Juan Salgado, presidente de Cutcsa
Fue José Añón, oriundo de Laracha, España, quien gestó la que hoy es la principal empresa de transporte de pasajeros del país, y que hoy mantiene un legado que está estrechamente vinculado a Galicia. Este gallego le abrió las puertas a cientos de sus compatriotas, que emprendieron la odisea de cruzar el Atlántico para recalar en esta tierra, brindándoles apoyo y trabajo. Posteriormente vinieron otros que, con los mismos valores, marcaron el rumbo de una organización que a pesar de su dimensión, conserva el carácter familiar.
¿Cuál ha sido el impacto de la comunidad gallega en Cutcsa a lo largo de su historia?
Habría que historiar un poco la llegada de José Añón, que fue el gestor de esta empresa.
Cutcsa fue formada fundamentalmente por inmigrantes que vinieron de distintos lugares en la época de la posguerra en Europa.
La gran mayoría fueron españoles, pero también hay italianos. Y de los españoles, el 99% eran gallegos. ¿El motivo? Porque acá había alguien que era realmente un líder en lo que fue la unificación de Cutcsa.
Antes que existiera la Compañía Uruguaya de Transporte Colectivo Sociedad Anónima, el régimen de explotación de ómnibus era individual, o sea, una persona era dueña de su unidad y la explotaba como pretendía, es decir, elegía los recorridos, trabajaba las horas que quería, como se da hoy todavía en ciertos lugares de Sudamérica. En otros países han peleado durante muchos años y no han logrado esa unificación de convertirse de propietarios individuales en grandes organizaciones. Representando a Cutcsa hemos dado charlas en algunos países -en Perú, en Colombia, en Paraguay-, sobre todo poniendo énfasis en los beneficios que tiene la unificación, no solamente para la centralización de compras, sino en la importancia de estar bajo el paraguas de una empresa. Eso acá se entendió y lo lideró un gallego: José Añón. Él luchó contra el Estado, que en aquel momento estaba a favor de los tranvías de las empresas extranjeras; una alemana y otra inglesa. Añón lideró esa lucha con el apoyo jurídico de Francisco Panizza. Fue Añón el que juntó en grandes asambleas a la mayoría de los dueños de algún ómnibus, muchos de ellos españoles. Y fue el 16 de agosto de 1937 que logró esa unificación de los propietarios individuales, formando una empresa y dejando por el camino nada más ni nada menos que a los capitales transnacionales alemanes e ingleses.
¿Por qué los inmigrantes gallegos terminaban trabajando en Cutcsa?
Los españoles, y más precisamente los gallegos, salían de España sin saber muy bien dónde estaba Sudamérica, pero sí estaban al tanto de que en un país que se llamaba Uruguay había un paisano de nombre José Añón. Tenían una dirección donde lo podían ubicar, y el comentario de que les iba a dar trabajo. Es más, así fue la historia de mi padre, Antonio Salgado González.
¿Cómo se dio la llegada de sus padres a Uruguay?
Mi padre llegó provenía de Orense y mi madre de La Coruña, ambos de Galicia. Cada uno llegó por su lado. La mayoría de los gallegos, y así fue el caso de mi padre, viajaban en barcos que no eran cruceros ni nada parecido… Eran barcos donde no se pasaba bien, con viajes que duraban varias semanas, donde escaseaba todo, incluso la comida.
El de Santos, en Brasil, era el primer puerto que tocaban estos barcos desde su salida, que generalmente era de Vigo, y muchos se bajaban ahí, con su valijita, con las dos o tres monedas que traían y cargando alguna deuda que había contraído la familia para pagar el pasaje. Por tanto, tenían que empezar a trabajar enseguida porque el objetivo era generar un ingreso para mandarle a la familia que había quedado en España y tenía que pagar la deuda. Esa era, más o menos, la realidad de cada inmigrante.
Entonces, llegaban a Santos, como fue el caso de mi padre, y al otro día empezaban a trabajar. ¿En dónde? Generalmente en un bar. La mayor parte de la gente que llegaba no sabía leer ni escribir porque transitaron su niñez y juventud en la guerra. Y fueron tremendamente valientes en venirse solos, a un lugar desconocido, sin haber salido nunca de su propio pueblo.
¿Por qué la opción era el bar y no otra?
El bar les aseguraba dos cosas: techo y comida. Porque en la mayoría de los casos los dejaban dormir en el propio lugar de trabajo, y la comida… siempre sobra algo.
¿Cómo llegó su padre a Montevideo?
Después de hacer algún dinero, algunos empezaron a bajar rumbo al sur. Pasaban por Rio de Janeiro, por San Pablo, unos se quedaban y otros seguían trabajando y bajando. Así fue el caso de mi padre. Él quería llegar a Uruguay porque tenía el nombre de referencia del gallego José Añón, que era oriundo de Laracha, un pueblo de La Coruña, y una dirección, pero no sabía qué iba a pasar cuando llegara.
