“Hoy mi foco está en trabajar por un país más abierto al mundo que pueda algún día alcanzar el desarrollo”

Nicolás Albertoni, profesor, PhD en Ciencia Política y Relaciones Internacionales

Cuenta que desde chico tenía la mirada puesta en lo importante que era la apertura del país al mundo. Eso lo llevó a desarrollarse en el universo de las ciencias políticas y las relaciones internacionales. Algunos años de militancia política, antes de instalarse por algún tiempo en Estados Unidos para ampliar su formación, le han permitido amplificar su perspectiva y enlazar actividades como la política, la academia y la gestión, y apasionarse por estas actividades, enfatizando en el concepto de a través de estas se puede ayudar a buscar nuevas soluciones a problemas que hoy aquejan a la sociedad.   

En la charla evalúa positivamente la conducción de la política exterior uruguaya porque se pasó de la intención a la acción, aunque aclara que la dinámica que requiere este tipo de acciones no es para ansiosos ni apresurados.

También hace alusión a los cambios geopolíticos que se venían gestando antes de la pandemia, y que la misma potenció.

En otra parte de la entrevista, se permite alertar de que estamos inmersos en un mundo de inmediatez, lo que nos lleva a focalizarnos en lo urgente, sin analizar lo que es realmente importante. A su vez, dedica un capítulo para referirse al presente del Partido Colorado y su importancia dentro de la coalición, y desliza la posibilidad de estar en algún momento en el frente de batalla de este grupo político.

Escribe: Oscar Cestau | @OCestau

Nicolás vivió en Salto hasta los 18 años, momento en que se vino a estudiar en la universidad. “Esta transición del interior a la capital me ayudó a conocer lo que a veces se ve como dos mundos distintos que, en ocasiones, en gran medida lo son. Conocerlos a ambos es romper con esas distancias. El combinar la vida de capital e interior es un equilibrio que siempre busco mantener hasta el día de hoy”, reflexiona sobre ese momento de su vida.

Tiene dos hermanas menores y sus padres fueron escribanos. “Mi madre falleció cuando yo tenía 12 años. Fue duro, pero son de esos golpes que te fortalecen… Cada cosa que hago la recuerdo y me motiva a intentar ser una mejor persona cada día. Mi padre con gran esfuerzo nos crio a los tres. Los dos siempre tuvieron como foco darnos la mejor educación posible”, cuenta al principio de la charla.

Estudió en el Colegio Crandon de Salto y luego en el Liceo Nº1. Al hablar sobre esa etapa, resalta la experiencia de haber pasado por la educación privada y pública porque eso le permitió valorar muchas cosas.  

¿Cómo fue el cambio? ¿Qué fue lo que más le costó de ese traslado a Montevideo?

Como te decía antes, no fue fácil la transición del interior a la capital, pero se aprende mucho. Somos un país pequeño pero diverso. Eso se termina de entender a la distancia. El estudiante que llega del interior vive otro Montevideo, el de esperar la encomienda, el de llegar de madrugada en un ómnibus del interior y salir para clase en la universidad…  No es que eso te hace más esforzado que otros, pero sí te da una dimensión diferente de nuestro país.

¿Cuándo se dio cuenta de que el mundo intelectual, el de las ciencias políticas y las relaciones internacionales era lo que le atraía? ¿Algo o alguien influyó en ese sentido?

No recuerdo un momento preciso, aunque sí algunas personas con las que tuve la suerte de cruzarme. Siempre el “mirar hacia afuera” fue parte de mi forma de entender las cosas. Leí bastante en la adolescencia: Vaz Ferreira, Rodó… Entre varias personas recuerdo especialmente a una… pegado a nuestra casa en Salto vivía el Ing. Goslino, quien había sido de los primeros directores de la Universidad de la República (regional norte). Era un apasionado por la filosofía. Por casi dos años, iba todos los domingos por la tarde a charlar con él y compartir lo que había aprendido después de terminar de leer alguno de los libros que me recomendaba. Después de aquellas tardes de domingo, yo me vine a Montevideo y nunca nos volvimos a ver. Él falleció al tiempo y siempre me quedé con las ganas de agradecerle. Me marcó mucho. Siento que desde chico tuve la mirada puesta en la importancia la apertura al mundo y el desarrollo de nuestro país

En su formación universitaria figuran licenciaturas, maestrías, doctorados. ¿Qué le ha dado esa formación?

