Centralización y desconocimiento sobre la profesión son los problemas que marcan la actividad de los abogados

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Descentralizar las clases y hacer más amigables las aulas. Hacer más conocido el oficio del abogado. Instruir a los alumnos en la ética de la profesión. Estos son algunos de los desafíos a los que el Colegio de Abogados del Uruguay (CAU), y su nuevo presidente en particular, deberán hacer frente.

Por Ignacio Palumbo | @ignacio_palumbo

Ayer jueves 27 se llevaron a cabo las elecciones en el Colegio de Abogados. Aunque el resultado del escrutinio seguía sin conocerse al cierre de esta edición, en las horas previas al acto eleccionario los tres candidatos -Diego Pescadere, Jaime Sapolinsky y Gonzalo Lorenzo-, reflejaron los principales desafíos y problemáticas tanto del Colegio de Abogados como del sector en su conjunto, a los cuales tendrá que enfrentar quien resulte ganador.

El primer problema refiere al Colegio como edificio en sí. Ubicado en el centro de Montevideo, y sin ninguna otra casa en el país, dificulta a los socios y no socios del Interior que quieran formarse en él.

En este sentido, esto puede provocar desigualdades entre los abogados de Montevideo y los del interior del país, ya que los primeros recibirían una capacitación más directa de parte del Colegio. Medidas como cursos online o conferencias a distancia podrían implementarse para preservar el buen desempeño de la profesión.

A su vez, esta descentralización también tiene sus consecuencias en factores de tareas gremiales. Por ejemplo, en comisiones de estudio de cuestiones jurídicas o que refieren al funcionamiento del Poder Judicial, esto se ve limitado a quienes tengan la capacidad o disponibilidad de estar presentes físicamente en la sede. Por ello, muchos profesionales de fuera de Montevideo se ven excluidos de estas instancias.

Deber ético

Por otro lado, los tres postulantes coincidieron en que hay un fallo o una falta de parte del Colegio en cuanto a la instrucción del deber ético y ontológico, tanto de los socios como de la profesión en sí.

Esta falta ética en el abogado actual hace que muchos no sepan con claridad cómo actuar correctamente ante una situación particular o que no estén a la altura de lo que la profesión exige.

Para lograr, entonces, un mayor enfoque hacia la correcta tutela por parte del Colegio de Abogados en actitudes éticas, el planteo propone iniciar trabajos en conjuntos con las universidades para reforzar esta cuestión. Además, se plantea la idea de una colegiación legal obligatoria que haga que todos los abogados sean socios del colegio. De esta forma, los clientes tendrán mayores garantías, porque los profesionales contarán con los mismos parámetros éticos, y también el Colegio podrá sancionar a quienes vulneren los principios morales de la profesión.

Con esto, el Colegio no esperaría a que los problemas vengan para enmendarlos, sino que se focaliza en prevenirlos desde el principio.

Desconocimiento

Por último, existe un problema de fondo, casi que universal, que actúa por sí mismo pero también como catalizador de diversas cuestiones.

Los tres profesionales señalaron una falta de conocimiento general hacia la profesión del abogado y la trascendencia que cumple en una democracia. Ya sea por una sobreabundancia de información, poca profundización, o ambas, el público desconoce cuáles son las labores y las dificultades de un abogado.

Esto lleva también a que se vean fácilmente atacados por actores políticos como también por la sociedad civil, o a que el fenómeno de la colegiación legal se malinterprete como un privilegio de una corporación, cuando en realidad es en defensa de los clientes.

La solución a este problema fue unánime entre los tres abogados: el Colegio debe tomar una actitud más proactiva y hacer más conocida todas las cuestiones en torno a su profesión. Pero más allá de que existe una posibilidad de diálogo con universidades que impartan la carrera, al fin y al cabo debe ser el Colegio quien tome las riendas y ayude a los abogados, consideraron los entrevistados.