Omar Paganini: “Yo me imagino un hub tecnológico en Uruguay… Más que lo imagino, lo estoy empezando a ver”

Ministro de Industria, Energía y Minería (MIEM)

En cierta etapa de su vida los temas energéticos captaron su atención porque vio que era lo que se venía en el mundo. Eso lo llevó a participar de la fundación del Observatorio de Energía y Desarrollo Sustentable en la Universidad Católica.

Poco a poco se fue acercando a las políticas públicas relacionadas a estos asuntos, dinámica que lo acercó a Luis Lacalle Pou, a quien terminó asesorando durante la campaña política. Luego, ya electo presidente, lo invitó a ser ministro de Industria, Energía y Minería.

Desde ese lugar, en una extensa charla con Empresas & Negocios, hace un balance de la gestión y establece cuáles son las prioridades. El desarrollo del hidrógeno verde, la electrificación del transporte y una apuesta fuerte por la industria tecnológica marcan la agenda.

Escriben: Jorge Estellano y Oscar Cestau @OCestau

De las distintas áreas que cubre el ministerio, ¿cuáles son las más dinámicas?

Como es evidente, las que están en el nombre, sobre todo industria y energía, y telecomunicaciones, cada vez más, son las más dinámicas.

Como Uruguay no es un país con un gran desarrollo minero, esa área no está tan desarrollada.

La parte de energía ha tenido mucho dinamismo en la última década. El mundo está enfrentando una transición energética importante y, en ese sentido, es una de las áreas más desarrolladas en Uruguay. La transición energética uruguaya hizo su primera transformación con la generación de electricidad y ahora estamos tratando de encarar la segunda, que es la movilidad eléctrica y el hidrógeno verde.

En el área de las telecomunicaciones, con todo lo que es la digitalización, hay un gran dinamismo que tiene que ver con la transformación de los medios de comunicación, con internet, con el desarrollo de la telefonía celular, y ahora se suman los contenidos digitales.

Imagino que al asumir en el ministerio se marcó determinadas metas y ejes en la gestión. ¿Qué evaluación hace al respecto?

La pregunta no es sencilla porque no llevo un cuadro de mando para poder establecer un porcentaje de avances. En el sector de la energía el mundo está cambiando, y lo va a seguir haciendo. De alguna manera, la idea es que hay un monopolio vinculado a los combustibles y otro dedicado a la electricidad, pero hace tiempo eso viene cambiando, entonces tenemos que hablar de un ecosistema energético, donde hay un montón de empresas en situaciones diferentes.

Hay una transformación del sistema eléctrico que va a seguir apoyándose cada vez más con energías renovables, y estas, a su vez, tienen sus desafíos porque son cada vez más económicas, más allá de algún desequilibrio que pudimos haber tenido este último año por las perturbaciones mundiales y la logística. Pero a la vez, como este tipo de energía es intermitente, requieren una gestión más sofisticada de una red. Es ahí donde aparece el desafío de una red inteligente y del almacenamiento.

Toda esta tecnología que va a ir incorporando el país está en ese proceso. Aparece, entonces, la necesidad de transformar el uso, de profundizar la electrificación -un proceso largo pero que va avanzado-, e introducir con más fuerza la movilidad eléctrica, que está empezando y ha crecido. Se han tomado medidas para que avance, pero nos gustaría ir más rápido en ese sentido. Estamos en la etapa de instalar más cargadores de alta velocidad y, de esa forma, permitir que se desarrolle la movilidad eléctrica en general, y en particular en el transporte público. En eso queremos avanzar. Tuvimos unos años un poco más complejos para poder ir más rápido en estos temas y ahora queremos acelerarlos.

En el caso de los combustibles, sí avanzamos en una reforma y en un proceso de reforma. En ambos casos, cuando uno dice ‘voy a pasar de un monopolio a un ecosistema’ empieza a aparecer una figura nueva importante, que es la reguladora. Desde el punto de vista de los cambios jurídicos que se hicieron, las unidades reguladoras han tomado fuerza. La Ursea (Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua) y la Ursec (Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones) están desarrollando sus competencias, pero hay que acumular capacidades técnicas y conocimiento. Entonces, en el caso de los combustibles, sí se logró que, de alguna manera, Ancap vaya saliendo de la regulación y la absorba la Ursea.

El proceso no es tan rápido como hubiéramos querido, pero se va en esa dirección. En el caso de la electricidad es un poco lo mismo… Eso tiene más que ver con cambios del ecosistema de lo que les venía diciendo.

O sea que toda esa transformación la estamos viendo. No esperábamos que fuera algo inmediato -va a seguir en el período siguiente-, sino que es un proceso.

En el caso de la innovación, en particular, es un tema transversal de este ministerio. El país tiene una trayectoria futura indiscutible de productor de alimentos y agroindustria para el mundo. Pero también está la celulosa, la madera…. Entonces, todo ese complejo agroindustrial uruguayo va a seguir siendo una de las locomotoras del desarrollo del país por muchos años. Además, se ha tecnificado, ampliado e intensificado la capacidad y las formas productivas.

