Diego Balestra, presidente de la Confederación de Cámaras Empresariales del Uruguay y director de Prodhin.
Empresario, emprendedor, y desde muy joven vinculado a la actividad industrial. En el rubro avícola recorrió un amplio camino, lo que determinó que en 1979 fundara Prodhin, una empresa que se destaca por su carácter innovador, con la calidad y la seguridad como preceptos esenciales. Fue presidente de la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU) en cinco períodos de dos años. Hoy enfrenta el desafío de ser el primer presidente de la novel Confederación de Cámaras Empresariales del Uruguay, una súper gremial que abarca 20 organizaciones firmantes, que representan a más de 47 mil empresas agrupadas en 264 agremiaciones sectoriales, y que comparten principios y valores sobre qué es y qué significa el desarrollo de la actividad empresarial en nuestro país, como así también el papel del empresario en la sociedad. En una mano a mano con Empresas & Negocios hizo alusión a los cometidos de esta Confederación, los pasos a seguir y el papel que la entidad pretende tenga el empresario en la sociedad, entre otras reflexiones.
Por Oscar Cestau | @OCestau
– ¿Qué lo llevó a aceptar la presidencia de la Confederación de Cámaras Empresariales del Uruguay?
– Yo he trabajado mucho para lograr esto… Hemos pasado un montón de horas con colegas y empresarios a los que nos une la visión de la necesidad que tiene el país y nuestro sector de abrir un ámbito donde nos podamos reunir y analizar los problemas de mediano y largo plazo, como así también buscarle alguna solución a determinados temas que nos son comunes a todos. Y cuando hablamos de determinados temas no nos referimos a la coyuntura. La coyuntura se va a seguir manejando, como se hizo, se hace y se hará, por parte de los presidentes de las cámaras sectoriales; porque incluso ahí, entre las diferentes cámaras, existen diferencias y enfrentamientos, dado que muchas veces hay intereses cruzados. Nosotros detectamos que en instancias anteriores eso había generado problemas, lo que derivó en que esos intentos no fructificaran en la manera que tenían que haberlo hecho. Yo estuve muy involucrado en todo lo que fue de la época del Cosupem para adelante en la unión de los empresarios, y con algunos tenemos una visión muy clara de la necesidad de impulsar algo así.
Con la ARU y la Federación Rural fuimos los que hicimos el esfuerzo máximo para que esto tomara forma. Dos cámaras hermanas como la de Comercio y Servicios y la Mercantil nos dijeron que querían tomarse un tiempo, que no estaban convencidos y que preferían ver cómo funcionaba en el arranque la Confederación. Nosotros seguimos adelante y cuando vimos que por parte de las otras cámaras había un apoyo muy grande a la iniciativa, nos largamos.
– Intersectorial, Intergremial, Cosupem, Las 24… todas fueron iniciativas de formar uniones empresariales que no prosperaron. ¿Cuánto se aprendió de estos intentos anteriores para desembocar hoy en la Confederación?
– Por supuesto que los intentos anteriores sirvieron de aprendizaje. Hubo un período de unos cuatro años entre Las 24 y ahora donde cinco cámaras de segundo orden estuvimos trabajando para llegar a esto; y digo de segundo orden porque son cámaras conformadas por gremiales, es decir, no son sectoriales. Hicimos muchos eventos, uno de competitividad, varios sobre educación, donde elaboramos un documento de ocho puntos que se le hizo llegar a los pre candidatos a la presidencia previo a las elecciones. Luego, hicimos una charla sobre valores, donde trajimos a Santiago Kovadloff, un filósofo argentino. Posteriormente, realizamos otro sobre inserción internacional con ex cancilleres, Didier Opertti y Sergio Abreu, y el canciller actual, Rodolfo Nin Novoa.
