De Posadas: “Fernando Pereira supondrá que es un hombre de diálogo, pero está sistemáticamente en contra de todo”

Ignacio de Posadas, exministro de Economía

Una visión amplia y transversal de los temas que hacen a la realidad del país siempre ha sido la marca registrada del doctor Ignacio de Posadas. Después de una larga trayectoria en filas del Partido Nacional (PN), hoy se encuentra alejado de la política, aunque su figura pública se mantiene activa con la reciente publicación de libros y participación en conferencias. El sistema político, la democracia, el Estado y la globalización, fueron algunos de los temas que desarrolló en diálogo con CRÓNICAS.

Por Matías Kapek | @matias_kb

-Se incorporó al ámbito político en 1969, cuando ingresó al Movimiento por la Patria. Teniendo en cuenta su trayectoria, ¿cómo analiza el momento actual de la política uruguaya?
-La institucionalidad del país y la convivencia en paz están razonablemente bien. Pero hay cosas para mejorar, se nota un deterioro del Estado de derecho, en el nivel de capacidad de la justicia y de la legislación. Uruguay se saca cartel con lo de la estabilidad, la previsibilidad, y eso es bastante cierto, pero no es perfecto, encubre una cierta pasividad, conservadurismo y resistencia al cambio. Si uno no cambia nada, es muy previsible, pero no se adapta a una realidad que sí es cambiante.

-¿Cuáles son las amenazas que visualiza en este ámbito?

-Una de las características que han tenido en las últimas décadas las democracias occidentales es su erosión y la crisis del sistema de partidos. Eso a nosotros todavía no nos ha llegado, pero el sistema de partidos no está funcionando como lo hacía hace 20 años. Otra cosa que ha cambiado es que durante mucho tiempo el país estuvo bastante abierto al mundo, no solo comercialmente, sino culturalmente; la gente sabía lo que pasaba en otros lados, eso en cierto grado se ha perdido. Estamos más aislados, y entonces ha tomado lugar una fuerza de voluntad asociada a forzar cosas irreales. El ejemplo más grande de los últimos tiempos es el invento del PIT-CNT y parte del Frente Amplio (FA) de reformar la Constitución en relación al tema de la seguridad social.


-En cuanto a la actualidad del sistema de partidos, ¿entiende que se ha generado una “grieta política”?
-La grieta es negativa, entendiendo por grieta un clima ideológico de confrontación, no necesariamente violento, pero que lleva a la dificultad de diálogo, donde la nota constante es el enfrentamiento y la negación. Eso hoy lo tenemos, desgraciadamente, y si uno mira históricamente, en las épocas de las guerras civiles también lo tuvimos, pero no hay que perder de vista que el Uruguay democrático ha sido fruto de los acuerdos. 

-Después de la última elección se generaron dos grandes bloques en el sistema político. ¿Cree que eso contribuyó a la conformación de la grieta? ¿Cuáles son sus características?
-La grieta actual es en parte ideológica y en parte cultural, quizás más cultural que ideológica. No creo que sea fruto del establecimiento de dos grandes bloques políticos, más bien creo que es fruto de una cultura de la disconformidad, que mira mucho el pasado y cree que el presente emana de robos que se les ha hecho a ciertos sectores de la sociedad. Hay una predominancia del relato sobre la realidad, un relato conservador, un poco envidioso, que no admite ninguna mejora. Ese fenómeno es más profundo que la mera ideología, y es mucho más profundo que lo que marcan los cálculos electorales.

-En junio de este año, en entrevista con CRÓNICAS y en referencia a la denominada “grieta política”, el presidente del FA, Fernando Pereira, afirmó que ya no quedan intelectuales de derecha como usted y dejó ver su deseo de que en el PN pueda haber más legisladores dialoguistas y con menos odio. ¿Está de acuerdo con esto? En general, ¿considera que en nuestro país los políticos han perdido nivel?

-Me parece que en general ha ocurrido eso. Pero hay que tener cuidado, los viejos somos hinchas del pasado. Por otra parte, aunque veo con cierto espíritu crítico los niveles intelectuales y de diálogo de los políticos, no veo que el PN esté en una posición en términos relativos peor que los demás. Fernando Pereira supondrá que es un hombre de diálogo, pero no es lo que se ve. Es un hombre que está sistemáticamente en contra de todo, nada le viene bien, para él lo que no es insuficiente, es tardío. No tiene ninguna iniciativa de acompañar o de reconocer. Ese juego de echarle la culpa de la falta de diálogo al otro es un juego viejo y trucho.

