Las campañas electorales: pueden y deben ser limpias

Por Graciela Bianchi (*) | @gbianchi404

La sociedad de hoy, “la sociedad del espectáculo”, la de las redes sociales y el acceso infinito a internet no pueden ser una excusa para poner en riesgo el sistema de partidos, la credibilidad de los políticos; en definitiva  la democracia representativa tal como la conocemos y la queremos mantener.

No considero que una campaña “sucia” sea inevitable en Uruguay; por el contrario, tenemos que evitarlo todos. Por supuesto los actores políticos de todos los partidos y, en especial, los precandidatos a la Presidencia. Los periodistas cumplen un papel fundamental en el mismo sentido, no solo por el contenido de los artículos sino también por los titulares que encabezan los mismos. Los politólogos y cientistas políticos también pueden colaborar, manteniendo la mayor independencia posible de su pensamiento personal; serán más o menos profesionales si logran este objetivo.

Pero es importante destacar que la responsabilidad mayor recae sobre la propia ciudadanía. Una verdadera República democrático-representativa se basa en la educación cívica que tienen quienes toman las decisiones al votar. Se podrá discutir si el voto es un derecho o una obligación, pero lo que es indiscutible es que estamos ante un acto de altísima responsabilidad, que no termina en el momento de retirarnos del cuarto secreto.

La función de la ciudadanía es controlar sin prejuicios y falsas consignas de rechazo a los actores políticos, controlar el cumplimiento de las propuestas de campaña, la laboriosidad, la dedicación y el compromiso de los funcionarios públicos, electivos o no. Los que tenemos unos cuantos años y todos los que estudian Historia, sabemos que es muy peligroso desprestigiar a través de los parlamentarios al Poder Legislativo. En este Poder estamos los mandatarios de la ciudadanía, que es la única que detenta ese poder. Todos los legisladores estamos legitimados por el voto y debemos estar sometidos a la crítica constructiva y proactiva. Lo contrario es un simple “linchamiento” que nos retrotrae a las etapas previas a la Ilustración; y esto significa volver a prácticas casi medievales.

Siempre recordamos porque nos marcó para poder enfrentar la dictadura que soportamos desde 1973 a 1984, la obra de Bertolt Brecht “La resistible ascensión de Arturo Ui”, de las últimas  puestas en escena realizadas por el teatro “El Galpòn” antes de la pérdida de la Democracia. Además de lo que uno aprende sobre la forma en que Hitler fue armando su aparato de poder y destrucción, el objetivo de Brecht es que a los ciudadanos les quede claro que despúes que se arma el “monstruo”, éste funciona por sí mismi. Los mismos alemanes que apoyaron a los nazis terminaron siendo sus propias víctimas y esto no distingue clases sociales.

En estos días, se produjo un hecho policial grave que implicó a empresarios ganaderos y la reacción de algunos actores políticos puntuales fue la que no queremos, nadie la quiere, la ciudadanía no la quiere. La pregunta es: ¿cuál es el límite? En primer lugar, ajustarnos a la verdad y la única verdad es la realidad. En segundo lugar, la vida privada, familiares y amigos de dirigentes políticos no son variable de discusión. En tercer lugar, y el orden no es por importancia, debate de ideas puro y duro. Esto no significa descalificaciones personales que impliquen la raza, el género, los orígenes sociales; ideas mirando al futuro, porque somos ciudadanos que pensamos distinto. En cuarto lugar, regirnos por la honestidad intelectual, respetando esa realidad de la que hacemos referencia.

Esto no significa imponer lo “políticamente correcto” ni actuar a la defensiva. Por el contrario, mucha fuerza con el pensamiento y el conocimiento y mucha comprensión para las personas.

Es cierto que el Frente Amplio está muy nervioso, los dirigentes que tienen en sus manos el Estado, desde los cargos de más alta jerarquía (excluyendo al Presidente Vázquez que hace tiempo dejó de gobernar) hasta los más humildes cargos de confianza y funcionarios ingresados en exceso al Estado (alrededor de 70.000). Hay muchos frenteamplistas de “a pie” que se convencieron que el partido que nos gobierna, a pesar de todos los fracasos, es mejor que otras opciones.

Pero los que están más preocupados son los que hicieron negocios oscuros con muchos países pero, en especial con Venezuela, malversaron los fondos públicos en forma obscena, ubicaron embajadores sin formación, le dieron la responsabilidad del Estado a amigos políticos sin experiencia. Con éstos seremos duros a la hora de poder investigar la verdad, ya sabemos mucho pero nos frena respetar al Poder Judicial. Está actuando mucho la “autocensura”, que es la peor de las censuras. Cada paso que damos en el Parlamento para tratar de saber la verdad de lo que pasó con los dineros públicos nos encontramos con una negativa por parte de quienes detentan la mayoría.

Si hay algo que la ciudadanía debe reflexionar es que nunca más debe consagrar mayorías absolutas. En primer lugar, porque dentro del Frente Amplio predominan los sectores no democráticos, que ya ideológicamente son de cuidado. Pero además, esas mayorías absolutas fueron generando una conciencia errónea de partido único que como el “monstruo” de Arturo Ui le hizo mucho daño a la institucionalidad y al propio Frente Amplio.

La actitud vergonzante que tenemos como país frente a la situación de Venezuela, es un elemento de convicción suficiente que se está tratando de ocultar hechos muy graves. Esto es un ejemplo que estamos trabajando con ideas y realidades, no debemos generalizar, pero quienes cometieron delitos o faltas graves a la ética pública se tendrán que hacer cargo y deberán hacerlo también durante la campaña electoral.

Siempre pensando en el presente y en el futuro. La Historia es para los historiadores y la República es una responsabilidad de todos.

(*) Diputada de Aire Fresco – Partido Nacional