Bartesaghi: “Es fundamental que el país emprenda reformas que hagan posible mejorar el entorno de negocios”

Ignacio Bartesaghi > Doctor en Relaciones Internacionales, Decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y Magíster en Integración y Comercio Internacional

Ignacio Bartesaghi, doctor en Relaciones Internacionales y decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay


Bartesaghi insistió en que se necesitan reformas en infraestructura, régimen laboral, o educación -entre otros- para permitir un mayor aprovechamiento del acuerdo.

 ¿Qué desafíos enfrenta Uruguay, en su estructura interna –productiva, laboral, competitividad, entre otros-, ante el anunciado acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE)?

Todo acuerdo comercial implica efectos estáticos, asociados a la baja de los aranceles, y otros efectos dinámicos como, por ejemplo, los vinculados con la captación de inversiones, la asociatividad empresarial o la mejora de la calidad institucional, entre tantos otros.

Para un mejor aprovechamiento de los efectos dinámicos, es fundamental que el país emprenda aquellas reformas que hagan posible mejorar el entorno de negocios.

Allí será necesario dar saltos en infraestructura, derribar las trabas burocráticas aún persistentes, flexibilizar el régimen laboral para fomentar más la contratación de personal, así como acelerar la reforma educativa que permita reaccionar a los cambios que se dan en el mercado. Todas estas reformas redundarán en un aumento de la productividad y competitividad de las empresas instaladas en el país, lo que permitirá un mayor aprovechamiento de lo negociado en el acuerdo.

Además, tanto el Estado como el sector privado deben hacer un esfuerzo por mejorar todo lo relacionado con la promoción comercial. Ahí existe un enorme desafío para lograr identificar a tiempo las oportunidades comerciales que el mundo nos ofrece y nos estamos perdiendo.

Es cierto que Uruguay XXI ha realizado esfuerzos en ese sentido, pero lo que se requiere es una reforma integral de todo el sistema de relaciones exteriores, empezando por la Cancillería.

A la vez, ¿cuáles son los riesgos que vislumbra tanto para las empresas como para la producción local?

Todos los estudios de impacto coinciden en que Uruguay gana más de lo que pierde con el cierre del acuerdo, especialmente por los beneficios en el sector agroindustrial. Las ganancias son concretas en productos como la carne, la miel, el arroz, la lana, los cueros, los cítricos entre otros, ya sea por la baja de aranceles como por el aumento de las cuotas.

Ahora bien, sí hay sectores industriales que pueden verse afectados, especialmente en Argentina y Brasil, pero también en Uruguay. Esto podría ocurrir en químicos, plásticos, medicamentos, sector automotor, medicamentos y hasta en la vestimenta.

Existe un tercer universo de productos donde pueden existir oportunidades, pero también amenazas, como por ejemplo ocurre en lácteos, vinos, aceites y otros productos alimenticios procesados. En este caso, no solo por la baja de aranceles y aumento de las cuotas -en el caso de los lácteos-, sino también por las restricciones en las indicaciones geográficas.

Los efectos en el sector servicios es más difícil cuantificarlos, pero aquí podrían existir ganancias para las dos partes, si bien la UE ganaría más.

¿Uruguay puede cambiar con esto su tipo de producción? ¿Puede haber una transformación productiva?

Más allá de los pasos dados con el Mercosur en la década del ’90 -que sí generaron una transformación o adecuación productiva de importancia- no espero cambios de esta naturaleza en este caso. Primero, porque el comercio entre Uruguay y la UE es complementario, lo que quiere decir que nosotros exportamos principalmente productos agrícolas y agroindustriales y ellos productos industriales con mayor proceso productivo y tecnología.

Si bien pueden existir negocios en determinados nichos para el sector agrícola europeo en el Mercosur y el industrial sudamericano en la UE, no veo un cambio del patrón comercial a partir de este acuerdo. En servicios las oportunidades son mayores, pero más difíciles de evaluar y cuantificar.

Para algunos analistas, el partido no se juega en el comercio que puede haber entre los dos bloques, sino en la inversión. ¿Ve que este acuerdo pueda promover inversiones que lleguen a Uruguay, y que sus producciones puedan entrar a la UE con aranceles diferenciados?

Estos efectos son, por lo general, los de mayor importancia en este tipo de acuerdos; no sólo los de las inversiones, sino también cómo estos instrumentos favorecen la cooperación, la facilitación del comercio y mejoran la calidad institucional a partir de la transferencia de buenas prácticas, aspectos que tendrán cada vez más importancia en los acuerdos firmados.

De todas formas, debemos tener en cuenta que aún estamos en una región muy cerrada y con dificultades, lo que no favorece la inversión. Las reformas pendientes y una mayor calidad del comercio intrarregional son fundamentales para captar más inversiones en Uruguay. En el mundo de hoy, los acuerdos ya no negocian la baja de aranceles y el aumento de las cuotas, principalmente se trata de armonizar normas para ampliar los mercados. Para el Mercosur, este tipo de efectos clásicos, derivados de la baja de aranceles, sigue siendo importante porque aún estamos cerrados, pero en otras economías los impactos en ese sentido son residuales.