Cuando terminamos toda esa actividad consideramos que era el momento para aglutinar a todos los empresarios. En intentos anteriores nunca se le dio una institucionalidad, y fue exprofeso. Pero, ¿qué sucedía? La voluntad de los presidentes de turno hacía que la iniciativa tuviera altos y bajos. Entonces, con esa experiencia, uno de los temas que nos planteamos fue darle cierta institucionalidad. Empezamos por la firma de una carta-acuerdo donde nos dimos los lineamientos básicos y marcamos un plazo de un año para ver como funcionamos y así poder dar el paso para una institucionalidad mayor. Creemos que es básico el tema de la institucionalidad porque, independiente de los hombres que estén, hay que dejar todo armado para las personas que vienen. Esa es la razón.
¿Cómo se maneja esta nueva Confederación en cuanto a sus autoridades?
Los que firmaron la carta de integración son los presidentes de cada una de las instituciones que componen la Confederación. Los representantes de cada institución en la Confederación son el presidente y un alterno. Ese alterno tiene que cumplir dos cualidades: o ser consejero de esa institución o ser un past president de la misma. A su vez, otro requisito es que el titular de la Confederación no puede ser un presidente activo. ¿La razón? En situaciones anteriores vimos que cuando se cumplía el doble rol, traía problemas entre las instituciones. La titularidad de la Confederación va a rotar cada dos años, lo mismo que la secretaría. A su vez, la secretaría la lleva adelante la institución que tiene la presidencia. Como la CIU ha sido la que más ha trabajado en eso y tiene un expertise en su secretaría, el resto de los colegas me dieron la posibilidad y el honor de ser el primer presidente de la Confederación.
– ¿Cuáles son los principales ejes que se marcaron para este arranque de la gestión?
– Nosotros tenemos bastante claro hacia dónde queremos ir. El primer punto tiene que ver con la competitividad, y en ese sentido, hace pocos días hicimos un seminario sobre el tema. Nos parece un tema fundamental para el empresario. Un país como Uruguay, que necesita vender al mundo, precisa ser competitivo, porque otros países venden lo mismo que nosotros y lo hacen más eficientemente.
“Un país como Uruguay, que necesita vender al mundo, precisa ser competitivo, porque otros países venden lo mismo que nosotros y lo hacen más eficientemente”
Otra cosa que vamos a hacer los primeros días de diciembre es un seminario sobre educación, un tema que nos parece relevante e importantísimo para el país. Creemos que hay que ir a un cambio significativo en ese sentido. Los empresarios del sector productivo no somos especialistas en este tema, pero sí generamos el ámbito para que se pueda llevar adelante, como ya lo hicimos, con técnicos y especialistas. Tenemos muchas esperanzas en que podamos colaborar en materia de educación con otra gente que también está haciendo muchos trabajos en esa área, porque es un tema de preocupación general en el país. Y a los empresarios, además de preocuparnos los temas empresariales, nos inquietan los temas sociales. Después tenemos tres eventos más en carpeta para el año que viene. Uno es ‘Imagen del empresario y la empresa’. Creemos que el empresario tiene un debe grande en eso. No hemos sabido explicar què es lo que somos, por qué hacemos lo que hacemos y qué importancia tiene para el país lo que hacen los empresarios.
Un segundo tema tiene que ver con la seguridad, que va muy relacionado con la competitividad y en el relacionamiento con la población en general. Y un tercer evento apunta a todo lo que tiene que ver con infraestructura. Es muy negativo lo que está pasando en infraestructura. El incremento de costos que genera no tenerla es muy grande. Hay un rezago importante de inversiones en ese tema, y ahí hablamos de rutas, de vías de trenes, de puertos…
Entonces, lo nuestro es imagen y propuesta permanente para ayudar a solucionar los problemas que tiene el país.
– En la Confederación hay cámaras que seguramente tienen intereses contrapuestos. ¿Cómo se compatibilizan esos intereses a nivel de la entidad?
– No se tratan. Fíjese que dentro mismo de la CIU tenemos gremiales con intereses encontrados. Esos son temas que se tienen que seguir llevando y analizando sectorialmente, y que no deberían impedir que nosotros podamos ponernos de acuerdo y llevar adelante acciones en temas que son comunes.
