Cervecería Malafama: un lugar entre latas y próceres

Rutas de emprendedores

Mauricio Sánchez, socio y fundador de Cervecería Malafama


Por Jessica Vázquez | @jessvazquezl

El aroma dulce de la cebada se torna inconfundible al transitar la calle Maldonado entre Juan Manuel Blanes y Jackson, el punto medio entre los barrios Centro y Parque Rodó. A las 10 de la mañana ya se puede escuchar a las máquinas picar los granos de malta. Las bolsas de trigo van y vienen, al igual que Mauricio Sánchez, que se desplaza por el amplio espacio y chequea que todo se esté dando con normalidad.

Es que ese lugar es el sueño de Mauricio hecho realidad. “Con mis hermanos empezamos a viajar y sacar ideas de brew pubs en Estados Unidos y Dinamarca. Ahí  nos dimos cuenta que en Uruguay faltaba una propuesta como la de los países del primer mundo, y hace un año y medio nos planteamos la creación de la cervecería Malafama; encontramos el galpón ideal para tener la fábrica y el restaurant”, recordó a Empresas & Negocios el socio fundador de la fábrica.

Los héroes nacionales más representativos del Uruguay para Mauricio, se hacen presentes en cuadros de la pared que se encuentra detrás de la barra de la cervecería, cada uno con una Malafama en la mano. Charrúas, políticos, artistas y próceres parecen brindar con quien los observa desde el otro lado del mostrador.

José Zorrilla de San Martín también es parte de Malafama, pero no únicamente por el parentesco con Mauricio ya que es su tatarabuelo, sino por el hecho que el logo de la firma se basó en un pequeño cuadro que pintó el artista y que se encontraba en la casa de la nieta del mismo. Años después, el tataranieto, le dio vida en forma de escultura y de logo a aquel charrúa. El nombre del lugar surge en honor “a todos los charrúas que fueron asesinados por la ‘mala fama’ que se les adjudicaba”, aseguró.

El lugar se divide en tres sectores: el restaurante, con cocina a la vista; el bar propiamente dicho, con grandes mesadas y una decoración rústica, con muchos toques en madera maciza y objetos antiguos que no hacen perder la delicadeza del diseño. Al final del galpón, se ven las maquinas, grandes tanques plateados que parecen siempre erguidos como soldados al servicio de quien decida beber una cerveza artesanal.

En lo que refiere a la maquinaria, la misma vino desde Estados Unidos, porque se propusieron llevar una modalidad más moderna en cuanto envases y recetas que les permitiera hacer siempre cervezas diferentes. Utilizan ingredientes de primera calidad y envasan en latas de aluminio o barriles, ya que son materiales que ayudan al cuidado del medio ambiente por ser reciclables.

El restaurant, que está dentro de la cervecería, se pensó con la idea de fusionar productos uruguayos con platos de otras partes del mundo, utilizando la parrilla, el horno de barro y fuegos. “Básicamente, llegan personas de distintas edades que le gusta comer y tomar un buen producto casero y elaborado en el local. Recibimos familias con chicos, grupo de amigos y hasta adultos mayores”.

La cerveza siempre fue para Mauricio una bebida que consumió y que, además “es algo que lo toma todo el mundo, en todas las clases sociales, con o sin crisis, es un producto barato que conecta a las personas”, dijo. Lo que él quiso, junto a sus socios, fue abastecerse a ellos mismos. “Mi hermano practicó años cómo hacer la bebida y así empezó el vínculo más personal con la cerveza”, comentó.

Malafama se caracteriza por elaborar recetas que todo el tiempo están cambiando. Quien se toma una IPA hoy, por ejemplo, si vuelve en dos semanas se tomará una IPA diferente; si bien el estilo se conserva, la fórmula cambia. “Hay gente que le divierte mucho esto, porque además tenemos gran variedad de cervezas: ácida, con frutillas, de avena, de lactosa, entre otras”, explicó.

Si bien la empresa se plantea hacer productos para poco público pero de calidad superior, esperan, en algunos años, trasladar la fábrica a una chacra que poseen en el kilómetro 100, en las inmediaciones de Pan de Azúcar, donde existe una vertiente de agua mineral –la materia prima de la cerveza-. “Creemos que conectar a la marca con su elemento principal es una muy buena idea”, puntualizó.

De a poco se comenzará a vender el agua de la vertiente en la cervecería, se traerán dos fermentadores para llenarlos del agua y que cada persona se pueda servir directamente desde allí. Además, se enlatará. Si bien en Uruguay no es algo común encontrar agua enlatada, en otros lugares del mundo ya es un clásico.

“En una bolsa te entran 500 latas aplastadas. La cerveza en botella ocupa mucho espacio y además se tiran. En lata mantiene mejor la cerveza, aporta al medio ambiente, y nos ayuda con el espacio; es muy beneficiosa y lo mismo queremos hacer con el agua. Por más que capaz suena raro, pero si se agarra la confianza, porque antes la verán salir de los fermentadores, ya está”.