Día B: historias de negocios de triple impacto

EMPRESAS SUSTENTABLES

Alejandro Malgor, cofundador de Xinca

Un nuevo día de anécdotas e intercambio de experiencias de empresas B tuvo lugar el 8 de noviembre en la Cámara Nacional de Comercio y Servicios. En esta ocasión, cinco emprendedores con perfiles totalmente distintos compartieron su testimonio. Del otro lado de la puerta de la sala de conferencias se ofrecía café y productos veganos, entre otras cosas.

Por Federica Chiarino | @FedeChiarino

Una nueva generación de empresas busca cambiar la cultura y los modelos de negocios tradicionales. Desde hace tres años, existe en Uruguay el sistema que las nuclea a todas. El Sistema B promueve la transición hacia economías sustentables, tomando como prioridad inicial el desarrollo de las empresas que forman parte de él.

Este tipo de empresas surgió en Estados Unidos con el nombre de «B corporations» y, rápidamente, el modelo se extendió a Chile, Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay de la mano de Sistema B. Quien se encargó de dar a conocer este modelo en Uruguay fue Giselle Della Mea, fundadora de 3 Vectores, una empresa dedicada al diseño sustentable.

En esta nueva edición de «Un día B», el día de encuentro de las empresas B, Della Mea fue quien rompió el hielo, presentando la primera charla del día sobre «el ADN B». La emprendedora logró definir unas 12 moléculas que hacen a una empresa B.

En primer lugar, este tipo de empresas no tolera la fragmentación ni las desigualdades. «El 1% del mundo concentra el 48% de la riqueza, esto significa un riesgo enorme para nosotros, para los seres humanos. Es un riesgo tener tanto capital en tan pocas personas», reflexionó Della Mea.

«No es que las empresas B sean el ideal o lo mejor, sino que tratan encontrar una forma hacia la nueva economía»

Toda empresa B tiene un propósito, o se encuentra en busca de uno. Muchas veces, esto genera las mayores dificultades en la definición del modelo de la empresa. Muchos comienzan por imitar los propósitos de otros, pero ese no es el camino. Esto lleva a la tercera molécula: todas estas empresas atraviesan, tarde o temprano, un momento bisagra. Ese es el momento clave para definir su propósito.

Luego viene un momento de cuestionamiento, seguido por uno de enojo. Creer que el mundo está mal, que así no es como debe funcionar. Tras atravesar esa etapa, llega la de «redimensión del mundo». Tratar de integrar y conectar a las personas con el nuevo propósito definido.

Las empresas B tienen un modelo de negocios y una forma de hacer las cosas que inspira y atrae. Della Mea comentó que a ella en 3 Vectores, como a muchos otros emprendedores y empresarios, todos los días le llega una cantidad impensable de correos electrónicos con currículums, con gente que se interesa por sus proyectos, que quiere trabajar con ellos.

La sexta molécula es que son empresas de código abierto y que comparten sus ideas. «Si yo realmente quiero transformar el mundo, no puedo dejar una idea entre mi equipo y yo, tengo que hacerla con apertura total», opinó Della Mea.

La interdependencia y la colaboración son fundamentales para estas empresas de triple impacto. Se consideran responsables de los problemas de todos, tanto sociales como ambientales, y por ello buscan hacer algo al respecto. Moldean y transforman, tratan de que el entorno en el que están se pueda manipular para bien.

Los modelos de negocios de las empresas B, generalmente, son rentables. Generan ganancias, y no tienen problema en decirlo, ya que no creen en la «demonización del dinero». «Se trata de que el dinero se vuelva una vía para escalar los tres vectores. A fin de mes, yo trato de que mi impacto sea lo más equilibrado posible», explicó Della Mea.

Por supuesto que, como toda empresa, no son perfectas y a veces les surgen problemas o imprevistos. Su diferencial está en enfrentarlos con la mejor actitud, ajustarse al momento en el que se encuentran y, de los problemas, extraer aprendizajes y oportunidades.

