Diálogos Azules: la biodiversidad marina y oceánica frente al cambio climático

Por Luis Almagro (*) | @Almagro_OEA2015

Con casi tres cuartos de la superficie de la Tierra, los océanos son un recurso vital que ha atraído a más de un tercio de la humanidad, con cerca de 3.000 millones de personas que viven a menos de 100 kilómetros de sus costas.

También proporcionan alrededor del 50% del oxígeno producido en la Tierra y absorben más del 90% del exceso de calor causado por la actividad humana en todo el mundo y alrededor del 25% de las emisiones de dióxido de carbono.

Un tercio de los pueblos de las Américas vive en áreas costeras, el mar representa una mayor porción del territorio nacional que de la tierra firme para la mayoría de los países, especialmente en el Caribe; y los océanos albergan una extraordinaria biodiversidad, desarrollo económico, derechos, salud, ocio, cooperación y paz (Cepal, 2020).

Durante demasiado tiempo hemos dado por sentado todo esto. Pero la realidad cambió. Si todos los ciudadanos y nuestras instituciones no se comprometen a preservar y cuidar estos cuerpos de agua, los océanos seguirán calentándose, las corrientes pueden revertirse y su capacidad para equilibrar la temperatura global se verá comprometida, lo que exacerbará los impactos climáticos.

La urgencia de proteger nuestros océanos nos une hoy. Une al mundo científico, une al activismo ambiental y también debe unir a la diplomacia y a la política en este proyecto, en la importancia de preservar nuestros océanos, y de promover herramientas para una planificación integral y conservación de los mismos.

Hoy sabemos más que nunca sobre el impacto de la contaminación del agua y del aire, así como de las emisiones de gases de efecto invernadero en las funciones de los océanos.

Podemos observar y monitorear cambios en la transferencia de calor desde el ecuador a los polos que regulan el clima. Podemos ver cambios en la composición química del agua de los océanos que afectan su capacidad para liberar oxígeno y almacenar dióxido de carbono.

Y podemos modelar los impactos de estos cambios en la composición química, en los ecosistemas oceánicos, que son esenciales para sustentar casi el 80% de la vida en la Tierra que se encuentra bajo la superficie de los océanos.

Nuestras comunidades en las Américas no son una excepción cuando se trata de nuestra estrecha relación con los océanos y los mares. Los océanos y los mares nos brindan alimentos y hermosos destinos turísticos, e incluso brindan energía limpia.

Asimismo, también representan peligros para las comunidades costeras, ya que las marejadas pueden producir impactos devastadores, dejando un rastro de muerte y destrucción en las comunidades expuestas y en condiciones de vulnerabilidad.

Y el poder de los vientos ciclónicos y las lluvias intensas de huracanes y tormentas tropicales pueden llegar a las comunidades del interior, muchas asentadas en frágiles laderas o zonas bajas, destruyendo sus hogares y sustento, sus servicios básicos e infraestructura, y haciendo retroceder décadas de inversiones para el desarrollo.

Quisiera destacar la contribución de la OEA a esta causa. En las últimas dos décadas, en asociación con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, Alemania, Suiza, Estados Unidos, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco de Desarrollo de América Latina y otros socios, la OEA trabaja para abordar las amenazas a los océanos con un enfoque holístico de la gestión integrada de los recursos hídricos.

Especialmente en cuencas transfronterizas, nuestro trabajo integra la gestión de aguas superficiales y subterráneas dentro de un enfoque “de la fuente al mar” que enfatiza la interconexión de las actividades terrestres y su impacto en los ecosistemas marinos.

Como ejemplo podemos citar el Fondo Rotatorio para el Proyecto de Aguas Residuales del Gran Caribe, la Cuenca del Plata, la Cuenca del Trifinio, la Cuenca del San Francisco y la Cuenca del Río San Juan, entre otros.

En la OEA también trabajamos para mejorar la capacidad de las autoridades portuarias para gestionar la recepción de asistencia humanitaria en caso de desastres, reduciendo la contaminación por desechos y plásticos del Mar Caribe y el Océano Atlántico.

Promovemos asociaciones público-privadas para abordar las necesidades de una gestión ambientalmente racional del agua de lastre y los desechos de cruceros.

Y facilitamos la respuesta internacional a desastres con el objetivo general de desarrollar resiliencia y reducir el impacto adverso en el medioambiente.

Trabajando con los Ministerios de Educación y Cultura, así como con los Institutos de Ciencia y Tecnología de las Américas, procuramos impulsar la investigación científica para los sistemas de apoyo a la toma de decisiones, capaces de avanzar en una mejor comprensión de nuestra Tierra y océanos para abordar los desafíos planteados por el cambio climático.

La OEA ha dado un paso significativo este año al unirse a la Coalición 2030 de Acción por el Océano. Nuestro objetivo es proporcionar asistencia técnica y diplomacia del agua para ayudar a los países a superar los desafíos que se interponen en el camino de una mayor adopción de Planes Oceánicos Sostenibles.

En particular, la OEA promoverá activamente el enfoque “de la fuente al mar”, defenderemos los principios de una economía circular, abogando por un menor consumo de plástico, mejores sistemas de gestión de residuos y la transición hacia prácticas innovadoras de reciclaje.

La protección de los océanos para las Américas no es un simple acto o creencia altruista, sino que está en el centro de nuestra misión de transitar el camino al desarrollo sostenible, asegurando trabajos dignos y los mismos derechos a una vida digna para todos, la paz y seguridad para todos, y el derecho a participar en los procesos de toma de decisiones dentro de los Estados democráticos, fortaleciendo sus instituciones.

El trabajo que realiza la Secretaría Ejecutiva de Desarrollo Integral y el experto Andrés Sánchez es fundamental en estos trabajos de la organización.

Es muy importante que se pague la cuenta que adeudamos a nuestros océanos. La comunidad científica debe pagar su cuenta, transformando la ciencia en el baluarte fundamental de esta lucha por preservar los océanos, la comunidad política asumiendo este tema con importancia prioritaria, en la dimensión nacional y en la internacional, pero fundamentalmente debe pagarse la deuda financiera que tenemos con océanos, el costo que implica limpiarlos, cuidarlos, vigilar y sancionar aquellos que cometen ecocidios contra los mismos.

(*) Secretario general de la OEA.