Ana Laura Fernández, asesora económica en Cámara de Comercio y Servicios del Uruguay y coordinadora ejecutiva de la Academia Nacional de Economía
En los últimos 15 años, Uruguay ha experimentado una profunda transformación digital en su economía, impactando en la producción, el empleo y la regulación. Frente a un escenario global de proteccionismo y tensiones geopolíticas, el país debe diversificar mercados, mejorar su competitividad y flexibilizar regulaciones para potenciar su inserción internacional. A su vez, aunque se ha avanzado en estabilidad macroeconómica y control de la inflación, persisten desafíos en coordinación de políticas y en la calidad del gasto público.
¿Cuáles considera han sido las grandes transformaciones que se han dado en la economía uruguaya en los últimos 15 años?
El mundo, y en particular nuestra economía, no hay dudas que han atravesado grandes transformaciones en los últimos años en múltiples dimensiones. En ese sentido, si bien resulta complejo hacer foco en cada uno de ellos, quizás sí es posible destacar algunos, en particular aquellos vinculados con el trabajo que realizamos desde la Cámara de Comercio y Servicios del Uruguay (CCSUy).
La economía, y por lo tanto los diferentes sectores productivos, han transitado un proceso de transformación digital, que no solo se evidenció en la incorporación de tecnología en las empresas desde el punto de vista de equipamiento, sino también en relación con los procesos de producción y comercialización. Y al mismo tiempo, cambios en la forma de trabajar y en los requerimientos de capacidades técnicas y blandas de los trabajadores, pero también de los empresarios.
El avance y uso cada vez más masivo e intensivo de la digitalización, la automatización en las empresas impacta en el empleo, en la productividad, en la regulación. Por lo tanto, resulta clave, no solo visibilizar estos procesos sino también trabajar en la construcción de nuevas políticas que acompañen estos cambios, con foco en la competitividad, la inversión privada, el empleo de calidad y la mejora del entorno de negocios.
¿Cómo debería insertarse Uruguay en este mundo económico y comercial de hoy, con problemas geopolíticos, donde cada vez tienen más relevancia los proteccionismos, y la amenaza de aumentos de aranceles se ha vuelto algo cotidiano? ¿Qué políticas debería adoptar el país para mitigar los riesgos geoeconómicos actuales?
Más allá de la realidad actual, donde el escenario global está marcado por grandes tensiones geopolíticas, creciente proteccionismo y fragmentación del comercio internacional, Uruguay necesita de forma urgente fortalecer y potenciar su estrategia activa de inserción internacional basada en una mayor diversificación de mercados. Bajo este marco, es fundamental acelerar los procesos de negociaciones internacionales, incluyendo tanto acuerdos dentro del marco del Mercosur como fuera de la región, pero también continuar en la búsqueda de nuevas aperturas sanitarias y fitosanitarias en determinados productos exportados.
Al mismo tiempo a esta necesidad de avanzar a una mayor velocidad el proceso de apertura con una mirada global, también resulta necesario avanzar en la flexibilización de las corrientes de bienes que ingresan al país, tanto de insumos para diferentes procesos productivos, como de bienes para consumo final.
Pero para que esta inserción internacional sea exitosa, Uruguay tiene que continuar abordando y así poder resolver sus problemas estructurales de competitividad. Esto incluye los bajos niveles de productividad del trabajo, dificultades para competir en determinados mercados, y regulaciones laborales que aún no se ajustan a la realidad del mundo del trabajo actual. A su vez, persiste un Estado pesado y caro que no solo se traduce en una alta presión tributaria, sino también en costos, demoras, ineficiencias y una burocracia que afecta negativamente la gestión de las empresas.
Es importante destacar que cuando hablamos de «atraso cambiario», «pérdida de competitividad» o de que Uruguay es un «país caro», las causas van mucho más allá de las fluctuaciones del valor del dólar. Estas cuestiones están vinculadas a decisiones de política monetaria, fiscal, salarial y a regulaciones inadecuadas que afectan mercados clave para el sector productivo, como por ejemplo el de los combustibles. También hay regulaciones que encarecen los costos de transacción dentro del mercado local, lo que limita la competencia y aumenta los costos para las empresas, lo que a su vez reduce el poder adquisitivo de los consumidores y restringe el crecimiento económico a largo plazo.
Fortalecer la infraestructura física y digital, avanzar en regulaciones modernas, y facilitar los procesos de comercio exterior, son acciones esenciales para lograr mayores niveles de competitividad de nuestra economía que nos permitan insertarnos exitosamente en los mercados internacionales a través de la generación de mayores corrientes de comercio e inversión.
La clave para aprovechar la globalización no es solo abrir mercados, sino asegurarse de que las empresas privadas estén preparadas para competir en ellos.