Una visión más amplia para encarar los problemas. Principalmente el doctorado –y más haberlo hecho en política– me ayudó mucho a buscar una mirada más integral al momento de resolver problemas. Es verdad que la política pública exige inmediatez, pero también se necesita profundidad. Dwight Eisenhower decía: “Tengo dos tipos de problemas, el urgente y el importante. Lo urgente no es importante, y lo importante nunca es urgente”. Creo que estamos inmersos en un mundo de inmediatez que nos hace focalizamos en lo urgente, sin invertir tanto tiempo en lo importante.

¿Cuál fue su primer trabajo?

El primer trabajo que tuve fue en una verdulería en Salto (sonríe). Los veranos en Salto, con temperaturas arriba de 30 grados eran duros… Y se me hacían largos si los pasaba en casa. Un día me puse a las órdenes del verdulero de la esquina de mi casa y lo empecé a ayudar… Fue un verano diferente.

Mientras estudiaba en la universidad, mi primer trabajo fue en una empresa internacional, luego como coordinador de proyectos del Liceo Jubilar, en Casavalle. Me marcó mucho el trabajo en el liceo. Viví muy de cerca la realidad de los chicos del barrio y las ganas de salir adelante más allá de las adversidades. Cuando me recibí, comencé a trabajar como investigador en la Universidad Católica, hasta que me fui estudiar a Estados Unidos.

¿Cómo continuó el periplo laboral en Estados Unidos?

En 2014 me fui a Estados Unidos para hacer la maestría y luego seguir el doctorado. Allá trabajé en las universidades que estudiaba en Washington y después en Los Ángeles. También pude trabajar en varias consultorías para organismos internacionales. Siempre en temas vinculados a políticas de desarrollo e inserción internacional de países emergentes.

Entre otras actividades, hoy es secretario general de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande. ¿Cuál es su función allí?

Es un rol más bien técnico de mucha negociación y constante búsqueda de acuerdos entre ambas delegaciones (uruguaya y argentina). Es un organismo muy dinámico desde el que se está intentando hacer muchas cosas para contribuir con la integración regional, la eficiencia energética y el desarrollo del país.

Estudiando su vida, casi se puede llegar a afirmar que el mundo de la política, la academia y la gestión son sus pasiones. ¿Cómo conjuga esos universos? 

Son mundos que se entrecruzan constantemente. No son lejanos. Sería difícil imaginar la gestión pública sin tener una dimensión del mundo político. Y a su vez, la gestión se nutre de la formación. Entiendo que conjugar esos mundos puede ayudar a buscar nuevas soluciones a problemas de nuestra sociedad.

¿Qué opinión tiene de la actual conducción de la política exterior uruguaya? ¿Hay un rumbo definido o los frentes que se abren tienen como objetivo ver qué sale?

El hecho de haber puesto sobre la mesa la importancia de la apertura al mundo y que Uruguay avanzara por ese camino más allá de las restricciones regionales, ya lo veo como un logro en sí mismo. Si bien la importancia de la apertura para Uruguay no es cosa nueva, no se había visto hasta el momento un presidente que diga de forma decidida “Uruguay saldrá a buscar socios comerciales en el mundo. Quien quiera acompañarlo (por los socios del Mercosur) será más que bienvenido… pero nada impedirá que Uruguay camine por el sendero de mayor apertura”. Esa es una señal enorme para un Mercosur que, lejos de un trampolín, se ha transformado en un ancla para nuestro país.

Así mismo, es verdad que la política exterior no pasa únicamente por lo que un país quiera hacer, sino también por lo que el contexto global le permita. Pero el primer paso hacia una mayor apertura este gobierno lo está dando y toma la decisión de hacerlo. Ojalá se puedan cerrar acuerdos pronto. Pero es evidente que con los años que Uruguay tiene en el Mercosur y su anclaje económico en el bloque, es razonable que salir a altamar ahora no será tarea fácil.

