Bartesaghi: «Hay que seguir impulsando cambios para que el país recupere parte del tiempo perdido»

EDICIÓN EMPRESAS & NEGOCIOS Nº 100

Ignacio Bartesaghi, doctor en Relaciones Internacionales, Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y Magíster en Integración y Comercio Internacional


Uruguay se ha quedado estancado dentro del comercio internacional, y el próximo gobierno tendrá que tomar medidas que transformen esta realidad, según el experto.

Por dimensión de país y tipo de producción, Uruguay tiene una gran dependencia del comercio exterior. Teniendo en cuenta esto, y que estamos en un mundo con un comercio globalizado, cambiante, ¿cómo vislumbra el futuro del Uruguay en materia de comercio internacional e integración en el mediano y largo plazo?

Uruguay dio sus primeros pasos en su apertura comercial reconociendo la necesidad de aumentar el tamaño de su mercado, para lograr especializaciones en su sector productivo. Eso se reflejó en los primeros acuerdos suscritos con Brasil y Argentina -PEC y Cauce- y luego con la firma del Mercosur en el año 1991.

En los primeros años del Mercosur, el bloque cumplió un rol en ese sentido e impactó favorablemente en el proceso de apertura del país, no solo por la baja de los aranceles, el acceso a los mercados de sus socios, sino también por los acuerdos que el bloque cerró en la década del 90 con otros países miembros de la Aladi, caso de Chile, Bolivia y los países andinos. También se debieron asumir ajustes en el sector productivo, algunos no dimensionados adecuadamente en términos de políticas de apoyo y reconversión.

Desde la devaluación de Brasil de 1999, el Mercosur tuvo un punto de quiebre y comenzó a incumplir sus normas, lo que derivó en la postergación -casi definitiva- del establecimiento de sus objetivos originarios, entre los cuales se encontraban la conformación de una unión aduanera y un mercado común. En paralelo, postergó la agenda externa y se cerró al comercio mundial aumentando los aranceles y aplicando una enorme batería de medidas proteccionistas.

Es ahí cuando el bloque comienza a tener efectos negativos para Uruguay, ya que por asumir que se está frente a una unión aduanera -lo que no es cierto-, se perdió la soberanía en la política comercial, pero sin beneficiarse del desarrollo interno del proceso de integración. En los hechos, hasta la fecha el Mercosur sigue sin contar con acuerdos comerciales con ninguna potencia económica, como Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur y China, entre otras.

Si bien más recientemente se observa un mayor dinamismo en la agenda externa del bloque, que abrió negociaciones con Canadá, EFTA, Singapur, además de las que mantiene desde tiempo atrás con la Unión Europea, y se pretende iniciar con Corea del Sur, la realidad indica que hasta la fecha se sigue sin cerrar ningún acuerdo comercial.

Mientras tanto, otros países y bloques comerciales cerraron decenas de acuerdos en el mismo período en que el Mercosur se estancó. Otro aspecto que ha afectado a Uruguay, más allá de no contar con los beneficios de una unión aduanera o un mercado común, son las constantes barreras no arancelarias aplicadas hasta el día de hoy por el bloque.

Por tanto, hasta no definir una estrategia nacional de inserción que vaya más allá del Mercosur, no vislumbro que el país tenga éxito en política exterior en los próximos años. Independientemente del TLC con Chile, el que prácticamente no tiene efectos de consideración en la economía nacional, Uruguay depende de que se cierren las negociaciones en curso, como es el ejemplo de la Unión Europea. Para el Mercosur no será fácil cerrar las negociaciones con Canadá, o las recién iniciadas con Corea del Sur, pero, de cualquier forma, eso no dependerá de la voluntad del gobierno uruguayo.

Es por eso que, de no proponer una reformulación del Mercosur para recuperar la soberanía de la política comercial, los resultados esperados en materia de comercio internacional e integración para Uruguay están cargados de incertidumbre. Esto ocurre justo en momentos donde otros países latinoamericanos avanzan en la firma de acuerdos comerciales con las potencias asiáticas, principales compradores de alimentos procesados y cada vez en mayor medida de servicios, sectores en donde Uruguay muestra ventajas competitivas.

