Claudio Rama, economista y doctor en Educación
Pensar la educación para los tiempos que corren es complejo y simple a la vez, significa ser conscientes del presente, de la realidad y del mundo en el que vivimos. En esta línea, CRÓNICAS conversó con el especialista en educación a distancia, Claudio Rama, quien analizó los desafíos que enfrenta Uruguay y el rol que tienen para jugar en este campo las herramientas digitales. Entre otros temas, se detuvo en la reciente transformación educativa, sobre la que, más allá de mostrarse de acuerdo, comentó que “no se sigue viendo a la tecnología como un factor fundamental”.
Por Matías Kapek | @matias_kb
-Algunos pensamientos críticos de la sociedad digital, como es el caso del filósofo coreano Byung-Chul Han, indican que el régimen de la información genera en la persona aislamiento. Pensando en esos términos, ¿evalúa como un riesgo la desintegración social a partir de la extensión de la modalidad de educación virtual?
-He leído sus varios libros, conozco el concepto de dataísmo y he escrito sobre sus trabajos, pero no comparto el paradigma que plantea. Le cuento un detalle simpático, estábamos con Eduardo Galeano en Cuba, en un congreso de cultura que se desarrolló en 1992, y él hablaba muy crítico de los celulares, sobre el abandono de la comunicación, la distancia y la soledad. Por mi parte, en ese momento iba a favor de algo que era desconocido, pero hoy nadie me negaría el celular. En 1970, la gente hacía la crítica de las calculadoras, pero hoy eso ha cambiado, la educación tiene un buen concepto con relación al uso de las calculadoras. Negar la tecnología hoy, es como querer negar el libro cuando apareció.
-Más allá de la recurrencia histórica que tienen las críticas sobre las nuevas tecnologías, ¿por qué en este caso específico las tecnologías digitales deben ser tomadas en cuenta?
-Las miradas que se plantean son desde el ámbito de las élites, desde el ámbito de un profesor coreano instalado en Alemania en una universidad de élite. Pero desde el ámbito que uno lo ve, desde los servicios sociales, desde las personas marginadas, desde la desigualdad, desde la inequidad, es todo distinto. Pensemos, por ejemplo, en una persona del interior que quiere hacer un posgrado y no hay ninguna oferta a su alcance. En ese sentido, si uno mira los niveles de estudio del modelo de educación presencial, Uruguay no tiene doctorados, hay apenas 0,02% de estudiantes de doctorado dentro del total de la matrícula de educación superior. Hoy en día esto no se puede hacer a través de la educación a distancia, sin embargo, la legislación sí lo permite en Argentina, Paraguay, México, República Dominicana y Costa Rica.
-Muchas veces se pone en tela de juicio la calidad de este tipo de educación. ¿Cuál es su opinión al respecto?
-En la actualidad, la calidad es muy superior con los sistemas digitales. Efectivamente, el escenario de la enseñanza en todas partes del mundo está avanzando a laboratorios, simuladores, recursos de aprendizaje, plataformas, y en definitiva hacia la educación virtual. Mientras que en América Latina antes de la pandemia en promedio el 15% de los estudiantes de educación superior estudiaba a distancia, en los países industrializados el 30% estudiaba de esa forma. Hay que preguntarse dónde está el desarrollo, si está en la exclusión o en la inclusión.
-¿La inclusión en la actualidad solo puede venir acompañada de las nuevas tecnologías?
-Si pensamos en la inclusión, hay que tener en cuenta que no se puede hacer sin diversificación, sin la diferenciación. No es posible pensar, salvo en una lógica corporativa, que vamos a instalar una Universidad de la República (Udelar) en Tupambaé, aunque los de Tupambaé también tienen derechos a tener todas las ofertas, no solo las pocas que se les pueden colocar con un bajo costo. Las tecnologías abaratan porque permiten escalabilidad y eficiencia. No hubiéramos tenido la continuación del proceso de enseñanza sin zoom, sin tecnologías, se trata de un debate que la pandemia logró superar definitivamente, no con teorías, con datos y realidades.
-Si vamos en búsqueda de antecedentes, nos encontramos con que allá por 2007 se creó el Plan Ceibal, programa que en un principio generó opiniones encontradas. Mirándolo en retrospectiva, pensando que ya ha pasado mucha agua por debajo del puente, ¿cuál considera que fue su impacto en la educación uruguaya?
-El Ceibal tuvo muchas etapas y muchos desarrollos, pero efectivamente en sus inicios era muy limitado. Pensemos que era apenas un apoyo y recién en la pandemia pasó a tener streaming y a ser educación, no meramente apoyo. Recién en el 2014 se empezó a incorporar la programación y antes era simplemente la enseñanza de aplicativos. Creo, sin embargo, que el Ceibal ha sido muy positivo, ayudando a desarrollar programación para los jóvenes, para la educación media.
-¿Cree que el Plan Ceibal debe tomar un rol más protagónico teniendo en cuenta esta búsqueda de que las nuevas tecnologías logren un papel central en la educación?
-Entiendo que es una debilidad enorme que el Ceibal no se haya transformado en un aparato de educación virtual o que ya no tengamos un bachillerato virtual. Creer que vamos a resolver la tasa de abandono colocando más instituciones presenciales es una utopía. Más que una utopía, es un error. Lo que el país necesita es una diversificación, que las intendencias puedan tener instituciones semipresenciales, virtuales, enseñanza secundaria, como pasa en el mundo. Que desde Montevideo se organice, se enseñe, se capacite, se nombren profesores y se gestione toda la enseñanza a nivel nacional es un error vareliano que le correspondió al siglo XIX, pero hoy hay que pensar en otras cosas, no cambiando, sino incluyendo nuevas modalidades.
