Cichevski: “Uruguay debe aspirar a tener un déficit en torno al 2% para que la deuda se estabilice”

Nicolás Cichevski, gerente de la práctica de Análisis Económico de CPA Ferrere

Las alarmas de la economía del país se prenden en referencia a las dificultades que hoy representa un escenario de atraso cambiario y el problema dado por una sequía que no se termina. De forma paralela aparecen otros factores como la implicación que pueden tener las presentes rondas de negociación salarial tanto en el crecimiento económico como en la inflación. El economista Nicolás Cichevski analizó, entrevistado por CRÓNICAS, estos y otros elementos, brindando una mirada transversal del presente y el futuro de la economía de Uruguay.

-¿Cómo analiza la situación relativa al atraso cambiario? ¿Cómo evaluaría hoy su impacto para el sector productivo?

-El dólar es siempre relevante para Uruguay porque históricamente su economía es bimonetaria. Partiendo sobre todo del escenario pospandemia, no solo las exportaciones de bienes estaban a niveles elevados, sino que el ingreso de dólares de forma directa fue importante, sumándose por su parte las exportaciones de servicios y recientemente el retorno del turismo. En ese contexto, la presión del tipo de cambio ha hecho que el peso uruguayo se aprecie con respecto al dólar. Esto no generó demasiadas dificultades hasta mediados del año pasado, donde los precios de los productos exportables estaban, en general, todos en niveles muy elevados. Sin embargo, sobre finales del año y en el comienzo de este, los precios se acomodaron y Uruguay se mantuvo caro. En tal sentido, es cierto que el Banco Central en sus objetivos de reducción de la inflación tiene la tasa de interés alta, lo que hace que el tipo de cambio se aprecie. Pero no deja de ser el cambio flotante en donde existe la oferta y la demanda. Si el tipo de cambio está donde está es porque hay sectores que siguen generando ingresos de divisas para nuestro país. Paralelamente, el sector exportador es mucho más heterogéneo, con sectores que todavía tienen precios que acompañan y otros que están sufriendo mucho más aún el contexto del tipo de cambio. Esto se ve reforzado por la situación en Argentina, en particular, cuando se tiene en cuenta el sector del turismo y el sector del comercio en la frontera. En definitiva, es probable que en el mediano plazo no exista una apreciación adicional, es decir, desde donde estamos parados hoy es previsible que el tipo de cambio comience a depreciarse lentamente, pero por lo pronto vamos a seguir caros por un tiempo con respecto a nuestros competidores.

-Es evidente la fuga de consumo por la diferencia de precios con Argentina en los departamentos de frontera, pero, ¿esto tiene un impacto o se puede esperar que lo tenga a mediano plazo en la dinámica económica general del país?

-Parte de la respuesta depende de que nos imaginemos respecto a la situación económica en Argentina, porque no es lo mismo que sea transitoria y en el corto plazo tienda a resolverse, o que nos imaginemos una Argentina barata en dólares por cuatro o cinco años más. No hay que descartar este último escenario, en ese caso sí es probable que el impacto sea significativo. Por otra parte, tampoco hay que perder de vista el hecho de que el consumo en Argentina nos esté subsidiando parte del gasto, lo que hace tener una canasta de servicios por un precio mucho menor. Esto, dado el ingreso que tiene cada hogar o cada persona, permite destinar ese ahorro a otro tipo de actividades. 

-¿Qué espera de la negociación salarial en marcha? ¿Cómo puede impactar en la dinámica económica del país?

-En términos generales tiene la misma estructura que las rondas anteriores, es decir, un componente por inflación esperada, un componente por recuperación salarial y un correctivo por inflación. Uno de los efectos que puede tener se vincula a lo que pueda pasar con el salario real, las pautas deberían confirmar la expectativa de que va a continuar creciendo en 2023 y 2024, incluso con una economía creciendo por debajo de los años anteriores. Se trata de una situación en donde hasta mediados de 2022 el crecimiento de la economía se venía explicando fuertemente por el sector agroexportador, aumentando los salarios por debajo del PIB. Sin embargo, a partir de finales de 2022 y en 2023, el crecimiento va a ser superior al PIB, y en ese escenario, parte del crecimiento va a ser explicado por el consumo. El otro factor relevante de discusión, en términos de los resultados de los acuerdos salariales, son sus posibles impactos en la inflación. Hoy en día la inflación está por debajo del rango meta por primera vez después de muchos meses, que las negociaciones transcurran con la inflación por debajo del 6% hace más viable que los acuerdos se adhieran a los criterios definidos por las pautas.

