La extendida costumbre de “bajar” películas por internet puede convertirnos en delincuentes

Ver cine DESDE LA ILEGALIDAD DOMÉSTICA

Por A. Sanjurjo Toucon

En las principales avenidas y ferias de nuestra ciudad se ofrecen DVDs con copias ilegales de films de todos los tiempos, pero especialmente los últimos estrenos. Su venta constituye un acto delictivo y el comprador es cómplice del mismo. Buena parte de la población se rehúsa a ser partícipe directo o indirecto del delito. Pero ese escrúpulo desaparece, o casi, cuando el film lo “descargamos” a través de internet para guardarlo en nuestra computadora, con posibilidad de grabarlo en DVDs para uso personal, que solemos extender a familiares y amigos, o bien lo vemos “on line”, o sea en el momento y sin archivarlo de modo alguno.

Alguien del negocio cinematográfico, días atrás, hacía referencia a lo expresado líneas arriba, señalando el perjuicio que, en forma inmediata  para unos, y a la larga para todos (productores, distribuidores, exhibidores y el propio público), derivaba de esta “piratería” doméstica. Antes de finalizar el diálogo, reconoció haber efectuado tal práctica.

Para un crítico cinematográfico o un cinéfilo, puede ser interesante y hasta imprescindible, conocer films no estrenados entre nosotros o revisar viejos títulos que difícilmente vuelvan a exhibirse. Descargar “Dementia 13”, legendario título de un debutante Francis Ford Coppola, se resuelve fácilmente con una incursión por www.surrealmoviez.com, que gratuitamente, y sin otro requisito que registrarse previamente (pueden ofrecerse datos falsos),  ofrece la filmografía completa o casi completa de decenas de directores de todos los orígenes y todas las épocas. Este no es el único camino, hay otros más sencillos.

Entrar en el popular “You Tube”, y seleccionar “películas completas” abre las puertas a otro rico archivo de películas que vemos con tan solo presionar el “Mouse”. Esta filmoteca virtual ofrecerá un enfoque diferente si la búsqueda en “You Tube” se realiza en el sitio llamado “cinetel”. Una completa trayectoria de Luis Buñuel, Hitchcock y figuras más recientes, con especial sitial para las industrias cinematográficas de México y Cuba, está pronta para detenernos larguísimas jornadas ante la pantalla del PC, que seguramente algunos ya habrán conectado con su televisor o el cañón de proyección doméstica; ese que ha convertido a “livings”, comedores y diversas habitaciones en pequeñas (y no tanto) salas cinematográficas.

Quienes realizan esta práctica, suelen argumentar que ejercen su derecho a la contemplación privada de películas, obteniendo infinidad de títulos que no llegan a los circuitos públicos (cines, cinematecas, e incluso TV), y en definitiva ejercen su derecho a la información sin obtener beneficio económico alguno.

Ni  qué decir si nuestra recorrida por “You Tube” selecciona “cine latinoamericano”. De inmediato aparecerán títulos (para nosotros) inéditos, de Bolivia, Perú, Cuba, Colombia, Venezuela, etc. En este caso sin crear malas conciencias, ya que buena cantidad de estos films fue “subida” por institutos del cine de estos países, o los propios productores.

Cine del pasado, cine sin posibilidades comerciales, en realidad poco importa al negocio cinematográfico internacional que recientemente lograra eliminar la “descarga” de películas (antiguas y actuales) de determinado sitio que, a  poco, reapareció con nueva denominación. Inmediatamente luego de la “clausura”, en ese sitio aparecía un multicolor aviso del FBI y otras dependencias oficiales norteamericanas, advirtiéndole que Ud. iba a cometer una acción delictiva.

Los ofrecimientos de  estrenos recientes, inicialmente suelen ser gratuitos (por 30 días) pasando luego a ser pagos, debiendo el interesado abonar determinado importe mediante  tarjetas de crédito de todo el mundo, emitidas por instituciones bancarias absolutamente legales. De donde la recorrida que conduzca a los propietarios de esos sitios, no es ningún imposible. Los 30 días de gracia pueden ser sustituidos por el ofrecimiento gratuito de un estreno sin ningún otro requisito.

Ya no se trata de ver la mítica “Detour” de Edgar G. Ulmer, o un melodrama mexicano de Buñuel. Allí tendrá la mayoría de los films que en estos momentos ocupan la cartelera e incluso los que vendrán en las próximas semanas.

Nos relataba un avezado “buscador de películas” que en ocasiones se le permiten ver en forma gratuita unos sesenta minutos de un total de 90, 100 o más, interrumpiéndose la trasmisión si no se cumplen determinados requisitos que pueden ser: “instalar gratuitamente” determinado programa, o poner en funcionamiento su tarjeta de crédito. El ingenio vernáculo, sin embargo, ha hallado un subterfugio: los primeros sesenta minutos del film se descargan a través del sitio “a” y se ven los minutos restantes a través del sitio “b”. Habitualmente un cursor ubicado al pie de la pantalla permite ubicar  el lugar del “corte” y retomar la trasmisión en ese exacto punto.

Muchos de los films carecen de subtítulos en castellano, obstáculo fácilmente salvado ya que abundan en “Google” los sitios con subtítulos. Basta con buscar “subtítulos de….” y una vez “bajados” se arrastran sobre la pantalla; su aparición será automática.

Por cierto que todo esto es (¿es?) ilegal, aunque quizás no lo sepamos.

Días pasados solicitamos un libro en importante Biblioteca pública. En una de las primeras páginas impares, en letra minúscula, se advertía que sin la debida autorización de los propietarios del “copyright”, estaba penada la copia, reproducción por medios manuales, fotográficos, químicos, electrónicos o cualquier otro existente o a inventarse, de la obra en cuestión. En el paroxismo de la defensa de los derechos de autor, también se prohibía su préstamo en forma privada o a través de Bibliotecas o instituciones similares.