Pero el otro futuro que podemos tener es la industria de la tecnología.

¿Usted imagina un hub tecnológico en Uruguay?

Yo me imagino un hub tecnológico en Uruguay… Más que lo imagino, lo estoy empezando a ver. Tenemos una industria de tecnología de la información que ya es madura, con todo tipo de empresas, desde jóvenes que empiezan con su startup, compañías internacionales que están instalando, hasta empresas uruguayas que han logrado salir a bolsa en el mundo y se han desarrollado globalmente. Cuando uno ve esa riqueza se da cuenta que aquí tenemos una fuente de futuro. Además, podemos ser un hub de innovación en otras áreas. En el campo de la biotecnología, por ejemplo. De repente ahí estamos un poco más atrás en términos de empresas y de industria, pero tenemos un nuevo know how científico que se demostró durante la pandemia, y el desafío es transformar eso en un ecosistema de emprendimiento, captar inversiones y abrirse al mundo generando productos. También tenemos una industria farmacéutica atractiva.

¿Cuáles son los planes para que este mundo del que habla evolucione?

Ahí aparece la segunda pata de este hub de innovación. Todo hub de innovación hoy en el mundo tiene que ser global, entonces es muy importante internacionalizar el complejo tecnológico uruguayo. Hemos trabajado para traer a Uruguay a los grandes de la tecnología y así formar centros de innovación con alcance global. Acabamos de anunciar el acuerdo con Microsoft, que es un laboratorio abierto al ecosistema uruguayo de inteligencia artificial y tenemos el acuerdo con Newlab de New York, que fundó el Newlab Studios Uruguay, que se encuentra en pleno arranque. Ese acuerdo permite acercar grandes problemas de grandes organizaciones al ecosistema innovador uruguayo para brindar soluciones globales que puedan, después, tener valor más allá de fronteras, ponernos en el mapa de lo que pasa en otros lados, y aproximarnos.

Estamos en tratativas con las demás tecnológicas para que eso ocurra. Se firmó un acuerdo con Meta -la ex Facebook-, para que se pueda avanzar en el desarrollo en Uruguay del metaverso y la tecnología que lo está impulsando.

Esto es algo más transversal a todas las áreas que el ministerio quiere impulsar, y creo que estamos avanzando a un ritmo adecuado.

La coyuntura de la pandemia nos permitió acelerar esa marcha porque Uruguay se transformó en un lugar atractivo para emprendedores que, una vez que estaban en el país, empezaron a entender que podían trabajar desde acá y no tenían por qué irse. Toda esa movida la queremos aprovechar.

¿En qué otras áreas observó algún tipo de desarrollo durante la pandemia?

A la par de todo lo que dije antes, en el área de tecnología de las telecomunicaciones y de la producción audiovisual también vimos una oportunidad en ese período. Eso nos permitió acelerar algo que en los planes estaba más atrasado: la capacidad de atraer producciones internacionales al país a través del fortalecimiento de programas que habían empezado como pilotos. En 2020 pudimos reforzar el programa Uruguay Audiovisual, en 2021 todavía más y ahora estamos tratando de que se consolide todo esto en una agencia nacional de producción audiovisual. Pero ya tuvimos un efecto claro y visible, donde se multiplicó por tres la capacidad, el dinero que se trajo para la producción de audiovisuales y la cantidad de semanas de filmación. Además, gracias a un acuerdo con el BID, se logró que la New York Film Academy pueda hacer cursos en Uruguay.

Ahí se ha generado todo un ecosistema que camina más rápido de lo planeado.

En síntesis, algunas cosas son más lentas y complejas, como las de la energía, mientras que otras, como lo que rodea a la innovación y a la producción audiovisual lo vemos más promisorio.

Después está el hidrógeno… Ahí lo que empuja es más una necesidad para otros países en el corto plazo que para nosotros. Porque es la herramienta que permite descarbonizar aplicaciones industriales de alta energía o reemplazar el gas natural. En el caso de Uruguay, sería para el segmento de transporte que no queda abarcado por las baterías.

Eso por una cuestión de escala.

Exacto. Además, Uruguay tiene que electrificar toda la flota urbana y los autos particulares, y eso es con baterías, no con hidrógeno.

¿Qué nos queda? El transporte de larga distancia, de carga. Pero en otro lado aparecen otras necesidades… La flota aérea, los buques, el transporte marítimo empiezan a decir cómo hago para salir del petróleo. Esas son necesidades de los países industrializados.

Detectamos que había una oportunidad para los países como Uruguay en ser productores de este energético nuevo. En realidad, es una transformación de la energía renovable -la electricidad-, en un energético que se puede transportar o se puede transformar en un combustible alternativo.

¿Cuán avanzado está ese proceso?

Estamos muy contentos con la marcha del proceso. Íbamos a hacer un proyecto piloto y ahora estamos a punto de definir quiénes son los que resultan beneficiados por el apoyo estatal a ese piloto.

