Por A. Sanjurjo Toucon
Suburbicón: Bienvenidos al Paraíso. EE.UU. / Reino Unido 2017
Dir.: George Clooney. Guión: Joel Coen, Ethan Coen, George Clooney, Grant Heslov. Con: Matt Damon, Julianne Moore, Oscar Isaac.
El cartero recorre pocos metros de una calle al inicio del film, y las imágenes son suficientes para describir al medio: un joven flamante pueblo estadounidense de los prósperos años 50 (gobierno de Eisenhower), con sus típicas urbanizaciones de confortables casas con jardín –todas similares, prefabricadas-, cuyos moradores reproducen, conjuntamente con el entorno (vehículos incluidos), la estética de la llamativa publicidad de las revistas estadounidenses de la época. Que equivale a aceptar como reales y alcanzables los parámetros de un “american way of life” para blancos. Esa breve y suculenta introducción, abre paso a la discriminación racial que busca justificarse en la hipocresía de los “wasp” con respecto a la integración.
El film ha pasado de esa sucinta introducción idealizante de “lo norteamericano”, a la temática de la reivindicación de minorías, a los títulos iniciales de un Hollywood cuyos sectores liberales se plegaran progresivamente a la lucha por la igualdad. El aroma de cine anquilosado se acrecienta, cuando en otra vuelta de tuerca, “Suburbicón” pasa a transformarse en una cuidadosa historia propia del mejor “cine negro” norteamericano. El recuerdo para la versión de 1945, de “El cartero llama dos veces”, la novela negra que James Cain publicara unos diez años antes, se filtra en una historia de traiciones.
Ese cúmulo referencial está también en la gráfica del afiche de “Suburbicón”.
La complicidad del espectador es indispensable. Si Matt Damon y Julianne Moore, con sus personajes, parafrasean juguetonamente a la Lana Turner y el John Garfield, de aquel “Cartero” de Tay Garnett de 1945, la sustitución de una muerta por una mujer idéntica con tan solo una tintura de cabello, parece decir a gritos: esto también es “Vértigo” (1958, Alfred Hitchcock).
El cine norteamericano (la multicultura sociopolítica que el mismo preconiza) y su (variable) compromiso con la realidad circundante, estalla irónicamente en medio de un “pasticcio” temático. La chirriante, desmesurada, originalísima, divertida y analítica caricatura, ratifica la punzante visión crítica recurrente en George Clooney. Aquí combinada con el humor de los autores del guión original, Joel y Ethan Coen, (al que Clooney añadió la componente racial).
Desconcertante en sus inicios, curiosamente atractiva cuando se muestra errática, casi genial al repensarla luego de haberla visto: “Suburbicon”, “otra tragedia americana”.
Los Decentes / (A Decent Woman). Argentina / Austria / Corea 2016
Dir.: Lukas Valenta Rinner. Con: Iride Mockert, Ivanna Colona Olsern, Mariano Sayavedra.
El austríaco Lukas Valenta Rinner (1985), radicado en Buenos Aires, ha hecho de esa ciudad un escenario casi irreal, para ubicar sus dos largometrajes. En “Parabellum” (2015) se aparta de una Buenos Aires tradicional, convirtiéndola en urbe del futuro, amenazada por apocalíptica guerra mundial, convincentemente sugerida por explosiones que saben distanciarse de la parafernalia del cine catástrofe y ciencia ficción con que nos invade la industria hollywoodiana.
En “Los decentes”, al igual que en el film anterior del realizador, Buenos Aires es protagonista. Ahora reducida a dos zonas nítidamente diferentes: la que todos conocemos (que prácticamente no se ve), y otra constituida por lujosísimo barrio privado en el que una tilinga señora y su hijo –dos personajes símbolo de frivolidad exacerbada- son “patrones” de una “muchacha con cama”, que allí trabaja.
Enfatizando el “modus vivendi” de “patrones” y “sirvienta”, la realización pasa a ser una caricatura social, indudablemente divertida, implacable con sus personajes símbolo, cualesquiera sea su ubicación socioeconómica.
La irrupción de un campo nudista lindero, genera, en la “sirvienta”, curiosidad suficiente para su incorporación al mismo. La “lucha de clases” es desplazada de su condición cuestionadora, efectuándose un giro radical. El campo nudista y los hombres y mujeres que lo frecuentan, parecen abrir la opción de varias interpretaciones, rápidamente convertidas en mirada socarrona en torno a “naturalistas” y sus prácticas. El registro caricatural de estas, se agota rápidamente, ofreciendo a cambio incesantes imágenes de grotescos cuerpos desnudos.
Así, “Los decentes” aparece como dos historias diferentes con una actriz, y una ideología, compartidas. El relato de la relación entre sirvienta (muy divertida la indiferencia con que asume la existencia) y “patrona”; y un segundo relato acerca de cómo una joven desconocedora de todo, se inserta, aparentemente sin comprenderlos, en los ritos de un campo nudista, vitriólicamente convertido en zoológico humano.
La historia de la sirvienta y su patrona, de inmediato recuerda a “Diario de una camarera” (1964), de Luis Buñuel, adaptación de novela de Octave Mirbeau. Incluso una apreciación de Buñuel sobre su película, es trasladable a “Los decentes” en lo referente al vínculo de interdependencia entre el proletariado (la “Chica de la limpieza”) y la alta burguesía (la señora tilinga).
Así se expresaba Buñuel: “Con Diario de una camarera he querido abordar la introspección sobre la mentalidad y la moralidad de la burguesía francesa de provincias en torno a los años 30. La moral burguesa es lo inmoral para mí, contra lo que se debe luchar. La moral fundada en nuestras injustísimas instituciones sociales, como la religión, la patria, la familia, la cultura, en fin, los llamados «pilares de la sociedad». En lo que respecta a Diario de una camarera, creo”.
Por cierto, que las peripecias en el campo nudista, son susceptibles de una interpretación buñuelesca. Seguramente, don Luis, habría hecho dos películas.
A pesar de todo, divierte (e invita a pensar).