Sobre todo durante la segunda administración de gobierno de Tabaré Vázquez hubo una crítica bastante extendida dado la inconsistencia entre la política salarial, la monetaria y la fiscal. Por un lado había una política monetaria contractiva, por otro una política fiscal y salarial que terminaban siendo expansivas y eso tenía incidencia sobre la inflación. ¿Cómo analiza el escenario actual? ¿Considera que hoy hay mayor coordinación entre las políticas fiscal, monetaria y salarial?
No hay dudas que la coordinación macroeconómica es clave para construir estabilidad y confianza en el entorno de negocios, y esto redunde en alcanzar mayores niveles de crecimiento económico sostenibles en el tiempo. Sin embargo, muchas veces existen tensiones de diversos frentes -políticos, coyunturales, económicos- que hacen que se genere una disociación entre las políticas, y por lo tanto se ponen en riesgo los equilibrios fiscales, originando tensiones a nivel de salarios y precios.
No hay dudas que el país en los últimos tiempos ha logrado una reducción sostenida de la inflación, manteniéndose dentro del rango meta por un período prolongado, siendo una buena señal en términos de mejora del entorno de negocios. A nivel fiscal, la implementación de la regla fiscal también ha significado un paso adelante en referencia a la institucionalidad fiscal en el país, más allá de los desvíos respecto a los objetivos establecidos. El camino iniciado es positivo, de todas formas, no quedan dudas que aún existe un margen considerable para seguir trabajando y fortaleciendo la sostenibilidad de las cuentas públicas, no solo en términos de control del gasto sino también en la calidad del mismo, es decir en qué se gasta.
Asimismo, en relación con la política salarial también persisten desafíos para avanzar en una mayor coordinación con el resto de las políticas. En concreto, en las últimas pautas salariales presentadas por el Poder Ejecutivo si bien se puede destacar como positivo que se ha utilizado la meta de inflación del BCU como referencia para determinar los ajustes bajo un escenario en el cual la inflación efectiva coincide con ella, aún continúan incorporándose los correctivos por inflación, en este caso anuales, así como ajustes diferenciales para los salarios más bajos que determinarán incrementos del salario real por encima de las proyecciones de crecimiento de la actividad económica para los próximos períodos.
Estas definiciones en materia de ajustes salariales no solo podrían tensionar el resto de las políticas macroeconómicas, sino que también se traducen en un encarecimiento de los costos salariales de los trabajadores más vulnerables, poniendo en riesgo su puesto de trabajo. Y al mismo tiempo, generándose una nueva traba al momento de contratar nuevos trabajadores, justamente siendo un sector de la población que presenta mayores restricciones y dificultades a la hora de contar con un trabajo, muchas de ellas asociadas a los bajos nivel de calificación, trabajos en actividades informales e ilegales en muchos casos.
¿Puede Uruguay aprovechar este momento de desconcierto de la economía mundial para atraer inversiones? ¿Están dadas las condiciones?
No hay dudas que Uruguay presenta atributos que lo posicionan favorablemente y en particular en los actuales contextos de incertidumbre global. Y en este sentido, destaco estabilidad institucional, seguridad jurídica, reglas de juego claras, políticas macroeconómicas relativamente predecibles, buenos niveles de convivencia social.
Sin embargo, aprovechar esta ventana de oportunidad requiere lograr avances concretos en materia de eficiencia del entorno de negocios que facilite y promueva mayores niveles de competitividad de las diferentes actividades productivas, siendo esto un factor clave para, justamente, atraer y generar nuevas inversiones que se traduzcan en mayores niveles de crecimiento en el futuro.
Para lograr estos objetivos se requiere continuar trabajando en diversos aspectos y reformas, teniendo como factor clave de acción el fortalecimiento de los niveles de inversión de la mano de mejoras en los niveles de productividad. No quedan dudas que mejorar el ambiente empresarial y fomentar la competencia son medidas esenciales para impulsar la inversión y la productividad sin requerir grandes recursos fiscales. Tal como se mencionó, reformar regulaciones del mercado doméstico con el objetivo de levantar barreras a la competencia. Lograr avances en la gestión y gobernanza de las empresas públicas, también son factores clave al momento de avanzar hacia una mejora del ambiente de negocios que sea atractivo para nuevas inversiones, más diversificadas y con mayores niveles de innovación y sofisticación.
Pero, al mismo tiempo, resulta esencial la generación y atracción de talento hacia estas actividades económicas más sofisticadas. Y en este sentido, Uruguay también presenta importantes desafíos y por lo tanto necesidad de acción, en particular respecto a los resultados alcanzados en las tasas de finalización de educación secundaria para las personas entre 20 y 24 años. Esto sigue siendo un factor agravante y generador de potenciales sesgos hacia un mayor desempleo juvenil, lo cual además actúa también como elemento desalentador y de baja calidad laboral, y por lo tanto de baja productividad.
Por lo tanto, Uruguay puede y debe aprovechar su posicionamiento a nivel internacional, pero eso requiere acción decidida para mejorar su entorno de negocios, particularmente para aquellos sectores que hoy generan más empleo e innovación.