Bajo el entendido de que la inteligencia artificial (IA) podría ser tan disruptiva como lo fue la Revolución Industrial, se hace necesario “encontrar un equilibrio adecuado entre el apoyo a la innovación y la supervisión regulatoria”, valoró Gita Gopinath, primera subdirectora gerenta del FMI, en un discurso en la Universidad de Glasgow, en el marco del 300 aniversario del nacimiento de Adam Smith. Valoró que esta nueva coyuntura hace necesarios cambios en las redes de protección social, en el sistema educativo y una “coordinación internacional en materia de regulación”.
“Hoy en día es casi imposible hablar de economía sin evocar a Adam Smith. Damos por sentados muchos de sus conceptos, como la división del trabajo y la mano invisible. Sin embargo, en su época, esas ideas iban a contracorriente. No temía desafiar los límites y cuestionar el pensamiento establecido”, inició su discurso Gopinath.
Recordó que Smith se planteó cómo promover el bienestar y la prosperidad en una época de grandes cambios, como lo fue la Revolución Industrial, que estaba dando paso a nuevas tecnologías que revolucionarían la naturaleza del trabajo, crearían ganadores y perdedores, y transformarían la sociedad.
En tal sentido, comparó que el mundo hoy atraviesa por “un punto de inflexión similar, en el que una nueva tecnología, la IA generativa, podría cambiar nuestras vidas de manera extraordinaria y, posiblemente, existencial”.
De esa forma, instó a pensar cómo habría reaccionado Adam Smith ante la aparición de “esta nueva ‘mano artificial’”.
Impacto descomunal
Por un lado, la IA podría aumentar los niveles de producción mundial en un 7% en un decenio, lo que supone unos US$ 7 billones, una cifra superior a la suma de las economías de India y el Reino Unido. Sin embargo, también podría sacudir el mercado laboral de una manera nunca vista. Recientemente se ha registrado la pérdida de empleos de “nivel medio” debido a la automatización, lo que ha dado lugar a la formación de grandes grupos de empleos bien pagados y mal pagados en ambos polos de los mercados laborales.
Pero la IA podría afectar a ocupaciones e industrias de forma diferente a las anteriores olas de automatización, reduciendo la polarización del mercado laboral, presionando a la baja los salarios de los empleos mejor pagados. Otros estudios apuntan a que la adopción de la IA podría reducir las estructuras jerárquicas de las empresas, aumentando el número de trabajadores en puestos subalternos y disminuyendo el número en puestos de dirección intermedia y superior. “El número de puestos de trabajo afectados podría ser descomunal”, advirtió Gopinath.
En tal sentido, evaluó que es muy factible que la IA se limite a sustituir empleos humanos sin crear nuevos puestos de trabajo más productivos a los que puedan dedicarse los humanos.
Ello hace necesario contar con “una regulación sólida y eficaz que garantice que la IA se utilice en beneficio de la sociedad”, lo que implica no solo “nuevas reglas”, sino también entender que se trata de “un juego completamente nuevo”, que exige un enfoque nuevo de la política pública. Ello implicaría cambios en las redes de protección social para ayudar a las personas que se vean sustituidas, ajustes en el sistema educativo y una “coordinación internacional en materia de regulación, porque la IA opera sin distinción de fronteras”.
“La IA podría ser tan disruptiva como lo fue la Revolución Industrial en tiempos de Adam Smith. Necesitamos encontrar un equilibrio adecuado entre el apoyo a la innovación y la supervisión regulatoria. Debido a la singular capacidad de esta tecnología para imitar el pensamiento humano, necesitaremos desarrollar un conjunto singular de normas y políticas para asegurarnos de que beneficia a la sociedad. Y esas normas deberán tener un alcance mundial. La llegada de la IA demuestra que la cooperación multilateral es más importante que nunca”, concluyó Gopinath.