Agustín Iturralde, director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo
El contexto internacional complejo, generado en gran parte por las medidas arancelarias de Donald Trump, constituye un panorama de incertidumbre para la economía. Sin embargo, el pragmatismo en la defensa del interés nacional debería seguir siendo la guía, según lo entiende Agustín Iturralde. Las claves de su análisis de la actualidad pasan por el rol del MEF en la elaboración de la Ley de Presupuesto y en la agenda de reformas que pueda impulsar el Ejecutivo.
¿Cuáles considera que han sido las grandes transformaciones que se han dado en la economía uruguaya en los últimos 15 años?
En 2010 la economía uruguaya se encontraba en el medio de uno de los superciclos de crecimiento económico más importantes que se tenga registro. Lo que sucedió entre 2004 y 2014 fue excepcional, fueron años de mejoras significativas de la economía, el salario, el empleo y el bienestar material de la población. Ese crecimiento estuvo basado en una situación internacional muy favorable, y un país que aún tenía factores relativamente baratos que permitían aprovechar muy bien esas circunstancias favorables. Si bien podemos encontrar numerosas oportunidades perdidas en ese contexto tan favorable, pese a que en educación e inserción internacional es muy notorio que no se avanzó casi nada, también es claro que en comparación a nuestros vecinos no hicimos locuras y se respetaron las reglas de juego, lo que nos evitó los golpes que sufrieron varios vecinos a partir de 2012. Hoy la situación es muy distinta. La economía uruguaya es más rica y estable pero carece del dinamismo económico del 2010. De crecer más de 5% en el período 2004-2014, pasamos a crecer 1.2% en el período 2015-2024. Hoy necesitamos reformas de segunda generación y más sofisticadas, que nos permitan elevar la productividad y seguir creciendo. Lo que nos hizo crecer en la década posterior a la crisis no lo hará ahora.
¿Cómo debería insertarse Uruguay en este mundo económico y comercial de hoy, con problemas geopolíticos, donde cada vez tienen más relevancia los proteccionismos, y la amenaza de aumentos de aranceles se ha vuelto algo cotidiano?
El pragmatismo en la defensa del interés nacional debería seguir siendo la guía. El mundo tiene tensiones geopolíticas y resurgimientos del proteccionismo, pero también es un mundo con numerosas oportunidades. El tema de los aranceles nos afecta mucho más por el menor crecimiento global previsto que por implicancias directas para nuestra economía.
La realidad actual debería ser un llamador adicional a hacer los deberes pendientes: reducir la tasa consular, liberalizar barreras unilaterales al comercio, facilitar exportaciones e importaciones, entre otros. Algo de eso parece estar abordando el Ministerio de Economía con un éxito que por ahora desconocemos. Mucho más errático parece el camino del Ministerio de Relaciones Exteriores. El alineamiento absoluto e irreflexivo con Brasil me resulta incomprensible. ¿Qué ganamos yendo a Chile a una actividad nítidamente ideológica?
¿Qué políticas debería adoptar el país para mitigar los riesgos económicos actuales?
El camino del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) parece el correcto. Lo que tenemos que hacer son deberes que no dependen de nadie más y cerrar los acuerdos que se puedan. No hay que dramatizar la adversidad internacional. El movimiento también trae oportunidades.
Sobre todo durante la segunda administración de gobierno de Tabaré Vázquez hubo una crítica bastante extendida dado la inconsistencia entre la política salarial, la monetaria y la fiscal. Por un lado había una política monetaria contractiva, por otro una política fiscal y salarial que terminaban siendo expansivas y eso tenía incidencia sobre la inflación. ¿Cómo analiza el escenario actual y si considera que hoy hay mayor coordinación entre las políticas fiscal, monetaria y salarial?
Parece claro que existe un riesgo de repetir aquella película. Las pautas salariales parecen dejar ese flanco. La política monetaria marca una continuidad con el gobierno anterior, mientras que la salarial parecería que no. El presupuesto debería ser una instancia en la que el MEF se haga fuerte y marque la cancha. De lo contrario existe un serio riesgo de repetir la situación de 2015-2020 y estar todo un quinquenio corriendo de atrás la pelota fiscal mientras se destruye empleo.
¿Puede Uruguay aprovechar este momento de desconcierto de la economía mundial para atraer inversiones? ¿Están dadas las condiciones?
El problema de la baja inversión en Uruguay no creo esté dado por una situación internacional particular. El problema es la rentabilidad de los factores; estamos caros para los niveles de productividad que tenemos. Trabajar seriamente en la agenda de reformas del mercado laboral, de la regulación micro, de la transformación educativa, de la infraestructura, o de la fiscalidad es el único camino verdadero. Mientras tanto podemos ver que inversiones igual pueden seguir viniendo y que regímenes excepcionales hay que dar para que eso pase.
¿Cómo impacta el auge del bilateralismo y las monedas alternativas al dólar al sistema financiero internacional?
Creo que el lugar que ocupan esas monedas en el comercio internacional sigue siendo marginal y lo seguirá siendo por un período relevante de tiempo.
¿Estamos en una nueva era de proteccionismo económico? ¿Qué países están impulsando más barreras comerciales y cuál cree que es el objetivo?
Creo que las agendas de política interna son las que determinan y mueven estas agendas. En el caso de Estados Unidos sigo sin encontrar ninguna racionalidad económica al “liberation day”, todo lo que vino antes y vino después. Como buenos populistas, es la búsqueda del impacto y la conmoción lo que mueve los anuncios. No veo ninguna salida exitosa para Estados Unidos que no implique muchos acuerdos y cooperación con la enorme mayoría de los países que viene amenazado.