Alejandra Rossi: “Si hay un ámbito en el que no hay igualdad de oportunidades, es en el de los refugiados”

Alejandra Rossi, directora ejecutiva de Socialab


Emprendedora, soñadora y comprometida. Así se define Alejandra, que desde siempre apuntó a soñar en grande para lograr sus objetivos. Uno de los desafíos que la motiva es derribar las barreras de la desigualdad, y desde Socialab apuesta al emprendedurismo para generar oportunidades e impactar positivamente en la sociedad.

Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo

¿Cómo empezó tu vínculo con el emprendedurismo social?

Empezó cuando estaba estudiando Economía en facultad, y quería hacer algo más –sentía que estaba haciendo cosas muy teóricas-. Ahí me empecé a involucrar con voluntariado y después fue como una evolución. Como quería trabajar de eso comencé con un programa de microcréditos en Techo; ese fue mi primer acercamiento al mundo emprendedor, con microemprendedores que hacían esto por subsistencia –la mayoría eran mujeres-. Ahí vi que me encantaba trabajar con gente con ese espíritu de hacer, de salir adelante, de crear cosas, y tuve la suerte de hacerlo no solo como voluntariado sino también empezar a trabajar y dedicarme a esto. Microcréditos no era totalmente emprendedurismo social, pero sí tenía un foco de impacto.

Después trabajé en una incubadora con empresas de tecnología, también en un programa para mujeres emprendedoras, más adelante me fui tirando hacia lo social, hasta que me aboqué por completo al emprendedurismo social. Estuve trabajando en Socialab acompañando a emprendedores sociales, pero en ese momento quería formarme más y me fui a hacer un MBA en Emprendedurismo Social, y me quedé trabajando casi un año y medio en una empresa social en Los Ángeles. Ahora volví a Socialab como directora ejecutiva.

¿Cómo fue la experiencia de trabajar en una empresa social en Los Ángeles?

Yo ahí entré porque entre el primer y segundo año del MBA gané una pasantía para un fondo de inversión de impacto, entonces me dieron la opción de trabajar directamente en el fondo o en una empresa del portafolio. Yo elegí ir a una empresa social y me mandaron a Los Ángeles, a una empresa que se llama Chrysalis, que lo que hace es generar oportunidades de trabajo transitorio para gente que está fuera del sistema laboral, sobre todo personas que viven en la calle. Hay barreras grandes por las que esa gente no entra al ámbito laboral, porque algunos tienen problemas de adicciones, de salud mental, o estuvieron en la cárcel mucho tiempo. Esta empresa social tiene diferentes negocios que se hacen con el objetivo de emplearlos y de darles una nueva oportunidad laboral para que trabajen ahí uno o dos años y después sí puedan insertarse al mercado laboral como cualquier otra persona.

Comentabas sobre tu interés en aprender… ¿cuál es la importancia de formarse en el área del emprendedurismo social?

Por un lado, como toda área, si uno lo quiere hacer bien y profesionalmente, tiene que generar esas herramientas. Creo que por más de que sea social no quita que haya que hacerlo de manera profesional. Eso es importante; hay que saber cuáles son las tendencias, qué se ha hecho en el mundo. A mí me gusta mucho trabajar en terreno, pero también analizar por qué estamos haciendo determinada tarea, cómo la medimos, cómo vemos si realmente estamos impactando, y para eso hay que estudiar y formarse. Por otro lado, el emprendedurismo social es un campo nuevo, no es que cuando uno va a elegir la carrera de la facultad puede optar por hacer eso, entonces siempre tuve ese empuje de formarme, pero terminaba haciendo algún curso online, leyendo libros, y me faltaba un programa; por eso es que decidí irme a estudiar.

¿Cuáles son los problemas sociales que te preocupan?

Cómo generar oportunidades para la gente, y en este momento en particular hay algo que me atrae mucho que es el tema migratorio, los refugiados. Si hay un ámbito en el que no hay igualdad de oportunidades es allí. Eso es algo que me tiene obsesionada, es de derechos humanos. ¿Por qué alguien no puede tener los mismos derechos al cruzar la frontera? Ese tema hoy me mueve. Después, siempre me ha movido el tema del trabajo y la educación, que es lo que les da herramientas a las personas para decidir qué hacer con sus vidas.

¿Ves dificultades de acceso al trabajo y la educación en algunos segmentos de la población?

Sí, creo que es un tema de oportunidad, es decir, muchas veces, por el lugar en el que naciste, tenés una familia que tiene que pelear mes a mes por sobrevivir, capaz que tus padres no fueron a la universidad y es como que del momento cero estás caminando de atrás. Eso es distinto de alguien cuyos padres ya estudiaron y desde chico le dan el tiempo y el espacio para hacerlo, y puede ir a un colegio privado, que siempre va a tener profesores. Son cosas que escapan de las elecciones personales.

¿Cómo se encuentra Uruguay en materia de emprendedurismo social en comparación con otros países?

Algo muy positivo es que ha habido un avance. Cuando yo me fui –hace cuatro años-, hablabas de emprendedurismo social y te preguntaban qué era; ahora hay más gente hablando del tema, ya no solo Socialab, incluso hay fondos específicos para innovación inclusiva, o se entiende que esto también es emprendedurismo. Por ejemplo, hace algunos años pasaba mucho que lo confundían con una ONG, cuando en realidad no se piden donaciones, sino que se hacen proyectos que por sí mismos se puedan autosustentar, que son una empresa y generan impacto; las dos cosas pueden ser compatibles. Creo que en eso hubo un avance, aunque hay muchísimo por hacer.

