Bensión: “No entiendo dónde está la ortodoxia de la que se escucha hablar”

“Hemos venido ganando competitividad”


Marcela Bensión, coordinadora de Política Económica del Ministerio de Economía y Finanzas.


Las críticas se escuchan por varios frentes, esta vez no solo desde la oposición sino también desde el bloque oficialista. El senador de la coalición y líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, se refirió en los últimos días a una “cierta ortodoxia” del equipo económico en el manejo de las cuentas públicas en el marco de la pandemia. En este contexto, la coordinadora de política económica del MEF rebatió: “Se fue heterodoxo con el covid, pero sin dejar de ser cauteloso y responsable”. En una extensa entrevista con CRÓNICAS, Bensión también se refirió a la recuperación del empleo y aseguró: “Vemos de forma auspiciosa la evolución del mercado laboral y del nivel de actividad”. A continuación, la entrevista que abarca temas como el déficit, la inflación, la desdolarización y el grado inversor en función del objetivo final que desvela a la cartera: el bienestar de los uruguayos.

Por María Noel Durán | @MNoelDuran

Fue cuestionado, por ejemplo, por el economista Aldo Lema por el hecho de que se sumaran los recursos destinados a la pandemia con los del Sistema de Garantías (SiGa), ya que estos son «pasivos contingentes» -o sea- que se reservan para los casos de incumplimiento. ¿Por qué la decisión de sumar estos elementos al total?

Se tomó la decisión de sumarlo porque el SiGa es parte de la respuesta a la pandemia. De hecho, el instrumento de préstamos garantizados venía de los años previos pero había solamente unos US$ 20 millones de créditos otorgados a través de esta garantía.

Una de las decisiones que se tomó fue apoyar este instrumento, que además de incrementar las garantías estatales en hasta US$ 506 millones -y por tanto, inmovilizar la capitalización que oficia como «seña» de dichas garantías que fue de unos US$ 185 millones-, ofrece una fuerte baja en las tasas de interés y las comisiones asociadas a los préstamos.

Se dieron créditos por US$ 700 millones -US$ 506 millones garantizados por el Estado- que se comparan con esos US$ 20 millones que había antes de la pandemia y de potenciar este instrumento.

Es una respuesta a la pandemia porque, además, esa garantía que, al final del día, son recursos comprometidos porque no sabemos cuál va a ser la tasa de morosidad, permitió el aumento importante de los créditos bajo ese paraguas y apuntaló esa baja de las tasas de interés que no fue menor; fue un apoyo en materia de intereses, sobre todo al sector pymes.

Es parte de la respuesta a la pandemia y la ministra Arbeleche lo dijo desde el día uno, nosotros no solamente vamos a apoyar con el Fondo Coronavirus y los gastos sino que, a su vez, optamos por el instrumento crediticio que es garantizar los créditos otorgados por el sector privado.

A nuestro juicio, se tiene que sumar con la aclaración pertinente que se hizo en la propia presentación, y por eso no admitimos que se hable de engaño porque está muy claramente especificado la diferencia entre uno y otro.

Desde la oposición se critica que el número destinado a combatir la pandemia es bajo en relación al PIB. ¿Qué reflexión le merece?

Me merece varias puntualizaciones. El primer tema que lo hablamos con la propia Cepal cuando empezaron a salir las comparaciones internacionales era entender bien qué se estaba tomando para cada uno de los países. Se toman los gastos covid que son unos US$ 700 millones -con una resignación de aportes por unos US$ 200 millones-.

Para algunos países se tomaba solo eso, para otros se tomaban los US$ 506 millones de garantías, en algunos casos se tomaban anuncios realizados, en otros medidas ya publicadas, exoneraciones de tributos o baja de la recaudación. Es bien complicado y la primera precisión es ‘ojo con ver lo que se está cuantificando, porque no para todos es lo mismo’. 

Uruguay resolvió salir con un paquete bien importante de créditos que son estos US$ 506 millones y no está cuantificado en las estadísticas comparativas de otros países.