-¿Qué otros modelos o instrumentos sería positivo incorporar para fortalecer un proceso hacia la educación virtual?
-Creo que deberíamos tener en todas las instituciones a nivel nacional, en las escuelas y liceos, un conjunto de computadoras, dando así la posibilidad de que en la noche, cuando las aulas están vacías, los estudiantes que no tengan computadoras en sus casas vayan a seguir la educación virtual en la institución. “Lula” da Silva hizo una enorme política de utilizar las infraestructuras de los centros de enseñanza en su primer y segundo periodo, programa que fue enormemente positivo. Hay que concebir un escenario donde el modelo no es solo una computadora que se lleva al hogar, sino también laboratorios informáticos y centros de informática en las escuelas. Las personas, más allá de la masificación y del rol que tiene el acceso a los servicios en forma individual, necesitan servicios públicos. Un modelo de educación virtual favorecería la democratización del acceso.
-La educación parece no quedar por fuera de la polarización política que tiene el país. ¿Le parecería buena cosa el trabajo de la educación más allá de los partidos, en forma de política de Estado? ¿Ve eso posible o lo cree utópico?
-De alguna forma, los aparatos educativos en la historia de la humanidad han sido ideológicos; muchas de las políticas no son educativas, sino puramente partidarias. Efectivamente, ese escenario se ha dado por concepciones que han utilizado la educación desde hace muchísimos años, bien sea, por ejemplo, las escuelas coránicas y los seminarios religiosos, como un centro de adoctrinamiento. Esto en la actualidad pasa también porque la gente tampoco tiene libertad para decidir, porque los programas tienen un nivel de autonomía por parte de los docentes y porque tienen un enfoque ideológico. Para superar eso, el escenario es la diversificación, es decir, que el que quiera pueda elegir con libertad entre ir a una institución A o a una institución B.
-Pero, en ese caso, ¿no se generaría una disparidad o un desbalance en los aprendizajes?
-Lo que hay que saber es cuáles son los aprendizajes, ya que, si no, todo este debate es un debate de cuarto oscuro. Más allá de la falta de datos, el problema hoy está en el concepto de qué es un estudiante, lo cual es distinto para la Udelar, para la ANEP o para el Ministerio. Hay diferencias en el cálculo de los datos de la inscripción, de la matrícula, las estructuras de notas, los créditos. Nosotros no tenemos un sistema educativo, lo que tenemos es un feudalismo educativo en el cual cada institución está amparada en una autonomía dentro de un escenario en discusión.
-Entonces, ¿hay que crear un sistema?
-Crear un sistema, es crear un sistema en el cual todos seamos iguales ante la ley, ante la enseñanza, ante el aprendizaje. Creo que el escenario actual es un escenario de desigualdad que va a marcar y marca nuestra debilidad en términos de los recursos humanos en un contexto de una sociedad cada vez más exigente de la formación profesional.
“Hay que perder la idea de que tiene que haber un modelo único”
-Si se habla de educación por competencias, de implementación de tecnología, de educación virtual, hasta de descentralización, surge el caso de UTEC. ¿Qué opinión tiene al respecto? ¿Es su concepto una referencia para la educación pública del país?
-Lo que hay que perder es la idea de que tiene que haber un modelo único. Las universidades multiculturales no son el mismo modelo de organización, de estructuras, de currícula, que una universidad y una enseñanza militar, por ejemplo. O no es lo mismo la estructura de enseñanza en medicina que en filosofía; el campo disciplinario y el mercado de trabajo marcan las formas de enseñanza y la diversificación. La enseñanza se ajusta a la pertinencia y entonces nadie puede poner un escenario en el cual un instituto tecnológico, un politécnico o un centro de posgrados tengan las mismas características.
La reforma educativa y la tecnología
-Si de educación se habla, no se puede pasar por encima de todo el debate que generó la denominada “transformación educativa”. ¿Qué opinión tiene de la misma? ¿Cuáles ve como sus puntos más fuertes y cuáles como sus flaquezas?
-He seguido la transformación educativa con mucho apoyo, he escrito bastante. Tiene elementos enormemente positivos en muchos sentidos, de alguna forma correspondió a un tiempo histórico. Si se mira en retrospectiva, sin lugar a dudas que el enfoque por competencias es positivo; que se desarrolle determinada autonomía en los centros educativos y una mayor descentralización, es positivo. Pero, después, ¿qué viene?
-¿Le falta aún la incorporación de la tecnología?
-Tengo la impresión de que no se sigue viendo a la tecnología como un factor fundamental. La tecnología empezó en el libro, en la radio, en la televisión y ahora está en lo digital. La tecnología no es solo un proceso de acceso a la información, es incorporar la programación obligatoria, que es una de las competencias transversales, y tiene que ver con las competencias digitales. Hoy la agenda nos cambia todos los días, hoy la inteligencia artificial significa el cambio del mercado de trabajo y el cambio de sus componentes. Nosotros no podemos tener un escenario de políticas que no miren las transformaciones continuas que la sociedad está teniendo por la tecnología.