Omar Gennari, director regional de Great Place to Work
El experto en gestión de recursos humanos y director regional de Great Place to Work, Omar Gennari, conversó con CRÓNICAS respecto a los nuevos desafíos del mundo laboral de cara a la cuarta revolución industrial, cuyo componente principal es el cambio de paradigmas y la reconversión de los empleos. Ante esto, Gennari observó la necesidad que tiene Uruguay de discutir su marco jurídico, donde se deben contemplar las relaciones entre empresarios y sindicatos. Además, opinó que el Estado debe asumir un rol de responsabilidad frente a las personas que pierdan sus puestos laborales, y consideró que este cambio brinda una nueva oportunidad para posicionarse en la carrera del desarrollo.
Por Anahí Acevedo | @PapovAnahi
-¿Cuáles son las características de los cambios laborales ocasionados por la cuarta revolución industrial?
-Desde hace una década ya comenzamos a experimentar algunos de estos cambios. Sus características son la muy poca visibilidad hacia adelante; no sabemos qué va a pasar de aquí a dos años. Los avances son enormes y los impactos desconocidos. Dentro del mundo del trabajo, me asombran las cuestiones de la inteligencia artificial y la robótica.
Otra de las características está relacionada con la velocidad del cambio. Como individuos, no tenemos la capacidad a nivel neuronal para procesarlo. Las curvas de adaptación y de aprendizaje del marco social son totalmente diferentes y ahí están apareciendo los grandes problemas. Las organizaciones son aún más lentas y las políticas públicas más. El gran desafío tiene que ver con atender ese gap entre las diferencias de curvas que se distancian más.
-¿Cuál es la forma de adaptarse a este nuevo panorama, donde los cambios son muy rápidos y el futuro se desconoce?
-Yo creo que la solución es tomar las cosas que hoy dominamos y que están a nuestro alcance. No podemos operar sobre lo que no sabemos. Básicamente la clave tiene que ver con la gente, ya que es lo que las nuevas tecnologías ponen primero. Lo que tenemos que hacer en primer término en el mundo del trabajo es poner una mirada mucho más cercana a la escucha y atentos a poner primero el colaborador, es decir ser consistentes entre la mirada del cliente y la mirada del colaborador.
Más allá de la vorágine, el centro de la mirada debería estar en el individuo, opina Gennari. Para el especialista la clave está en no tratar a los colaboradores como un recurso más, ni como parte de un inventario, logrando un compromiso en el mundo del trabajo, con repercusiones a nivel social.
Además tenemos que encontrar mecanismos de aprendizaje donde ya no juegue más el rol individual porque no tenemos las capacidades de procesar toda la información, es muchísima. Lo que tienen que hacer las organizaciones es lograr mecanismos para procesar la información y transformarla en conocimiento.
-¿Cómo se puede lograr esto?
-A través de aprendizajes colectivos. Esto significa, en el mundo del trabajo, trabajo en equipo, pero en serio. Se deben generar ciertos valores internos.
-¿Por ejemplo?
-El valor de la participación es vital, el de la colaboración, fundamental. El valor en lo que tiene que ver con respetar la diversidad y la inclusión de personas, también. Son todos elementos que a su vez condicionan el tipo de liderazgo que hoy tenemos.
En esta región del planeta todavía encontramos líderes que no dan participación, que conservan la información como poder, que no la distribuyen, que se generan compartimientos estancos entre los distintos departamentos. Yo diría que eso, exactamente, es lo opuesto a lo que se requiere. Eso sí podemos empezar a hacer.
-¿Cómo evalúa el perfil de los líderes de las empresas actualmente?
-Se tendría que trazar una línea divisoria entre los líderes que vienen de otras épocas, que les cuesta mucho la adaptación al nuevo panorama y poder comunicarse y entenderse sobre esto. Creo que hace unos años se vivía como una lucha de falta de entendimiento y una negación al tema. Lo que nosotros estamos viendo en las organizaciones es que algunos de ellos han dejado de luchar con esto y buscan puentes, pensar en las cosas que los conectan.
Por su parte, un líder millennials está mucho más acostumbrado a trabajar de manera colaborativa y con elementos compartidos. Ya naturalmente está acostumbrado a trabajar determinadas herramientas que le permiten manejar fluidamente cierta información y datos, quiere decir que están más preparados para este mundo que reclama este tipo de cosas.
-Aún no sabiendo a ciencia cierta lo que pasará en el futuro, ¿cuáles son las previsiones para una empresa cuyo líder no se adecue a los nuevos cambios?
-Lo que ya le está pasando hoy. Depende del sector de negocios del que se trate. Pero primero, les sucede que generan un mal clima de trabajo, están perdiendo compromiso de su gente, no fidelizan talento. Por supuesto, también tienen graves problemas de productividad, con niveles de ausentismo mayores.