¿Cuáles, por ejemplo?
Por ejemplo, el tema de relaciones laborales y todo lo que tiene que ver con la innovación, el desarrollo y la empresa. Hoy seguimos con una queja en la OIT… Entonces, hay cosas que las tenemos que discutir entre todos de tal manera de llegar a puertos más rápidamente y que tengamos protección. Esas cosas implican hablarnos entre nosotros sin agredirnos ni denostarnos; eso marca una madurez de las partes. Intereses diferentes hay, pero el principal objetivo de la Confederación es buscar lo mejor para el Uruguay.
El principal interés de un empresario es que al país le vaya bien, que los funcionarios que trabajan en su empresa estén lo mejor posible porque eso hace al ambiente de trabajo. Al empresario le interesa que la sociedad esté lo mejor capacitada posible, entonces necesitamos formación y damos nuestra visión para que ello suceda. Si hay un mercado interno pujante es bueno para todos. ¿Quién quiere vivir en un país conflictivo? Todos queremos el bienestar, y el bienestar de la población se genera si las partes que trabajan logran acuerdos de mediano y largo plazo.
“Hay una vara para medir cuando el discurso viene del sector empresarial y otra para hacerlo cuando viene del sector sindical. Eso es evidente y cualquier observador objetivo de la realidad se da cuenta”
Por la forma de ser de los uruguayos, en ocasiones cuando uno hace una valoración o un análisis de una determinada situación, a veces se piensa que es una crítica. Yo creo que cuando nosotros sacamos un documento como el que acabamos de emitir de competitividad estamos diciendo que hay cosas que se hicieron bien, que se mejoraron, y que hay otras que son perfectibles. Que uno haga un diagnóstico y diga que nos parece que el tema de inserción internacional no es el más correcto y que consideramos debería hacerse de manera diferente, quien piense de otra forma por un tema de ideología o por lo que sea no se puede sentir ofendido, porque lo que estamos dando es una opinión y con razones previamente establecidas. Un cambio que tiene este documento con otros de etapas anteriores es que ahora hemos hecho diagnósticos, y para cada diagnóstico damos una solución. Por supuesto que no tiene que ser la solución que todo el mundo comparta, pero eso no representa que uno haga oposición, sino que el empresario da su punto de vista de lo que cree que sabe. La otra parte la toma o no. Parecería ser que en el Uruguay el método del conflicto es el relacionamiento normal, y nosotros deberíamos dejar el conflicto un poco de lado y tratar de acercarnos y buscar los puntos de acuerdo. Y si no podemos no es que tengamos que pelearlos o enfrentarnos en una guerra de aquellas. De nuevo, nosotros tenemos una visión diferente de lo que es la inserción internacional de la que puede tener este gobierno. Por suerte, parece que cambiaron los tiempos y hoy estamos hablando de determinados tipos de acuerdos, como alianzas binacionales o TLCs; todo esto antes aparecía como imposibles. Ojalá se logren porque son buenos para el país y, por ende, para la población. Uruguay es un país que vende, básicamente, commodities, y si bien nuestra producción tiene valor agregado, estamos con productos que no son de alta tecnología. Pero hay otros países que compiten con lo que exportamos… Nueva Zelanda, Australia, por nombrar dos que están en la misma latitud que nosotros y compiten. Pero han hecho acuerdos con diversos bloques y países, e ingresan sin pagar aranceles; y nosotros los pagamos. Eso es un hándicap enorme que damos y ahí nuestra competitividad cae. No podemos llegar a esos números, y ahí se perjudica el país, el productor, el trabajador. A veces la ideología hace que con ciertos países no se quiera comerciar, cuando el comercio es comercio, y la ideología y la política son otra cosa. Si queremos privilegiar a la población tenemos que darle recursos al Estado, y el Estado tiene recursos si el país camina.
