Nicolas Cichevski:“Está bastante claro que el déficit hoy es menor al de 2019 y la situación fiscal es más auspiciosa”

Nicolas Cichevski, gerente de la práctica de análisis económico de CPA Ferrere

La reversión de los precios de los commodities, el poco crecimiento de China y la política monetaria contractiva llevada a cabo por los Estados Unidos y gran parte del mundo, además de la sequía, la parada de la refinería de Ancap y la situación con Argentina, fueron los principales factores que incidieron en el balance económico del año 2023, según explicó el economista Nicolas Cichevski a CRÓNICAS. A su vez, el entrevistado señaló que Uruguay “necesita” una hoja de ruta para mejorar su productividad y que el “factor clave” para aumentar la tasa de inversión es aprovechar la “estabilidad considerable” en las reglas de juego del país.

-El 2023 estuvo marcado por un estancamiento de la economía y por un crecimiento «magro», según lo definieron distintos especialistas. Más allá de cuestiones asociadas a la sequía y a la situación de Argentina, ¿a qué otros factores adjudica los resultados que arrojó el año pasado?

-Uno de los factores que más ha afectado a los resultados de 2023 fue la reversión de los precios de los commodities. Está claro que el sector agropecuario se vio afectado por la sequía, pero los precios no son los mismos que había en la salida de la pandemia. Cuando se miran los precios de exportación de Uruguay, lo que se ve es que actualmente son los mismos, en promedio, que en el período 2015-2019, que fue un quinquenio malo. A su vez, China está creciendo menos y en definitiva es muy relevante para los países emergentes en general y para Uruguay en particular.  También, sobre todo en la primera mitad del año tuvimos a nivel global, y principalmente en Estados Unidos, una política monetaria contractiva, orientada a reducir los niveles de inflación que estaban por encima de los objetivos de la fed y eso tiene efectos en los niveles de financiamiento y encarece el crédito y los costos del financiamiento del déficit fiscal. Otro aspecto a destacar, es que a finales de 2022 y principios de 2023, la finalización de la tercera planta de UPM, que si bien en un inicio y según los analistas no iba a tener un impacto en el PIB, en cierta medida la caída no fue de una magnitud tan grande como se podría haber previsto, porque la inversión en vivienda apuntaló parte de esa reversión de la inversión de UPM.

-Teniendo en cuenta este contexto y pensando principalmente desde la salida de la pandemia hasta finales de 2023, ¿cómo ve el accionar económico del gobierno frente a esto?

-Cuando se miran los grandes ejes de la política económica no hay cambios radicales con respecto al anterior gobierno. La estabilidad de las reglas de juego es un factor positivo y cuando se evalúa hacia donde apunta Uruguay no se visualizan cambios radicales. Uruguay tiene que abrirse más al mundo y eso no lo discute nadie, tal vez se pueda discutir la velocidad y las formas, pero en definitiva es algo sobre lo que hay un consenso general. También considero que hay consenso sobre que es necesario aumentar la inversión, porque la tasa de inversión en términos históricos no es mala, pero en comparación a los países con un grado similar de desarrollo es baja, porque tenemos un mercado pequeño y por eso se vuelve imperante abrirse al mundo. En términos generales, el gobierno hizo lo que pudo, con dos años que estuvieron afectados por la pandemia y luego la orientación de sus políticas se derivaron a atender los principales problemas que ya mencioné. También es cierto que ha ganado terreno el consenso sobre el problema de la pobreza y de la primera infancia, que es un tema complejo y que tiene que estar sobre la mesa. A nivel técnico, de ambos lados no cabe la menor duda de que la pobreza infantil es un problema a solucionar, pero a nivel político lo que falta es destinar recursos. El gasto en asignaciones familiares está por encima de 2019, pero lo que sucede es que la magnitud del gasto que se necesita para empezar a resolver este problema es mayor, en un contexto donde las cuentas públicas no dan margen para incrementar US$300 millones, porque gran parte del gasto que se asigna año a año es para cubrir las pasividades. En esta realidad, es que el gobierno intentó desenvolverse, en algunos casos con éxito y en otros con avances muy discretos. En el ímpetu reformista del gobierno, donde buscó darle más competitividad a la economía, es donde se terminó avanzando poco.

-Usted mencionaba la necesidad de aumentar las tasas de inversión, ¿cuál cree que es el camino para consolidar esto?