-En su última conferencia, durante el ciclo de charlas organizado por la Asociación de Promotores Privados de la Construcción (Appcu), hablaba de dos grandes conceptos que engloban una dualidad que suele darse en las democracias. Por un lado, la igualdad, y por el otro, la libertad. ¿Se trata de conceptos contrapuestos? ¿Hoy en día alguno de ellos se impone?
-La democracia funciona sobre un balancín que está en constante tensión y movimiento entre dos polos, de un lado la libertad y del otro la igualdad. En la medida en que pese más la libertad, la igualdad disminuye, y en la medida en que ese avance ponga más énfasis en la igualdad, inversamente disminuirá la libertad. En el mundo el camino ha sido casi siempre desde la libertad hacia la igualdad, pero el mismo ha implicado demandas crecientes que desembocan en grandes burocracias estatales, con costos muy altos. En muchos casos, los Estados están en etapas de rendimiento decreciente y todos seguimos pretendiendo más, es como una inercia natural; eso está desembocando en frecuentes casos de insatisfacción.

-En algunas oportunidades el ciudadano confunde a la democracia con el Estado, por eso su ineficiencia muchas veces se transforma en una disconformidad con la democracia. Yendo al caso concreto de Uruguay, ¿cree que se debe hacer una reforma del Estado para evitar potenciales problemas de democracia?

-El problema ya lo tenemos hace mucho tiempo y los llamados a reformar el Estado también, el propio Tabaré Vázquez hablaba de la madre de todas las reformas. El tema es que el Estado es un entramado de intereses muy grande, y cuando uno quiere tocar, le pisa los callos a mucha gente. La reducción del Estado es necesaria, el Estado uruguayo tiene un grado de ineficiencia que significa un peso enorme para la sociedad.


-Para la convivencia democrática y la cohesión social, no solo es importante el funcionamiento institucional, sino también el económico. Como exministro de Economía, ¿qué análisis hace de la gestión económica del actual gobierno?

-Cuando uno habla de economía tiende a hacer foco en cuatro cosas macro: la inflación, el déficit fiscal, el crecimiento del producto y el ingreso per cápita; al hacerlo debería ubicarlos en la realidad y la de este gobierno ha sido compleja. Entre la pandemia, la seca, las dificultades que se han dado internacionalmente en materia de comercio, el gobierno no la ha tenido para nada fácil. En términos generales, creo que se ha manejado muy bien, aunque en algunas cosas quizás más que en otras. Están los temas vinculados al encarecimiento del país que, aunque no los inventó este gobierno, es cierto que no los ha podido solucionar. 


-¿Considera que el descenso de la inflación que se ha registrado es estructural o podemos volver a niveles del 8%?

-La inflación es el nivel de precios generalizado y todos los países tienen lo que se llaman inflaciones estructurales. En el nuestro es bastante alta, tenemos costos y rigideces embutidas en el sistema que encarecen los precios de los bienes y los servicios. Hay un piso duro, lo cual de alguna manera resalta el éxito en ese sentido del gobierno. Un viejo como yo no puede olvidar que cuando recibimos el gobierno en el año 1990, al poco tiempo, la inflación llegó a 133%. En la actualidad eso parece ciencia ficción, pero no está tan lejos en el tiempo.


-¿Qué opinión tiene del manejo del déficit fiscal a partir de la implementación de la nueva regla?
-El gobierno ha sido honesto con sus promesas, y además valiente, porque esas cosas no son fáciles de mantener, hay que apretar los dientes para cumplirlas. La gente cree que el aumento del gasto público se explica por los políticos, pero es mucho más complejo, el aumento del gasto público se explica sí por los políticos, pero también por las expectativas de la gente, que son crecientes e imparables. Contener el gasto público es una batalla durísima.

-¿Cómo ve lo que ha sido el trabajo de este gobierno en pos de la apertura comercial?