Balestra recordó que Uruguay durante el gobierno de Jorge Batlle, integrando el Mercosur, hizo un acuerdo de libre comercio con México. “Se negoció y se llevó a cabo. Ahora se hizo con Chile y se está buscando con China. Yo creo que hay que salir un poquito del encierro y levantar la mirada. Muchos países con ideologías muy duras cuando tienen que comerciar lo hacen, no se ponen delicados”, reflexionó.
– ¿Qué opinión tiene de las iniciativas llevadas a cabo por las diferentes administraciones de izquierda a nivel del desarrollo empresarial? ¿Van en concordancia con lo que pretende el sector empresarial?
– Haciendo una retrospectiva, hay cosas que se han hecho bien, otras que hay que mejorar, y hay otras con las que no estamos de acuerdo. La reforma tributaria fue positiva; la ley de inversiones ha sido muy buena, creemos que hay que profundizarla, lo decimos en nuestro documento; y consideramos que hay cosas en que hay que mejorar, como el tema de relaciones laborales. Hay que tomar algunas medidas para defensa de las mipymes. Creemos que hay problemas en lo que es el gasto público. Estamos convencidos de que hay que promover a las universidades y a los técnicos para llegar a través de análisis a una regla fiscal. Tendríamos que dejar de lado la libertad total que hay del uso de los bienes del Estado, es necesario tener un régulo que nos dé certeza, transparencia, que no sea todo al libre albedrío del gobierno de turno. Consideramos que hay que profesionalizar la gestión de las empresas públicas. Todos los uruguayos deberíamos tener el derecho a saber qué se hace, por qué se hace y cómo se hace tal o cual cosa en el Estado porque, en definitiva, lo que se administra ahí son dineros públicos, y cuando uno administra dineros de otros tiene que ser absolutamente cuidadoso y transparente. Yo no quiero decir que haya opacidad, sino que me refiero más que nada a aquellas empresas públicas que se rigen bajo el derecho privado. Si son públicas tenemos que tener información sobre ellas. Como verá, son temas en los que casi todo el mundo está de acuerdo, pero no se hacen.
– El sector empresarial está muy preocupado, porque así lo ha manifestado, por el tema de la educación. ¿Falta personal capacitado en la actividad privada?
– Yo creo que el Uruguay tiene institutos muy buenos formando gente. Está el instituto de profesores y hay una formación básica importante; lo que falta son acuerdos. Cuando uno se reúne con los técnicos y los escucha, parece tan fácil, y después, cuando se quiere aplicar, es todo muy difícil. De vuelta, acá tenemos un problema de intereses, no se están privilegiando los intereses superiores del país, y no hay conciencia del daño que eso está provocando. Es un tema que necesita urgente solución, y nosotros estamos dando el ámbito para que eso pase. Alguien, en algún momento, va a tener que decir ‘hasta acá llegamos muchachos, esto se va a resolver de esta manera’. Hay que ejercer los mecanismos que hagan que los cambios se produzcan y que dejen de ser enunciativos porque de diagnósticos estamos completos. Ahora, cuando llega el momento, aparecen los bloqueos. Cuando uno escucha ‘se ha hecho el esfuerzo fiscal’… El esfuerzo fiscal lo hace la gente, porque es quien pone la plata en el fisco con sus trabajos, sus impuestos; el dinero sale del individuo que está en la calle trabajando. Se ha hecho un esfuerzo muy grande en materia de aportes a la educación, sin embargo, los resultados no se ven en relación a esos aportes.