-El factor clave para aumentar la tasa de inversión, es que Uruguay, a diferencia con el resto de países de la región, tiene una estabilidad considerable en las reglas de juego. Para invertir y en 30 años recuperar lo invertido, es importante que en el lugar donde se está invirtiendo se respetan las reglas de juego. Este es un paso que Uruguay ha dado y que lo distingue. Sin este factor, sería imposible, principalmente por la escala del país, apuntar a atraer más inversión. También hemos aprendido, en los últimos 20 años, que la estabilidad macroeconómica va de la mano con la estabilidad de las reglas de juego. Las reglas de juego se empiezan a modificar cuando la estabilidad macroeconómica falla, y un ejemplo de ello es Argentina, donde las estatizaciones aparecieron porque la macroeconomía marcaba que no cerraban los números y se distorsionaba la economía por otro lado. Uruguay tiene estos factores, pero debe apuntar a ser más productivo. Los países crecen por la buena combinación del capital físico y del capital humano. Es necesario que Uruguay sea más productivo, está claro qué cosas hay que mejorar, pero no está tan claro cuál es el camino viable para lograrlo. La educación hoy en día no funciona, pero no veo consenso de hacia dónde ir. Lo mismo ocurre con la agenda pro competitividad, donde está claro que Uruguay es caro, pero tampoco hay una hoja de ruta para solucionarlo. Uruguay necesita una hoja de ruta para mejorar su productividad.

-¿Ve necesarios los acuerdos políticos en estas materias?

-La configuración política de Uruguay hace que desde la salida de la democracia el partido de gobierno ha tenido mayoría parlamentaria o ha gobernado con una coalición, salvo excepciones. Entonces, lo que se necesita es la determinación de imponer una agenda de parte del Poder Ejecutivo que tenga el apoyo de la mitad de los legisladores. El gran desafío es cómo lograr que estas introducciones sean aceptadas por la población afectada por esos cambios.

-Existe una discusión al respecto del resultado fiscal, donde la oposición denuncia que el déficit está en el mismo nivel que en 2019 y que a su vez, hay gastos que no están siendo computados, como es el caso de las inversiones en infraestructura. ¿Qué lectura realiza de esto?

-En 2019 estaba claro que Uruguay iba a necesitar consolidar las cuentas públicas. Esto lo decía el Partido Nacional y el Frente Amplio y no había forma de evitar un ajuste fiscal y reducir el déficit. Ahora, la principal contribución de este gobierno, desde el punto de vista de las cuentas públicas, ha sido la incorporación de la regla fiscal , que lo que ha hecho es introducir en la discusión el concepto de que Uruguay no debe gastar más de lo que crece, en términos estructurales, porque a esa velocidad crecen los ingresos. Creo que está bastante claro que el déficit hoy es menor al de 2019 y la situación fiscal es más auspiciosa. Esto no quiere decir que el intercambio durante buena parte de este año estuvo fundamentado porque efectivamente el número del déficit fiscal estuvo en el 4% -mismo nivel que en 2019-, aunque también estaba claro que parte del aumento del déficit era por los efectos de la sequía y la situación de Argentina. Creo que esta discusión es más política que otra cosa y la realidad es que hoy la situación fiscal es mejor a la de 2019. 

-¿Y cómo dialoga la política monetaria actual y el manejo de la inflación con esto que usted menciona?

-Las sorpresas inflacionarias y des inflacionarias suelen tener impactos en términos fiscales. En 2021 y 2022 tuvimos el impacto a favor de las cuentas públicas, porque los salarios y las pasividades venían con una dinámica instaurada y la inflación se disparó, lo que hizo que parte de esto se licuara. En 2023 pasó lo contrario. Nadie esperaba que la inflación del año pasado estuviera en el 5% y los salarios y pasividades fijados al inicio del año, terminaron más altas. Y yo no descartaría que este efecto pueda ocurrir en 2024, porque esto termina siendo un deterioro estructural. Si en términos reales, los egresos crecen y los ingresos no, se genera un nuevo punto de partida, lo que para este año que empieza es un dilema, porque se da un trade off entre inflación y cuentas públicas, sobre todo si la inflación termina siendo del 5% como está proyectado por el gobierno.


“La enseñanza secundaria en Uruguay no está dando lo que el mercado laboral necesita”

-En cuanto a la productividad, la competitividad y la innovación, temas bastante neurálgicos en las discusiones de los últimos años electorales, ¿cuál cree que es el camino para llegar a un nivel acorde de estos apartados?

-Estamos hablando de efectos que se ven en el largo plazo. No vamos a aumentar nuestra productividad en 2028 por los cambios que hagamos en el sistema educativo hoy. Aún así, hay que tener en cuenta que el sistema educativo es el que está fallando para el joven promedio, porque al joven estudiante promedio es al que se debe apostar a que tenga una formación considerable y que pueda incorporarse de forma razonable al mercado laboral. En este punto está el problema más grande, cuando se mira desde el punto de vista de cómo lograr una masa de trabajadores más capacitados, que tiene su raíz en que la enseñanza secundaria en Uruguay no está dando lo que el mercado laboral necesita.