El atraso en el tipo de cambio preocupa a la Federación Rural, y la organización instó al gobierno a tomar medidas al respecto, argumentando sobre las pérdidas que les genera el atraso cambiario. Sin embargo, los economistas Pablo Moya y Marcos Soto, consultados por CRÓNICAS, advirtieron que hay poca cosa que el gobierno puede o debe hacer, y destacaron la baja inflación como algo positivo.
Durante una entrevista en el programa Desayunos Informales, el presidente de la Federación Rural, Jorge Rodríguez, presentó el reclamo que surgió de la asociación de productores. El dirigente expresó su preocupación por el sector exportador, a quien el tipo de cambio con el dólar está afectando negativamente. “Por cada dólar que recibimos del producto, independientemente del precio, recibimos menos pesos”, explicó.
Es por esto que desde la gremial reclaman que el dólar “tendría que estar a 58 pesos”. Rodríguez ponderó que si bien desde la asociación son “conscientes de que hay muchos beneficios en todo este proceso económico”, estamos “en un momento electoral en el que es bueno plantear la problemática”, porque “si el sector sigue por este camino va a ir a menos inversión” y “va a ir en contra de la productividad”.
Consultado por CRÓNICAS sobre el reclamo de la Federación Rural, el economista Pablo Moya opinó que si bien “es natural” que el pedido de los exportadores sea el de tener un tipo de cambio más alto, porque sus ingresos tienen más poder de compra de esta forma y sus costos domésticos tienen menos incidencia, cambiar el precio del dólar “no es algo que las autoridades puedan hacer fácilmente, ni algo que concuerde con la política cambiaria del país”.
Por su parte, el economista Marcos Soto, en diálogo con CRÓNICAS, dijo entender el nerviosismo de los exportadores “por un dólar que parece atrasado”. Aun así, el economista opinó que “anclarnos a un número” no parece la vía correcta, porque para calcular esa cifra de 58 pesos hay mucho que considerar. Como ejemplo mencionó la variación del precio del dólar a nivel internacional en los últimos años, que ahora está fortalecido, pero que supo atravesar un período de inflación, y “eso es algo que no aparece en el cálculo que realiza la Federación Rural.
¿Hay atraso?
En cuanto a la discusión de si hay atraso cambiario o no, Soto advirtió que “no hay un consenso de cuándo y cómo hay atraso cambiario”, pero conceptualmente “podemos decir que cuando sucesivamente la inflación doméstica supera la devaluación con respecto al dólar”, ahí comienza el atraso. En otras palabras, los precios suben más de lo que sube el dólar. Bajo este parámetro, el economista concluye que en Uruguay actualmente sí hay atraso cambiario.
Moya, por su parte, consideró que el tipo de cambio real no puede modificarse de la noche a la mañana, y entiende que sí “existe una brecha entre el tipo de cambio actual y lo que sería un tipo de cambio real de equilibrio”. Según Moya, el tipo de cambio debería tener un valor un poco más alto, que él estimó en el entorno de un 15 a 20% mayor que el actual. “Pero eso no implica que de un día para el otro el tipo de cambio nominal debería tener un salto de un 15 o 20%, solamente significa que la situación óptima sería esa”, aclaró.
Inflación y tipo de cambio
Además, ante el reclamo aparece la relación intrínseca que hay entre tipo de cambio real e inflación. Soto explicó que el hecho de que una variable económica contenga el término “real” ya de por sí implica que incluye el efecto inflacionario. Para explicar esta variable dio un ejemplo. Supongamos que al inicio del año un litro de leche cuesta un dólar en Uruguay, que equivale a 38 pesos, y un dólar en Brasil, que equivale a 4,8 reales. Si la inflación en Uruguay es de 6,3% anual, a fin de año ese litro de leche saldrá 40,4 pesos, simplemente por el efecto inflacionario. Mientras tanto, si en Brasil la inflación es del 4%, la leche pasaría a costar 4,9 reales. Pero para que los precios sean comparables en los dos países, tenemos que ver a cuánto está el dólar. Si en este escenario el dólar en Uruguay pasó de valer 38 a 39, el litro de leche vale 1,04 dólares. Si el dólar en Brasil pasó de costar 4,8 a 5,1 reales, el precio de la leche a fin de año sería de 0,98 dólares.
