“Steven Spielberg’s new show”: la libertad de prensa, familia y otros fuegos artificiales

Por A. Sanjurjo Toucon

The Post: los oscuros secretos del Pentágono. EE.UU. / Reino Unido 2017. Dir. y Productor: Steven Spielberg. Guión: Liz Hannah, Josh Singer. Con: Meryl Streep, Tom Hanks, Sarah Paulson.

El 9 de agosto de 1974, Richard Nixon, presidente de los EE.UU., presenta  renuncia a su cargo a causa del escándalo de “Watergate”. Una serie  de acciones ilegales de Nixon y su pandilla, oportunamente descubiertas y publicadas por Bob Woodward y Carl Bernstein, periodistas de “The Washington Post”. En 1976, el film norteamericano “Todos los hombres del Presidente”, dirigido por Alan Pakula, reconstruirá minuciosamente el caso.

Pocos años antes, a comienzos de los setenta, periodistas de “The Washington Post” –por entonces un diario en decadencia que aún se imprimía  con plomo- y  del poderoso “The  New York Times”, dan a conocer los llamados “Papeles del Pentágono”, revelando cómo sucesivos  presidentes estadounidenses (Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson) mintieron a su país respecto a –entre otras cosas no menos graves- la situación catastrófica de las Fuerzas Armadas norteamericanas en sus incursiones por el mundo (Un alto porcentaje de los hoy llamados “dreamers” revistaban en sus filas).

De esto trata “The Post”, de Steven Spielberg, con un ingenioso y habilidoso guión en que el proceso de divulgación periodística se enraba con la situación económica de la publicación.  El film, resuelto con diálogos constantes, sin una línea que sobre, logra inusitada vertiginosidad a través de las idas y venidas de periodistas empecinados en lo ético y otros que no lo están tanto, mientras  la directora de “The Washington Post” superpone, a  su vez, la responsabilidad de mantener en  el dominio familiar el periódico fundado por su abuelo, que a su vez fuera dirigido por su extinto marido.  La interpretación de esta mujer por Meryl Streep, ratifica, una vez más, su formidable histrionismo ante cualquier desafío, convirtiendo en trabajo encomiable aún aquellos de menor envergadura. Tom Hanks, con gran desempeño, continúa adherido a ese prototipo del ciudadano norteamericano que, por encima de algunos momentos censurables, es y será “un gran tipo”  (For He’s a Jolly Good Fellow).

El entramado de personas e  intereses (de la Casa Blanca, de la prensa, de la banca y de las cotizaciones de Bolsa), posee una dinámica interna y visual imprescindible para un relato casi totalmente en interiores y, como se señalara, con gravitante fuerza de los diálogos. Conviene estar atentos, pues el trajinar incesante favorece confusiones transitorias.

Allí está el pulso firme y  la dominación de  los “tempos”, presentes en casi toda la filmografía de Spielberg desde sus inicios en 1971 (”Reto a muerte”).

Spielberg es imagen del  admirado “winner” norteamericano. Hace un cine formalmente impecable, comercialmente exitoso, verdaderos “shows” no ajenos a cierto atractivo cuasi circense, así se trate de una aventura fantástica, un campo de concentración, o una biografía (hagiográfica). Es también un norteamericano que busca lo positivo ante lo negativo de su país. Como muchas de las fachadas de viviendas de los pequeños pueblos norteamericanos, sus films parecen llevar al frente la enseña de las barras y las estrellas.  “The Post” denuncia  implacablemente, aunque, fiel a Hollywood, detiene su metraje en un buen momento  y  “tout va très bien”.  La ley, una vez más protege la libertad de prensa. Sus denuncias permitirán “que todo cambie para que siga como está” (Lampedusa en “Il Gatopardo”).

La prensa norteamericana, para el caso de alcanzar la ética expuesta en films como este, demuestra escasa incidencia  en una sociedad donde casi  la mitad de  los votantes apoya a Trump. Aunque ha de reconocerse,  el cine de EE.UU.,  infinidad de veces, ha señalado que algo huele a podrido en las  rotativas de sus periódicos (micrófonos de sus radios y cámaras de TV). Al respecto conviene ver una película llamada “El ciudadano”.

“The Post: los oscuros secretos del Pentágono”: un gran pasatiempo tranquilizador, hasta que la prensa norteamericana, como se insinúa y así ocurrió, devele el próximo escándalo o (algún día) despeje ecuaciones aún sin resolver. Desde el asesinato de Kennedy, al ¿avión?, ¿misil?, ¿? que el 11 de setiembre destruyó una buena parte del Pentágono.