Siguiendo con la política exterior uruguaya y su conducción, ¿observa cambios en comparación con anteriores administraciones?

Sí, por ejemplo, lo que te decía antes: se pasó de las intenciones a las acciones, que naturalmente generan ansiedad por ver concreciones rápidas. Pero la dinámica de la política exterior no es para ansiosos ni apresurados, se debe hacer con mesura. Cada paso puede, o generar buenas oportunidades o costar caro al país. Por eso es importante no correr al grito…

En su opinión, en un mundo tan convulsionado como el que tenemos hoy, con un conflicto bélico, con problemas logísticos, con alta inflación, con subas de tasas de interés, con proteccionismos en algunas áreas, ¿qué debería hacer Uruguay, y no está haciendo, en materia de inserción internacional?

Más que hacer, lo que necesita es que las líneas abiertas de acuerdos posibles que hoy están sobre la mesa -Unión Europea (UE), China, Turquía, Corea- puedan concretarse cuanto antes. Pero, nuevamente, esto no pasa por querer solamente… Deben estar alineados los tantos desde la contraparte.

Es verdad que hay una agenda nueva del mundo del comercio en la que no dudo que desde Uruguay se está intentando avanzar… Por ejemplo, explorar el ingreso a espacios de integración recién confirmados, como el The Digital Economy Partnership Agreement, firmado en 2020 por Chile, Nueva Zelanda y Singapur, o reverdecer la cercanía a las negociaciones del TISA (el acuerdo sobre Comercio de Servicios) que hoy abarca más del 70% del comercio de servicios a nivel mundial.

¿Por qué siempre queda la sensación de que el debate sobre nuestra inserción parece un asunto inacabable y sin un rumbo determinado? Pareciera como que se ancló en el debate sobre Mercosur si o Mercosur no. ¿Cómo salir de ese debate? Por momentos parece una cuestión basada más que en caprichos de unos y otros, en temas más relacionados con las ideas políticas de los actores.

Es verdad. Existe una parte del debate que está anclado. Por eso es importante lo que le decía antes: ver hoy un gobierno decidido a avanzar es un paso a destacar porque genera nuevos debates. Fue interesante ver que, cuando se anunció el inicio de las conversaciones con China para la firma de un acuerdo, muchos sectores económicos elevaron la mira del debate y empezaron a resaltar los matices de la apertura con un mercado tan importante. Esto es bueno y sano porque ya no se habló de “Mercosur sí o no” sino de ejemplos concretos de posibles áreas en las que Uruguay debería mejorar para ser más competitivos. Y aquí lo interesante de elevar la mira sobre la apertura: hay que verla como generadora de incentivos para la competitividad ya sea pública como privada. La razón es bastante intuitiva, y dinamizar más nuestra apertura no solo permitirá que nuestros productos puedan ser más competitivos en destino o recibir importaciones con aranceles de entradas más bajo, abaratando los precios domésticos, sino también que genere incentivos al sector empresarial de innovar para competir mejor.

Al mismo tiempo, la apertura sirve para que la empresa mañana pueda increpar con más elementos a los gobiernos. Una cosa es reclamar mayor competitividad a los cuatro vientos y otra es decir “si se pretende cerrar un acuerdo con tal o cual país, hay sectores que no podrían competir si no se les genera incentivos para que dicha competencia sea equilibrada”. En definitiva, la evidencia muestra que la apertura comercial hace que centralicemos los debates en áreas concretas y no en generalidades.

Ha insistido muchas veces que un problema de nuestro debate sobre la apertura es verlo desde un lente de “suma cero”, de ganadores versus perdedores. ¿A qué se refiere con eso?