– Ahora, personal más capacitado significa mayor remuneración. Y eso, en un país donde 677 mil uruguayos ganan menos de 20 mil pesos, y casi 900 mil ganan menos de 30 mil pesos. Puede representar eso un cambio en la economía de las empresas…
– El salario es un componente de un costo, y dentro de ese costo usted tiene también lo que es la productividad. ¿Cómo hacemos para que exista la posibilidad de distribuir más dinero hacia la salud, la educación, la seguridad? Para eso el Estado necesita recaudar más. Por tanto, se necesitan empresas más potentes que le dan recursos. Y después tiene las empresas propias, con manejo de tarifas, aunque normalmente las usa para ajustar, no para distribuir. Entonces, ¿cómo hacemos para que una empresa genere más recursos? A ningún empresario le gusta tener conflicto en su lugar de trabajo. Nadie quiere llegar al punto de pararse en la puerta de su empresa y decir ‘acá no quiero venir más’. Todo el mundo quiere tener un ámbito cordial, de buena relación. Determinadas teorías dicen que hay que hacer crecer la torta para después distribuir. Nosotros pensamos que hay que distribuir la torta a medida que crece. El problema es la tónica. Si lo encaramos siempre desde el conflicto, no hay posibilidad de hacerlo, y me parece que ahí es donde nosotros tenemos un problema grande en el Uruguay. La idea del enfrentamiento permanente hace que las relaciones no sean las mejores, entonces volvemos siempre al mismo punto… Hay empresas que están dispuestas a negociar mano a mano con sus funcionarios y llegar a acuerdos, y es muy probable que esos funcionarios salgan mejor parados, pero lo que pasa es que después viene la negociación por rama, y eso va arriba de lo que ya negoció. De nuevo, tal como está planteado es un sistema perverso. Se coarta la libertad, y hay trabajos, desgraciadamente, que por la falta de especificidad no permite mucho más de lo que hay, es decir, no tienen un valor de remuneración dentro de la economía uruguaya. La manera de que en Uruguay se zafe de eso es a través de la educación. El gran igualador que tuvo el Uruguay hasta mediados de los 50, fue la educación, y la hemos perdido.
– ¿La entidad tiene previsto mantener contactos periódicos con el gobierno?
– Si. Esto recién empieza, pero vamos a tener encuentros. Es normal en este país que una entidad como una Confederación de Cámaras tenga cosas para decir a los gobiernos.
– ¿Y con el sector sindical?
– Como Confederación eso aún no está previsto. Ese es un tema de coyuntura pura, en cambio nosotros estamos visualizando más el mediano y largo plazo. Con el sector sindical la dinámica será la misma que hasta ahora, es decir, reuniéndose con las cámaras sectoriales.
– ¿Usted considera que no hay una relación de equilibrio entre el sector empresarial y el gobierno, por un lado, y por otro, entre el sector sindical y el gobierno? ¿La balanza está inclinada?
– Nosotros creemos que por algo hay una queja en la OIT. Desde que asumió el Frente Amplio, nosotros entendemos que se han tomado una serie de medidas que nos han perjudicado, por tanto, no hemos sido medidos con la misma vara. No se miden con la misma vara ni siquiera los discursos. Escuchamos un discurso en la Expo Prado que nos pareció muy claro, preciso, con un análisis importante de la situación agropecuaria, y trajo problemas serios. Se habló que era un discurso político… Los empresarios hacemos política, pero no es política partidaria. Hacemos política porque queremos interceder en las cosas que le importan al país. Pero vemos que desde otro lado se hacen discursos más virulentos y, sin embargo, no se actúa de la misma manera. Entonces, hay una vara para medir cuando el discurso viene del sector empresarial y otra para hacerlo cuando viene del sector sindical. Eso es evidente y cualquier observador objetivo de la realidad se da cuenta. Nosotros venimos sosteniendo que muchas medidas que se tomaron, ya sean leyes o decretos, durante el período de la negociación colectiva son muy malas para el país porque provocan conflicto. Hicimos una queja, vino la OIT, este organismo le hizo recomendaciones al gobierno, y nada se ha hecho, entonces la queja sigue. El gobierno posee mayoría, entonces tiene el derecho a actuar así, pero nosotros también tenemos el derecho de decir ‘está pasando esto’, y con argumentos.
“Hay desconfianza de los dos lados”
– La productividad es un tema que siempre está en la agenda y en el discurso tanto de empresarios como de trabajadores, pero a la hora de efectivizar acciones, no aparece el interés de ninguna de las partes. ¿La Confederación tiene en carpeta alguna iniciativa que permita poner definitivamente el tema productividad sobre la mesa y que no quede solo en un discurso?