En segundo lugar, no todos los países son iguales. Uruguay ya tenía una cobertura social muy potente; pienso en el seguro de desempleo y en el de enfermedad. 

La cobertura social que tiene Uruguay para su población viene de hace varias décadas y gracias a esto no fue necesario incrementar tanto la ayuda para esos instrumentos como sí tuvieron que hacerlo otros países que no tienen instrumentos tan potentes.

Aún así, se destinaron unos US$ 270 millones adicionales para el seguro de desempleo y el seguro de enfermedad que se incrementaron a la ayuda que ya existía.

En tercer lugar, la situación de partida. Uruguay heredaba una situación de partida bastante más compleja que otros países que están en esa comparación internacional, y que quizás tenían situaciones fiscales mejores o que no tienen que defender un activo tan importante como el que nosotros tenemos que defender, que es el grado inversor. Nosotros teníamos esa mezcla de una situación fiscal bien comprometida y un activo importantísimo a preservar, que es el grado inversor.

A nosotros no nos importa el grado inversor para colgar el título: «el Ministerio de Economía cuidó el grado inversor», nos interesa hacerlo porque ello implica pagar menos intereses por la plata que uno toma al endeudarse para este tipo de medidas y gastos que hemos realizado en el año 2020.

Si perdiéramos el grado inversor tendríamos que pagar más intereses y destinar plata que hoy va para las políticas sociales, políticas de apoyo a la cobertura del seguro de desempleo y de soporte al sector productivo para pagar más intereses.

¿Cree que las calificadoras podrían sacarle a Uruguay el grado inversor si se aumentara el gasto para combatir la pandemia?

Las calificadoras de riesgo, y en particular la calificadora Fitch, que es la que en 2018 le cambió la perspectiva a Uruguay de neutra a negativa y que de alguna manera estaba alertando sobre la posibilidad de que Uruguay perdiera el grado inversor, ha sido muy crítica y muy cuestionadora con respecto a la política fiscal que Uruguay venía teniendo desde entonces. Eso no es otra cosa que el resultado fiscal.

Todas las calificadoras de riesgo, y Fitch en particular, sí expresa una preocupación clara respecto a la situación fiscal, que es evidente y lógica y que nosotros también tenemos.

Los resultados fiscales elevadísimos a lo largo del tiempo son insostenibles, generan una situación explosiva de la deuda y eso se tiene que solucionar por la vía de los impuestos o, en algunos casos, por la vía de la moratoria o de los defaults, algo de lo que afortunadamente Uruguay está muy lejos.

Por esa razón, el MEF tiene que ser prudente, cauteloso y responsable con el gasto fiscal porque lo que hoy se gasta al final del día se paga con impuestos o con deuda. En ese sentido, la prudencia tenía que estar.

Entonces el MEF, en diálogo permanente y en sintonía con todos los demás ministerios, armó dos cajitas. Una con todo lo imprescindible que había que gastar para la pandemia -los US$ 700 millones de los egresos del Fondo Covid y US$ 144 millones adicionales que se gastaron en los programas sociales como las Tarjetas Uruguay Social (TUS) y la TuApp que son canastas destinadas a los hogares más vulnerables-; eso se aumentó un 50% respecto a lo que se gastaba en 2019. 

Se gastó un total de US$ 380 millones en ese concepto, US$ 144 dentro del Fondo Covid. Se atendieron 240.000 personas más con esa ayuda extra.

¿Por qué se pudo gastar esto? Porque se ahorró en la otra cajita, en la del gasto prescindible, de la ineficiencia o del despilfarro. Gracias a que se ahorraron unos US$ 660 millones -que no son comparables con los 700 porque uno está en dólares corrientes y el otro no-, fuimos conservadores en mostrar las cifras porque  si no daba más todavía.