Sí, primero es clave insistir en que competir no es perder y que la apertura no es un juego de suma cero en el que solo figuran “ganadores” y “perdedores”; hay matices importantes en el medio. Cuando se pone en marcha un acuerdo comercial habrá, efectivamente, ganadores -por ejemplo, el agro cuando estamos negociando con un comprador de alimentos-; pero también habrá sectores que quedarán más expuestos a la competencia -como podría ser el industrial local- que no necesariamente son perdedores. También sectores más vulnerables con los que el gobierno deberá trabajar de cerca. Pero en ninguno de los casos hay que dividir estos acuerdos en una lógica binaria de perdedores y ganadores. Hay sectores que deberán acostumbrarse a competir, invirtiendo más en innovación, por ejemplo, para que eso suceda. Pero este es el tipo de debate que debemos dar. No quedarnos en un debate de blanco o negro que, de forma casi inevitablemente, lleva a señales proteccionistas. Y cuando solo se dan señales de protección de un mercado –como ya ha sucedido en este país–, lo que se termina haciendo es reducir los incentivos para que el actor económico innove para crecer.

Hace unos días, en el entendido de que el país necesita “quebrar la inercia de la política comercial” y avanzar hacia una mayor apertura, la Academia Nacional de Economía instó, a través de un comunicado, a que Uruguay presente su postulación al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (Cptpp). ¿Qué opinión le merece ese pedido de integración económica que realiza la Academia, y qué le puede generar al país su integración?

Me parece una excelente iniciativa. Tiene mucho sentido para un país como el nuestro. Como señalaba antes, hay una nueva agenda del comercio que se viene gestando en acuerdos de “consensos reducidos”. Es decir, dado los desafíos que está teniendo el multilateralismo para decidir por consenso, se empiezan a gestar bloques con temáticas similares a las que están en debate en la OMC pero que deciden avanzar en “consensos reducidos”, y hoy Uruguay no integra ninguna de estas conversaciones. Me pareció buena esta iniciativa de la Academia.

¿Por qué cree que Uruguay, con todo el reconocimiento que tiene de seriedad, certeza, cumplimiento de sus contratos y demás, no mira hacia los países del Pacifico para sumarse a alguna alianza comercial? Por ejemplo, a la Alianza del Pacífico.

Un país como el nuestro no puede estar en todas las jugadas a la misma vez. La política exterior necesita ser un equilibrio justo entre mesura y eficacia. Es razonable que el gobierno busque priorizar algunos temas de la agenda internacional antes que otros. Pero, ojalá, Uruguay pueda estar más cerca de la Alianza. Es un muy buen proyecto que habrá que ver qué dinámica le dan los actuales gobiernos en Chile y Perú, y los cambios políticos que se avecinan en Colombia.

En sus últimas conferencias ha resaltado que si hubiera que resumir en pocas palabras el contexto internacional actual éstas serían: incertidumbre, complejidad e interdependencia. ¿A qué se refiere concretamente con eso?

La incertidumbre y complejidad se generan por la acumulación de lo que Collier denominaría “coyunturas críticas”, todas en relativo poco tiempo. En poco más de 30 años pasamos por la caída del muro de Berlín creando un nuevo mapa geopolítico en el mundo, en el 89; atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono, en 2001; una crisis financiera global en 2008; la primavera árabe en 2010, provocando una ola migratoria hacia el resto del mundo. Luego, en 2018, se desata una guerra comercial entre Estados Unidos y China, las dos economías más importantes del mundo; en 2020 se desató una pandemia global que, además de causar millones de muertes, generó un colapso de muchos sistemas de salud y pausó la economía internacional por casi dos años. Y cuando esta pandemia aún no vio su fin, Rusia invade Ucrania, generando una guerra que, además de la pérdida de miles de vidas, está generado consecuencias económicas de alcance mundial.

Y a diferencia de décadas pasadas, hoy estamos en un mundo mucho más interdependiente mediante acuerdos comerciales y cadenas globales de valor. Mientras en los años 90 había apenas un puñado de 40 acuerdos comerciales, hoy son más de 500. Y las cadenas globales de valor han hecho que una simple remera pase por hasta 15 países, desde su origen al puesto de venta. Todo esto hace que los cortocircuitos de la economía impacten más en países como Uruguay y de forma importante. 

¿Cree que la pandemia trajo aparejados cambios radicales en la geopolítica o simplemente potenció cambios que ya se venían gestando?