Hay algunos proyectos de menor escala que ya estarían confirmados, pero por alguno de mayor porte -de algunos cientos de millones de dólares- hay tres o cuatro interesados firmes. Ojalá podamos concretarlos, con los desafíos que esto tiene, porque es nuevo aquí y en todos lados.

Pero también pudimos hacer la hoja de ruta del hidrógeno verde, que ahora estamos poniendo en consideración de los distintos colectivos. Al mismo tiempo, pudimos llevar una delegación importante de empresarios y funcionarios uruguayos a los Países Bajos y Alemania el año pasado para avanzar en las posibilidades de ser un país exportador y explorar cuáles son las necesidades que hay. Tuvimos muy buenas respuestas; algunas de esas se ven en estos proyectos que están empezando a interesarse en instalarse aquí. Pero también es una competencia, dado que otros países de la región también quieren estos proyectos.

¿Cuál es el proceso del hidrógeno verde? ¿Cómo se produce?

Lo que el mundo tiene es la necesidad de independizarse del petróleo lo más rápido posible. Ahora apareció otra necesidad, que es más geopolítica. El petróleo y el gas están concentrados en ciertos lugares y la energía renovable está en todos lados. Entonces, por otras razones, no solo ambientales, es bueno ir hacia la energía renovable.

Generar electricidad a partir de fuentes renovables ya lo estamos viviendo… Son la eólica, la hidroeléctrica, la solar y la biomasa. Uruguay lo está haciendo. ¿Qué viene después? ¿Qué es lo que queda fuera del alcance de hacer electricidad renovable? El principal tema que se encuentra es que el mundo depende mucho del gas natural en la industria y tiene problemas para electrificar el transporte. El transporte con batería es una solución para vehículos de pequeña escala, pero no para transporte de carga, marítimo o aéreo. Entonces, las soluciones, denominadas economía del hidrógeno, consisten, con electricidad renovable, en descomponer agua y generar hidrógeno y oxígeno a partir del conocido proceso de la electrólisis. Hay un aparato, que se llama electrolizador, que hace eso. El oxígeno se podrá usar con fines industriales o médicos, pero el hidrógeno sirve para transportar energía y usarla en otro lado. Es una energía renovable transportable. Y yo podría después recomponer la electricidad en otro lado con el hidrógeno y entonces tengo energía renovable que la llevé de un país a otro.

Y están los vehículos de celda de combustible, que son los que con hidrógeno y oxígeno que toman desde la atmósfera producen electricidad y agua, lo que es sumamente limpio porque por el caño de escape sale vapor de agua. Se trata de un vehículo a energía renovable y tiene mucha más autonomía que uno de baterías, porque estas son grandes y pesadas. Un camión con un tanque de hidrógeno comprimido anda muchos más kilómetros que con una batería. Entonces, la primera idea es el hidrógeno como forma de electrificar el transporte de carga.

Pero si a este hidrógeno lo combino con algo puedo llegar a reemplazar otro tipo de aplicaciones; y esa es la segunda idea. Por ejemplo, si yo lo combino con CO2 -anhídrido carbónico que tomo de una chimenea- y produzco metanol, que es un alcohol que sirve para combustible de cierto tipo de motores; o produzco amoníaco, que puede ser combustible o precursor de fertilizantes verdes. Empezamos, entonces, a usar energía renovable para un motor grande en un buque o para fertilizantes verdes. Esa es la promesa de la economía del hidrógeno. ¿Cuál es el problema de esto? Que todavía es caro, y que son inversiones muy grandes que deberían tener un mercado que todavía no lo tienen porque no está la oferta. Son procesos que llevan tiempo.

Hay compañías navieras que ya están decidiendo tener barcos a metanol y que ya quisieran comprarlo. O algún país, como Alemania, que quiere asegurar la compra de combustibles derivados del hidrógeno por una cierta cantidad de tiempo y después ver si los puede vender, generando la oferta. Ese tipo de cosas son las que están pasando en el mundo y Uruguay está jugando en esa cancha. Esperemos poder tener un espacio.

¿Qué ventajas tenemos para desarrollar ese tipo de proyectos?

Los países como Uruguay tienen capacidad de generar bastante más energía renovable que la que están consumiendo. Hoy nuestra electricidad total, en promedio, es de 1.2 gigavatios de potencia, y tenemos capacidad de instalar eólica y solar para más de 100 gigavatios.

Nuestra demanda propia va a ser, aunque crezca, mucho menos que nuestra capacidad de producirlas. Lo mismo pasa en Chile, Argentina y el sur de Brasil o Sudáfrica.

En cambio, en países de Europa, o Japón, la capacidad de producir energía renovable es mucho menor a la que hoy necesitan. Ahí es cuando aparece la oportunidad de un mercado mundial y donde países como Uruguay tienen ventajas. Una es que se trata de un lugar seguro para hacer inversiones a largo plazo. Otra ventaja es que tenemos una trayectoria en energía renovable y la capacidad de generar más. Tampoco somos el mejor país en cuanto a viento, pero tenemos un buen recurso eólico. No somos los mejores en sol, pero tenemos lo nuestro. La combinación nos hace competitivos.