El correctivo por inflación es un problema, porque en definitiva genera indexación y rigideces que hacen que las expectativas sean más difíciles de reducir. Pero en el panorama que vemos para los próximos meses y probablemente para el próximo año, la inflación va a estar dentro del rango meta. Esto puede generar una caída en las expectativas de inflación que facilite, si se quiere, la consolidación del 6% como el 8%, que era el promedio histórico anterior.

-El gobierno presentó al inicio de su gestión una necesidad de corrección de las cuentas públicas que tenía como fin último estabilizar los niveles de deuda. Teniendo en cuenta todo lo sucedido en el medio, ¿qué análisis hace de lo logrado hasta el momento? ¿Qué consideraciones hace de lo que ha sido el proceso de gestión económica?

-El resultado fiscal tiene que ser consistente con una trayectoria de la deuda en relación al PIB estable, y con un déficit por encima del 4%, eso obviamente no se logra. En ese sentido, Uruguay debe aspirar a tener un déficit más en el entorno del 2% para que la deuda en el mediano plazo se estabilice. La pandemia afectó los planes, pero el aspecto central que hoy en día está encima de la mesa y que se discute es el hecho de que tenemos un marco de institucionalidad fiscal, que puede ser perfectible, pero que nos permite encontrar un eje de discusión. Yendo a lo coyuntural, el resultado fiscal se ha deteriorado en los últimos meses, parte de eso puede tener que ver con los efectos de la situación Argentina. Por otra parte, también puede vincularse con los efectos de la sequía. Más allá de esto, creo que este gobierno va a entregar las cuentas públicas en una mejor situación que la que recibió en 2020. De todas formas, el próximo gobierno no va a tener carta libre para aumentar el gasto como si el déficit fiscal estuviese controlado. El nivel de déficit fiscal probablemente no permita aumentos de gasto por encima de lo que es el crecimiento de la economía.

-Hace unos días el gobierno presentó las proyecciones de crecimiento económico para el período 2023-2027. ¿Qué lectura se puede hacer de la misma? ¿Qué implicancia podemos esperar que tengan en la Rendición de Cuentas que se está tratando?

-Las proyecciones de crecimiento económico en el corto plazo no se apartan sustancialmente de lo esperado por el mercado. El criterio que se tomó fue asumir que la economía crecería en torno al ritmo de crecimiento potencial que fue estimado recientemente por el comité de expertos en un 2,8%. Se trata de un nivel superior al promedio de crecimiento de los últimos años y eso puede ser un riesgo, porque si luego crecemos menos, el margen para aumentar el gasto será menor. Pero es razonable asumir que el crecimiento podría estar en torno a ese 2,8% estimado, no nos olvidemos de que 2025, 2026 y 2027 es el mediano plazo, y en ausencia de shocks externos, el panorama no debería verse afectado. Ahora, son centrales los supuestos que uno toma respecto de qué tan transitoria es la caída de la recaudación que estamos viendo, sobre todo teniendo en cuenta que el impacto de la reducción de los impuestos todavía no aparece en su totalidad en el resultado fiscal. En la medida en que la caída de la recaudación tenga un componente más permanente, es difícil imaginarse que la recaudación va a crecer en 2023 y 2024 por encima del PIB, lo cual es la explicación de por qué el déficit seguiría cayendo en los próximos años. Al margen del ritmo de crecimiento que se reciba, las cuentas públicas en ausencia de un aumento en los ingresos por encima del crecimiento del PIB van a necesitar que el gasto crezca por debajo del crecimiento de la economía un par de años en términos reales.