Me afilio más a la segunda idea. El mundo ya tenía enormes desafíos -por ejemplo, migratorios, ambientales- previos a la pandemia y esta los potenció. En algunos años, cuando analicemos el actual contexto global, deberemos tener cuidado en no caer en causalidades facilistas asignadas a la pandemia. El mundo ya tenía enormes desafíos previos a la pandemia.

¿Hacia qué mundo vamos a raíz del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania? ¿Hay un nuevo orden mundial político y económico?

Lo llamaría de bipolaridad sistémica. Serán dos grandes bloques en los que, en cada uno, satelizarán diferentes países. Por un lado, la Unión Europea (UE), Estados Unidos y algunos otros alineados a occidente. Por eso me parece muy acertada la propuesta reciente de Biden de hacer más proactiva la política hacia el Indo pacífico. El valor agregado de este grupo será saber interpretar y acercarse más a India. Y por otro lado estará China, que tendrá como desafío qué tan cerca deja orbitar a actores como Rusia, Irán o Corea del Norte.  

¿El conflicto bélico puso más cerca la posibilidad de cerrar un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE)? Esto porque la UE necesita alimentos, y el Mercosur se destaca por producirlos.

La guerra entre Rusia y Ucrania, además de sus razones históricas, es una guerra en la que los alimentos y la energía se están transformando en las principales armas. Por eso parece lógico que las principales potencias occidentales reorienten sus prioridades y en Europa se vuelva a poner sobre la mesa la relevancia del acuerdo con Mercosur.

En su último libro resalta que la clave está en separar los temas importantes y urgentes y pone especial foco en el valor del tiempo en la política pública. ¿Qué piensa al respecto?

Sí, es verdad. Esta pregunta me llevó a escribir un libro que me implicó casi dos años de investigación para entender el valor del tiempo en la política pública. Aquel trabajo se tituló “Uruguay como solución. Su inserción internacional: cuando lo importante se transforma en urgente” (Taurus, 2019). Es un recorrido por el sentido y la importancia del tiempo en la vida de un país, algo que hasta hoy me desvela. Valorar la importancia del tiempo pasa por basar las decisiones en lo que se conoce como la Matriz Eisenhower, que separa los temas importantes, no importantes, urgentes, y no urgentes. Para elaborar más sobre esto los invito a leer el libro (sonríe), aunque lo resumo con una frase de Séneca que me parece que traduce el espíritu del texto: “No porque las cosas sean difíciles no nos atrevemos a hacerlas, sino porque no nos atrevemos son difíciles”.

Estuvo muy activo en la militancia de su partido, luego se fue a completar su formación a Estados Unidos y volvió para seguir trabajando en la actividad política. Algunos lo ven como parte de una generación emergente en la vida política del país, pero está dentro de un partido que tiene muchos desafíos por delante. ¿Cómo ve hoy posicionado al Partido Colorado de cara a las próximas elecciones?

Lo veo bien. Siendo una parte activa de la coalición y trabajando coordinadamente. Somos un partido cuyo foco a lo largo de la historia ha sido el gobernar, por eso hoy, cuando nos toca ser parte de la coalición estamos abocado a eso. No está en nuestra filosofía distraernos con candidaturas. Es natural que sea parte del debate de la dirigencia pensar en quién será el próximo, pero lo cierto es que no es el centro de la discusión hoy en día de quienes están en la acción de gobierno. No existe mejor estrategia para un partido que el hecho de gobernar bien cuando le toca hacerlo. Lo demás es parte del espectáculo.

¿Cuáles han sido los errores que cometió el Partido Colorado que lo llevó a tener este presente?

No hablaría de errores únicamente sino también de contextos. El primero es la larga historia de gobierno. Es innegable que el poder desgasta a los partidos y cuánto más si a eso se le suma afrontar unas de las crisis más grandes de los últimos tiempos. Una crisis que por suerte nos tuvo al frente del barco porque si algo sí se necesitaba en ese momento era temple y experiencia. Y nadie puede dudar que eso se tuvo. Gran parte de nuestra reputación institucional ante los mercados internacionales se refortaleció cuando se le supo decir que no a quienes desde la tribuna pedían el default y primó el cumplimiento.

