¿Y si Uruguay se atreviera?

Por Leonardo Loureiro (*) | @ljloureiro

Hay varias personas que entendemos que Uruguay puede caminar activamente para ser un país desarrollado, trabajando en cuatro pilares, la educación para la economía del conocimiento, la innovación, la productividad y la internacionalización.

En los últimos seis meses tuve la oportunidad de leer varios libros y estudios que apuntan a ello. Empezando por el libro “El Uruguay que nos debemos” de Ricardo Pascale, siguiendo por la investigación del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), “Un salto al desarrollo: agenda 2025-2030”, el libro “El despegue: Cómo crecer y distribuir en Uruguay”, de Nicolás Batalla y del actual ministro de Economía, Gabriel Oddone, y otros análisis más de diferentes think tanks e investigadores independientes. Todos ellos abarcan con lujo de detalle estos pilares que menciono. En esta columna me gustaría hablar de dos de ellos: educación e innovación.

Con respecto a la educación, es un tema que me ocupa desde hace muchos años, primero por la necesidad apremiante que siempre ha tenido el sector de las tecnologías de la información de contar con talento calificado para trabajar en una industria dinámica, que evoluciona y cambia constantemente. Muestra de esto último es lo que hemos visto en estos tres años con respecto al impacto de la inteligencia artificial generativa, tema que hemos tratado en profundidad en columnas anteriores, hoy agrego que puede ser un gran aliado en nuestro desarrollo como país. 

Incorporar en la educación desde temprana edad todos los temas relacionados a ciencias de la computación como lo hacen varios países desarrollados es crucial, por ejemplo, en ciberseguridad se les puede explicar a los pequeños de entre seis y siete años los peligros de las redes sociales, hasta llegar a los jóvenes de 16 a 18 explicando qué es un phishing o suplantación de identidad que nos afectan en nuestras transacciones digitales. En áreas como la ciencia de datos podemos analizar con los pequeños los datos de una estación de meteorología, entender una gráfica, y con los jóvenes analizar series estadísticas de múltiples estaciones para codificar un programa que prediga el impacto del clima en la producción agrícola, por ejemplo.

Estas formas de introducir estos conocimientos van generando las capacidades que luego en los trabajos futuros iremos usando como habilidades innatas y nos van preparando para los cambios en el mundo de la tecnología. 

Esto que comento es para las nuevas generaciones, pero algo similar podemos hacer para todos los trabajadores que tienen que actualizarse. Es imperioso que todos los nuevos programas de Inefop apunten a este tipo de capacidades, con aplicación inmediata; me refiero a que sean de uso práctico y de aplicación instantánea. Además, pueden generar créditos para culminar estudios secundarios o sumar para carreras terciarias.

En cuanto a la innovación, Uruguay ha venido dando pasos en la dirección correcta, desde la creación del Programa de Desarrollo Tecnológico, pasando después a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), Uruguay Innovation Hub y el hoy Uruguay Innova. Pero esto no alcanza, tenemos que buscar mayor impacto de las actividades que realizamos. 

Hace unos años en una consultoría solicitada por Servicios Globales de Uruguay XXI, John Matthessen y Marcel Mordezki proponían crear “El mayor premio a la mejor innovación en el mundo, en Uruguay”, destinando un monto significativo de uno o dos millones de dólares, con una frecuencia anual, resolviendo problemas en áreas sensibles del país. Decían los autores que de esa forma generamos marca país y resolvemos problemas importantes para la sociedad. Al final no se implementó, lo más cercano han sido los desafíos de ANII, pero ni cerca han sido estos montos y este foco. 

En su libro, Pascale comenta lo que plantea la Ec. Mariana Mazzucato sobre las misiones, que son “un objetivo ambicioso y audaz, con amplia relevancia social, que guía la innovación y la inversión pública y privada para resolver problemas sociales apremiantes”, donde “la atención se centra en la colaboración y la inversión entre los distintos sectores”. 

Creo que algo que podríamos hacer sería buscar desafíos (partes de una misión) que traccionen y aporten a los cuatro pilares para el desarrollo, por ejemplo, el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, en una comparecencia en el Senado, dijo algo como: “Paraguay tiene una central hidroeléctrica en conjunto con Brasil, ¿por qué no usar su 50% para que se instale un gran datacenter de IA?”. Esto suena parecido a temas en Uruguay. ¿Por qué no creamos un desafío que le sea de utilidad a UTE, para usar excedentes de energía que a su vez sean usados en capacidades de IA locales y exportables?

Otra idea “fuera de caja” podría ser usar la basura que generamos, como se usa en otros países, para crear nuevos materiales para construcción y mantenimiento de carreteras.

Busquemos desafíos que tengan impacto económico, social y medioambiental, que a su vez nos permitan desarrollar nuevos servicios y productos exportables. Y disponibilicemos los recursos necesarios para lograrlo. 

Uruguay tiene historia, talento y estabilidad. Lo que falta es audacia. Si nos animamos a repensar la educación, a desafiar los límites de la innovación y a apostar por misiones que movilicen al país entero, no hay razón para no aspirar al desarrollo pleno.

¿Y si Uruguay se atreviera a liderar en lugar de imitar, a construir el futuro en lugar de esperarlo?

(*) CEO de Quanam USA.