El anciano bonachón, escapado de Disneylandia, y el histérico pariente de Lady Macbeth

Churchill x 2 > EN EL REINO DE LA FANTASÍA

Por A. Sanjurjo Toucon

Las horas más oscuras (Darkest Hours).  Reino Unido 2017

Dir.: Joe Wright. Guión: Anthony McCarten. Con: Gary  Oldman, Lily James, Kristin  Scott Thomas. Estreno  en cartel.

Churchill. Reino Unido 2017. Dir.: Johnatan Teplitzky. Guión: Alex von Tunzelmann. Con: Brian Cox, Miranda Richardson, John Slattery. Estreno sin  fecha anunciada.

Winston Churchill (1874-1965), político británico que fuera Primer Ministro del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, ha generado copiosísima bibliografía sobre su persona y trayectoria, a las que tampoco  permaneció ajeno el cine.

Con una  imagen tradicionalmente aceptada: la de quien dio a los británicos fuerzas  para luchar contra un nazismo que  colocó al Imperio Británico al borde de  la extinción; a su vez fue privilegiado poseedor de indestructible hígado, pulmones, etc., capaces de soportar la ingesta de varios litros de bebidas alcohólicas y numerosos “puros”, en cada una de sus agotadoras jornadas.

Curiosamente, en 2017, el cine británico ofrece,  simultáneamente, dos aproximaciones al personaje: “Las horas más oscuras” (en cartel) y “Churchill” (sin fecha de estreno). Distintas por  sus enfoques y por los períodos abordados;  ello no evita inexactas interpolaciones: cada film incluye una misma anécdota, con intervención de Churchill y su secretaria, aunque ubicándola en diferentes circunstancias.

En “Las horas más oscuras”, un Gary Oldman impecable, hace de su Churchill inicial un político fracasado, cascarrabias y ególatra, una criatura absolutamente creíble. Avanzando el metraje, el guión  le transforma en un viejo obcecado, al que  una inmersión en las calles, actúa a modo de hada buena,  convirtiéndole en absurdo y “disneyano” salvador de la humanidad. Esta combinación de “Disney” con Frank Capra (aunque los EE.UU. aún no auxiliaban al reino atacado), sabe glorificar al “British Empire” y en un segundo plano a sus colonias allende los mares, con sus correspondientes “cipayos”. Hasta parecen oírse las clarinadas de “Gunga Din”  y el galopar de los “Tres lanceros de Bengala”. Los “gurkas” de Malvinas deben aguardar turno.

El monarca británico reinante (por Gracia de Dios y Wallis Simpson)  Jorge VI  (de la germana casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, luego Windsor), aparece con los muy reales titubeos admitidos previamente por  otros  films. Involuntario apunte sobre  la  inutilidad de tales personajes y su (oneroso) cargo.

En estos tiempos económicamente comandados por la excomunista Angela Merkel, y en medio del abandono de la UE, los británicos enfatizan en una encarnación unipersonal del nazismo. El “Führer” lo hizo todo.

Por encima de su inmodificable desenlace y de sobreabundantes diálogos, “Las horas más oscuras” logra atractivo suspenso.

Los instantes más logrados y creativos, corresponden a las (escasas) secuencias vinculadas a  la aviación y sus acciones. Tratadas con imágenes de raíz expresionista  y ligadas a técnicas del moderno cine de animación.

Fuera de  ello, el aroma de  telefilm y/o miniserie, se hace sentir.  Realizador y guionista  corretearon por esas  modalidades, y parecen desconocer los aportes, ya históricos, del “free cinema”, que supo mostrar el auténtico rostro del medio que lo produjo.

Rule, Britannia.

El realizador australiano Johnatan Teplitzki y la guionista británica Alex von Tunzelmann (reivindicando la condición de historiadora), con antecedentes en series históricas televisivas, se han excedido al titular a su film  “Churchill”. Referido a pocos días de la vida de  Winston Churchill,  como primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial.

Se han excedido igualmente al retratar al legendario Churchill. Convertido en una marioneta neurótica, gesticulante, depresiva, deambulando entre políticos y militares aliados, imbuida de una cuota de “ladymacbethismo”, cuestionando de modo total el plan de la invasión a Normandía: el conocido “día D”.

Se sabe de los enfrentamientos entre Churchill y el general Eisenhower, aquí convertidos en parte de las disputas conyugales del Primer Ministro, con una esposa que asume funciones propias de su famoso marido.

Es un segmento digno de figurar en una antología “kitsch”, aquel en que Churchill (un desbordado Brian Cox), de rodillas, invoca a Dios y a los Dioses. Se tornan imaginables Zeus y sus compañeros y compañeras trasladándose del Olimpo al número 10 de Downing Street.

El film es exasperantemente lento, los diálogos incesantes, cuasi infantiles, abrumadores en toda su extensión, remarcando su falsedad.

Cuidando un presupuesto aparentemente no muy generoso, se omite cualquier fotograma de contenido bélico.

Teplitzky y von Tunzelmann hicieron con Churchill lo que no pudo Hitler.


El pasajero (The  Commuter). EE.UU. / Reino Unido 2017

Dir.: Jaume Collet-Serra. Con: Liam Neeson, Vera Farmiga, Patrick Wilson.

El catalán Jaume Collet-Serra (1974) ha sido insistentemente requerido por  un cine norteamericano en el que demostró buen pulso para dirigir clásicos “thriller”, aún con temas harto recurridos como pudo verse en su anterior “Miedo profundo” (tensión ininterrumpida en torno a una bañista encaramada en una roca y el tiburón que la acecha).

La historia de “El pasajero” transcurre casi enteramente en el  interior de un tren, escenario frecuentado asiduamente por Agatha Christie y Alfred Hitchcock a los que bastante piden prestado los autores de la historia y  guionistas Byron Willinger y Philip  de Blasi.

Un ambiente imposible de abandonar (un tren en marcha),  un hombre sometido a un chantaje (cumple determinadas condiciones o su familia lo pagará), varios pasajeros entre los que  se oculta la persona buscada y, tras un  inicio atractivamente planteado, donde el espectador desconoce  la intriga tanto como  el héroe, emergen violentas  luchas de éste (Liam Neeson una vez más ciudadano casi ejemplar) con medio mundo, agentes del FBI incluidos. La (im)previsible vuelta de tuerca para alargar el metraje, es uno de los peajes  ineludibles para que este ferrocarril, desbocado, arribe al  final que dejará tranquilos a pasajeros y  espectadores.