¿Qué líderes ve dentro del partido Colorado hoy?

El liderazgo actual del expresidente Sanguinetti es indudable no solo a nivel de partido, sino de la coalición. Es quien está siendo el puente para los diálogos. Como ya lo ha dicho, sabemos que no será candidato en la próxima elección, por eso se abre un abanico importante para una nueva generación política. No me voy a poner a mencionar nombres, pero lo que sí estoy seguro es que liderazgos potenciales no faltan, y hay un gran equipo de gente con ganas de dar la batalla.

Su perfil es político y técnico al mismo tiempo. Hace un tiempo atrás, cuando Talvi salió al ruedo, se planteó la dicotomía entre técnicos y políticos. ¿Qué visión tiene al respecto? ¿En Uruguay sigue primando la vieja forma de hacer política y eso les quita espacio a los técnicos?

Creo que cuando se plantea una cosa en contraposición con otra se cae en falsas oposiciones. No existe tal cosa como técnicos versus políticos, ni tampoco una nueva forma de hacer política. Por lo que sí debemos obrar –y en esa lucha siempre me encontrarán– es en hacer buena política. La política es un instrumento conducido por personas. No hay nueva y vieja política; hay buenas y malas forma de hacerla. Yo soy de una generación política que, quizá por el compromiso que genera haber nacido en democracia, lo que quiere es cuidar la buena política, y la que realmente ve en esta una herramienta única para contribuir con nuestro país.

¿Tiene aspiraciones políticas?

La actividad política es parte de mi vida y te mentiría si te dijera que uno vive esta actividad sin soñar con estar algún día en el frente de batalla. Hoy mi foco está en trabajar por un país más abierto al mundo que pueda algún día alcanzar el desarrollo. Daré todo por mi partido y porque a este gobierno le vaya bien.


Comercio y política

¿Cómo ve el papel de China en el escenario actual? Si bien tiene sus problemas -ineficiencia de algunos sectores de la industria estatal, libertades, desequilibrios económicos, amenazas económicas, paralización de las cadenas de suministros, etc.-, es el mayor fabricante, exportador y consumidor de energía del mundo. Su realidad impacta en todo el globo y arrastra al resto de las economías.

No es sorpresa el rol preponderante que ha tomado China hoy en la geoeconomía. Pero sí es cierto que su crecimiento se ha dado en un mundo en paz. El desarrollo de China se sustenta, en gran medida, en un mundo que más allá de las incertidumbres se había mantenido con diálogo y en donde los conflictos –Irak y Afganistán, por ejemplo- eran bastante focalizados. Es decir, a China le ha rendido económicamente la paz. El impacto de los actuales vaivenes en el precio de los alimentos plantea un desafío enorme para China.

¿A la hora de salir a vender al mundo hay que separar comercio de política? Le pregunto esto porque si hay algo que, en el caso de Uruguay, no concuerdan son las ideas políticas o la concepción de libertad que existe entre China y nuestro país; pero aún en ese escenario, el gigante asiático es el principal socio comercial que tenemos. Reflexionando, queda la sensación que hay un discurso para la tribuna y otro a la hora de buscar mercados.

No comparto este punto. El comercio es comercio y la política es política. A no negar que son mundos que se cruzan algunas veces, pero es claro que un país como el nuestro no puede basar su proyección comercial en aspectos cualitativos de la política exterior. Que hoy China sea nuestro principal socio no es una elección de Uruguay, es una dinámica de mercado. Lo es sin acuerdo comercial. Sería irracional decirle a un exportador que no venda a tal o cual destino con tal o cual sistema político. Así como sería irracional quitar la oportunidad a nuestro país de contar con mayores accesos de mercado por no compartir una visión política. El gobierno ha sido claro en ese sentido: estos debates van por carriles diferentes. Incluso, si uno quiere hilar más fino en el debate sobre la libertad, entiendo que se reafirma esta visión al intentar promover mayor libertad de comercio más allá de las ideologías del gobierno de otro país.

