Amores y espías en aventura algo hitchcockiana, envuelta por disfrutables anacronismos

Casablanca 1942 > SIN HUMPHREY, SIN INGRID

Aliados (Allied) . EE.UU. / Reino Unido 2016. Dir. Robert Zemeckis. Con: Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris.

“Aliados” es un film de espionaje cuya acción transcurre en 1942, en plena II Guerra Mundial, donde confluyen arbitrariamente (o quizás no tanto) instancias de agitada acción con aquellas otras, físicamente más calmas, centradas en la historia sentimental de una pareja de agentes secretos.

El film se inicia en Casablanca en 1942, y aunque por aquí no corretean ni se aman Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, otras urgencias y amores contrariados, se encargan de convocar al film “Casablanca”, que Michael Curtiz rodara en ese año.

En su primer tercio, “Aliados” conforma rápidamente una agitada aventura cuando una pareja de espías (él canadiense, ella francesa) son autores de varios atentados contra los nazis. Circunstancias que permiten insertar varias correrías de permanente acción, que pudieron ser más o pudieron ser menos, sin alterar los vínculos sentimentales de ambos agentes secretos, ni cambiar el curso de la guerra.

El realizador Robert Zemeckis (“Volver al futuro”, “¿Quién engañó a Roger Rabbit?, “Contacto”, etc.) un profesional solvente, que a sus trabajos típicamente industriales dota de atractivo e intrascendente interés (y rara vez aburren), abandona, guión mediante, la empalagosa fórmula “novela rosa” + acción. Convirtiendo al material que tiene entre manos en una muy lograda historia de suspenso, con no pocas reminiscencias hitchcockianas; la utilización de mesurada acción, aleja a “Aliados” de rasgos propios del cine del género en los años 40. La acción pasa de ser motivadora del relato a ser consecuencia del mismo.

Zemeckis, como también Hitchcock, siembran dudas sobre uno de los personajes centrales, y el suspenso emanado de ello es el nervio de la anécdota. Resolviéndose todo el asunto con las simplificaciones poco creíbles del comienzo. “Aliados” no resiste como cuestión verosímil, pero su atractivo impide que los excesos actúen como tales.

Brad Pitt y Marion Cotillard cumplen muy adecuadamente en la construcción de la pareja de espías, a la vez que ofrecen una divertida caricatura de los amores contrariados, infaltables en los referidos melodramas bélicos del cine de la Segunda Guerra.

En el decadente Hollywood de hoy, aún subsisten chispazos de tiempos pasados, aunque sea en imitaciones anacrónicas.

Assassin’ s Creed. Reino Unido / Francia / Hong Kong / EE.UU 2016. Dir.: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Jeremy Irons, Charlotte Rampling, Brendan Gleeson.

La llamada Orden de los Templarios fue una organización religioso-militar-económica, reconocida por la Iglesia Católica, que actuó en las Cruzadas. Libremente inspirada en la misma, el mercado contemporáneo creó un videojuego, así como otros subproductos de iguales referentes. Entre ellos este film donde se enfrentan Templarios con una orden rival, la de los Asesinos.

Para retornar desde el presente a la España de 1492, según se ve en la realización (felizmente desconocemos el videojuego original), se utiliza una “revolucionaria tecnología” apta para realizar esa contramarcha a través de la memoria.

Han transcurrido apenas veintitrés minutos del film (tiene 108) y recapacito si se justifica permanecer frente a la pantalla ante este gratuito despliegue de efectos especiales que (supongo) habrán de complementarse con los conocimientos del videojuego que posea el espectador.

Abandonado el film, sabemos que por elemental ética profesional no podemos escribir acerca del mismo. Tampoco ha de privarse al lector de opiniones críticas, por lo que seleccionamos varias de ellas publicadas “urbi et orbi”.

“Batiburrillo de acción desaforada pero carente de ritmo interno (con) un puñado de referencias presuntamente cultas”. Javier Ocaña (El País, Madrid).

“Ni Michael Fassbender puede hacer que esta basura salte de la pantalla” (Robbie Collin, The Telegraph, EE.UU).

