Gabriel González Rabelino: “Se le perdió el respeto al covid-19 y disminuyeron los cuidados; ahora tenemos los peores números”

Gabriel González Rabelino, coordinador del Equipo de Atención Primaria de la Salud del GACH


Durante los primeros meses de la pandemia en Uruguay reinaba la incertidumbre, pero la gente tomaba más recaudos. Sin embargo, con el paso del tiempo se le fue perdiendo el respeto a la enfermedad y los cuidados disminuyeron, según explicó a CRÓNICAS el neuropediatra y miembro del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). También se refirió a la importancia de la presencialidad en la educación y aseguró que el desafío hoy es lograr una reducción de la movilidad sin generar daños colaterales.

Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo

-¿Cómo ha sido el trabajo del GACH hasta el momento y qué importancia ha tenido para el manejo de la pandemia?

-Creo que fue un gran acierto haber conformado un grupo de científicos de varias áreas, no solamente de distintas especialidades de la salud, sino también de datos, matemáticas, movilidad y la parte social. Fue fundamental para analizar la situación, sobre todo en los primeros seis meses, donde había mucha confusión e incógnitas, y para poder hacer sugerencias en base a la mayor evidencia posible a los que tienen que tomar las decisiones.

-¿En qué situación se encuentra la pandemia en Uruguay hoy?

-Durante los primeros seis a nueve meses el manejo fue muy bueno gracias a las fortalezas que tenía nuestro país, a las cosas que se hicieron bien, al hecho de que estuviera todo el mundo bastante alineado –los actores, los tomadores de decisiones, el sistema político-.

Luego hubo una segunda etapa –que es la que estamos transitando- en la cual se le perdió un poco el respeto (a la enfermedad), se pensó que éramos inmunes, y eso hizo que hubiera una disminución del cumplimiento de los cuidados. Ahora tenemos muy malos números, los peores, tanto en casos como en letalidad. Por ese lado venimos mal, hay que reconocerlo.

Pese a ello, en cuanto a la vacunación venimos muy bien. Uruguay históricamente ha tenido un plan de vacunación muy bueno y, más allá de que se empezó un poco más tarde, se está vacunando a un buen ritmo, que es el punto más positivo.

Es probable que por un par de meses más la situación sea compleja y el sistema sanitario esté tensionado, y se van a venir todas las infecciones respiratorias del invierno, que a veces ocupan muchas camas, especialmente, de cuidados intensivos. En suma, este es un momento de quiebre en el cual estamos esperando que empiecen a verse los indicios favorables de la vacunación, más que nada, en la letalidad y la hospitalización, pero todavía estamos bastante complicados.

-¿A qué atribuye que se haya llegado a esta situación más compleja?

-Esto es multifactorial. Prácticamente no ha habido país que no haya tenido las mismas complicaciones, y es una sumatoria de aspectos: la conducta de la población, el manejo de la pandemia, la campaña de comunicación –que en ocasiones queda un poco enturbiada por actividades más partidarias-.

Por otro lado, la acción inicial que dio resultado fue el testeo, rastreo y aislamiento (Tetris, por su sigla en inglés), pero llegó un momento, cuando se superaron los 300 casos, en el que era muy difícil manejar la situación. Y la responsabilidad individual sabemos que a veces no alcanza.

Hubo una primera etapa de mucho miedo, de mucha protección de la población, de un sistema que se mantuvo fuerte y de una adecuación a los cambios, pero se perdió el control. Por supuesto, es más complicado aún porque no es fácil tomar decisiones solamente pensando en la infección, sino que hay que hacerlo pensando en toda la comunidad.

-Dada la realidad actual, ¿sería necesaria una reducción de la movilidad?

-Eso es lo que todos pedimos, el tema es cómo hacer para disminuir en mayor medida la movilidad sin generar daños colaterales, eso es lo más complicado. Desde el punto de vista general del grupo se piensa que hay varias perillas que se pueden mover como para disminuir la movilidad.

Sin embargo, no es tan sencillo si eso genera un impacto en toda la población. Ahí hemos tenido algunos desencuentros en cuanto a que hay más medidas a tomar que no son las más graves y que pueden ser compensables, como para disminuir la movilidad en esta última etapa, que es la más importante.

-¿Por qué?

-Porque si uno mira la cantidad de fallecidos en abril y mayo, estamos muy mal. El desafío es, justamente, lograr una menor movilidad sin generar mayor daño, pero para tomar esa decisión está el sistema político. No es fácil. Muy pocos países han logrado tener un manejo continuo durante mucho tiempo. Nosotros lo hicimos muy bien en la primera parte y ahora estamos haciendo bien la inmunización, pero todavía tenemos muchas cosas para corregir en el manejo de la movilidad y su impacto.

