Según Tamara Schandy y Florencia Carriquiry, “es necesario recomponer los equilibrios macroeconómicos”

Tamara Schandy, economista y directora de Asesoramiento Financiero de Deloitte; y Florencia Carriquiry, gerente senior de Asesoría Financiera de Deloitte.

Tamara Schandy y Florencia Carriquiry, ambas de la consultora Deloitte, enfatizaron en la necesidad que tiene el país de recomponer los equilibrios macroeconómicos, y “poner sobre la mesa” reformas como la seguridad social, la gobernanza de las empresas públicas o una estrategia internacional diferente.

Si bien la economía uruguaya creció un 1.6% durante el año 2018, acumulando su decimosexto año de crecimiento consecutivo, desde el punto de vista técnico el país se encuentra en recesión al acumular dos trimestres consecutivos de caída de la actividad. Todo esto sin perder en cuenta el contexto regional y que el país afronta un año electoral. ¿Cuáles son los desafíos en materia económica que tiene el Uruguay en ese escenario?

A nuestro juicio, no tiene mucho caso discutir sobre los años de crecimiento consecutivo que lleva Uruguay. Al fin y al cabo, las últimas cifras han sido positivas en la comparación promedio anual, pero con una economía que tracciona muy poco y con varios sectores en recesión. Nuestro diagnóstico es que la economía en su conjunto está estancada, y de hecho las cifras trimestrales de PIB ya mostraron una recesión en 2015, aunque no haya habido caída en el promedio del año.
Más allá de si el crecimiento ha sido o no ininterrumpido, a nuestro juicio es claro que no es aceptable ni sostenible que Uruguay no logre volver a crecer con más ímpetu. El contexto externo naturalmente cumplirá un rol en determinar cuán fácil o cuán difícil es retomar un mayor dinamismo, pero hay varios deberes que son esencialmente de nuestro país. Por un lado, es necesario recomponer los equilibrios macroeconómicos. Dentro de ese capítulo incluimos implementar un ajuste fiscal relativamente importante, rediseñar el funcionamiento de las negociaciones salariales y procesar una suba del tipo de cambio real con la inflación controlada. Pero probablemente no baste con eso. En Deloitte también pensamos que es preciso poner sobre la mesa una agenda de reformas de mediano plazo, incluyendo la de la seguridad social, pero también otras igualmente ambiciosas, como pueden ser la de la gobernanza de las empresas públicas o una estrategia diferente de inserción internacional.

Aún queda un año para el cambio de gobierno. ¿Qué puede hacer la actual administración para dejar el país en las mejores condiciones posibles? ¿O hay que esperar al 2020 para ver, por ejemplo, una reforma del BPS, o cambios en la educación, las empresas públicas, una adecuación de la normativa laboral a los nuevos tiempos, o una regla fiscal, entre otros temas que son vitales para el país?
No hay ninguna razón que impida implementar cambios que parecen muy necesarios. Sin embargo, siendo realistas no vemos que ello vaya a ocurrir. En el frente fiscal está el ejemplo más claro: no sólo no se ha podido reducir el déficit del sector público, sino que la evolución más reciente va en sentido contrario. Mientras los ingresos se han resentido en un marco de poco dinamismo económico, el gasto primario del gobierno central está subiendo en términos reales. Tanto las remuneraciones, como los gastos de funcionamiento y las inversiones están creciendo incluso más que el año pasado, sin escapar del tradicional patrón electoral que han tenido históricamente las cuentas públicas en Uruguay.

¿Cuáles son las fortalezas que tiene el país para transitar este período?
Su mayor fortaleza está en el perfil de la deuda pública y en una razonable posición de liquidez.

¿Cuáles son las principales amenazas y de dónde provienen?
Hay amenazas en el frente externo, desde un potencial desenlace más negativo en Argentina hasta riesgos de un mayor freno de la economía mundial. Sin embargo, a nuestro entender, los principales riesgos son de corte doméstico. Hace varios años que esencialmente venimos asistiendo al deterioro del contexto macroeconómico, que por cierto no ha sido abrupto, pero sí acumulativo. En este momento, ni la situación fiscal, ni el frente de competitividad, ni la situación del mercado de trabajo, ni la falta de crecimiento económico admiten demoras. Como mencionábamos antes, es preciso reestablecer los equilibrios macro y avanzar en reformas de mediano plazo . Ambas cosas en simultáneo.