 En caso de que esto ocurra, ¿qué otros deberes debería realizar Uruguay para promover esas inversiones?

La firma de más acuerdos comerciales es fundamental, pero también avanzar en las reformas pendientes ya mencionadas y que afectan la competitividad de las empresas nacionales. Uruguay debe dar respuesta a los elevados costos de la energía o los problemas que existen con la productividad laboral. Estos temas, sumados a la carga impositiva, nos dejan en desventaja respecto a otros socios del Mercosur, como Paraguay.

Es algo que el país debe reflexionar si pretende ser atractivo a la hora de captar inversiones. Los acuerdos comerciales son solo un instrumento para el desarrollo, pero no el único, el mismo debe estar acompañado de otras medidas complementarias más amplias que, a mi juicio, el país no está discutiendo con la profundidad deseada.

“Los acuerdos comerciales son solo un instrumento para el desarrollo, pero no el único”.

¿Qué pasa con Estados Unidos y los países del continente asiático, que son los otros grandes del comercio mundial? ¿Cómo les impacta el acuerdo?

La firma de este acuerdo pone al Mercosur en otra categoría. Es como estar en la liga B del fútbol mundial y pasar a la A, lo que lógicamente transforma al bloque en más atractivo para otras economías. El cierre de este acuerdo favorece que las negociaciones con el EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio, por sus siglas en inglés) culminen pronto, que Canadá tenga interés en contar con su acuerdo con el Mercosur, lo mismo que en el caso de Corea del Sur y Singapur, que son las negociaciones abiertas que tiene el bloque.

Ahora, lo razonable es pensar que este año es posible cerrar solo el acuerdo con el EFTA, quedando para el año que viene el resto de los mencionados. El de Corea del Sur puede llevar aún más tiempo.

También es cierto que Estados Unidos, Japón y la propia China, tendrán ahora más interés en acercarse al Mercosur debido al cierre de las negociaciones con la UE, pero no es lineal y se trata de casos bien distintos. No es lo mismo cerrar con los países europeos que con los Estados Unidos de Trump o con Japón. Lo hecho con Europa es un avance sustancial, pero cuidado con creer que ahora estamos abiertos a cerrar acuerdos con todas las economías. Sigo pensando que, tanto en Argentina como en Brasil, existe un proteccionismo que no es tan fácil de derribar. Además, dependerá de los contextos políticos de los vecinos.

¿Puede que estos países quieran apurar algún tipo de acuerdo con la región?

Como decía, es probable que favorezca el avance de las negociaciones en curso y que exista un mayor impulso para iniciar nuevas, pero una vez más dependerá de los contextos políticos regionales e internacionales. Todos los acuerdos son distintos y enfrentan dificultades muchas veces cambiantes, pero sí es claro que, si la UE logra cerrar un acuerdo con el Mercosur -Brasil en particular-, el resto de las economías grandes no pueden demorar mucho tiempo en reaccionar. De hecho, está demostrado que hay cierta alineación entre la política comercial de Estados Unidos y la UE.

 Parece que Uruguay, Paraguay y Brasil tienen claro el panorama. ¿Qué puede pasar con la postura argentina? La dupla Fernández-Fernández ya manejó, en cierta forma, estar en contra del acuerdo. ¿Cuál es la fórmula para avanzar en la ratificación? ¿Se puede avanzar por países?

No comparto que el panorama esté tan claro en Uruguay, Paraguay y Brasil, especialmente en este último país que no cuenta aún con estabilidad política y económica suficiente. De cualquier forma, sí es cierto que las dificultades mayores parecen enfrentarse en Argentina y en la opinión que del acuerdo se tiene en la oposición y en una parte importante del sector industrial, que por cierto se verá muy golpeado por el acuerdo debido a la mayor competencia en el mercado regional.

El proceso de incorporación del acuerdo llevará al menos dos años. Resta la revisión jurídica, la traducción a los más de veinte idiomas oficiales de la UE, la aprobación de los presidentes del Mercosur y del presidente del Consejo Europeo, para recién allí dar paso al proceso de aprobación parlamentaria. Si bien es posible que el acuerdo entre en vigencia de forma provisional, al menos en su pilar económico y comercial -tiene otros dos, el político y el de cooperación- una vez sea aprobado por el Parlamento Europeo y los parlamentos del Mercosur -se está negociando que el acuerdo entre en vigencia para el país sudamericano que lo incorpore-, este período puede llevar su tiempo por los lobbies en contra al Acuerdo de Asociación, los que tienen fuerza en algunos países europeos como Francia o Irlanda, pero también en Argentina.