“Todavía tenemos muchas cosas para corregir en el manejo de la movilidad y su impacto”.

-Hablaba de los daños causados por la reducción de la movilidad. En ese sentido, ¿cómo ha impactado la pandemia en los niños?

-Los niños han sido los que más se han sacrificado en beneficio de disminuir la transmisión viral; han tenido que renunciar a aspectos muy importantes de su salud, tanto física como mental, y sobre todo social, aunque no son el principal motor de la infección en la sociedad.

La mayoría de los brotes se dan a nivel laboral e intrafamiliar y no en los centros educativos. En realidad, el porcentaje de focos de contagio en los institutos de enseñanza no supera el 10% –en líneas generales- y el impacto del cierre muchas veces no se puede compensar con otras medidas y produce un daño muy importante, a diferencia de otros cierres que se pueden hacer.

Toda la comunidad educativa tiene que estar unida para lograr lo que se plantea desde Unicef, que es que las escuelas sean lo último en cerrar y lo primero en reabrir, y si tiene que haber un cierre, que sea por corto plazo.

-¿Cuál es la importancia del regreso a las aulas?

-El efecto adverso del cierre educativo ya está más que demostrado, obviamente que las familias de los niveles socioeconómicos más desfavorables son las que más lo sufren, por el estrés familiar, la inseguridad alimentaria y laboral, el hacinamiento, y porque muchas veces tienen menos posibilidades de conectarse en modo remoto para tener las clases.

También se puede generar falta de alimentación, obesidad, problemas de la salud mental como ansiedad, tristeza, inquietud, trastorno de conducta, y mayor riesgo de sufrir maltrato infantil y abuso sexual; todos elementos que impactan mayormente en la clase más vulnerable.

Los más pequeños tienen menos chances de compensar en el hogar la falta del sistema educativo, ya que la presencialidad no puede ser suplida por la virtualidad. Por eso es importante volver a las aulas.

-¿Están dadas las condiciones para esa vuelta paulatina a las clases presenciales?

-Cuando se definió el cierre había, por día, 1.800 casos y 20 fallecidos, y ahora estamos bastante peor. De todas formas, uno hubiera esperado que se tomaran otras medidas en distintos sectores que movilizan mucho a la población y que sí pueden ser compensables económicamente. Ahora, si uno tiene un niño durante un año sin educación, eso no lo puede compensar con apoyos económicos. Por ello, hay que tratar de disminuir al máximo la movilidad para que las escuelas puedan ser seguras.

Igualmente, hay que separar lo que son los niños más pequeños, que transmiten menos y uno no puede compensarlos con la virtualidad, de lo que son los escolares más grandes y estudiantes de secundaria, UTU o universitarios, a quienes es posible compensar con la virtualidad.

“Si uno tiene un niño durante un año sin educación, eso no lo puede compensar con apoyos económicos”.

-¿Qué otras actividades económicas se deberían haber cerrado antes que las escuelas?

-No es sencillo, por algo ningún país ha logrado ser un paladín en esto, salvo las islas. En el informe que hicimos en febrero se planteaban diversas medidas. Todo tiene que ser basado en la evidencia científica y monitoreado, y a veces, cuando uno toma muchas decisiones a la vez, no sabe cuál es la que impacta en la menor movilidad. Estoy hablando del transporte, actividades comerciales, lugares donde se genera mucha concentración, el divertimento, o sea, una cantidad de sectores en los que se pueden tomar medidas antes que en la educación.


La normalidad y el futuro de la inmunización

-El ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, ha sido optimista en cuanto a que en primavera ya se podría volver a la normalidad. ¿Coincide con esa apreciación?

-La vacunación es un elemento optimista y nos permite ir avanzando, pensar en disminuir las hospitalizaciones y los casos letales, junto con el plan antigripal, que también es muy importante en esta época. Uno esperaría que después del invierno la circulación pudiera bajar, gracias a la inmunización. No obstante, hay que seguir manteniendo todos los cuidados. Vislumbramos un futuro un poco más optimista, pero no podemos decir que esto está resuelto.

-¿Qué se puede decir hoy al respecto de la eventual vacunación en niños y adolescentes?

-Muchas veces pasa en la medicina que lo que se aprueba en adultos lleva más tiempo en aprobarse en niños. Históricamente, con fármacos, los adolescentes por encima de los 12 años se han comportado igual que los adultos. En ese sentido, se podría decir que la inmunización en adolescentes mayores de 12 años, especialmente mayores de 15, va a ser una realidad luego de vacunar a los grupos más prioritarios, en el mundo y probablemente en nuestro país también. Además de disminuir la circulación, eso va a permitir volver a la presencialidad educativa en centros secundarios y terciarios.