Después está el tema de que el hidrógeno precisa cierto nivel de acceso a agua dulce en cantidades que no son exageradas, y en Uruguay eso no es un problema. Otros países tienen que hacer todo su hidrógeno desalinizado, y ahí suben los costos.

Estamos en una oportunidad que demorará más o menos en florecer. La guerra, de alguna manera, la puede acelerar porque obliga a los países europeos a ir desplazando el gas natural.

¿Hay algún país que se pueda mirar como ejemplo, que esté haciendo esto?

Hay muchos, pero todos están en una etapa similar. Chile tiene una hoja de ruta como nosotros -quizás la aprobó unos meses antes-; tiene un par de proyectos piloto en marcha. Si uno mira hacia los países europeos, todos están desarrollando tecnología para el hidrógeno. En algunos casos pretenden importar hidrógeno, como puede ser Alemania. En otros casos, como Francia, quieren producirlo con sus centrales nucleares -electricidad de origen nuclear-. Pero están todos produciendo tecnología. Ya tenemos una oferta importante de aparatos para hacer hidrógeno: electrolizadores. Existe una oferta importante de algunos vehículos a hidrógeno en Corea, por ejemplo. En China hay autos particulares que funcionan así hace tiempo.

Lo que hay que tener claro es que cuando uno se mete en este tema lo hace pensando en que puede ser un rubro de exportación importante. Requiere de mucha inversión y tiene cierto nivel de riesgo, porque el desarrollo del mercado puede ser más rápido o más lento; por tanto, no son inversiones que tiene que hacer el Estado uruguayo. Sí debemos generar condiciones para atraer proyectos privados al país. Podemos ayudarlos con exoneraciones impositivas, tenemos un marco de estabilidad y un cumplimiento de contratos de orden jurídico reconocido que nos hace atractivos, pero tienen que ser proyectos de gran porte, orientados a la exportación, aunque Uruguay puede usar también el resultado de esos productos.

El país inició hace algunos años un cambio de la matriz energética. Hoy andamos en alrededor de un 97% de electricidad renovable, un escenario que sería el ideal para cualquier país. Pero eso no se ve reflejado en los precios que paga el consumidor. ¿Por qué la energía es cara en Uruguay?

Hay que ser realista… Uruguay contaba con un mix energético a mediados de los 90 donde la capacidad de generar energía hidráulica era muy grande, y esa es una energía muy barata porque se amortiza en muchos años. Y las centrales térmicas se prendían esporádicamente. Entonces, arrancamos de un piso donde era competitiva la energía. Con el tiempo empezó a ser cada vez más necesario prender las centrales térmicas, por tanto, la energía se puso muy cara. Sobre todo en la primera década de los 2000 tuvimos un uso necesario de esas centrales, incluso hasta arrendamos centrales térmicas nuevas, y turbinas que se instalaron en Punta del Tigre de forma provisoria. Se aceleró la instalación provisoria de Punta del Tigre A y nuestra matriz se fue poniendo cada vez más dependiente del gasoil y cada vez más cara.

Vino entonces el acuerdo multipartidario del 2010, donde se apostó a las renovables, y como medida para que viniera el inversor privado hubo que asegurarle un mercado. Y el acuerdo fue, por 20 años, comprarles a los inversores toda la energía que pudieran generar, en un proceso competitivo que se estructuró en un momento y después la UTE generó los contratos. Luego vino una segunda fase un poco más entusiasta de esos contratos, donde se dijo ‘el precio que conseguimos fue mejor que el que pensábamos, vamos a ampliar la capacidad de los mismos’. Y en mi opinión, se fue un poco de más en esta línea.

¿Por qué?

Cuando se trata de renovables uno no tiene que instalar de golpe muchísima energía porque, de alguna manera, la tecnología no es una represa que la hago o no; acá se van poniendo molinos, o paneles solares, al ritmo que necesito. Además, como la curva del aprendizaje en el mundo existe, va a ir bajando el precio. En la medida que aumenta la demanda global por la energía solar, se aumenta la escala de fabricación y se bajan los precios. Uruguay era pionero en esto, por lo cual estaba pagando precios altos; entonces, hizo contratos de largo plazo comparativamente caros y por más volumen que el necesario. Ahí tenemos unas de las causas. En el mediano plazo se licúa porque se absorbe todo lo que necesita, y cuando necesite más va a ser más barato. Pero en el corto plazo eso genera un problema de costos indiscutible. Que es mejor que seguir produciendo con gasoil, por supuesto; hubiese sido más caro no hacer esto, pero hubiera sido más razonable ir un poco más despacio y conseguir una ventaja después. Hoy, por ejemplo, la energía solar se consigue aproximadamente a 30 dólares el megavatio y la energía eólica también, y acá la estamos pagando a 80 dólares. 

En cierta forma, no está de acuerdo con los contratos.

El instrumento para comprometerse a comprar creo que es válido, porque le da certeza al inversor de que venga. Pero lo que yo digo es que se contrató mucho, demasiado, todo junto; y al hacerlo, no se aprovecharon las mejoras de precio que iban a venir. A su vez, ese compromiso lleva, incluso, a la compra de energía que no se necesita.