¿Qué tareas fundamentales debería encarar el próximo gobierno en forma prioritaria pensando en el desarrollo de la economía, en un mundo globalizado, pero con bloques cada vez más proteccionistas?

El próximo gobierno debe definir una estrategia de inserción que necesariamente tendrá que apostar a reformular el Mercosur. Para el país es imprescindible avanzar en la firma de acuerdos comerciales, especialmente con las economías asiáticas, que se han transformado en los primeros socios comerciales de todos los miembros del Mercosur, caso de China.

Será necesario volver a la zona de libre comercio del Mercosur, mejorarla en cuanto a sus limitaciones por sectores excluidos y barreras no arancelarias, para poder negociar acuerdos de forma bilateral, como el que podría firmarse con China. Es monumental el error estratégico que comete Uruguay no cerrando un TLC bilateral con China, aceptando como válida la negativa de Brasil y Argentina.

Esta nueva realidad no implica que no se puedan seguir adelante con otras negociaciones en conjunto, como por ejemplo la que desde el año 2000 se tiene con la Unión Europea. Por el contrario, permite disponer de más opciones cuando el tiempo pasa y tanto Brasil como Argentina siguen mostrando restricciones reales para concretar la apertura de sus economías. Para eso, el próximo gobierno necesita una estrategia definida y una fuerte voluntad política para enfrentar a sus socios. No se trata de abandonar el Mercosur, sino de reformularlo de acuerdo con la realidad actual del bloque.

Por otro lado, hay mucho por hacer en términos de promoción comercial. Urge una reforma de la cancillería, de las funciones seguidas por las embajadas en el exterior, así como de las agencias de promoción comercial del país, las que deben contar con más apoyo. Naturalmente que las acciones de política exterior implican también tomar medidas que aumenten la competitividad y productividad de las empresas. Allí hay que atender a las restricciones en capital humano, innovación, infraestructura e inversión en tecnología, entre otras.

No se trata solo de cerrar acuerdos comerciales, esa es la base. Pero luego deberán contarse con acciones de políticas internas que hagan posible el mejor aprovechamiento de los beneficios en las mejoras de acceso y mitigar los impactos negativos de la apertura en algunos sectores productivos.

¿Cuáles son los temas en que Uruguay, como país, tendría que poner
énfasis, sin importar nivel ni sector de actividad, apuntando a un
mayor desarrollo de su sociedad y de su economía en la próxima década?

Uruguay debate hace ya muchos años -quizás demasiados- al menos cuatro pilares centrales para el desarrollo, los que aún no han podido superarse. Ellos son: la necesaria reforma de la educación, la inversión en infraestructura, una estrategia productiva -en bienes y servicios-, y la apertura comercial.

Naturalmente que también hay que hacer un esfuerzo en el aumento de la productividad, en el fomento de la innovación y el emprendimiento, así como en mejorar la eficiencia del mercado interno, entre otras cosas bajando los costos de producción que en la actualidad inviabilizan parte de los negocios privados. Estos siguen siendo los temas centrales que el país necesita debatir para continuar por la senda del desarrollo.

El país sigue liderado por elites muy conservadoras que no fomentan el avance en estos pilares del desarrollo. Se necesitan líderes que impulsen un cambio sustancial en este sentido, para lo cual, de una vez, deberá concretarse la renovación política en el país para introducir la agenda productiva del Siglo XXI.

Los debates actuales en Uruguay son, en algunos casos, de la década del 70, especialmente en términos de inserción externa, pero también se observan estas lógicas cuando se discute sobre inversión extranjera, empresas públicas o la educación. Por momentos, los temas centrales se bloquean por algunos actores que sienten aversión al cambio y que sustentan sus posiciones en un profundo desconocimiento de lo que está aconteciendo en la economía y el comercio internacional.

Hay que seguir impulsando los cambios, para que las nuevas generaciones logren avanzar en las reformas necesarias para que el país recupere parte del tiempo perdido, donde el mundo ha vivido transformaciones muy profundas que, a mi juicio, Uruguay no ha acompañado.