Otro tema pasa por la política exterior de posicionamiento y defensa de valores democráticos en la que este gobierno no ha bajado las manos y menos aún en el ámbito regional, donde existen espacios en nuestra zona -Mercosur, por ejemplo- con cláusulas democráticas en las que sus miembros se comprometen a la defensa de estos valores. Por tanto, si un socio la incumple, se lo debe denunciar porque, de lo contrario, además de testigo se puede ser cómplice.

¿Cuáles son los pros y los contras de un posible acuerdo de libre comercio con China?

No existen pros y contras de antemano. Los acuerdos son lo que se negocia. Sí podemos imaginar escenarios y parece claro que el sector de los agroalimentos se vería beneficiado en un acuerdo de este tipo y donde hay que ajustar las defensas es en el sector industrial, especialmente en aquellos subsectores más expuestos a la competencia china. Pero no hay mucha ciencia sobre estos puntos. Tanto la Cancillería como el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) tienen excelentes equipos que desde hace años saben bien cuál es el mapa de posiciones ofensivas y defensivas de nuestra canasta comercial.


Señas de identidad

Nicolas Albertoni tiene 34 años, está casado con Josefina y es papá de Jacinta, que tiene un año. Cuenta con dos doctorados, uno en ciencia política y relaciones internacionales por la Universidad del Sur de California y otro en administración de empresas por la Universidad Católica Argentina. Tiene una Maestría en Economía y otra en Política Internacional por la Universidad de Georgetown. Tras varios años viviendo en EEUU, volvió al país en plena pandemia y actualmente se desempeña como profesor de la Universidad Católica y en 2020 fue designado secretario general de la Comisión Binacional de Salto Grande. Hace poco tiempo, el portal norteamericano Global Americans lo distinguió como uno de los 20 intelectuales emergentes de América Latina. Tiene tres libros escritos sobre la inserción y el desarrollo del país. Sus columnas y análisis han sido publicados en el New York Times, El País de España y CNN.

Tiene como hobbies tocar la guitarra y salir a correr.

¿A qué imagen de su infancia le sacaría una foto para encuadrar?

A la de un abrazo apretado de mi madre.

¿Una comida?

Una buena tira de asado con papas fritas.

¿Una bebida?

Depende el momento. Puede ser una coca cola (con hielo) o un buen vino tinto.

¿Redes sociales? ¿Cuáles tiene y cuáles son las que más usa?

Twitter es la que más uso. Instagram y Facebook también, pero con menos frecuencia.

Lectura, cine… Cuéntenos un poco sobre sus gustos en este sentido.

Me encanta leer, el cine y la música. Por la vida del doctorado pasé casi cinco años leyendo solo en inglés y sobre temas de desarrollo y política internacional. Hoy disfruto mucho leer de otros temas y en español. Por ejemplo, recién terminé dos libros sobre el desafío de la paternidad (sonríe).

¿Cuál es la prenda más repetida de su guardarropa?

Las camisas.

¿Cuál fue el último regalo que le hicieron y cuál el último que hizo?

Un libro que es el que estoy leyendo ahora, “El infinito en un junco” de Irene Vallejo. El último regalo que hice fue un vino a un amigo.

¿Tiene alguna máxima o frase de cabecera?

“El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer”, de Borges.

¿Con qué personaje histórico, o no, le gustaría compartir un café y una charla?

Con Churchill. Creo que pocos hombres en el último siglo han sido testigos de tantos desafíos políticos globales como él. Fue un testigo privilegiado de ver cómo el mundo cambiaba para siempre… 

¿A qué celebridad le gustaría invitar a cenar a su casa y qué comida le prepararía?

A Obama, y le prepararía un asado.

¿Qué otra cosa le hubiera gustado hacer? Eso pendiente que a veces no tiene nada que ver con la actividad que desempeña.

Recorrer el mundo tocando la guitarra.

¿Su lugar en el mundo?

Uruguay, aunque me adapto mucho si lo hago en familia.

¿Qué tres características cree que lo definen?

Leal, comprometido, y empático.