Estos últimos años hemos tenido situaciones que nos han permitido mitigar esto porque hemos podido exportar energía a los vecinos, entonces no sobró; y además, con el crecimiento de la demanda se terminó absorbiendo. Pero, repito, tenemos un punto de partida relativamente caro en los costos de generación. Por otro lado está la decisión de inversión de una central de ciclo combinado costosa, de 700 millones de dólares -Punta del Tigre 2-, que es necesaria para respaldar todo pero que se usa en un porcentaje pequeño del tiempo, un 5%; y es otro costo que tenemos que cargar. El año pasado pudimos usarla mucho para venderle a Brasil y por eso a UTE le fue muy bien económicamente.

Ahora se le está vendiendo energía a Argentina, pero no es tanto de la central térmica, es renovable. Eso depende de la oportunidad… Cuando uno tiene agua, no tiene que prender la central térmica, entonces se puede vender energía eólica. Ahora se le está vendiendo a Argentina a un precio razonable.

Desde el punto de la generación no somos los más baratos, pero, además, desde el punto de vista de la transmisión y de la distribución tenemos un país de baja densidad de población, lo que, en comparación, genera costos mayores que otros que pueden amortizar la inversión. Para resumirlo de alguna manera, los kilómetros de cable por persona son más.

Siempre digo que tampoco tenemos una estructura que incentive la eficiencia, sino más bien incentiva la eficacia. UTE, en particular, ha sido eficaz en cubrir todo el territorio nacional con buena calidad de servicio. Si bien algún problema hay, generalmente se tiene la energía que uno precisa, y en eso ha sido eficaz. Ahora, al ser un monopolio, no hay regla estándar hacia la eficiencia. Será un monopolio regional, pero es un monopolio. La gente no tira dos redes eléctricas para el mismo territorio, entonces ahí es donde el regulador tiene que ser más fuerte en asegurarse que los costos son eficientes. En eso tiene que avanzar lo que es la gobernanza de las empresas públicas.

¿Cuál es el futuro de Ancap? Porque en ese mundo de transformación de la matriz eléctrica, en base a renovables, a hidrógeno verde, le cambia el panorama a la empresa. 

Sí, pero no hay que ser muy dramáticos porque nosotros proyectamos que el consumo de combustibles líquidos no va a crecer al ritmo del producto bruto uruguayo. No va a ser así porque van a aparecer, cada vez más, otros orígenes, otras fuentes. Pero tampoco va a desaparecer, más bien vemos un futuro estable de la producción de Ancap por unos cuantos años. La empresa sí tiene que ser eficiente y, sobre todo, sacarse de encima algunos problemas que tiene y que le sacan el foco. 

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, el portland. Está claro que el del portland no es un negocio estratégico que tenga que hacer Ancap. De hecho, en Uruguay hay un mercado con varios productores, y estos tienen el foco en el portland, por lo cual invierten en ese negocio. En cambio, Ancap tiene que invertir en otras cosas, y además su situación financiera si bien está estabilizada, no es holgada.

Todo este tiempo, donde el petróleo ha subido en el mundo, hemos tratado de mitigar los aumentos lo más posible, lo cual determina que Ancap tampoco tiene una holgura en términos económicos. Por lo tanto, la empresa, como nosotros la vemos, se tiene que focalizar en lo que es su principal negocio, que son los combustibles líquidos, y hacerlo de la mejor manera posible. El directorio ha trabajado en ser más eficientes, en eliminar contratos que no se justificaban o que no eran la mejor solución, y también salir de algunos negocios, como el del portland. Es un proceso largo, pero hoy si uno lo mira tenemos una riqueza, que son los yacimientos de piedra caliza, y los extraemos para perder dinero. Estamos perdiendo valor. 

¿Por qué pierde dinero? Uno imagina que con el boom de construcción que hay, el portland es un valor.

Primero que nada, tenemos un problema de capacidades instaladas… El mercado uruguayo tiene más capacidad instalada de la que necesita, entonces tendría que exportar. Ancap no tiene un foco exportador con el portland y representaría toda una inversión desarrollar un mercado fuera del país.

Después hay un tema de tecnología de producción que hace que Ancap no tenga la mejor tecnología funcionando, que los proyectos de tecnificarla no han dado los resultados necesarios; alguno de ellos quedó abortado con el horno que está ahí en Paysandú, pero que ponerlo a funcionar se necesitan 100 millones de dólares, según se estimó. Discutiremos eso un poco más o un poco menos, pero volvemos a lo mismo: los recursos que tenga Ancap los tiene que focalizar en su negocio. Ahora, si viene un socio -y no es que nos saquemos el tema de encima-, que pueda poner el valor de esa riqueza que tiene el país desarrollando algún mercado en el exterior e invirtiendo en tecnología para ser más eficientes, es otra cosa.