Cuando los inmigrantes lo ubicaban, Añón los recibía en Cutcsa y empezaban a trabajar de guarda, porque ninguno tenía libreta para ser conductor.
Pero como tenían dificultades para escribir, para hacer cuentas, y saber cómo manejar el tema de la numeración de los boletos y la cantidad de dinero a entregar, la esposa de Añón hacía de maestra particular, les enseñaba, y los preparaba para manejar los números y el dinero. Otros gallegos preferían trabajar en los bares, y estaban las 24 horas metidos ahí adentro. Era una época donde había bares en todas las esquinas. Algunos se iban a trabajar a Manzanares, cuando esta empresa tenía más de 80 sucursales. Manzanares era de una familia española, pero no de Galicia.
Después, cuando ya estaban trabajando y mandando dinero para su familia, el boca a boca empezaba a circular y otros se animaban a venir.
Esa fue un poco la historia, el origen de Cutcsa. Es por eso que hay hasta terceras y cuartas generaciones en la empresa, porque hoy están trabajando los bisnietos de algunos veteranos, que por suerte todavía están con nosotros. Por eso siempre decimos que Cutcsa, por más que parezca muy grande, es una gran empresa familiar. Como toda familia, necesita orden, disciplina, el cumplimiento de normas, pero no deja de tener la esencia de una gran empresa familiar.
¿Cómo siguió la historia de su padre en Cutcsa?
Mi padre entró como guarda, luego de un tiempo hizo los cursos y sacó la libreta, y pasó a ser conductor en calidad de empleado. Luego, allá por los años 60, hubo un aumento en la flota, decretada por la intendencia de ese momento, y la condición era que había que hacer partícipe, en cada uno de esos ómnibus que se sumaba a la flota, a algún empleado. Todo dependía de los dueños del coche, porque en general era de un dueño solo, pero la condición era que los obreros participaran en un pequeño porcentaje, que era menor a una cuarta parte. Mi padre era empleado de Cándido Azcárate, el padre de Celso Azcárate, que fue presidente de Cutcsa y un gran líder, siendo relevante su gestión. Por ejemplo, fue el que llevó adelante la industria nacional con las carrocerías Banda Oriental 1, Banda Oriental 2, el Montevideano, todo fabricado acá en Cutcsa.
Mi padre trabajaba en la unidad de Azcárate, y lo eligieron a él como empleado para que tuviera esa parte del ómnibus. Ahí empezó el camino de juntar algún pesito, de ahorrar, para terminar comprando el resto de los puntos y llegar a una cuarta parte de un ómnibus. ¡Eso era como llegar a lo máximo! Ya era dueño del ómnibus número 754, con el recorrido del 199. Salía del Cementerio del Norte, pasaba por el Barrio Cópola y llegaba al Parque Rodó.
El 754 fue el coche insignia de la familia, hasta que, en su momento, el propio Azcárate, que estaba de presidente en la empresa, habló con él para que se presentara a las elecciones con una lista. Fue entonces cuando fundó la Lista 5, que es la que hoy yo represento en Cutcsa, que se fundó hace 60 años, en 1964. Él integró la lista algunos años, en el 79 fue director durante un periodo y después se jubiló.
Imagino que en esa época se involucraba toda la familia alrededor de la actividad del ómnibus.
¡Era así! Muchas veces mi padre llegaba a las 22.00 – 23:00 horas, cenaba y se iba a descansar, porque a las 4.00 salía de nuevo, pero mientras tanto, como el coche quedaba en la puerta de mi casa, que era en la zona del Hipódromo, mi madre lo barría, lo lavaba y cosía algún asiento roto; y yo la acompañaba. En ocasiones, incluso, se encargaba de prenderlo un rato antes para que el motor Leyland estuviera caliente para cuando mi padre tomara el servicio de nuevo. El ómnibus era el eje de la casa de la familia, y eso ocurría en la gran mayoría de las familias involucradas con la empresa.
¿Qué perdura en el ADN de Cutcsa de aquellos iniciadores que hablamos antes?
Si tuviera que resaltar algo, es el cumplimiento de la palabra. ¡La palabra tiene más valor que mil documentos! Pero hay muchas cosas… El sacrificio, el comprometerse con algo y hacerlo. Por supuesto que trabajar con un sentido comercial, pero, fundamentalmente, hacerlo con el orgullo de dar un servicio. Eso era lo que sentían y se mantiene hoy. Son cosas no escritas pero que están en el ADN de la empresa.
Hoy, a los 110 servicios que tenemos, le agregamos otro hace pocos días, el turístico, con seis unidades. Pero no es uno más, porque sentimos que ese servicio, de alguna manera, representa a Montevideo y a Uruguay internacionalmente. Es el orgullo de hacer algo en que estoy representando al país.