-No ha sido exitoso, pero eso en buena medida es porque está en una realidad muy encorsetada. El Mercosur se empantanó hace mucho tiempo, es notorio que Brasil no tiene mayor interés en destrabar esta situación. Por otra parte, Argentina ha dejado de tener una política exterior hace bastantes años por la catástrofe que tiene internamente. Europa, por su parte, está muy trancada y desgraciadamente va a seguir así. En definitiva, el gobierno no podía hacer más de lo que hizo: patalear e insistir. Capaz que la crítica que se puede hacer tiene que ver con no haber iniciado el camino para ingresar en el Tratado Transpacífico mucho antes.


-¿Por qué les cuesta tanto a los países del Mercosur integrarse al mundo? ¿Qué puede hacer el país ante la imposibilidad de avanzar en ese sentido?

-La Organización Mundial de Comercio, poco después de la de la ronda Uruguay, se empezó a empantanar, entonces todos los países buscaron soluciones por la vía de Tratados de Libre Comercio. Los únicos que no lo hicieron fueron los países del Mercosur, por eso hoy en día no quedan muchos cuadros en la liga con los cuales jugar. Siendo esa la realidad internacional y siendo necesaria la apertura para que el país se adapte al mundo, si no se puede conseguir, hay que hacer un esfuerzo por adaptarse sin abrir, atacando los subsidios, la regulación, las trabas, el estatismo y todo lo demás.

-¿Cree que hay consenso en el país sobre el hecho de que existe una necesidad de avanzar en la inserción internacional?

-Creo que hay sectores en el país, no solo de la izquierda, pero sí mayoritariamente, que no creen que sea necesario abrir, al contrario, piensan que son posibles instrumentos de protección. Nadie va a decir públicamente que no se quiere abrir, pero hay sectores que no están dispuestos a hacer los sacrificios.


Las elecciones y la necesidad de mirar hacia el futuro

-¿Cómo imagina las próximas elecciones presidenciales?

-No solo la elección, hay que ver cómo va a ser la campaña electoral. No es que estemos en un momento de grandes transformaciones, pero sí estamos en una etapa en la que el país tendría que encarar algunas cosas, algunas de las cuales discute y hay mucho griterío, pero que no se han tratado de fondo. Van un poco en la línea de estas cosas que hemos conversado, podemos seguir con esta carrera estadista igualitaria, alentando derechos individuales crecientes, podemos seguir sin encarar una realidad que va más allá de la seguridad social. Uruguay, cuando tiene que decidir, hace décadas privilegia las cosas que hacen al pasado, o a lo sumo, al presente, pero deja para atrás el futuro; la educación, la niñez, los niveles de pobreza infantil, la investigación, están en el debe. Todas esas cosas deberían discutirse, pero me temo que vamos a tener una campaña electoral muy pobre y posiblemente eso no ayude a las decisiones de la gente.


Tiempos de cambio: el fin de la globalización

-En el transcurso de los últimos años del siglo pasado, y en los primeros de este, hemos escuchado en repetidas ocasiones el término “globalización”. ¿Considera que este concepto sigue representando el funcionamiento político y económico a nivel mundial? 

-La globalización nunca fue unánimemente aceptada, siempre hubo voces que la cuestionaron. La gran diferencia que se ha dado en los últimos años es que, un poco por motivos políticos y otro poco por motivos económicos, el discurso ha cambiado. La globalización hizo ganadores a muchos, pero hizo también perdedores otros tantos, y algunos de esos están en países con posturas geopolíticas especiales. Grandes países como Estados Unidos e incluso Europa están dando preponderancia a aspectos que no son estrictamente económicos, sino que son políticos; priorizan temas como la seguridad y la estabilidad.


-En ese nuevo contexto mundial donde entran en juego distintos aspectos, más allá de lo comercial, ¿cómo se ve afectado Uruguay? ¿Cómo debe actuar?

-Estamos muy al margen de esos cambios, la globalización no nos benefició desplazando inversiones hacia acá, como le ocurrió a todo el Sudeste Asiático, pero sí nos benefició abaratando precios. Por eso, si retrocede la globalización, probablemente nos puede afectar un encarecimiento general en muchas actividades económicas. La recomposición de cadenas industriales y el hecho de que ya no estén en base a la eficiencia, va a llevar a que, por ejemplo, no se produzcan los chips en Tailandia, sino que se produzcan en Detroit, buscando atender los problemas internos americanos.