“Uruguay, como país, tiene un modelo, donde el mundo del trabajo a través de sindicatos y demás, son modelos que tienen setenta años, hay leyes laborales que tienen 80 años. Me da la sensación de que, como mínimo, habría que empezar a discutirlas”.
Lo que se observa en las generaciones más jóvenes es su capacidad de tener muchas más ventanas abiertas y una capacidad enorme para poder atender diversos asuntos en el mismo tiempo, pero esto mismo les quita profundidad de análisis.
-¿Cuáles son los sectores más propensos al cambio?
-Yo veo tres sectores en Latinoamérica. Uno que son empresas que nacen esencialmente digitales. Y cada vez nacen más, porque antes el proceso de nacimiento y gestación de una empresa tomaba mucho más tiempo. Segundo, son aquellas empresas que necesitan de cara a sus clientes, adoptar determinadas cuestiones digitales, y para ello tienen que cambiar algunos elementos sustanciales, por ejemplo, el sector financiero. El tercero que se puede ver son aquellas empresas que van a cambiar parte de su proceso productivo a un mundo digital, no todo su concepto. Entonces, depende de qué tipo de negocio estemos hablando, la velocidad de ese cambio es distinta.
-¿Y cómo está Uruguay en este tema?
-Yo creo que primero tenemos sectores de negocios que son netamente digitales, que ya están atravesando este cambio y ya están en la vanguardia. Después, tenemos el sector financiero y demás que está observando y trabajando, y que están volcando todo el concepto de la digitalización y las aplicaciones para llegar a un cliente que es distinto. Y después, tenemos toda el área de manufactura y demás.
Hay que ver cómo Uruguay avanza en estos otros estadios respecto al aprendizaje organizacional, es decir cuánto se trabaja en estos aspectos en equipos, y después a través de las políticas públicas y las instituciones. Uruguay, como país, tiene un modelo, en el que el mundo del trabajo a través de sindicato y demás, son modelos que tienen 70 años, hay leyes laborales que tienen 80 años. Me da la sensación de que, como mínimo, habría que empezar a discutirlas.
El basamento jurídico e institucional de cómo se regulan las relaciones entre empresarios y sindicatos son elementos fundamentales en este tema, porque la velocidad que genera el cambio no da tiempo a los procesos que tenemos por otro lado. Ahí va a depender mucho de Uruguay, como país, cuán dinámico es para producir esos cambios. La ventaja competitiva tanto de Uruguay como de cualquiera de estos países va a ser sumarse a esta ola con más o menos velocidad y ser competitivo a nivel internacional, inclusive.
-Entonces, ¿esta nueva ola permitiría que se den de vuelta las cartas en la carrera al desarrollo?
-Sí, yo creo que sí. Pienso que los países que más rápido se adapten, que sus recursos humanos estén a tono, se pondrán en liderazgo y serán más productivos y les podrá ir mejor. Y otros seguirían con roles más primarios.
-En el mundo hay empresas de tecnologías que comenzaron a adquirir marcas de auto. ¿La tendencia llegará a Uruguay? ¿En qué desembocará, en ese caso?
-Mi opinión, claramente personal, es que en esta parte del hemisferio sur va a tomar un tiempo en que estas cosas lleguen, pero van a llegar. El mundo nos está dando señales para observar y reconvertirnos.
-¿Cómo contemplar a las personas cuyos trabajos corren riesgo?
-Depende de la situación de uno en la sociedad. Claramente hay personas que tienen serias dificultades para readecuarse. Yo creo que el Estado debería contemplar esos mecanismos. Hay industrias, en general, u oficios, que van a reconvertirse, tanto para ese sector de la sociedad como a jóvenes que se están incorporando y que tienen que estar capacitados para ocupar esos puestos. Yo creo que en ese proceso están las políticas públicas en los sectores de menores recursos. En los sectores medios, en general, está el prepararse y el abocarse a aggiornarse a las cosas.
Cuesta pensar -esto es lo más difícil- que lo que hoy venimos haciendo, mañana puede no ocurrir más. Eso es la volatilidad del nuevo mundo, más allá de la incertidumbre. Yo lo que creo es que a nivel de las organizaciones la única cosa que podemos hacer es estar informados, atentos, y preparándonos para estar flexiblemente adaptados a un cambio.
-¿Cómo evalúa las políticas públicas que lleva adelante Uruguay respecto a esto?
“Los cambios no solamente tienen que ver con el aspecto tecnológico sino con la ecuación económica de estos temas. Puede haber casos en los que convenga más tener mano de obra intensiva y no invertir en tecnología”.
-Yo creo que el Estado uruguayo, en materia de legislación de trabajo, ha desarrollado un derecho laboral claramente protector hacia el sector trabajador y en esto ha tenido avances importantes. Me parece que todo esto también toma su tiempo de elaboración y que no van a ser los mismos tiempos de la tecnología. Hoy uno observa a algunos trabajadores en un mundo tecnológico que imponen sus reglas. Ellos ponen sus tarifas, sus condiciones, trabajan como freelance, hay muchas cosas que están cambiando. Desde ese punto de vista, yo creo que el Estado ha desarrollado políticas, pero son políticas, en general, todas ellas, desarrolladas en el siglo pasado, y que va a haber que analizarlas.