Las calificadoras de riesgo han sido muy críticas con respecto al manejo fiscal, por lo tanto, este gobierno y en particular este Ministerio de Economía al asumir tenía una responsabilidad clara y cierta de cuidar las finanzas públicas. Vino la pandemia y se apostó a seguir cuidando las finanzas públicas en esta cajita y a poner todos los recursos que sean necesarios en esta otra cajita que es el covid. En el neto se gastó más porque, de lo contrario, no hubiera habido un deterioro del resultado fiscal. El resultado fiscal se deterioró de US$ 2.400 millones a US$ 3.200 millones –del 4.5% del PIB al 6%-. No entiendo dónde está la ortodoxia de la que uno escucha hablar. Se fue heterodoxo con la cajita covid, pero sin dejar de ser cauteloso y responsable con lo demás.

En esa cajita no covid se decidió recortar inversiones y ajustar salarios públicos ¿No se corre el riesgo de deprimir la economía? ¿Qué consecuencias pueden tener estas medidas?

En ese recorte de los US$ 660 millones hay de todo, es decir, hay reducción del gasto en todos los conceptos. Los más fundamentales son gastos no personales e inversiones, que son los más discrecionales.

En ese sentido, por supuesto que se midió el impacto que podía llegar a tener pero, insisto, en el entendido de que había que ser más eficientes.

Al final del día un exceso de gasto termina siendo recesivo. Está la concepción de que el gobierno gasta más y eso genera mayor actividad, eso puede ser válido en determinadas circunstancias, pero si los empresarios perciben que ese mayor gasto se va a traducir en mayores impuestos, ellos no gastan porque no quieren pagar más impuestos. 

Nosotros entendemos que en esa cajita no covid había gasto que se podía evitar y que podía ayudar a la eficiencia de las cuentas públicas.

Uruguay está 40% más caro que Brasil y 60% más caro que Argentina, dos socios comerciales importantes. Estamos en el mismo barrio, entonces nuestra realidad es una desventaja para nosotros. ¿Cómo se puede hacer para acortar esa brecha?

Nosotros tenemos una diferencia de tipo de cambio real importante con los vecinos. Esa diferencia, que es mala desde el punto de vista de competitividad de nuestras empresas, tiene un origen bueno y uno malo.

El origen malo es que antes de que asumiéramos había políticas inconsistentes de gasto fiscal excesivo que al final del día determinaban una apreciación del tipo de cambio real y una menor competitividad del sector privado, y es lo que tratamos de resolver siendo cautelosos en el gasto. Esa diferencia cambiaria que tenía un origen malo nosotros lo estamos atacando con esa cajita no covid.

El origen bueno es que, lamentablemente, nuestros vecinos atravesaron una situación financiera muy complicada y a veces en esas crisis se genera un abaratamiento relativo de los países, pero el correlato de esa competitividad es un aumento del desempleo, una brutal caída de los salarios de los trabajadores y esa competitividad es muy difícil de seguir; y nosotros no queremos distorsionar el salario o la competitividad en ese sentido. 

Hay que tomar con pinzas ese abaratamiento porque detrás tiene una crisis que claramente no pretendemos emular. Tenemos que resistir en un vecindario complicado.

Si salimos de ese 40% y 60% y hacemos una comparación con el resto del mundo, la realidad es que hemos venido ganando competitividad con otros socios comerciales como Estados Unidos, o nuestros competidores Australia y Nueva Zelanda. Si uno hace la brecha de tipo de cambio de Uruguay con esos países, la diferencia es de un 3% o 4%.

¿Qué expectativas tiene frente a la próxima ronda de negociación salarial que se llevará a cabo a mediados de año?

Ha sido muy buena la comunicación con los trabajadores en este año difícil para todos. Yo creo que todos entendimos que había un objetivo primordial a preservar, que era el empleo. La prioridad tenía que ser mantener el empleo de los uruguayos, y si se perdían, que esa pérdida fuera la menor posible.