Por otro lado, está sucediendo en el mercado que hay una competencia mayor por el portland al aparecer un productor nuevo en Treinta y Tres, y por eso los precios han bajado, como suele pasar cuando entra un jugador nuevo. Y Ancap, que ya tenía inconvenientes de costos para poder vender al precio que había hasta ahora, tiene un problema mayor porque con esas tecnologías, con esas eficiencias y con estas capacidades productivas que tienen los otros jugadores, están por arriba de su línea de equilibrio, sin duda, y ganando dinero cuando Ancap pierde cada vez más. Este problema hay que atacarlo y es lo que estamos haciendo.

En el largo plazo, Ancap tiene que entrar en otro tipo de negocios, por ejemplo el tema de off- shore con hidrógeno. Otro que viene de la mano del hidrógeno, pero de otra manera, es lo de los combustibles alternativos que decía hoy, o sea productos que tienen que ver con la química -que es la especialidad de Ancap-, pero no con la química del petróleo. Creo Ancap va a ir avanzando en esa dirección, es decir, ir viendo cómo descarboniza sus combustibles. El punto es que se va a seguir necesitando combustibles líquidos, pero en el largo plazo no van a ser de petróleo; ahí hablamos del metanol verde, del combustible de aviación alternativo, eventualmente se puede aludir al HVO -aceite vegetal hidrogenado-, que es igual que el diésel. Estos son procesos y proyectos para más adelante, pero en el mediano plazo, cuando el negocio del combustible caiga, Ancap tendrá que entrar en esto que en el fondo son las biorrefinerías; ese es, digamos, el nombre. 

Pero en este mundo nuevo del que usted habla en el universo de los combustibles, Uruguay continúa con la búsqueda de petróleo. ¿Por qué?

Uruguay nunca se fue de la búsqueda de petróleo. El país tiene la Ronda Uruguay Abierta. Esta fue la última etapa. Hubo una Ronda Uruguay 1, luego la 2 y la 3 que se tuvo que cerrar, y ahí se hizo la Ronda de Uruguay Abierta. ¿Qué es la Ronda Uruguay Abierta? Es una ventanilla abierta para aquellos interesados en recorrer una serie de etapas que tienen que ver con la prospección, exploración, y actualmente producción de hidrocarburos; tanto puede ser offshore como onshore, son las dos modalidades. El offshore es en plataforma y están definidos los bloques para que el interesado venga y trabaje a riesgo propio, es decir con capital que no es de Ancap. Las primeras etapas son de análisis de información, que generalmente no involucran más que procesamientos de datos, porque lo que va quedando en Ancap es la información disponible, y después puede haber una etapa de exploración y finalmente podrá aparecer alguna duda. Durante los primeros años de nuestra gestión había interesados en trabajos mínimos, es decir procesamiento de datos; y se firmaron algunos contratos de ese tipo. Pero en esta coyuntura, en la que el petróleo volvió a tener valor en el mundo, han venido empresas de mayor porte y se han presentado a la Ronda Uruguay Abierta. Por unos años eso no implica perforación, pero sí que van a seguir los estudios y ver si efectivamente pueden encontrar petróleo. El mundo va a seguir usando petróleo por muchos años, lo que queremos es que lo usen en mucha menor proporción que hoy. Si bien es cierto que hay reservas existentes, hay que seguir buscando nuevas. Ese es un tema que está más vinculado con la decisión de las propias empresas de asumir el riesgo de probar en Uruguay. El perfil geológico de nuestra plataforma submarina es similar al del sur de Brasil, pero, sobre todo, también al que está enfrente en África y justamente los descubrimientos en Namibia de alguna manera intensificaron el interés en nuestra plataforma submarina y por eso tenemos empresas de primera línea del mundo que se presentaron en la Ronda Uruguay Abierta.

¿Cuán lejos estamos de poner una fecha tope para el uso de vehículos a combustión? ¿O dependemos de las tendencias del mercado y de las decisiones de las montadoras?

Dependemos mucho de esto último que menciona. No somos países líderes, nuestro mercado no es grande y somos tomadores de autos fabricados en otro lado. Así que no vamos a ser demasiado creativos en esta dirección. Sí queremos avanzar lo más rápido que se pueda con los vehículos eléctricos. Ojalá pudiéramos tener aquí la radicación de alguna inversión de fabricación o de alguna autoparte vinculada.

Resultan caros todavía.

Todavía resultan caros. Para mitigar eso lo que hicimos fue quitarles el Impuesto Específico Interno (Imesi), que no es poco dinero. Los vehículos eléctricos todavía tienen una curva de desarrollo, y si bien en Uruguay el año pasado hubo un aumento fuerte de la venta, todavía estamos hablando de cantidades pequeñas.

Al tema del precio se le suma la autonomía, y eso depende de la instalación de las terminales de cargadores.

Para usar el vehículo en forma urbana, lo que uno hace es cargarlo por la noche, lo que además da la ventaja de la electricidad barata en ese horario; y la autonomía alcanza y sobra. Si uno quiere moverse por el país aparece el problema de la autonomía. El gobierno está impulsando que se acelere la red de cargadores rápidos, porque la red que hay hoy -que es bastante amplia- es de carga lenta. Entonces, tanto UTE como el ministerio están impulsando la instalación de cargadores rápidos en más lugares y también -esto en la brevedad lo podemos anunciar- que se pueda favorecer la instalación de cargadores en algún parking privado de uso público.