Entonces, un producto que valía lo mismo al comienzo del año, es decir un dólar en Uruguay y un dólar en Brasil, en Uruguay pasaría a costar 1,04, y en Brasil 0,98. Por tanto, diríamos que Uruguay se encareció casi un 6% con respecto a Brasil, por la diferencia entre 0,98 y 1,04. Y esto se explica únicamente porque en Uruguay creció menos el dólar de lo que lo hizo en Brasil, y la inflación no logró compensarlo.
El economista explicó que tanto la inflación como el tipo de cambio real son componentes que afectan la competitividad. Si bien el tipo de cambio “está planchado en este momento”, también “es verdad que la inflación no está subiendo”, y por lo tanto “los ajustes salariales son menores, y los costos que están asociados a la inflación deben ser ajustados a menor velocidad”.
Hace meses que la inflación viene a la baja, y en marzo se estimó en 3,8% en los doce meses, según mediciones recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es el décimo mes en que la inflación se mantiene dentro del rango meta, es decir, entre el 3% y el 6%. La inflación, en ese sentido, “está en un rango muy bajo, lo cual es positivo, pero eso no significa que los precios no estén altos”, comentó Moya.
El año electoral
Durante la entrevista en Desayunos informales, el presidente de la Federación Rural aludió a la importancia de plantear estos problemas en el año electoral. En ese sentido, Soto reconoció que “es verdad que cuando el dólar está barato en Uruguay históricamente genera una falsa sensación de riqueza en los consumidores”, porque los componentes de consumo que generan bienestar y confort se compran en dólares (vehículos, electrodomésticos, vivienda), entonces el abaratamiento del dólar facilita el acceso a estos bienes. Es por esto que el precio del dólar puede tener peso a nivel político. Sin embargo, Soto advirtió que ese foco en el dólar es “cada vez menor”, porque “en el pasado los uruguayos tenían mucha deuda en dólares”, entonces “si se disparaba el dólar, te generaba más nerviosismo, porque tenés que pagar deudas, que es distinto a privarte a consumir”.
¿Qué se puede hacer?
En cuanto a lo que podría o no hacerse para aliviar el atraso, Soto explicó que como Uruguay tiene un sistema de libre explotación de la moneda, el dólar debería estar sujeto únicamente a la oferta y la demanda. El economista razonó que el abaratamiento del dólar en esencia es “una buena noticia”, porque quiere decir que hay una sobreabundancia de dólares, y por ende que “la gente prefiere quedarse con pesos”.
Aun así, advirtió que la única forma en que el gobierno podría incentivar un alza en el precio del dólar sería modificando las tasas de interés de referencia del Banco Central. La tasa de interés actual de 9%, combinada con una inflación del entorno del 3,8%, implica que una inversión que se hace en pesos genera una tasa de interés anual positiva de cinco puntos. “Eso es una tasa muy atractiva para el Uruguay hoy, con un riesgo muy acotado porque es el riesgo del Estado”, comentó Soto, y agregó que “esto quiebra la cultura de los uruguayos de atesorar en dólares”. Esto podría estar contribuyendo a una depresión en la demanda del tipo de cambio, por lo que alterar esa tasa de interés sería la única herramienta que tiene el sector público, según Soto, de incidir en el tipo de cambio.
Por fuera de la intervención directa, el economista expresó que lo que “debemos cuestionarnos” es “qué está haciendo el Uruguay para ser más competitivo”. Esto incluye las tarifas públicas, la infraestructura, las tarifas portuarias y demás. “Estamos en un punto en que tenemos que pensar cómo ser más eficientes en los diferentes eslabones de la cadena productiva para poder ser más competitivos, porque hay cuestiones que no necesariamente tienen que ver con la situación cambiaria”, concluyó.