– Es difícil esa pregunta… Es cierto que muchas veces queda la sensación que hay un discurso, y cuando llega el momento de avanzar, no se hace. Me parece que no hay un sinceramiento real… Hay una desconfianza demasiado grande para ver quién da el primer paso. ‘Yo no te quiero dar esta información porque vos lo vas a usar de una manera para coaccionar, y viceversa’. Es decir, hay desconfianza de los dos lados. Y eso es muy malo porque el problema de la productividad impacta directamente en la competitividad. Si yo no quiero reconocer la productividad de determinado sector o de determinada acción, eso genera una desconfianza. Si del otro lado me regulan para que algo que se puede hacer en ocho horas se haga en 12, también genera mucha desconfianza. Este es un tema que es muy opinable, y lo que le doy es mi visión, no la de la Confederación. Yo creo que hay un desvío en la liberación de las relaciones laborales que impide que esto avance. Nosotros estamos convencidos, y esto sí es a nivel de Confederación, que la negociación tripartita debería ser solamente para fijar los mínimos de las categorías en las diferentes ramas, es decir, fijar pisos. Lo que sucede es que después de fijado ese piso la negociación debería ser bipartita y cada empresa negociar y ahí se puede llegar a determinados niveles de negociación. ¿Qué sucede? Esa negociación, que es bipartita, se lleva a la tripartita, y ahí en vez de negociar piso se negocia relaciones de trabajo, seguridad, rendimiento… se regula todo tripartitamente. Pero sucede que dentro de las ramas hay empresas que tienen diferentes estándares de producción. Entonces, en una rama puede haber empresas de alta tecnología y otras de muy baja tecnología, y ahí la regulación es prácticamente imposible porque se le imponen las mismas condiciones a las empresas más chicas que a las más grandes. Por tanto, nadie quiere negociar sobre ese punto. Es más, el sistema es perverso porque las empresas más grandes son las que tienen sindicatos más fuertes, y las más chicas tienen sindicatos más débiles o no tienen sindicatos, entonces estas últimas son los más desprotegidas, no las ayuda nadie. A las empresas más grandes, a veces, también le sirve subir la vara porque se sacan competidores de arriba; y estoy hablando del sector empresario. Pero también dentro del sector sindical sirve tener estas empresas porque, en definitiva, es donde se puede negociar más y hay más poder. Me parece que es una relación muy compleja, aunque no es nueva. Es una pulseada que, desde nuestro punto de vista, hoy la han ganado los sindicatos. Y eso le hace mucho mal al país porque, de alguna manera, hay señales de desaceleración, de que determinadas inversiones no se hacen, y que otros países son mejores opciones de inversión que el nuestro.
“En Uruguay ser exitoso es bravo”
– ¿Cuál cree es la imagen del empresario uruguayo que tiene la población?
– Yo creo que no es muy buena, y no lo es porque el empresario ha sido permanentemente denostado por determinados intereses. Hay un interés en mostrarlo a la sociedad en una faceta que no es la real, como que es un depredador, cuando está muy lejos de eso. El empresario es una persona que trabaja de sol a sol pensando en su idea, en su emprendimiento, y que eso funcione muy atado y muy junto a sus funcionarios. Pero la visión negativa que hay es culpa de los empresarios, porque no hemos hecho lo suficiente para demostrar lo contrario. Y si no hacemos lo suficiente, no hay por qué pensar que la gente vaya a pensar lo contrario. Hay una cantidad de factores que ayudan a que eso suceda… El empresario es una persona de perfil bajo, que no le gusta mucho hablar de lo que está haciendo y cómo lo hace. En Uruguay ser exitoso es bravo, a diferencia de lo que ocurre en otros países donde ser exitoso es bien visto y la sociedad ve el éxito como un mérito porque es el premio a un esfuerzo muy grande de determinada gente en la actividad que sea. En cambio en el Uruguay el empresario trata de pasar lo más desapercibido posible. Pero no solo el empresario, cualquier persona… Si nos preguntan cómo nos va, la respuesta comúnmente es ‘más o menos’. Es un tema de idiosincrasia. Pasa lo mismo en el liceo o en la facultad, donde el chico que tiene éxito porque estudia o se rompe el alma trabajando y estudiando es visto como un ser raro, no es el de la chispa, el gracioso. Es decir, ya desde ahí hay una visión de que el esfuerzo no es recompensado.