Desde el punto de vista del confort, la persona debe estar dispuesta a esperar 30 o 40 minutos en un lugar cuando es un cargador rápido. Eso, culturalmente, es un proceso. A la gente que usa mucho la carretera le va a costar. Tenemos un cargador cada menos de 50 kilómetros, y además está la ruta de la costa. Pero en todo el país hay 140 cargadores, de los cuales una decena son de carga rápida. Algunas empresas han puesto cargadores rápidos por donación o incluso dentro de sus locales.

Al mismo tiempo hay toda una evolución vinculada con los vehículos híbridos y con los híbridos enchufables, que para nosotros es una transición y no el destino, pero que no tiene el problema de autonomía. Son caros, pero los estamos viendo en la calle cada vez más, y eso lo que hace es que, de alguna manera, se consuma menos combustible por kilómetro. No creo que Uruguay en esto pueda hacer más que acelerar la inclusión de nuevos vehículos, pero no prohibir por un tiempo largo, diría yo, la circulación de vehículos a combustible. Países mucho más agresivos en el otro lado del mundo están empezando a hablar de que los diésel ya no, y le han puesto fecha límite a los de combustión.  

Volviendo al tema de los cargadores, ¿hay alguna definición respecto a la norma de estos?

Acabamos de firmar el decreto de la norma. El decreto lo que hace es regular que tiene que haber por lo menos un enchufe con la norma europea, pero admite que también haya en los cargadores diversidad de enchufes. ¿Por qué? Porque Uruguay no es un país fabricante, entonces no puede darse el lujo de dejar afuera proveedores importantes de autos eléctricos. Los cargadores van a ser multinorma -continua y alterna-, en lo posible. Cada auto, además, viene con su propio cargador para enchufarlo en la casa, y esos son de alterna.  

¿En qué etapa está el proyecto Biovalor?

El Biovalores un proyecto con aportes de organismos internacionales que busca valorizar residuos de origen biológico. Es decir, transforma un residuo en algo valioso. Los ejemplos más claros han sido con los tambos, donde a partir del rumen o de la bosta del rebaño se produce biogás, y ese biogás se usa para producir energía y entonces bajar la factura eléctrica del tambo. El ministerio brindó apoyo a algunos tambos en San José que están funcionando con mucho éxito. El aporte es para dos o tres tambos, y el resto tendrá que desarrollarse con sus propias inversiones.

También otro tipo de estudio que ha hecho el propio Biovalor es el proyecto de cómo manejar el tema de los residuos, y en ese sentido en este momento hay mucho trabajo de muchos organismos del Estado en el tema de los residuos urbanos. Tenemos un proyecto que está en el ámbito del Ministerio de Ambiente vinculado al procesamiento de residuos en Montevideo para producir combustible alternativo. Hay, además, varios esfuerzos de valorizar residuos agrícolas de distintas maneras y todo esto es lo que se llama economía circular, es decir, ir aprovechando residuos para que se transformen en productos valiosos para otro proceso. Desde residuos de cáscara de arroz, que se pueden transformar en materiales de la construcción, hasta energía si uno lo quema. Estos son todos procesos de economía circular que lo que hacen es mejorar el impacto ambiental de la producción y, a la vez, hacerla más eficiente y menos costosa, porque una cosa que se iba a tirar se transforma en algo que produce ingresos o la baja de costos. 

Cuando usted viaja por otros países y le cuenta al mundo que en Uruguay se están haciendo estas cosas que desarrollamos en la charla, ¿hay conocimiento de eso?

Se sabe cada vez más. El tema de la tecnología sorprende un poco a veces, pero uno encuentra cada vez más que estamos en un momento de muy buena visibilidad.

Nuestra buena performance en la pandemia nos puso en el candelero, porque hay que tener en cuenta que estuvo muy vinculada a la tecnología. Toda la población era una base de datos. Se podía saber quiénes se habían agarrado covid, se los pudo rastrear a través de la tecnología, se generó un plan de vacunación único para todo el país a través de una plataforma tecnológica digital. Esas son cosas que en otros países no sucedieron, e incluso hasta hoy no suceden. Uno va a Estados Unidos y en muchos Estados el carné de vacunación es un papel.

Uruguay mostró rápidamente su capacidad de usar la tecnología para atender la emergencia sanitaria, y eso nos puso más en el candelero. Pero no solo eso… Hoy tenemos un sector pujante que exporta software y servicios tecnológicos mayormente a los países desarrollados; apareció el primer unicornio uruguayo en la bolsa. Entonces, hay muchas cosas que hacen que hoy estemos más presentes. También el trabajo a distancia, el desarrollo del teletrabajo que con la pandemia sufrió efectos permitió que emprendedores de América del Sur vinieran a vivir a Uruguay y vieron que valía la pena. Estamos en un buen momento desde el punto de vista de país con futuro tecnológico. 