Hay que preservar al trabajador que está a punto de perder su trabajo porque ahí no es 1% o 2% de pérdida de salario, es un 100%. Ese ha sido el foco de la negociación salarial, y la verdad es que tengo palabras de orgullo para la institucionalidad del Uruguay y este diálogo permanente entre empresas, trabajadores y gobierno.

En la medida en que persiste la pandemia, el empleo si bien presenta señales de recuperación, parecería que en los últimos meses esa recuperación se ha estabilizado un poco y eso se puede ver en la tasa de empleo y en los beneficiarios de seguro de desempleo que venían bajando y en los últimos meses se ha estabilizado.

Creo que tenemos que ser muy responsables en tener esa variable como guía en la negociación.

¿Preocupa esa lenta recuperación del empleo?

La pandemia no va a desaparecer de un día para el otro, pero sí va a ir disminuyendo su impacto sobre el nivel de actividad, y en ese sentido vemos de forma auspiciosa la evolución del mercado laboral y del nivel de actividad. Sí es cierto que para el año que viene asumimos un crecimiento un poco inferior a lo que referíamos en la expectativa de la exposición de motivos de la ley de Presupuesto.

En este sentido, quisiera puntualizar que en aquel momento no estábamos previendo el cierre de fronteras que hubo que realizar por el fuerte incremento de casos de covid sobre finales de año y, además, tampoco sabíamos cómo iba a resultar la nueva estimación del Banco Central del PBI, que terminó saliendo entre octubre y diciembre y eso determinó un punto menor de crecimiento económico no solo en 2020 sino también en los años anteriores. Como bien informó la ministra, los números hablan de una caída de 5.8% en 2020 y un aumento de 3.5% en 2021 con esos dos efectos: el del cierre de fronteras y un punto del cambio de metodología en la medición del PBI que escapa a las predicciones hechas en la exposición de motivos de la ley presupuestal. 

 ¿Se puede bajar la inflación a niveles realmente moderados como un 3% o un 4%?

Sí, por supuesto que se puede y en ese sentido es clave la consistencia de las políticas económicas; es clave que el Banco Central tenga un objetivo de inflación que sea compatible con las políticas fiscales que se implementan, que sea compatible con las políticas de ingresos y las negociaciones salariales que se llevan adelante. 

En ese sentido, estamos trabajando muy en conjunto con los diferentes actores. La ministra también ha resaltado el excelente trabajo que se hace desde el equipo económico del Ministerio de Economía, Banco Central y Oficina de Planeamiento y Presupuesto para tener esa consistencia de las políticas públicas y así lograr un objetivo tan importante como es bajar la inflación.

Bajar la inflación es uno de los grandes debes que el Uruguay tiene en aspectos macroeconómicos amén de mejorar las cuentas fiscales. Nos ha quedado pendiente y nos complica porque cuando el dólar se estabiliza o baja no es lo mismo tener una inflación del 7% que una del 3%. Con un dólar estable, si hay una inflación del 3%, te encarecés un 3% en dólares, si tenés una del 7%, te encarecés un 7%, y ahí es cuando los exportadores reclaman que no pueden competir. Por eso es importante tener una inflación consistente con lo que es la inflación internacional.


La cara y el cuerpo

¿Cuál es la prioridad máxima del MEF al día de hoy?

No existe una prioridad máxima, son como las partes del cuerpo, es un conjunto que tiene que trabajar de esa forma. Claramente la cara visible de la macroeconomía es el empleo y el bienestar de los uruguayos y eso es lo que en este Ministerio tenemos presente en el día a día cuando evaluamos cada medida y cada política pública, es decir, pensar en el bienestar. 

Lo más cercano a la ciudadanía es el empleo, pero no podés pretender un buen empleo y salarios dignos si no tenés un orden macroeconómico en las cuentas fiscales, en las cuentas inflacionarias, que permita a las empresas funcionar fluidamente y contratar empleo. Todo va en conjunto, no hay un objetivo más importante que el otro pero el objetivo final de todo es más empleo y bienestar para los uruguayos, eso es así.