La crisis del 2002: una marca en la historia del país que dejó heridas, pero también fortalezas

A dos décadas de la peor crisis económica del Uruguay

Se cumplen 20 años de la crisis del 2002, que dejó en evidencia problemas de fondo del país y su impacto económico y social, y heridas que aún hoy no terminan de cicatrizar. Sin embargo, también trajo consigo fortalezas: institucionalmente el país quedó mejor parado, la reputación internacional del país mejoró, y en el plano financiero y comercial se resolvieron muchas vulnerabilidades que contribuyeron (y contribuyen) a sortear momentos difíciles de la economía mundial.

Para bien y para mal, los eventos de 2002 dejaron una marca en la historia del Uruguay.

En particular se cumplen 20 años del período más convulso de la crisis, con una corrida bancaria que puso en jaque a las autoridades de la época, en medio de una crisis social muy dura, con aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia. Sin embargo, el inicio de la misma puede marcarse algunos años antes.

En el recomendable libro “Al borde del abismo”, el economista Carlos Steneri (un actor clave del gobierno en esos años) pone su “punto de comienzo arbitrario” en la cesación de pagos de Rusia a mediados de 1998 que marcó la reversión del financiamiento externo hacia las economías emergentes. Brasil fue uno de los primeros afectados y devaluó su moneda en enero de 1999, y en Argentina se desnudaron fragilidades, como la inconsistencia de su régimen cambiario basado en una paridad fija con el dólar. “A mediados del 2001 (Argentina) tenía ya dificultades para servir su deuda pública. El sector financiero trastabillaba en medio de la desconfianza creciente de los ahorristas, hecho expresado en pérdida de depósitos, que la administración buscó resolver a través de la congelación de retiros (corralito)”, detalla el libro. Esta situación se daba paralelamente a una crisis política que terminó con la renuncia del presidente Fernando de la Rúa el 20 de diciembre de 2001 y la designación de dos presidentes en 10 días.

En 2001 Uruguay acumulaba su tercera caída del PIB anual consecutiva, con un deterioro del 11% debido en buena medida a la caída de las exportaciones. Esto fue generando debilidades desde el punto de vista fiscal, ya que se tenía un déficit que “sin ser abultado” paulatinamente fue aumentando la deuda del país, que además estaba concentrada mayormente en dólares.

También hubo otros factores adversos: una sequía importante generó una considerable crisis energética y afectó al sector agropecuario, y “el golpe de gracia” —según Steneri— fue el brote de fiebre aftosa que limitó las exportaciones de carne.

Pero, además, había una fragilidad latente en el sistema financiero, debido a regulaciones laxas, una alta proporción de depósitos en dólares en manos de argentinos, y una elevada exposición a empresas y deuda soberana argentina.

Sin embargo, aún se creía que se podrían solucionar los problemas con un esquema de ajustes fiscales, la tenencia de reservas abundantes y financiamiento internacional accesible.

Los hechos demostraron que no fue así.

La historia posterior es conocida: el temor de contagio de la crisis argentina a Uruguay, la pérdida del grado inversor, la corrida bancaria, la sangría de depósitos, amenazas de “hordas” que venían desde el Cerro a saquear comercios, las negociaciones con organismos internaciones para obtener el financiamiento necesario para que Uruguay pudiera hacer frente a sus obligaciones de deuda, el feriado bancario, la caída del ministro de Economía, Alberto Bensión, y la asunción de Alejandro Atchugarry.

Pero, más allá de lo terrible del período, y tras una dura y compleja salida, la crisis también dejó lecciones y Uruguay pudo salir institucionalmente bien parado de su casi quiebra. El gobierno de Jorge Batlle terminó su mandato, el país cumplió con sus obligaciones y se consolidó la idea de que Uruguay es una isla en medio de la inestabilidad regional. Se redujo la exposición comercial del país, y el sector financiero con el Banco Central a la cabeza, mejoró sus regulaciones fortaleciendo al sistema, lo que permitió navegar casi sin sobresaltos crisis internacionales como la de 2008, la crisis del euro en 2010, o los más recientes problemas de nuestros vecinos, en especial, nuevamente, de Argentina.