 Los desafíos de Antel

¿Qué pasa en materia de telecomunicaciones? ¿Antel está preparada para dar soporte a todo lo que se viene?

Yo creo que sí, y lo está demostrando todos los días. El desafío que tiene ahora, y podemos esperar que en el segundo semestre hagamos una subasta de 5G, es eso: desplegar la red 5G.

Antel ha tenido un pequeño despliegue de 5G en la banda más alta de 5G, que no es la más adecuada para una expansión masiva. Tenemos que subastar la banda de 3.5 GHZ, que es la adecuada para el despliegue masivo. Cuando lo podamos hacer y asignar a cada uno de los operadores, Antel avanzará a un despliegue nacional de 5G. Eso, para el usuario común y corriente, lo que implica es mayor ancho de banda, mayor velocidad de subida y bajada de datos y menor latencia, menor demora entre que lo que yo respondo y la respuesta vuelve, que tiene en principio un uso de videoconferencia, de mejor video, también de mejores juegos, pero no es un gran cambio cualitativo para la experiencia del celular. En cambio cuando empecemos a ver el internet de las cosas, los vehículos autónomos, los edificios inteligentes, las conexiones de todo con todo el mundo y, eventualmente, la realidad aumentada y el famoso metaverso, el 5G sirve por esta menor latencia que hablábamos. Pero no tengo ninguna duda de que Antel, en ese terreno, no va a tener ningún problema.  


Tecnología al servicio de la producción

Este ministerio le ha dado un rol especial al LATU. ¿Cuál es el objetivo?

Históricamente, el LATU ha sido un lugar de certificación, de usar laboratorios para determinar mediante ensayos composiciones, cumplimiento de normas, todo puesto al servicio de la importación y exportación nacional y también para controlar las importaciones. Todo eso el LATU lo mantiene. Pero desde hace unos años fue tomando un rol también en lo que tiene que ver con la tecnología y la innovación. Además, en torno al LATU se ha desarrollado un verdadero parque tecnológico donde uno ve que está instalada una empresa de software, el Plan Ceibal, la CUTI, la ANII, la Universidad de Montevideo, y ese proceso queremos profundizarlo y lo estamos logrando, haciendo del LATU un hub tecnológico que es un poco el eje de lo que hablamos hoy: poder radicar ahí, laboratorios abiertos para que el ecosistema uruguayo pueda acceder a un lugar donde pueda -por ejemplo en el caso del laboratorio con Microsoft- preparar un determinado proyecto o determinada aplicación de inteligencia artificial y luego ir ahí y contar con asesoramiento y con tecnología disponible para desarrollar el proyecto y probar sus resultados. Finalmente termina teniendo un producto, pero se logra que acelere los procesos en la medida que haya un laboratorio en el sentido amplio, porque en este caso es un laboratorio que pone a disposición una tecnología que si uno la fuera a desarrollar estaría años. Pretendemos dinamizar la capacidad de innovación del sistema tecnológico uruguayo. También el LATU está aportando al proyecto del piloto de hidrógeno. El fondo sectorial de hidrógeno que la ANII administra, que es la que va adjudicar el proyecto piloto, cuenta con apoyo económico del LATU y también con su capacidad de generar aprendizajes sobre el hidrógeno para después poder usarlo, certificar, etc. El LATU va en la dirección que su nombre dice: Laboratorio Tecnológico del Uruguay. No es solo ‘hacemos ensayos’, sino que ayudamos al Uruguay a desarrollar tecnología, pero siempre con la cabeza de que la misma está puesta al servicio de la producción, de los empresarios y de los emprendedores uruguayos. El LATU es un habilitador. 


Perfil

Omar Paganini tiene 60 años y es ingeniero electricista egresado de la Universidad de la República. Cuenta con un máster en Dirección de Empresas por la Universidad Católica del Uruguay. A su vez, se formó en Emprendedurismo en las universidades de Stanford y Berkeley, y en Negociación por el programa Global PON de la Universidad de Harvard. En 1990 fundó una empresa de servicios de ingeniería y automatización para la industria.

En 1995 se radicó en el departamento de Paysandú para asumir como director de la empresa Paylana S.A., generando una innovación en la tecnología textil.

Entre 2001 y 2003, ya de regreso en Montevideo, se integró a la consultora ITC de Antel.

A partir de 2003 fue decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica del Uruguay, luego se desempeñó como vicerrector de Gestión Económica y Desarrollo hasta que pasó a dirigir la UCU Business School. Dirigió el Observatorio de Energía y Desarrollo Sustentable de la misma universidad, a través de la cual ha realizado publicaciones y presentaciones en el país y en universidades del exterior, principalmente, sobre el cambio de la matriz energética.

En marzo de 2020 asumió como ministro de Industria, Energía y Minería.

Desde 2014 integra los equipos técnicos del presidente Luis Lacalle Pou.

Está casado con Sandra y tiene dos hijos –Lucía, de 23, y Juan Ignacio, de 19-.