Uruguay tiene -“si se cumple”-  la mejor regla fiscal, pero es clave “la voluntad política”

Política fiscal procíclica “genera desahorro en tiempos buenos y siembra las semillas para la siguiente crisis”

Foto: BCU

La procicilicidad de las políticas fiscales es uno de los principales problemas de los países emergentes en su manejo macroeconómico, señaló el economista Carlos Vegh durante un evento de la Academia Nacional de Economía (Acadeco). Explicó que la prociclicidad “amplifica el ciclo económico, genera desahorro en tiempos buenos y siembra las semillas para la siguiente crisis”. En tal sentido, destacó el instrumento de la regla fiscal como recientemente incorporó Uruguay, pero advirtió que “no hay regla que solucione el problema si no existe la voluntad política de ahorrar en los tiempos buenos”.

Carlos Vegh, de la Universidad Johns Hopkins, la Oficina Nacional de Investigaciones Económica (NBER, por sus siglas en inglés) y execonomista Jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, realizó la presentación “Política fiscal procíclica: Teoría y evidencia”.

En dicha instancia, sostuvo que la prociclicidad de la política fiscal “ha sido el mayor problema de la macroeconomía fiscal que han tenido los países emergentes y de América Latina”.

A modo de introducción, explicó que lo fundamental para definir si una política fiscal es procíclica, contracíclica o acílica son los dos grandes “instrumentos fiscales”: el gasto público y la tasa impositiva (no la recaudación). Una política fiscal procíclica es aquella expansiva en buenos tiempos, y contractiva en los malos tiempos, amplificando así el ciclo económico. Por el contrario, una política fiscal contracíclica es expansiva en malos tiempos y contractiva en los buenos, mientras que una política fiscal acíclica funciona independiente del ciclo económico.

Pedalear en bajada

El experto describió que desde una mirada larga (1960-2021) se observa que la mayoría de los mercados emergentes están marcados por políticas fiscales procíclicas, mientras que en las economías industriales predominan las políticas contracíclicas. De acuerdo a Vegh, un  85% de los países emergentes han sido procíclicos, contra el 27% de los países industriales. La realidad de los países emergentes es también la que aplica a toda América Latina y el Caribe. Con la excepción de Jamaica, todos los demás países de la región han sido procíclicos en el promedio de los últimos sesenta años, tanto por el lado del gasto público, como por el lado impositivo.

Respecto a los motivos que lleva a que la política fiscal sea procíclica, Vegh mencionó “la falta de acceso a los mercados de créditos en malos tiempos” y “las presiones políticas para subir el gasto en los buenos tiempos”.

Respecto al primer motivo, explicó que la teoría de la política fiscal óptima implica ahorrar (o repagar deuda) en buenos tiempos y desahorrar (pedir prestado) en malos tiempos. “Si un país no tiene acceso a los mercados de crédito internacionales en malos tiempos, no tendrá más remedio que recortar el gasto público y/o aumentar las tasas impositivas, cayendo la política fiscal procíclica”, fundamentó Vegh. Esa situación, agregó, “no es la norma en los países desarrollados que tienen fácil acceso a los mercados de capitales en todo momento”.

En cuanto a las “presiones políticas a gastar más”, estimó que son “difíciles de resistir” y comentó que muchas veces también se opta por bajar impuestos para evitar que se malgaste. “Este exceso de gasto en tiempos buenos, fuerza al gobierno a ajustar en malos tiempos para asegurar la solvencia fiscal intertemporal”, argumentó.

El graduado

No obstante, para Vegh existe “un antes y un después” del año 2000. “Hubo un cambio, se dio un fenómeno de ‘graduación’, en el sentido de que vemos que hay bastantes países que se convirtieron en contracíclicos, incluso muchos emergentes”, explicó. Desde el año 2000 la “tasa de graduación” es de 22%.

Al respecto, mencionó un caso particular comparando a Uruguay y Chile, que antes del cambio de siglo “estaban prácticamente iguales”, pero que desde entonces tomaron caminos diferentes. Chile implementó su regla fiscal estructural en el año 2000, lo que le permitió “graduarse” y tener una policía fiscal contracíclica, mientras que Uruguay se convirtió en el segundo país con política fiscal más procíclica solo por detrás de Venezuela. “Esto es un poco decepcionante y no ha sido un problema de un solo Gobierno”, comentó.

La regla

Vegh culminó su presentación explicando que para combatir la prociclicidad fiscal se han adoptado reglas fiscales de todo tipo, pero que resumió en tres grandes grupos: aquellas basadas en el déficit primario observado (zona euro), las sustentadas en el déficit primario estructural (como la que tiene Chile desde el 2000 y recientemente Uruguay) y reglas basadas en el gasto público (como Brasil).

A propósito, comentó que “la peor regla es la primera” (déficit primario observado) pues maximiza la prociclicidad, porque si en malos tiempos cae la recaudación impositiva porque la base impositiva baja, se debe cortar el gasto o subir impuestos, amplificando el ciclo negativo. Por el contrario, valoró que “la mejor regla es la segunda” ya que si “si se cumple, replica la política fiscal óptima”. No obstante, reconoció que calcular el déficit ajustado por el ciclo no es trivial, pero la experiencia de Chile indica que puede hacerse. “Es mejor tener una regla fiscal sólida aunque sea difícil de implementar, a tener una regla que ya desde un punto de vista conceptual no va en ese sentido”, opinó.

Como comentario final, sostuvo que las reglas fiscales son de gran utilidad, puesto que ayudan a escapar de la “trampa procíclica”, pero advirtió que “en última instancia no hay regla que solucione el problema si no existe la voluntad política de ahorrar en los buenos tiempos”.