¿Lo que falta por hacer tiene que ver con la parte legal?

Sí. Por ejemplo, si hoy un emprendedor social va a abrir una empresa en DGI, siempre la pregunta es en qué casillero se pone, es decir, si se define como una asociación civil, en verdad está facturando, pero tampoco facturó tanto y quiere reinvertir las ganancias. No hay una figura legal clara para emprendedores sociales. Pero tampoco creo que el mundo esté tan avanzado en eso, siempre están esos vacíos legales.

¿Qué otros desafíos tiene que enfrentar un emprendedor social para concretar su proyecto?

El desafío uno es que falta soñar en grande. A veces veo que el emprendedor, sobre todo el social, quiere resolver algo y se conforma con que el proyecto cumpla con todos los requisitos. Creo que hay que ser más arriesgado por más de que después no se llegue a ese sueño. A veces por querer llevar algo a la práctica no tienen en cuenta que si lo hubieran hecho más grande habrían impactado a más gente. Después, tienen muchos desafíos en cuanto al financiamiento… El emprendimiento implica riesgo, es decir, muchas veces implica dejar trabajos o trabajar menos horas, o no ser tan buenos en lo que hacen de manera dependiente.

¿El financiamiento es un desafío por la dificultad de llegarle al empresariado uruguayo, es decir, para que este quiera apostar por un emprendimiento social?

Nosotros tenemos muchas alianzas con emprendimientos y empresas privadas que les interesa apostar por este tipo de proyectos. No son todos, por supuesto, pero se encuentran. Y también creo que hay muchos empresarios buscando… quizás son los que siempre han estado haciendo donaciones o ya están de alguna manera vinculados al mundo de la Responsabilidad Social Empresarial o las ONG, y saben que está bueno hacer esa donación, pero que no genere dependencia todos los años porque van a necesitar la plata de vuelta. Entonces, creo que les gusta este concepto de invertir ese capital inicial, pero que una vez que inicia, la propia actividad de la empresa social hace que se pueda sostener. Al empresario le gusta porque ya no es donación, sino inversión; creo que por ahí atrae. Igualmente, falta mucho sensibilizar, llegar a todos y que entiendan bien el concepto.


Acortar la brecha de género

¿Cómo ves el rol de la mujer en el ámbito de los emprendimientos sociales?

Por un lado, el emprendedor o la emprendedora social tienen el potencial de generar oportunidades justamente para mujeres para las cuales la brecha de género es mucho más grande que para otras.

¿Por ejemplo?

Mujeres que viven situaciones de violencia doméstica y no pueden salir de eso porque no tienen dinero para irse. Eso es bien distinto a alguien que tiene los recursos, aunque viva la misma situación, porque tiene una opción de salida. Como emprendedor social uno puede optar por desarrollar un emprendimiento que acorte esa brecha. Al mismo tiempo, hay muchas cosas en las que se ha avanzado, pero todavía hay mujeres que son súper fuertes y que parece que se comen el mundo, y sin embargo les da miedo pedir un poco más de plata por un contrato. Hay una brecha salarial y no tiene que ser así. Este año en Socialab vamos a dar menciones especiales a soluciones que incorporen el tema de género, porque reconocemos que existe esta brecha.


Señas de identidad

¿Edad?

Tengo 30 años.

¿Profesión?

Economista, MBA especializado en Emprendedurismo Social.

¿Hobbies?

Me gusta aprender cosas nuevas. Por ejemplo, me presentás a alguien que sepa un idioma que yo no sé, y me encanta. También me gusta caminar y leer.

¿Tres palabras que te definan?

Emprendedora, soñadora y comprometida.

¿Cuáles son tus grandes logros?

Haberme animado a seguir mis sueños. Yo estaba bien acá, tenía un trabajo que me gustaba, pero quería más, y apostar por eso, haberlo logrado, y poder vivir de lo que me apasiona, que es una decisión diaria, es un gran logro.

¿Algo que te gustaría concretar este año?

Muchas cosas, pero tengo un proyecto personal en salud. Estoy haciendo una fundación –pero sin plata- para promover el conocimiento de una enfermedad rara que me tocó vivir y quiero que se conozca en Latinoamérica, que los médicos estén preparados para saber cómo salvarle la vida a alguien si se presenta con esos síntomas.

¿Qué enfermedad es?

Púrpura trombótica trombocitopénica. Es una enfermedad autoinmune que hace que se te destruyan las plaquetas, y a la vez se te forman coágulos internos porque el cuerpo entiende que te estás desangrando. Eso hace que te quedes sin plaquetas y corras el riesgo de desangrarte. Si te pasa un episodio de esos en cuestión de horas te podés morir porque el cuerpo lo hace rápido. Yo tuve la suerte de que cuando me pasó, una médica me vio y enseguida supo lo que era. Lo primero que tienen que hacerte es una transfusión de plasma. Yo sabía inglés y tuve acceso a doctores en todo el mundo, pero creo que si hubiera estado acá en Latinoamérica no iba a correr la misma suerte. Esto me pasó el año pasado en Estados Unidos, pero no sabía que tenía esta enfermedad. Mi idea es generar conciencia de que existen casos. Acá no se diagnostica, hay gente que no sabe que la tiene y no contó el cuento, porque en cuestión de horas te desangrás, entonces quiero impactar en ese sentido. Cuando volví hice el primer sitio web sobre el tema en español: www.tanrara.org.