“Tiene estrellas de renombre, pero realmente es el mismo cuento de siempre…Una película de videojuegos mediocre” (Owen Gleiberman, Variety, EE.UU.).

“Pesada….casi dos horas de un complicado sinsentido” (Harry Windsor, The Hollywood Reporter, EE.UU).

“Es un caos interminable y soso… Es raro ver una película tan carente de ánimo” (Peter Bradshaw, The Guardian; EE.UU.)

“Ridícula e innecesaria son dos adjetivos que bien definen el resultado de la adaptación a la pantalla grande” (Equipo Cultura, La Tercera, Chile)

“Es de esas singulares películas en las que no acabas de definir bien quiénes son los buenos y quiénes los malos…” (Oti Rodríguez, ABC, Madrid).

“Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza” (Dante Alighieri, La Divina Comedia).

Moana, la concupiscente

El imperio Disney ha lanzado al mercado un nuevo film: “Moana”. Su estreno masivo, a lo largo y ancho del planeta, se produjo en alrededor de setenta países entre noviembre de 2016 y enero de 2017, existiendo más naciones que lo harán en fecha próxima. Ese circuito comprende las habituales salas de cine de Europa, las tres Américas y sitios donde la presencia de Disney ha de constituir un exotismo o al menos una curiosidad: Kazajstán, Singapur, China, Vietnam, Malasia, Georgia, etc.

“Moana” no llega sola. El film tiene su correspondiente videojuego y además un variopinto “merchandising” donde aparecen muñecas, animales de peluche, un anzuelo luminoso, disfraces y muñecos reproduciendo a los personajes del film. Uno de estos últimos fue retirado del mercado a causa de su presunto racismo.

Según se informa en una de las numerosas páginas web de Disney, dedicadas al film “Moana”, esta es “la historia de Moana, la hija de carácter fuerte del jefe de una tribu de la Polinesia, que es elegido por el océano sí (sic) mismo para reunir una reliquia mística a una diosa. Zarpa en busca de Maui, un semidiós legendario y espera salvar a su pueblo. Moana fue lanzado teatral en los Estados Unidos el 23 de noviembre de 2016. La película recibió revisiones positivas y recaudó $ 97 millones en todo el mundo”.

La millonaria suma no permitió solucionar algunos problemas de Moana. En España, el nombre Moana estaba registrado por un gel, debiendo modificarse. Mientras que en Italia, fue la propia gente de Disney quienes propiciaran el cambio, ya que Moana Pozzi es el nombre de una escultural actriz del cine porno peninsular y se temía que la similitud de nombres causara confusión.

Entre los nombres sustitutos, utilizados en esas ocasionales circunstancias, ocupa el primer lugar “Vaiana”. No dieron los motivos de su elección, aunque no es difícil suponer que algún cultor de la mercadotecnia, halló semejanzas con “Bahiana”. De ser así la Polinesia pasa a ser Brasil, país al que la propia casa Disney dedicara un tercio del film “Los tres caballeros” y un personaje: José Carioca, oriundo de Río de Janeiro. Pero se sabe, que la geografía y las nacionalidades no han sido preocupación ni motivo de interés hollywoodiano, con la excepción del cine bélico.

Es sin embargo acalambrante el desconocimiento del imperio Disney respecto al cine.
Robert J. Flaherty (1884-1951), fue un norteamericano maestro del cine documental, que en 1922 da a conocer su obra más famosa: “Nanuk, el esquimal”.

Entre abril de 1923 y diciembre de 1924, Flaherty vive en Samoa –más precisamente en la isla de Savai- junto con su mujer e hijos, con la finalidad de rodar un documental sobre los nativos del lugar, repitiendo en parte su experiencia de 1922. Flaherty y los nativos reconstruyeron escenas de la vida cotidiana, donde aparecía “el personaje conductor y líder masculino, Moana” que en la lengua del lugar significa “agua profunda”.

Por cierto, cabe la posibilidad de que la gente de Disney, asumiendo una actitud “políticamente correcta” (impreciso término de moda), haya decidido contraponer al Moana macho de Flaherty, su tierna Moana hembra.