Por: Julio de Brun (*)
La economía uruguaya continuó atravesando por una situación de estancamiento durante 2023. Pese a que el Producto Bruto Interno (PBI) creció 1% en el tercer trimestre respecto al primero, la actividad de los primeros nueve meses del año se situó un 0,4% por debajo de la del mismo lapso de 2022. El factor más importante detrás de este enfriamiento de la economía uruguaya es la situación macroeconómica argentina. El vecino país atravesó el año electoral con un pronunciado incremento del desequilibrio en las cuentas públicas, una aceleración de la inflación, una contracción de actividad (pese al crecimiento en el consumo) y una aguda crisis de pagos externos. Esta última se manifestó en una posición negativa en materia de reservas internacionales netas y, consecuentemente, en escasez de dólares; esto llevó a un pronunciado encarecimiento relativo de la divisa norteamericana vis a vis el peso argentino, no reflejado en el tipo de cambio oficial sino en las distintas cotizaciones paralelas. Como el precio relevante para el flujo de servicios entre Uruguay y Argentina es el dólar paralelo en Argentina, la situación provocó un agudo desplazamiento de la demanda interna uruguaya hacia ese país.
No es la primera vez que Uruguay experimenta este tipo de perturbaciones provenientes de Argentina, y siempre han sido dolorosas de este lado del Río de la Plata. La de la crisis de 1982 es especialmente recordada por su intensidad, ya que condujo a una caída de la actividad del 9,4% en 1982 y del 15,6% entre 1982 y 1984, antes que la economía comenzara a recuperarse. Esto, a su vez, provocó una fuerte reducción de los ingresos públicos y a un desequilibrio fiscal que, eventualmente, desencadenó la crisis de la deuda pública de los ochenta[1]. Como la apreciación relativa del peso uruguayo frente al argentino es similar en la actualidad a la que se vivió a comienzos de los ochenta, es relevante comparar el comportamiento de la economía uruguaya en ambas ocasiones. Para abreviar la exposición, la comparación la haremos con una sola variable: la recaudación de la DGI. Poniendo como pivote los meses en que los ingresos alcanzaron su mayor expresión en ambos períodos (diciembre de 1981 y agosto de 2022), se puede apreciar, sobre una escala similar, cómo se ha comportado la recaudación (e, indirectamente, el nivel de actividad) en un período y otro. Como puede apreciarse en el gráfico subyacente, el impacto sobre la economía uruguaya en la coyuntura actual, si bien es negativo, es mucho más moderado que el sufrido a comienzos de los ochenta.
En efecto, si bien a partir de agosto de 2022 se observa una caída persistente en los ingresos del sector público (que se estaría frenando a fines de 2023), esta fue mucho menos pronunciada que la sufrida en 1982. Esto indica que la economía uruguaya estaría resistiendo mucho mejor que hace 40 años el shock cambiario argentino. La cuestión es por cuánto tiempo más va a tener ese lastre sobre su funcionamiento.
El nuevo gobierno argentino asumió con un compromiso de realizar profundas reformas en la economía. Pero más allá de lo declarativo, la cuestión es cómo enfrenta las urgencias más inmediatas. Uno es el problema de stock, es decir, la insuficiencia patrimonial del Estado, reflejada en una situación de reservas internacionales negativas. Por el momento, está intentando renovar deuda de mercado (especialmente la del Banco Central, que está siendo sustituida por deuda del gobierno), refinanciar a los acreedores por importaciones de Argentina a través de la creación de un bono de deuda pública (el Bopreal) y la negociación con los organismos multilaterales y el gobierno chino. Al mismo tiempo, el Banco Central (BCRA) ha utilizado la devaluación del tipo de cambio oficial para comprar dólares en el mercado, reduciendo el déficit de reservas.
Por otro lado, está el problema de flujo, es decir, el desequilibrio fiscal que, sin acceso a financiamiento, se venía financiando con emisión. Lo que por el momento ha hecho el nuevo gobierno argentino es tratar de mejorar el resultado fiscal vía licuación del gasto por la mayor inflación. Esto no es sostenible indefinidamente, pero debería dar tiempo para la implementación de otras reformas estructurales.
El camino elegido por el gobierno argentino exige tino, paciencia y suerte. Si se combinan las tres cosas, podría percibirse una mejora en el segundo semestre de 2024, que también beneficiaría a la economía uruguaya, en la medida que se reduzca la escasez de divisas. Por ello, la situación fiscal y el nivel de reservas siguen siendo los principales monitores de la economía argentina, más allá de la importancia que a largo plazo tengan otras reformas estructurales.
(*) Asesor en AIC Economía & Finanzas
[1] En 1995 se vio un fenómeno similar pero de menor intensidad y el caso de 2002, si bien también mostró una perturbación negativa por el lado de la cuenta corriente, su efecto más notable y que no estuvo presente en los anteriores fue el del derrame negativo en la cuenta capital a través de la corrida bancaria.