Es un defecto y eso le hace mal a la sociedad, porque si ser exitosos en cualquier ámbito fuera premiado, habría más motivos para esforzarse; todo lo contrario a lo que sucede aquí. En un régimen capitalista, como el que tenemos acá, lo normal debería ser que cuanto mejor le va a una empresa, más salarios le paga a sus empleados y más recauda el Estado con esta empresa. Pero parece ser que eso acá no calza, hay una ideología que hace que eso se tergiverse. ¿Qué pasaría si las empresas no ganaran dinero? ¿El Estado a quièn le cobra? Habría que pensar en otro régimen. Y si uno mira el mundo, parecería ser que entre todos los regímenes, el menos malo es este, el capitalismo, porque es el que ha perdurado y lo sigue haciendo.
Señas de identidad
Diego Balestra -68 años- está casado, tiene tres hijos y un nieto. Nació y se crió en Pocitos. “Tuve una infancia normal, en otro Uruguay y en otro Montevideo”, dice. Se formó en un hogar de padre empresario y madre ama de casa. “Una típica familia de lo que en aquel momento llamaban de clase media”, acota. Se educó en la escuela pública, fue al Liceo Francés, y posteriormente a la Universidad de la República donde obtuvo el título de Ingeniero Agrónomo.
Su primer trabajo surgió a los 16 años, cuando sus compañeros le pidieron que hiciera la traducción de algunos capítulos de “La Psychologie”, de Denis Huisman y Andre Vergez, un libro que en ese momento usaban en Preparatorios. “Empecé con algunos capítulos y terminé traduciendo todo el libro. Lo imprimía y lo vendía”, contó. Obviamente, eso determinó que se relacionara con los autores, obteniendo posteriormente los derechos.
Su segunda actividad antes de entrar a facultad fue un criadero de hámster. Luego, con los recursos obtenidos, junto a un compañero incursionaron en la actividad avícola, primero criando pollos de carne, pasando por fábricas de raciones, hasta desembocar en Prodhin, en 1979, ya focalizados en la producción de huevos.
Es hincha de Nacional y entre sus hobbies destaca la lectura, el cine y la música. En materia de lectura, le gusta todo lo que tiene que ver con historia en general y las novelas policiales. En materia de cine, opta por la comedia, el drama y los thriller. En cuanto a la música, sus preferencias se inclinan por lo clásico y los oldies. La pesca es otra actividad de la que disfruta.
Otro de sus placeres es viajar, relacionarse con otras sociedades y conocer nuevas formas de vida. “He tenido la oportunidad de viajar y espero poder seguir haciéndolo. Me siento como un ciudadano del mundo”, dice al respecto.
A la hora de establecer su pensamiento empresarial expresa que uno de los puntos altos de Prodhin es su carácter innovador. “Somos bastante innovadores en las cosas que hacemos. Hemos registrado algunas patentes, o sea que hemos trabajado en esa línea. No le voy a decir que llegamos al extremo del perfeccionismo, pero si estamos permanentemente preocupados de que las cosas que hacemos resulten positivas para el consumidor y vean que nuestros productos son seguros para el consumidor. Nos importa mucho lo que hacemos y cómo lo hacemos, y tratamos de inculcar eso a nuestros funcionarios y colaboradores. Creo que tenemos un equipo técnico de primer nivel que está imbuido de esas ideas, lo que nos ha permitido posicionar una marca, desarrollar nuevos productos, e innovar continuamente”, reflexiona.