-¿Cuáles son los desafíos?
-Los desafíos son que el Estado se ponga a la altura de las circunstancias en cuanto al desarrollo comercial e industrial del país y que acompañe desde el aspecto jurídico, del derecho positivo para facilitar esos procesos. Ese es el tema. Para eso están las instituciones que tienen que velar por esto.
-¿Uruguay se puso a la altura de las circunstancias?
-Sí, pero me parece que la legislación positiva, en la curva del aprendizaje, está por debajo del avance de las organizaciones. La tecnología, los individuos y las organizaciones están a una velocidad y presentan un gap respecto al derecho positivo importante. Entonces, me cuesta pensar cómo achicar ese gap, pero que hoy existe, existe.
Me parece que también está en el plano institucional, no solamente el Estado en sí mismo, sino las instituciones que regulan y que tienen una injerencia fuerte en el mundo del trabajo. Las cámaras empresariales, los gremios y los sindicatos, todo ese andamiaje de temas que viene desde hace 80 años, se me ocurre que van a tener que seguir una dinámica diferente, porque claramente lo que se observa, es que en algunos casos no permiten tener una velocidad de giro del negocio para poder evolucionar rápidamente.
“Claramente las organizaciones educativas tienen que estar orientadas a poder motivar e inspirar a las nuevas generaciones a aprender”
-¿La sociedad se está ocupando de educar a las nuevas generaciones sobre liderazgo o son estos últimos los que deben definir la cancha?
-La tecnología está yendo mucho más rápido que la capacidad nuestra de aprender, que la capacidad de las organizaciones -entre ellas las organizaciones educativas- y que las políticas públicas. Claramente las organizaciones educativas tienen que estar orientadas a poder motivar e inspirar a las nuevas generaciones a aprender. Hoy las aburren. Entonces siguen los mismos programas que hace muchos años atrás. Primero eso, y después, claramente, hay que revisar contenidos. Hay varias universidades que ya lo están haciendo.
-¿Es necesario un cambio en la educación?
-Sí, por supuesto. Tenemos que adaptarnos todos a este sistema nuevo, porque la realidad está mostrando un cambio disruptivo muy fuerte. El ejecutivo de cualquier empresa no alcanza a poder observar el impacto que va a tener sobre su modelo de negocio el tema. Tiene que estar preparado y abierto, atento. Se necesita cada vez más estar mirando a alguien de afuera que me esté observando y que me esté mostrando cómo estoy parado.
-¿Hacia dónde tiene que ir este cambio en la educación?
-No podemos perder el sentido de lo que de verdad es contenido y se tiene que motivar. Hoy los chicos no se motivan estudiando. De hecho, hay mucha gente que desiste de las carreras-largas. En Sudamérica hay una enorme falencia en los estudios de ingeniería, por ejemplo, y hay una enorme orientación hacia carreras cortas y mucho más dinámicas. Eso es un planteo que va mucho más allá del esquema educativo y que se deben estar planteando hoy los países para ver de qué manera forman sus cuadros y resolver sus problemas de empleo y productividad.
-¿Si hay una falencia en los estudios de ingeniería, y las nuevas tecnologías requieren de más ingenieros, entonces los países tienen una carencia extra?
-Sí. Por eso yo creo que el desafío es no relegar de los contenidos, que son importantísimos, pero tratar de manejarlos a través de la didáctica, diferentes, para favorecer a que se pueda progresar en ese estudio y lograr eso. Pero es eso y al mismo tiempo un sinfín de carreras cortas para preparar a mucha gente en temas diversos.
-¿La sociedad podría vivir una crisis a causa de los empleos del futuro, o se equilibraría naturalmente?
-Mi visión es positiva. El mundo tiende a buscar un punto de equilibrio y los procesos sociales son graduales y se encuentran estas ecuaciones. Ahora, en la realidad, es que hay algunos países que están generando pobreza estructural porque esas personas no tienen la capacidad suficiente para transformarse en mano de obra calificada y es muy difícil insertarse en el mundo del trabajo.
Eso está ocurriendo acá, en el Cono Sur. Mi esperanza es que para eso está el Estado, que tiene que estar observando estos fenómenos y que tiene que darles algún tipo de comprensión. Por otro lado, tenemos experimentos en los países nórdicos y escandinavos que están viendo la manera de trabajar cada vez menos y que no ven malo que haya gente sin trabajo, sino que haya un subsidio para toda la comunidad y que con eso se alimente la rueda. Se están viviendo situaciones paradojales. En un extremo el temor a perder un trabajo. Por otro, experimentos que ven la manera de que toda la comunidad esté subsidiada.