Pero el diferencial principal de las empresas B es que no le temen al ridículo e invitan todo el tiempo a ser parte de este cambio. Finalizada su disertación, Della Mea proyectó un video en la pantalla, donde una persona se pone a bailar y luego es seguida por otra. La emprendedora invitó al público a ponerse de pie y dijo «bailen, bailen todo lo que quieran si se sienten parte de este movimiento».

Tras la charla de Della Mea, siguieron las de cuatro empresas B de Uruguay y Argentina: Xinca, Connectus Medical, La Cristina, Verdeagua y Tonka. Provenientes de distintos lugares y distintos rubros, cada una de estas empresas persigue su propio propósito. Sin embargo, todas tienen algo en común: el triple impacto social, económico y ambiental.


No subestimar a la basura

De todas las historias presentadas, Empresas & Negocios seleccionó una internacional. El caso de Xinca, una marca de zapatos hechos en base a residuos neumáticos y textiles, que busca la inclusión social, brindando oportunidades de empleo a 32 reclusos de Mendoza.

El mendocino Agustín Malgor (34 años) empezó su emprendimiento Xinca porque quería pasar el tiempo con sus amigos. No fue para dejar de cumplir un horario o de trabajar para alguien. Se reunió con dos compañeros que buscaban dejar de ser espectadores de las cosas que no les gustan. Los tres comparten valores, se sienten movidos por las mismas cosas.

Juntos conocieron el concepto de Empresas B o empresas de triple impacto. «A mí ese concepto me rompió la cabeza, era el lugar que estábamos buscando», dijo Malgor. Los emprendedores detectaron en este modelo una gran oportunidad, y se propusieron tomar ese camino.

Comenzaron por estudiar distintos problemas ambientales de su país –Argentina-, y descubrieron que una de las mayores amenazas en esta área era la basura, que generaba una enorme contaminación en el país y en muchos otros de la región. Al profundizar, descubrieron que los neumáticos son un enorme problema, ya que una vez que no sirven, se entierran o se queman, generando enormes daños a nivel ambiental y de salud.

«Un desafío muy grande era poder demostrar que con la basura se podía hacer un producto de calidad, duradero y también con onda»

Otro factor altamente contaminante en Argentina, según descubrieron Malgor y sus amigos, son los residuos que genera la industria textil. En ese país, esta industria es la segunda más contaminante, luego de las petroleras.

Así fue como, tras reciclar 13.200 kg de neumáticos fuera de uso y 1.500 kg de residuos textiles, Alejandro y sus dos amigos crearon zapatillas. Xinca recolecta neumáticos fuera de uso y separa el acero. Luego lo tritura y, mediante un delicado procedimiento, genera las suelas. Sus procesos de fabricación también son amigables con el medio ambiente, ya que las telas son cortadas directamente sobre los residuos, lo que implica un menor uso de energía.

El impacto ambiental de Xinca es evidente. Pero, como toda empresa B, también busca un impacto social. Para fomentar la inclusión, Xinca brinda trabajo a 32 reclusos del Penal de San Felipe, en Mendoza. «Lo que hemos hecho es capacitarlos en la construcción de calzados de calidad», explicó el emprendedor, quien confesó además que una preocupación importante al momento de consolidar la empresa era que su marca debía seguir los criterios de la moda.

Era importante, para Malgor y sus amigos, transmitir a sus trabajadores la importancia del trabajo. Hoy están pensando, además, en incluir la posibilidad de que ellos puedan seguir trabajando para Xinca una vez que finalicen su condena. «Mucha de esta gente cuando está en libertad termina reincidiendo porque sale con antecedentes penales, entonces no tienen posibilidad de conseguir trabajo», contó Malgor.

«Nuestras zapatillas son basura y estamos orgullosos de eso», es el slogan de esta empresa, que ha logrado construir un negocio en base a sus propios valores y generar el triple impacto que busca toda empresa B. Hoy comercializan sus zapatillas en tiendas ambulantes formadas por combis Volkswagen, también recicladas. Además, venden algunas en la Patagonia argentina y ya tienen avances concretos para comenzar a exportar hacia Chile, España y Australia. El precio del par de zapatillas ronda los US$ 50, considerándose de calidad y durabilidad.