Las posibilidades para que el agro siga creciendo están dadas

EDICIÓN ESPECIAL 40 ANIVERSARIO

POR CLAUDIO WILLIMAN, INGENIERO AGRÓNOMO, MASTER EN AGRONEGOCIOS E INTEGRANTE DEL CONSEJO EDITORIAL DE EMPRESAS & NEGOCIOS


Un recorrido por la historia de los agronegocios en el Uruguay permite ver los altos y bajos que ha tenido el sector a lo largo de las décadas, que no solo devienen de factores climáticos y productivos, sino que el contexto internacional tiene también directa incidencia, sobre todo en lo que refiere a demanda y precios.

El 13 de julio de 1981, bajo el título inicial de Crónicas Económicas, nacía este semanario al cual le tengo especial aprecio, ya que mi padre estuvo entre los fundadores y ahora uno de mis hijos, abogado, como el abuelo, también escribe en el mismo.

Cuando el semanario salía por primera vez a la calle, el país y el sector agropecuario en particular estaban próximos a una nueva crisis económica financiera.

En esa época hacía mis primeras armas como agrónomo, administrando y asesorando un par de predios ganaderos. Con dificultades, pero con los principales aspectos productivos y económicos controlados, transcurrió el ejercicio agrícola 1981-1982, pero al ejercicio siguiente se produjo la ruptura de la “tablita”. 

Efectivamente, en noviembre de 1982, sobre el final de la dictadura, con un alto déficit fiscal y fuertes pérdidas de reservas, el gobierno abandonó el régimen de tipo de cambio controlado. El Banco Central del Uruguay dejó de vender dólares y la cotización pasó de N$ 14 a N$ 20 y continuó subiendo hasta estabilizarse, sobre fin de año, entre N$ 30 y N$ 33.

Hay que tener en cuenta que en esa época los productos del agro se comercializaban en la moneda nacional, no como ahora que la carne, la lana o la soja se venden en dólares americanos. En mi caso particular, en los predios que administraba habíamos vendido la lana a principios de noviembre en pesos, recibiendo un cheque diferido a 45 días por la misma. Con el tipo de cambio a N$ 15 representaba un monto en dólares, que al momento de cobrar, luego de la ruptura del sistema, representaba la mitad. 

Con el retorno a la democracia, el país comenzó una lenta recuperación, pero a fines de los 80 el agro pasó por otro momento muy difícil, con la sequía que dio comienzo en abril de 1988 y se prolongó hasta la primavera de 1989. Se localizó fundamentalmente en el norte, donde los suelos de basalto son los menos resistentes a la falta de agua. En ese momento existía una alta dotación de ganado ovino que perjudicaba más al ganado vacuno en esta situación. La mortandad y la faena elevada, con la consecuente baja de los precios, sumergieron al sector en otra crisis profunda. Hay que tener en cuenta que la suplementación, el uso de fardos o silos, no se conocían en la ganadería.

El gobierno dispuso de algunas medidas, como autorizar la exportación en pie, suspensión temporaria de la obligación de “ciclo cerrado” en la industria frigorífica, ampliación del stock regulador y el Plan Conserva, entre otras. Pero cuando se implementaron estas medidas ya era tarde y el recuerdo es que fue de las peores sequías por las cuales pasó el sector y una gallina valía más que una oveja.

Dejamos los 80 destacando algunas decisiones de políticas que podemos considerar favorables y con proyecciones de futuro, como la ley forestal y la ley de aftosa, así como la creación del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA)   y la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND).

En los 90, en el gobierno del Partido Nacional, se tomaron una serie de medidas que dieron lugar a cambios muy importantes que hoy día están vigentes y explican mucho las oportunidades que el sector ha tenido y ha podido aprovechar. 

Se produce una clara apertura económica junto con una desregulación de actividades fuertemente intervenidas que favorecieron notoriamente al sector. La libertad de exportación de carnes y cueros, que estaba prohibida, la libertad de exportar lana en cualquier grado de elaboración y la eliminación del stock regulador (el Estado compraba en zafra y vendía en pos zafra), junto a la eliminación de  detracciones a la lana sucia, carne con hueso y ganado en pie, entre otras medidas, cambiaron las expectativas de los productores ganaderos, que comenzaron a invertir en tecnología, en praderas, alambrados eléctricos, aguadas, etc.

