destaca que Uruguay cuenta con “algunas ventajas competitivas naturales y únicas que, si se aprovechan de manera adecuada, nos permitirán recuperar nuestra economía rápidamente y con más fuerza que otros países”.

En ese sentido, se mencionan seis pilares claves que “si se abordan con éxito, permitirán que la economía de Uruguay se recupere”. Estos son: mantener el nivel más alto de empleo posible hasta que se recupere la economía; comprender el crecimiento real y estimularlo; eliminar las barreras y los impedimentos para mejoras de productividad generales y sostenidas en todos los ámbitos; abordar el creciente grado de inequidad intergeneracional que se ha exacerbado por el costo de combatir la pandemia; abordar el desafío urgente del cambio climático; y colaboración efectiva de los sectores público y privado para ayudar a la recuperación.

La consultora reconoce que “no son metas fáciles” y muchas serán muy desafiantes. “Inevitablemente, habrá una necesidad de compensaciones para equilibrar la necesidad social, los resultados de salud y el crecimiento económico, junto con otros intereses nacionales, como mayor grado de autosuficiencia y mejor salud de la población”, señala el informe, evaluando que ello requerirá de “valor y liderazgo”, sobre todo de aquellos en posiciones de influencia, ya sean líderes políticos, empresariales o comunitarios.

“Podemos esperar un futuro próspero y una oportunidad para garantizar que los beneficios de la recuperación se compartan en todos los elementos de nuestra sociedad”, concluye.


La nueva normalidad

El informe de PwC enfatiza que hay “aspectos que están moldeando la nueva normalidad”, algunos de carácter temporal, pero otros “posiblemente perduren y den forma al país en el futuro cercano”.

En el sector público habrá una mayor participación, fundamentalmente durante la recuperación, aunque se deberá definir su “forma”: inversor, regulador o reformador. 

En cuanto al ámbito fiscal, la crisis económica socavó la capacidad de los gobiernos de aumentar los ingresos en sus formas tradicionales, por lo que “el Gobierno tendrá el desafío de encontrar nuevas formas de aumentar los ingresos sin sofocar el crecimiento económico”.

En el sector privado, se advierten grandes cambios en la estructura industrial: “Algunas empresas sobrevivirán, otras no y otras cambiarán su naturaleza, restableciendo las bases para la competencia”. Asimismo, ante el crecimiento del comercio electrónico y servicios electrónicos, las empresas que tienen o pueden desarrollar rápidamente capacidades digitales sólidas estarán en mejor posición.

Por otro lado, se estima que en el futuro las cadenas de suministro puedan “ser más cortas y ciertamente requerirán una mayor capacidad de recuperación”.

En el plano laboral, “el desempleo será alto, y la flexibilidad laboral será la nueva norma”, al tiempo que la mayor competencia tecnológica requerirá de “nuevas habilidades de alta tecnología”.

Por último, señala que “la nueva normalidad afecta las formas de consumo,  cada vez más digitales, con nuevas realidades y prioridades, y en algunos casos más cautelosas”.