La edad de faena disminuyó notoriamente en esta década y los precios acompañaron la mayor productividad de los predios.

En ese entonces se creó el Instituto Plan Agropecuario (Ley 16.736 del año 96), sustituyendo al viejo Plan Agropecuario y el Instituto Nacional de Semilla (Inase) por Ley 16.811 del 97. 

Pero todo se desplomó en el inicio de un nuevo siglo. 

La OIE (Organización Mundial de Sanidad Animal) reconoció a Uruguay como país libre de fiebre aftosa sin vacunación el 23 de mayo de 1996, abriendo grandes posibilidades para la exportación de carne, pero como antesala de la crisis financiera, el 23 de octubre de 2000, en un predio en Artigas, apareció un foco de aftosa que luego se extendió a todo el país.

La crisis económica del 2002 ya es más reciente, y como agrónomo especializado en los agronegocios puedo decir que la vi venir, no me agarró desprevenido como en 1982. La recesión comenzó a manifestarse entre 1998 y 1999. La recesión en Brasil y la crisis económica de Argentina en el 2001 daban la pauta de lo que se podía esperar para nuestro país, que entró en un proceso de insolvencia financiera que afectó a más de la mitad de la banca comercial, produjo la desaparición de importantes empresas financieras y el virtual colapso del sistema económico del país. 

Otra vez el agro con problemas; precios bajos, endeudamiento y pérdida de capital -ya que  los precios de los campos cayeron, en dólares, en forma estrepitosa-. Un panorama nada alentador para los productores y técnicos del sector agropecuario.

Pero después de esta crisis, que para algunos es de las peores que tuvo el país, comenzó uno de los periodos más prósperos para el agro, tanto en la ganadería, como en la agricultura y la lechería.

A partir del 2004 -con algunos altibajos, como el ejercicio 2008-2009-, hasta el 2014, el crecimiento del agro es histórico, el aumento de las exportaciones de carne, la expansión del cultivo de la soja, el aumento del valor de la tierra y los arrendamientos, dieron un empuje y un desarrollo de un nuevo sector agropecuario. 

Muchos de los productores del siglo pasado ya no estaban, y los nuevos, junto a los sobrevivientes, formaron parte de un proceso de intensificación, donde las praderas, los silos, la suplementación, los feedlots y la agricultura de precisión, por mencionar algunos cambios, dieron lugar a un nuevo agro.

La demanda por profesionales de las ciencias agrarias aumentó marcadamente, y hablar de los agronegocios pasó a ser moneda corriente.

El aumento del PBI del país en esos años creció de la mano del sector agropecuario, con sus rubros tradicionales como la carne, pero también con el desarrollo de nuevos productos, como la soja -que superó el millón de hectáreas-, y la madera, que partir de dos plantas de celulosa se transformó en uno de los principales rubros de exportación. 

A partir de 2014-2015 comenzaron a cambiar los vientos, los precios de los commodities bajaron y las dificultades volvieron al sector, siendo la lechería y la agricultura los más afectados.

La historia reciente nos muestra la llegada del covid-19 en marzo del 2020, cambiando la situación en el Uruguay y el mundo con una nueva crisis económica.

Cuando todos pensábamos que el agro iba a entrar en otra crisis profunda, una serie de factores, como la peste porcina en China, malas cosechas y bajas de los stocks de los granos, dieron lugar a que el agro fuera otra vez el sector que mantiene un papel preponderante en la economía del país.

Hoy estamos con precios récords para el novillo de exportación, precios muy atractivos en los granos y un panorama alentador, en la medida que la vacunación avanza y la demanda se mantiene sostenida.

Es difícil pronosticar qué va a pasar en los próximos años. La pandemia genera mucha incertidumbre, pero estos 40 años trabajando en el sector me permiten tener fe en que, a partir de nuevas tecnologías, productores y técnicos capacitados y emprendedores, las posibilidades para que el agro siga creciendo están dadas.